14 de septiembre de 2019

Alicia de Bud Pollard (1931)


DVD de una edición doble,
 con la versión de W.W. Young (1915)


Esta película de Alicia en el País de las Maravillas fue dirigida por el estadounidense Bud Pollard en 1931. Fue la cuarta versión cinematográfica de la obra de Carroll, tras la de Cecil Hepworth (1903), la atribuida a Edwin S. Porter (1910), y la de W.W. Young (1915), y muy notablemente, la primera en cine sonoro.

Pollard era un director independiente de películas de explotación de bajo presupuesto. Trató diferentes géneros como el de terror (The Horror, 1932), el bélico (The Dead March, 1937), el de temas raciales (The Black King, 1932; Victims of Persecution, 1933), la comedia musical (It Happened in Harlem, 1945; Tall, Tan and Terrific, 1946) y el drama romántico (Love Island, 1952). Solía participar en la escritura del guion de sus películas y actuar en ellas. Muchas de sus cintas se consideran perdidas en la actualidad.

Su adaptación de Alicia en el País de las Maravillas constituye, en cierto sentido, una de sus películas de explotación. La obra se había puesto de moda debido a la reciente adquisición del manuscrito de Las aventuras de Alicia bajo tierra por un magnate americano, y el centenario del nacimiento de Lewis Carroll se aproximaba, por lo que se estaban organizando eventos y homenajes a ambos lados del Atlántico. La Paramount preparaba una versión del libro con fondos ilimitados y un reparto estelar, y Bud Pollard, especializado en películas baratas y de rodaje rápido, decidió que podía adelantarse. Con actores noveles que se esforzaban en imitar un acento británico, y exageraban los gestos faciales como en el todavía reciente cine mudo, filmó casi una hora de película en unos estudios independientes de New Jersey y la estrenó a lo grande en el Teatro Warner de Nueva York. 


Con un REPARTO TREMENDO

Tras unos créditos de apertura en los que suena una canción compuesta por Irving Berlin (que había aparecido en una película musical el año anterior, Puttin' On the Ritz, de Edward Sloman), la película comienza con Alicia (Ruth Gilbert, de diecinueve años) que se despierta directamente en el País de las Maravillas. No hay ninguna indicación de cómo ha llegado allí; no hay hermana junto al río, libro aburrido sin dibujos ni diálogos ni caída por la madriguera. Simplemente se despierta, se extraña de encontrarse en un lugar desconocido – aunque no está para nada asustada ni preocupada – y está un rato diciéndose a sí misma lo raro que es todo. 


Ve entonces pasar al Conejo Blanco (Ralph Hertz) y lo llama, pero él no la oye y sale apresuradamente, exclamando algo sobre la Duquesa, y deja caer sus guantes y su abanico. Alicia los recoge, se abanica y se pregunta quién puede ser la Duquesa. El Conejo vuelve al poco buscando sus accesorios. Alicia se los tira, el Conejo los recoge y se va corriendo; Alicia sale tras él, llamándolo, pero se pierde de vista.


Alicia pasea un poco por el bosque y llega a una casa desde cuyo interior se oyen gritos y golpes. Entra a la cocina donde la Duquesa (Mabel Wright) y la Cocinera (Lillian Ardell) discuten violentamente; está el bebé pero no el Gato de Cheshire. La Cocinera se marcha enfadada. 


La Duquesa traba conversación con Alicia y le canta una nana (dulcemente, de hecho) al bebé, el cual se transforma en cerdito y se va correteando por la cocina. La Duquesa y Alicia siguen hablando de manera amistosa pero, sin razón aparente, la Duquesa coge un hacha y se acerca a Alicia con extrema lentitud. Después de estar unos largos segundos mirándola, Alicia chilla y sale corriendo. La Duquesa la amenaza desde la puerta.


Alicia encuentra en una rama al Gato de Cheshire (Tom Corless), y tienen la conversación del libro, casi palabra por palabra. Llega entonces al jardín donde el Sombrerero (Leslie T. King), el Lirón (Raymond Schulz) y la Liebre (Meyer Berensen) están celebrando una merienda. El castillo real se puede ver al fondo. El pasaje de la Merienda Loca también sigue fielmente el diálogo, y las caracterizaciones de los personajes se parecen bastante a las ilustraciones de Tenniel.


Tras dejar la fiesta, Alicia se encuentra con la Oruga (Jimmy Rosen). El diálogo también se respeta bastante, y la niña recita “Eres viejo, padre William”, lo que casi nunca aparece en las adaptaciones, pero en cambio se omite la discusión sobre el tamaño adecuado, y Alicia no recibe ningún consejo ni coge trozos de hongo. Muy curiosamente, y siguiendo las indicaciones del libro, la Oruga se va reptando. Alicia se ve sola, suspira y se marcha también.


Unos cortesanos y unas trompetas anuncian la llegada del Rey (N.R. Creagan) y la Reina de Corazones (Vie Quinn). Alicia se encuentra por casualidad en el jardín del palacio real, y se presenta a Sus Majestades. 


La Reina le pregunta si no tiene miedo de haber ido allí sin una invitación, y Alicia contesta que no va a tener miedo de un montón de cartas. La Reina, por supuesto, ordena que le corten la cabeza, pero Alicia apenas se inmuta, y el Rey y la Sota de Corazones (Patrick Glasgow) tranquilizan a la Reina haciéndole ver que solamente se trata de una niña. La Reina ordena que empiece el baile, suenan las trompetas, y los componentes de la comitiva real bailan una cuadrilla (no hay partida de croquet, aunque el Gato de Cheshire había aludido a ella). 


El Conejo Blanco se lleva aparte a Alicia y le cuenta que la Duquesa ha sido hecha prisionera por atizarle un sopapo a la Reina; como en el libro, Alicia se ríe muy a gusto. Pero cuando la Duquesa es traída a presencia de la Reina y se arrodilla ante ella para pedirle perdón, Alicia intercede en su favor y dice que la Duquesa no puede hablar en su propia defensa porque está deslumbrada por la belleza de la Reina. Ésta, muy halagada, perdona a la Duquesa, así como a todos los condenados a decapitación, lo que levanta un clamor general. Sin embargo, le pega un bofetón al Rey, por inútil.


Mientras todos ríen exageradamente, la Duquesa lleva a Alicia a la playa cercana para que conozca al Grifo (Charles Silvern) y la Tortuga Falsa (Gus Alexander). El diálogo sobre los días de colegio se respeta bastante, aunque hablan sobre todo la Tortuga Falsa y Alicia; el Grifo casi no interviene (muy probablemente, porque el actor lleva una máscara pesada con la que apenas se le oye). Hay un montaje de la Cuadrilla de Langostas; Alicia enseguida se aprende la letra y canta con ellos. Sin embargo, es la propia Alicia, y no la Tortuga Falsa, quien canta la canción “Hermosa Sopa”. Llega entonces el Conejo Blanco, tocando la trompeta, y los convoca a todos a la corte para asistir al juicio de la Sota de Corazones.


Una vez en la sala del juicio, el Conejo Blanco lee la acusación, y comienzan a entrar los testigos. Primero viene el Sombrerero, y la Reina ordena su decapitación casi de inmediato. El Sombrerero suplica clemencia al Rey, comienza a gemir de miedo, y al final se desmaya entre espasmos. Los ujieres lo meten en un saco y lo tiran a un rincón sin ninguna ceremonia; Alicia llora de pena por él. El siguiente testigo es la Cocinera, que llega entre una nube de pimienta, y hace que todos estornuden. Contesta de manera irreverente a las preguntas, y se larga sin que nadie le dé permiso.

El siguiente testigo es la propia Alicia, que no sabe nada de nada del asunto, y se ríe cuando el jurado (compuesto por el Grifo, la Tortuga Falsa, la Liebre de Marzo y el Lirón… dormido) apunta su declaración como si fuera importante.


Al Conejo Blanco le traen una nueva prueba: la misteriosa carta sin firmar. Los Reyes asumen que la ha escrito la Sota de Corazones, pero éste dice que no pueden demostrarlo porque no está firmada; a lo que el Rey contesta que con más razón va a sospechar de él, porque si fuera inocente de las acusaciones, habría firmado la carta como un hombre honrado. A partir de aquí, el final difiere completamente de cualquier otra versión. Ya que Alicia no cambia de tamaño en su aventura, es preciso buscar otro motivo por el que se enfrenta a la corte real, y se crea una confusa situación de comedia de enredo que choca irremediablemente con el texto de Carroll. 

El Conejo procede a la lectura, y el Rey y la Reina van comentando cada estrofa, intentando descubrir pistas, hasta que la Reina sospecha que la “ella” que es mencionada en la carta puede ser la Duquesa, y la manda llamar. La Sota se ríe a carcajadas, y declara que, si cometiera un delito, lo haría por una doncella hermosa: “Por Alicia, robaría todas las tartas jamás horneadas” a lo que Alicia contesta soltando una risita y exclamando “¡Qué ridículo!”. La Duquesa es conducida a la presencia de los Reyes, quienes la presionan para que confiese, pero ella dice que “no acusará a quien ama”. La Reina lo entiende como una confesión de que han sido la Sota y la Duquesa quienes han cometido el robo de manera conjunta… y los condena a CASARSE allí mismo, ¡para lo que llama al verdugo! 

La Sota cae de rodillas suplicando compasión, y de manera totalmente sorpresiva el Conejo Blanco exclama que esa sentencia no puede llevarse a cabo porque fue él quien robó las tartas y escribió la carta en verso… ¡y por tanto es él quien debe casarse con la Duquesa! La Sota, emocionado al ver el sacrificio que se dispone a hacer el Conejo, exclama “¡Oh noble amigo!”, y Alicia interrumpe gritando que no lo permitirá. Indignada, la Reina ordena al verdugo (que ha llegado con su hacha… ¿para oficiar la boda?) que le corte la cabeza a Alicia, y es entonces cuando ella exclama: “¡Venga, venid todos! ¿Quién va a tener miedo de una baraja de cartas?”. Cuando los Soldados- carta se precipitan sobre ella, Alicia se despierta… en una silla del jardín de su casa. El aya se asoma a una ventana y diciéndole que el té está listo, y Alicia se levanta, se despereza un poco y se dirige sonriente hacia la puerta.

La película no tuvo un gran éxito en su estreno: aunque en general se alabó el encanto de la historia, se criticó la calidad técnica y sonora de la cinta, y lo poco memorable de las interpretaciones. Pronto se ganó la apostilla de “más bien para niños” y pasaría a proyectarse de manera exclusiva en iglesias y escuelas, con un propósito educativo, para acercar a los jóvenes lectores a la obra. Dos años después, con el estreno de la versión de Norman McLeod, se relegaría irremediablemente al olvido. A fecha de hoy no se ha emitido nunca por televisión, y solo está disponible en DVD como un contenido extra de la edición de la película muda de W.W. Young

Sin embargo, a pesar del bajo presupuesto, los actores noveles (muchos no volverían a actuar, o tendrían un par de papeles pequeños sin que sus carreras avanzaran mucho más), la omisión de elementos y escenas significativos del libro (como los cambios de tamaño de Alicia, la Carrera Loca, el juego de croquet con flamencos y erizos…) y los extraños cambios al principio y al final, la película está bastante bien lograda. Alicia disfruta claramente de su viaje al País de las Maravillas; se muestra alegre y sonriente, y aunque puede sorprenderse con lo que encuentra, raramente pasa miedo. Se hace amiga de todos los personajes, y ni siquiera después de haber huido de la Duquesa parece guardarle rencor; logra que la Reina la perdone por el bofetón, y más tarde le planta cara cuando pretende casarla con la Sota de Corazones (aunque la opinión de la propia Duquesa al respecto no llega a saberse).  Los disfraces de los actores que representan animales no son tan atroces como en otras versiones, y los de personajes humanos o miembros de la corte son realmente hermosos.


La banda sonora es bastante correcta: las canciones y la música de relleno están adecuadamente donde deben estar, sin hacerse cargantes, y Alicia recita varios poemas sin tener que convertir cada uno en una canción. La cuadrilla que bailan las camareras de la Reina, aunque no aparezca en el libro ni tenga motivo argumental, constituye un momento agradable y encaja perfectamente en la escena. La ya mencionada canción de Irving Berlin, que constituye el tema principal, es particularmente memorable.


Resulta interesante visualizar esta película, limitada e independiente, junto a la que dos años más tarde empleó a los actores más caros de Hollywood. Personalmente las dos me parecen bastante iguales. Hay grandes aciertos y notables errores en ambas, ambas respetan el texto de Carroll lo suficiente para beneficiarse de él, y ambas contrataron para el papel de Alicia a una actriz desconocida, de la misma edad  y con una peluca idéntica. Como he mencionado antes, esta película solo se encuentra en DVD como extra de otra, aunque, al estar libre de derechos de autor, se puede ver legalmente en canales de vídeo de Internet. Eso sí, la cinta está bastante deteriorada, y es necesario indagar un poco para encontrar un vídeo de calidad aceptable.

Fuentes:


10 de septiembre de 2019

A. B. Frost (1851 - 1928)


Arthur Frost retratado por Thomas Eakins, circa 1886.

Arthur Burdett Frost, cuyo nombre se cita habitualmente como A. B. Frost, fue un pintor, ilustrador y dibujante de cómics estadounidense. Es uno de los artistas gráficos más destacados de la Edad de Oro de la Ilustración norteamericana, que abarcó desde 1880 hasta aproximadamente 1960. Ilustró los libros de Lewis Carroll ¿Rima? y ¿razón? (1883) y Un cuento enredado (también traducido como Un cuento enmarañado o Un relato enmarañado, 1885).

El autor nació en Filadelfia el 17 de enero de 1851. Era hijo de John Frost, un historiador, biógrafo y profesor de literatura, y sería el mayor de diez hermanos. Comenzó a trabajar a los quince años como grabador, pero su maestro le dijo que “no tenía talento para dibujar”, lo que motivó que durante sus primeros años fuera autodidacta. Posteriormente, sin embargo, viajaría para estudiar bajo diferentes escuelas y maestros: en la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania, con Thomas Eakins; en la Colonia de Arte Rockport, de Massachusetts, con el pintor de marinas Gilbert Tucker Margeson; y en la Escuela de Artes Shinnecock Hills, de Nueva York, con William Merritt Chase.

En 1874, un amigo le pidió que ilustrara la antología de historias humorísticas Out of the Hurly Burly, de Max Adeler (pseudónimo de Charles Heber Clark). Fue su primer trabajo publicado, y constituyó un gran éxito al vender más de un millón de copias.

Out of the Hurly Burly, 1874.

En 1876, Frost se unió al departamento de arte de Harper & Brothes, en Manhattan, para publicar ilustraciones en Harper’s Weekly. Allí trabajó con artistas de renombre como Howard Pyle, E. W. Kemble, Frederic Remington y C. S. Reinhart, y siguió puliendo su técnica y explorando nuevos estilos. La compañía publicaba en sus revistas las historias de autores como Ernest Hemingway y Mark Twain, lo que facilitó que Arthur Frost ilustrara posteriormente Tom Sawyer, detective (1896). 

En 1877 se fue a Londres, donde permanecería dos años publicando regularmente en Punch, y fue uno de los primeros ilustradores estadounidenses que se haría popular en Inglaterra. En enero de 1878, Lewis Carroll le escribió una carta muy halagadora en la que le pedía que ilustrara su antología de poesía cómica ¿Rima? y ¿razón? (una reedición de Fantasmagoría y otros poemas que incluía también La caza del snark). Frost aceptó; la correspondencia entre ellos fue abundante, y el libro se publicó en 1883 con sesenta y cinco ilustraciones. Dos años más tarde, cuando Carroll recopiló en un libro una serie de problemas matemáticos que había ido publicando en la revista The Monthly Packet, también eligió al autor americano para que lo ilustrara. A Tangled Tale se publicó en 1885 con seis ilustraciones de Frost.

¿Rima? y ¿razón?, 1883.

A su regreso de Inglaterra en 1878, estudió los experimentos fotográficos de Eadweard Muybridge, el “fotógrafo del movimiento”, que lo inspiraron a publicar unos primitivos cómics: viñetas con escenarios muy similares, pero entre las cuales los personajes realizaban pequeños movimientos o cambios. La primera historia en este género, que se convirtió en un gran éxito de público, fue “Our Cat Eats Rat Poison” (posteriormente titulado “Fatal Mistake”), en la cual describía gráficamente la agonía de un gato tras ingerir veneno. Dibujó varias secuencias de este estilo, especialmente para ilustrar movimientos de deportes y juegos.

Las hazañas de Mr. Chubbs  en la pista de patinaje, 1899.

Arthur Frost se casó con la también ilustradora Emily Louise Philips en 1883. Publicó dos libros antes del cambio de siglo, Stuff and Nonsense (1884) y The Bull Calf and Other Tales (1892). De 1906 hasta 1914 residió en Francia, y publicó en 1912 Carlo, sobre un perro que siempre se mete en problemas con el jardinero Patrick y la gata Maria. Tras regresar a Estados Unidos, perfeccionó sus habilidades en la pintura realista, y fue muy apreciado como pintor de la “América rural” con escenas de caza y pesca, y deportes como el golf. Siguió publicando viñetas secuenciales en la revista Life.


Carlo y el jardinero Patrick, 1912.

Se dice que el hecho de que Frost padeciera de daltonismo le ayudó a alcanzar la maestría en las escalas de grises. Sea esto cierto o no, su habilidad para el dibujo en blanco y negro, fuera con una fina línea de tinta o con varias capas de diversas texturas, está fuera de toda duda. Las ilustraciones para “Fantasmagoría”, el poema incluido en ¿Rima? y ¿razón?, tienen lugar en plena noche, y dentro de una gran mansión en la cual la luz de las velas no abarca mucho: Frost muestra en ellas su dominio de las sombras y las transparencias al contrastar el incorpóreo fantasma con los muy sólidos objetos de la casa a la que va a rondar. 

¿Rima? y ¿razón?, 1883.

El humo es también un elemento magníficamente conseguido en la ilustración del nudo 2 de Un cuento enredado

“Balbus prestaba asistencia a su suegra 
para convencer al dragón”, 1885.

Ambos libros, con las ilustraciones de Frost (¿Rima? y ¿razón? incluye también las de Henry Holiday para La caza del snark) se pueden consultar y descargar de manera legal y gratuita en Proyecto Gutenberg, y recomiendo encarecidamente echarles un vistazo.


Fuentes:

CARROLL, Lewis. 

A Tangled Tale en Proyecto Gutenberg.

Fantasmagoría. Alba Editorial, Barcelona, 2000.   

Rhyme? and Reason? en Proyecto Gutenberg.

Un relato enmarañado. Nivola, Madrid, 2002.

COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography. Random House, Nueva York, 1995.

Norman Rockwell Museum

Wikimedia Commons



7 de septiembre de 2019

El número 42



En la gran mayoría de introducciones a los libros de Alicia se alude al hecho de que Lewis Carroll era “en realidad” un aburrido profesor de matemáticas, y se pone un gran énfasis en el contraste entre la seriedad y el rigor que tal ciencia exige, y la fantasía y locura de las aventuras que vive la pequeña. Sin embargo, que fuera aburrido o no es una apreciación que solo compete a sus alumnos: Charles Dodgson disfrutaba enormemente con las matemáticas. Aparte de los numerosos tratados y guías de estudio sobre álgebra, trigonometría y geometría euclidiana que escribió, continuamente inventaba paradojas y acertijos con números, publicaba rompecabezas matemáticos en revistas para que los lectores los resolvieran, y proponía nuevos sistemas de puntuación en juegos de mesa y deportes que fueran justos a la par que precisos. Y no se privó para nada en incluir referencias matemáticas más o menos sutiles en sus libros de poesía y narrativa. Aparentemente, para él no existía tal contraste entre ser profesor de matemáticas y escribir cuentos para niños.

Se ha escrito mucho sobre la presencia de las matemáticas en los libros de ficción de Carroll, y algo que se comenta indefectiblemente en todos estos escritos es el cariño del profesor por el número 42. Por alguna razón que nunca creyó necesario explicar, el número 42 está presente, de modo explícito u oculto bajo complicados cálculos, en ambos libros de Alicia, en La caza del snark y en el poema “Fantasmagoría”, y lo encontramos demasiadas veces para que sea casualidad.

Alicia en el País de las Maravillas (1865).

Alicia en el juicio, de John Tenniel.


Comenzando por el hecho de que Carroll encargó cuarenta y dos ilustraciones para este libro, Alicia en el País de las Maravillas tiene varios guiños a este número. Uno sea posiblemente el más conocido: en la escena del Juicio a la Sota de Corazones, el Rey intenta echar a Alicia, que ha crecido hasta tocar el techo, aludiendo a una supuesta “regla cuarenta y dos”:

En este momento el Rey, que durante un rato había estado escribiendo febrilmente en su cuaderno de notas, gritó:
-        ¡Silencio! – y leyó en voz alta: - “Regla Cuarenta y Dos. Todas las personas que midan más de una milla tienen que abandonar la sala”.
Todo el mundo miró a Alicia.
-          Yo no mido una milla. – dijo Alicia.
-          Sí la mides. – dijo el Rey.
-         Casi dos millas. – añadió la Reina.
-         Bueno, de todos modos, no me iré. – dijo Alicia – Además, ésa no es una regla general: se la acaba de inventar.
-          Es la regla más antigua del libro. - dijo el Rey.
-         Entonces debería ser la Número Uno. – dijo Alicia.

Sin embargo, otra alusión al número, muy anterior, está cuidadosamente escondida, y hacen falta algunos conocimientos matemáticos para descubrirla. Tiene lugar en el segundo episodio, “El Charco de Lágrimas”, cuando Alicia, atascada y angustiada en la madriguera, intenta convencerse de que retiene los conocimientos adquiridos en la escuela:

Voy a ver si sé las cosas que sabía. Vamos a ver: cuatro por cinco es doce, y cuatro por seis es trece, y cuatro por siete es… ¡cielos! ¡A este paso no llegaré nunca a veinte!

Martin Gardner y Robin Wilson explican estos cálculos, respectivamente, en The Annotated Alice y Lewis Carroll in Numberland. En la mayoría de operaciones comunes del sistema métrico se calcula con una base decimal, mientras que en el sistema imperial, por ejemplo, para calcular pies y pulgadas, o en el antiguo sistema monetario británico, se utiliza una base 12. Así, si el cálculo de Alicia comenzara con una base 18, y se fuera incrementando progresivamente en tres (base 21, base 24, base 27…) los resultados serían efectivamente 12, 13, 14, 15… Hasta llegar a un 4 x 12 = 19, usando una base 39. Sin embargo, en este punto se rompería la secuencia: el resultado de la operación 4 x 13 en base 42 no se expresaría como 20 sino como 84. De modo que Alicia tiene razón: ¡no va a llegar nunca a veinte!

En un artículo de 1988, Edward Wakeling especula que Lewis Carroll habría sido capaz de calcular el tiempo que, teóricamente, tardaría una piedra en atravesar la Tierra de parte a parte si cayera por una madriguera de conejo… serían cuarenta y dos minutos.

“Fantasmagoría” (1869).

El fantasma y su "víctima", por A. B. Frost.

“Fantasmagoría” es un extenso poema que encabeza y da título al libro Fantasmagoría y otros poemas, de 1869. Trata sobre un molesto fantasma que recibe la misión de ir a rondar una casa, pero no logra asustar al dueño, sino que lo aburre con su enumeración de los diferentes tipos de espectros, sus habilidades y sus atribuciones. El sufrido residente tiene cuarenta y dos años, como declara en la siguiente estrofa:

“Sin duda”, dije, “eligieron a quien
era más adecuado para enviar:
pero mandar a un mocoso como tú,
para acosar a un hombre de cuarenta y dos años,
¡no lo considero un cumplido!”

A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado (1872).

La Reina Blanca, por John Tenniel.

El número de ilustraciones que Carroll encargó a Tenniel para la segunda aventura de Alicia comenzó en 20, y fue incrementándose, hasta que en cierto punto le pidió 42… pero siguió aumentando el número y al final llegó a 50. Sin contar esto, hay dos referencias al número 42 en el texto. La primera es simple: Alicia declara que tiene siete años y medio. Esto son siete años y seis meses:  7 x 6 = 42.

La segunda alusión es más elaborada. La Reina Blanca dice que su edad es de “ciento un años, cinco meses y un día”. Sabemos, por un comentario de Alicia en el primer capítulo, que su sueño ocurre el 4 de noviembre de 1859. Contando años naturales y bisiestos, la edad de la Reina Blanca es, en días, 37.044. Asumiendo que la Reina Roja tiene exactamente la misma edad (ya que son dos reinas en un tablero de ajedrez), sus edades sumadas serían 74.088. O, lo que es lo mismo: 42 x 42 x 42.

La caza del snark (1876).

Detalle de la ilustración de Henry Holiday 
para "El relato del Panadero", 
en que se observan sus cajas numeradas.

Lewis Carroll tuvo la inspiración para la última estrofa de este poema y comenzó a escribirlo desde el final hasta el principio en 1874, cuando tenía cuarenta y dos años. En el prefacio, en prosa, se menciona la regla 42 del Código Naval: “Nadie hablará con el timonel”. Y más adelante se habla del abundante equipaje que pretendía embarcar el Panadero:

Tenía cuarenta y dos cajas, todas cuidadosamente empacadas,
Con su nombre impreso bien claro en cada una;
Pero, como omitió mencionar este hecho,
Todas se quedaron en la playa.

El único equipaje que el Panadero se trae a bordo son siete abrigos y tres pares de botas… tres pares de botas, obviamente, son seis botas… y, de nuevo, 7 x 6 = 42.

Si a estas alturas alguien está pensando que esto del 42 le suena de algo, y cae en la cuenta de que es también un número prominente en los libros de Douglas Adams (Guía del autoestopista galáctico, 1979), no es el primero en caer. Ya hay escritos sobre la posible influencia de Lewis Carroll en las novelas de Douglas Adams, aunque, por lo visto, Adams nunca lo mencionó entre sus muchas fuentes de inspiración.

Se ha especulado si el número era simbólico para Carroll: no en vano, uno de los documentos capitales de la iglesia anglicana fueron los Cuarenta y dos artículos, una serie de fórmulas doctrinales que definían la posición de la Iglesia de Inglaterra en las controversias religiosas de la época, escritos por el arzobispo Thomas Cranmer en 1553. Pero lo más posible es que simplemente fuera una broma personal que gustaba de incluir en sus obras de modo recurrente, y que desarrollar cálculos con ese número le divirtiera tanto como inventar problemas de lógica. Si alguna vez, mis queridos lectores, encuentran alguna críptica alusión al número 42 hasta ahora desconocida en las obras de Carroll, que no les quepa duda de que han hecho un gran hallazgo.

Fuentes:

CARROLL, Lewis; BUCKLEY, Ramón (trad.); GARRIDO, Ramón (ed.). Alicia en el País de las Maravillas. A través del espejo, Cátedra, Madrid, 2001.

CARROLL, Lewis; GARDNER, Martin (ed.). The Annotated Alice, Penguin, Londres, 2001.

NEDIGER, Will. “Lewis Carroll and Douglas Adams”, Word Ways, 2005, vol. 3, núm. 1 , artículo 6.

WAKELING, Edward. “Further findings about the number forty two”, Jabberwocky, invierno/primavera de 1988, vol. 17, núm. 1 y 2.

WILSON, Robin. Lewis Carroll in Numberland: his Fantastical Matematical Logical Life, Penguin Books, Londres, 2009.

2 de septiembre de 2019

Alicia de Sodao Nozaki (1977)




Esta animación de Alicia en el País de las Maravillas es el  capítulo 62 de la serie japonesa Manga Sekai Mukashi Banashi (“antiguas historias del mundo en imágenes”), y fue emitido por Tokyo Broadcasting System el 8 de diciembre de 1977.

Manga Sekai Mukashi Banashi fue una serie de adaptaciones de cuentos tradicionales y de autor, así como de obras clásicas como Romeo y Julieta o la Ilíada. Se emitió semanalmente entre 1976 y 1979, y la mayoría de episodios presentaba dos historias diferentes. La colección consta de 127 episodios entre individuales y dobles. A partir de 1981 se distribuyó en diferentes países y se tradujo a inglés, francés, portugués, español, italiano y árabe. En España se emitió en los años 80 por diferentes cadenas autonómicas, bajo el nombre de “Castillo de cuentos”, “Cuentos populares” o “Cuentos universales”.

Excepto el nombre del director y el del compositor de la música, Koichi Sugiyama, no he podido identificar a los otros autores implicados en esta versión, como dibujantes o actores de doblaje. En esta serie trabajaron muchos artistas de Mushi Production como Osamu Dezaki (Astro Boy, Ashita no Joe), Yoshiaki Kawajiri (Dororo, Cleopatra, Ashita no Joe), Masami Hata (Little Nemo) o Manabu Ohashi (Robot Carnival, Neo Tokyo), así que puede que alguno de ellos participara en este episodio.


La historia comienza de la manera habitual, con Alicia y su hermana al lado del río, y una narración en off que se alterna con los diálogos. Alicia se aburre porque su hermana lee un libro sin dibujos ni diálogos (curiosamente, es un libro sobre Alicia en el País de las Maravillas), y cuando ve al Conejo Blanco sale inmediatamente tras él.


Entra por la madriguera (que tiene una puertecita), y cae por el profundo agujero, preguntándose si aparecerá tal vez en Australia o Nueva Zelanda. 


Aterriza sobre un montón de hojas secas, ve al Conejo, y llega al Vestíbulo de las Muchas Puertas. 


A través de una de ellas ve un hermoso jardín, y se pregunta cómo podría entrar. En una mesita aparece misteriosamente una botellita etiquetada con el mensaje “Bébeme” y, tras tomar un traguito, Alicia crece desmesuradamente.


Hasta este punto, la animación ha seguido fielmente el texto original, pero a partir de este momento se modifica el orden y contenido de las escenas, que no se recuperará hasta el episodio del juicio a la Sota de Corazones.


El Conejo Blanco aparece, lamentándose de que va a llegar tarde, y Alicia intenta hablar con él, pero muy comprensiblemente el Conejo huye alarmado al ver su tamaño. Alicia rompe a llorar, y se muestra que se encuentra, de hecho, en el interior de una gran casa. 


Conforme llora, comienzan a caer relámpagos alrededor de la casa, y estalla una tormenta durante la que llueve copiosamente; sin embargo, el narrador nos indica que son las lágrimas de Alicia las que forman el Lago de Lágrimas. La niña se encoge repentinamente y cae en el agua. Bucea un poco, preguntándose si el castigo por llorar tanto es ahogarse en sus propias lágrimas, pero acaba montando sobre un pez que la lleva a un “espacio abierto”.


Hay una casita frente a la orilla a la que ha ido a parar, y Alicia se acerca para ver que el Lacayo-Pez le entrega al Lacayo-Rana una invitación para la Duquesa de parte de la Reina. Platos y cuencos salen volando a través del portal.


Alicia entra en la casa, y encuentra a la Cocinera, que no se toma demasiado bien su educada observación de que la sopa tiene demasiada pimienta.


A continuación, habla con la Duquesa sobre el tiempo que tarda la tierra en dar una vuelta sobre su propio eje, un diálogo que no se reproduce en muchas versiones. Sin embargo, no aparecen ni el bebé-cerdito ni el Gato de Cheshire.


Cuando la Duquesa declara que va a prepararse para la partida de croquet de la Reina, Alicia cruza una puerta, huyendo de la salva de platos y tazas que arroja la Cocinera. Al otro lado se encuentra al Sombrerero y a la Liebre, que están tomando el té en una habitación bastante cochambrosa.



Tras la disparatada conversación y la adivinanza sin respuesta que le proponen, Alicia se enoja y golpea la mesa con los puños, lo que al parecer invoca la tormenta: restallan los relámpagos, y llueve de nuevo a raudales. Una enorme ola arrastra la casita entera, y sus ocupantes salen huyendo. Alicia intenta salir también, pero crece de repente y ya no puede cruzar la puerta. La casita navega entre el oleaje, y atraviesa la puertecita del vestíbulo que lleva al jardín, donde se estrella. Cuando pasa la tormenta, Alicia queda inconsciente en medio de las flores. 


Alicia se despierta, ilesa, y comienza a pasear por el jardín, buscando al Conejo Blanco. Se encuentra primero con la Oruga, que no le proporciona ninguna ayuda, y luego con cuatro animales (el Dodo, el Ratón, el Grifo y la Tortuga Falsa) que están corriendo en círculo y después discuten quién es el ganador. 


Le indican que el Conejo Blanco está en la partida de croquet de la Reina, y le señalan la dirección del palacio real. Alicia agradece la información y se marcha, mientras las criaturas siguen debatiendo quién iba delante o detrás de quién.


Alicia llega al jardín del palacio real, donde la Reina está jugando al croquet y ordenando decapitaciones a diestro y siniestro, y encuentra por fin al Conejo Blanco, con el que charla un poco. La Reina la invita a unirse al juego, pero el Conejo las interrumpe, tocando estrepitosamente la trompeta, porque ha de leer el importante comunicado en que se acusa a la Sota de Corazones de haber robado las tartaletas.


Se celebra, pues el juicio. Se llaman como testigos a la Cocinera y el Sombrerero, pero pronto toda la atención recae sobre Alicia, que ha vuelto a crecer otra vez. 


Cuando se encara a la Reina y se niega a abandonar la sala, el ejército de cartas de le echa encima… 


...y Alicia se despierta en el regazo de su hermana.


Alicia le cuenta el maravilloso sueño que ha tenido, y el narrador concluye parafraseando las últimas líneas del libro: “La hermana de Alicia la escuchaba, recordando la parte sencilla y amable de su infancia, con un sueño de su propio País de las Maravillas, mucho tiempo antes. Sencillas penas, sencillas alegrías, y los felices días de verano”.

Como sucede con otras versiones que forman parte de una serie de cuentos clásicos, y tienen un límite de tiempo de unos veinte minutos, esta Alicia está reducida a menos de tres pulgadas. Las escenas principales se acortan, y personajes y acontecimientos importantes se suprimen sin un criterio claro. Resulta especialmente llamativa la ausencia del Gato de Cheshire: de hecho, es la única versión que he visto hasta ahora en que no sale en absoluto. La animación es correcta para la época, la música es adecuada, si no destacable, y algunas ilustraciones (concretamente, las de la Cocinera, la Duquesa y la Reina) intentan asemejarse a las de Liddell. Por el contrario, el coloreado es a veces extrañísimo: la peluca y la barba del Rey de Corazones son rosa claro, y el Sombrerero tiene tanto el pelo como la piel verdes.

Algunos de los cambios introducidos en la historia no tienen mucho sentido, como que Alicia esté dentro de una gran casa, una ola la arrastre hacia una casita más pequeña que está claramente en medio de un campo, y luego esa casa salga por una de las puertas que estaban en la casa grande. También, cuando Alicia está junto a los Lacayos en la casa de la Duquesa, los platos y tazas que tira la Cocinera salen por la puerta principal, pero cuando entra, debe doblar la esquina de un pasillo para llegar a la cocina. Un poco de imaginación y locura añadidas al texto original de Alicia nunca vienen mal, excepto cuando parecen fallos de continuidad más que bromas intencionadas.

Actualmente esta versión es difícil de encontrar fuera de su país de origen. Entre 2015 y 2016, la serie completa se editó en Japón en ocho volúmenes de DVD, pero en los demás países en que fue emitida solo se llegaron a publicar algunos episodios sueltos en VHS. Aunque fue doblada al español en España y Venezuela, no me consta que existan cintas en este idioma. En canales de vídeo de Internet se puede ver este episodio con el doblaje en inglés.

Fuentes:

Anime News Network


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