John Tenniel, 1871.
"The Walrus and the Carpenter" es un poema narrativo que aparece en la novela A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado (1871). En el capítulo IV, "Tweedledum y Tweedledee", Alicia, perdida en el bosque, encuentra a esta pareja de personajes, los cuales se empeñan en recitarle este poema, pese a que ella está ansiosa por encontrar una salida.
El poema está compuesto por ciento ocho versos divididos en dieciocho estrofas que alternan tetrámetros y trímetros yámbicos (respectivamente, de ocho y seis sílabas). En cada estrofa riman solamente los versos pares, que son los trímeros. El esquema de métrica y rima da al poema la forma de una balada inglesa, como por ejemplo La rima del anciano marinero de Samuel Colerigde o La canción de Angus el Errante de W.B. Yeats.
Adjunto, para su disfrute, la versión de Emilio Pascual. Este traductor opta por hacer todos los versos octosílabos, y sitúa una rima consonante en el segundo y tercero de cada cuatro, y una asonante en el cuarto y el octavo de cada ocho. Nótese que pone en minúsculas los nombres de los personajes, considerándolos genéricos, cuando es muy habitual en la obra de Carroll que los personajes no tengan nombre propio sino que su especie, profesión o cargo constituye su nombre, por lo que se nombran con mayúscula.
Tras tan escalofriante final, Alicia comenta que la Morsa es el que le cae mejor de los dos, porque, al menos "le daban un poco de pena las pobres Ostras". Tweedledee, sin embargo, le hace notar cómo la Morsa fingía llorar y utilizaba el pañuelo para escoger las más apetitosas y ocultarlas a la vista de su compañero. Alicia rectifica y dice que, el tal caso, prefiere al Carpintero, a lo que Tweedledum replica que también el Carpintero comió todas las que pudo. Confundida por un momento, Alicia concluye que "ambos son tipos muy desagradables".
Como se ve, el poema tiene un argumento muy sencillo, y, si es preciso interpretarlo (aunque en principio no hay ninguna necesidad de ello), se puede ver muy fácilmente una moraleja (no hay que ir con desconocidos, por bonitas que sean sus palabras) y una crítica (a la hipocresía). Por supuesto, los lectores llegan más lejos. Dado que el tema de la invasión y el abuso es recurrente (el sol sale de noche, la Morsa y el Carpintero engañan a las Ostras para comérselas, la propia Morsa se apropia de los mejores bocados a escondidas), hay quien ha relacionado el poema con el colonialismo y la explotación de territorios de ultramar por parte de las naciones europeas. No ha faltado quien ha intentado ver en la Morsa a Buda y en el Carpintero a Jesucristo, que seducirían a los creyentes con buenas palabras y promesas placenteras para después devorarlos sin contemplaciones.
Pero, como en todos sus poemas humorísticos, Carroll no buscaba ninguna profundidad filosófica o moral, ni simbolismo en sus personajes, y seguramente se habría reído de las lecturas políticas de su poema; las religiosas, por el contrario, no le habrían hecho tanta gracia. Una anécdota muy significativa es que, cuando mandó el poema a Tenniel para que lo ilustrara, le indicó que podía escoger él mismo si dibujar un carpintero, una mariposa o un baronet (cargo nobiliario, diminutivo de barón), ya que las tres palabras le cuadraban en la métrica y a él le daba igual. El Carpintero podría haber pasado de proletario a aristócrata o a lepidóptero, y generaciones posteriores de estudiosos habrían especulado al respecto.
En la cultura popular, "La Morsa y el Carpintero" es posiblemente el segundo poema más conocido de Carroll, después del "Jabberwocky". Se suele editar de manera independiente de la novela, en colecciones de poesía infantil, y sus versos (en especial el parlamento de la Morsa "Es hora de tratar de asuntos graves...") se han citado en novelas (El manantial de Ayn Rand, 1943; Los relojes de Agatha Christie, 1963), películas (La taberna del irlandés de John Ford; Dogma de Kevin Smith, 1999), canciones y series de televisión. La canción de los Beatles "I am the walrus" tomó al personaje de este poema, aunque, por lo que se cuenta, John Lennon no lo había leído o no lo recordaba bien, y se sintió frustrado cuando le dijeron que la Morsa era un ser malvado y traicionero.
Una de las primeras y más interesantes versiones de este poema en las adaptaciones de Alicia fue la de Norman Z. McLeod en 1933, que fue realizada en dibujos animados cuando el resto de la película está en imagen real.
Una de las más recordadas es indudablemente la perteneciente a la película de Disney, que profundiza en los defectos de los personajes al hacer que la Morsa engañe desde el principio a un Carpintero simplón para que no llegue a comer ni una sola Ostra. Dentro de una película que ya destacaba por su animación, es impagable la escena en que el Carpintero construye un restaurante en seis segundos a partir de los restos de un barco encallado, mientras la Morsa atrae a las víctimas al estilo del Flautista de Hamelín.
El poema está compuesto por ciento ocho versos divididos en dieciocho estrofas que alternan tetrámetros y trímetros yámbicos (respectivamente, de ocho y seis sílabas). En cada estrofa riman solamente los versos pares, que son los trímeros. El esquema de métrica y rima da al poema la forma de una balada inglesa, como por ejemplo La rima del anciano marinero de Samuel Colerigde o La canción de Angus el Errante de W.B. Yeats.
Adjunto, para su disfrute, la versión de Emilio Pascual. Este traductor opta por hacer todos los versos octosílabos, y sitúa una rima consonante en el segundo y tercero de cada cuatro, y una asonante en el cuarto y el octavo de cada ocho. Nótese que pone en minúsculas los nombres de los personajes, considerándolos genéricos, cuando es muy habitual en la obra de Carroll que los personajes no tengan nombre propio sino que su especie, profesión o cargo constituye su nombre, por lo que se nombran con mayúscula.
¡El sol sobre el mar brillaba!
Con su fulgor implacable
procuraba, infatigable,
las bravas olas calmar.
Sin embargo, todo aquello
resultaba bien chocante,
pues lo más extravagante
es que era de noche ya.
La luna guiñaba airada
pues pensaba con enfado
que, habiendo el día acabado,
qué pintaba el sol allí.
"¡Grosero, maleducado!
¡Me has fastidiado la fiesta
con tu claridad molesta!",
decía haciendo un mohín.
Estaba el mar muy mojado
la arena en plena sequía;
ni una nube se veía,
pues ninguna había ya.
No se veía tampoco
surcar el desierto cielo
ni un pájaro con su vuelo
porque no quedaban más.
La morsa y el carpintero,
de la mano y con gran pena,
al ver tanta y tanta arena
lloraban con aflicción.
(¡Si a fuerza de tanto llanto
solo un poco la aclararan,
la playa que nos dejaran
sería la admiración!).
"Si siete mozas con siete
escobas de buen tamaño
barrieran fuerte medio año",
la morsa atenta indagó,
"¿Crees que lo dejarían
bien barrido?" "¡Muy dudoso!",
dijo el otro, pesaroso,
y amargamente lloró.
"¡Venid, ostras, de paseo!",
requirió la morsa, amable.
"Será un paseo agradable
y grato para charlar.
Que no vengan más de cuatro:
a nadie más llevaremos,
pues solo a cuatro podemos
de la manita agarrar".
Una ostra venerable
le echó una sagaz mirada
y, sin contestarle nada,
se limitó a sacudir
la cabeza con un guiño.
Sin duda decir quería
que al presente prefería
en su ostracismo seguir.
Mas cuatro ostras jovencitas
llegaron endomingadas,
con las caras bien lavadas
y con ganas de chipén.
Llevaban limpio el vestido
y los zapatos brillantes
lo cual era bien chocante
pues nunca tuvieron pies.
Cuatro ostras más las siguieron,
luego otras cuatro llegaron,
y enseguida se agregaron,
una a una, más y más.
Brincando entre las espumas,
el oleaje cortaban
y todas se apresuraban
para la playa alcanzar.
La morsa y el carpintero
una milla caminaron
hasta que el fin alcanzaron
una roca regular.
Se acomodaron en ella
mientras las otras, jadeantes,
aguardaban expectantes
en formación desigual.
John Tenniel, 1871.
"Es hora", dijo la morsa,
"de tratar de asuntos graves:
de zapatos, reyes, naves,
de repollos y alquitrán.
También de si el mar levanta
aguas y espumas hirvientes
o los cerdos, insolentes,
son capaces de volar".
"¡Esperad!", gritó una ostra.
"No empiece ya el parlamento
pues estamos sin aliento
debido a nuestro grosor".
A lo cual el carpintero
dijo con cierta sonrisa:
"Esperaremos. ¡No hay prisa!".
Eso las tranquilizó.
"Ahora", dijo la morsa,
"nos hace falta ante todo
un buen pan; del mismo modo
tampoco vendría mal
pimienta, sal y vinagre.
Y ahora, ¡ostras queridas!,
colocaos bien unidas,
que vamos a merendar".
"¿A nosotras?", exclamaron,
pálidas y sin resuello.
"¡Sería un gran atropello
tras tanta amabilidad!".
"¡Ah, qué noche tan hermosa!",
cortó la morsa muy lista.
"¿No os impresiona la vista?
Venid conmigo a admirar.
¡Qué amables sois! ¡Y qué aspecto
tenéis tan sabroso y fino!".
El carpintero, ladino,
solo dijo: "¡Dame pan!
Y, ¿sabes?, me gustaría
que mejorases de oído,
¡porque ya te lo he tenido
dos veces que recordar!".
"¡Qué pena me dan las pobres!
¡Buena se la hemos metido
después de haberlas traído
de tan lejos sin parar!".
Así la morsa decía.
El carpintero, taimado,
solo comentó: "¡Has echado
mucha mantequilla al pan!"
"¡Qué dolor! ¡Os compadezco!",
la morsa se lamentaba,
y sus lágrimas secaba
con un pañuelo grandón.
Pero entre llanto y sollozos,
las mejores escogiendo,
íbaselas engullendo
en medio de su aflicción.
"¡Ostras!", dijo el carpintero,
"¡Fue una excursión muy bonita!
¿Queréis volver a casita?".
Pero nadie respondió.
Y esto ya no era chocante,
pues todas, entre gemidos,
se las habían comido,
y ni una sola quedó.
Tras tan escalofriante final, Alicia comenta que la Morsa es el que le cae mejor de los dos, porque, al menos "le daban un poco de pena las pobres Ostras". Tweedledee, sin embargo, le hace notar cómo la Morsa fingía llorar y utilizaba el pañuelo para escoger las más apetitosas y ocultarlas a la vista de su compañero. Alicia rectifica y dice que, el tal caso, prefiere al Carpintero, a lo que Tweedledum replica que también el Carpintero comió todas las que pudo. Confundida por un momento, Alicia concluye que "ambos son tipos muy desagradables".
Como se ve, el poema tiene un argumento muy sencillo, y, si es preciso interpretarlo (aunque en principio no hay ninguna necesidad de ello), se puede ver muy fácilmente una moraleja (no hay que ir con desconocidos, por bonitas que sean sus palabras) y una crítica (a la hipocresía). Por supuesto, los lectores llegan más lejos. Dado que el tema de la invasión y el abuso es recurrente (el sol sale de noche, la Morsa y el Carpintero engañan a las Ostras para comérselas, la propia Morsa se apropia de los mejores bocados a escondidas), hay quien ha relacionado el poema con el colonialismo y la explotación de territorios de ultramar por parte de las naciones europeas. No ha faltado quien ha intentado ver en la Morsa a Buda y en el Carpintero a Jesucristo, que seducirían a los creyentes con buenas palabras y promesas placenteras para después devorarlos sin contemplaciones.
Pero, como en todos sus poemas humorísticos, Carroll no buscaba ninguna profundidad filosófica o moral, ni simbolismo en sus personajes, y seguramente se habría reído de las lecturas políticas de su poema; las religiosas, por el contrario, no le habrían hecho tanta gracia. Una anécdota muy significativa es que, cuando mandó el poema a Tenniel para que lo ilustrara, le indicó que podía escoger él mismo si dibujar un carpintero, una mariposa o un baronet (cargo nobiliario, diminutivo de barón), ya que las tres palabras le cuadraban en la métrica y a él le daba igual. El Carpintero podría haber pasado de proletario a aristócrata o a lepidóptero, y generaciones posteriores de estudiosos habrían especulado al respecto.
Quentin Blake, 2009.
En la cultura popular, "La Morsa y el Carpintero" es posiblemente el segundo poema más conocido de Carroll, después del "Jabberwocky". Se suele editar de manera independiente de la novela, en colecciones de poesía infantil, y sus versos (en especial el parlamento de la Morsa "Es hora de tratar de asuntos graves...") se han citado en novelas (El manantial de Ayn Rand, 1943; Los relojes de Agatha Christie, 1963), películas (La taberna del irlandés de John Ford; Dogma de Kevin Smith, 1999), canciones y series de televisión. La canción de los Beatles "I am the walrus" tomó al personaje de este poema, aunque, por lo que se cuenta, John Lennon no lo había leído o no lo recordaba bien, y se sintió frustrado cuando le dijeron que la Morsa era un ser malvado y traicionero.
Harry Rountree, 1933.
Una de las primeras y más interesantes versiones de este poema en las adaptaciones de Alicia fue la de Norman Z. McLeod en 1933, que fue realizada en dibujos animados cuando el resto de la película está en imagen real.
Hugh Harman y Rudy Ising, 1933.
Una de las más recordadas es indudablemente la perteneciente a la película de Disney, que profundiza en los defectos de los personajes al hacer que la Morsa engañe desde el principio a un Carpintero simplón para que no llegue a comer ni una sola Ostra. Dentro de una película que ya destacaba por su animación, es impagable la escena en que el Carpintero construye un restaurante en seis segundos a partir de los restos de un barco encallado, mientras la Morsa atrae a las víctimas al estilo del Flautista de Hamelín.
En la versión de Harry Harris de 1985, la secuencia fue filmada en imagen real, con Karl Malden en el papel de Morsa, Louis Nye como el Carpintero, y cuatro bailarinas con disfraces de Ostras. El resultado, aunque algo chocante, no es tan malo como se podría pensar.
Harry Harris, 1985.
Una edición de los 80 o 90 (no la tengo a mano para comprobarlo) del juego de mesa Trivial Pursuit tenía en un costado de la tapa la cita de la Morsa, como reconocimiento y elogio de las cosas triviales, pese a que la Morsa las consideraba "graves". Que nadie le diga a los cazadores del snark que una nave o que las aguas hirvientes del océano son un asunto trivial, pero, mientras no haya peligro de naufragar o de ser devorados, reivindiquemos todos nuestro derecho a hablar de bobadas si es eso lo que nos apetece.
Fuentes:
CARROLL, Lewis. Through the Looking Glass, and what Alice found there, Penguin Books, Londres, 1984.
; PASCUAL, Emilio (trad.); GONZÁLEZ ÁLVARO, Juan (int.). A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado, Ediciones Gaviota, Barcelona, 1990.
CLARK, Beverly Lyon. "Carroll's Well-Versed Narrative: Through the Looking-Glass," en English Language Notes, diciembre de 1982, vol. 20, nº. 2, , págs. 65-76.
CARROLL, Lewis. Through the Looking Glass, and what Alice found there, Penguin Books, Londres, 1984.
; PASCUAL, Emilio (trad.); GONZÁLEZ ÁLVARO, Juan (int.). A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado, Ediciones Gaviota, Barcelona, 1990.
CLARK, Beverly Lyon. "Carroll's Well-Versed Narrative: Through the Looking-Glass," en English Language Notes, diciembre de 1982, vol. 20, nº. 2, , págs. 65-76.
DE LA MARE, Walter. Lewis Carroll, Faber and Faber, Londres, 1932.
GEER, Jennifer. "‘All Sorts of Pitfalls and Surprises’: Competing Views of Idealized Girlhood in Lewis Carroll's Alice Books," en Children's Literature, Vol. 31, 2003, págs. 1-24.
IRWIN, Michael. "Reflections and Relativities," en Rereading Victorian Fiction, 2000, págs. 115-28.
KELLY, Richard. Lewis Carroll, Twayne Publishers Michigan, 1990.
LEHMANN, John F. Lewis Carroll and the Spirit of Nonsense, University of Nottingham, Nottingham, 1972.
MEAD, Walter Russell. God and Gold, Atlantic Books, Londres, 2007.
PRIESTLEY, J. B. "The Walrus and the Carpenter", en New Statesman, 10 de agosto de 1957.
Una temática realmente perturbadora, más aún por estar escrita en un estilo desenfadado y aún cómico. Me llama la atención que en la versión original sea la morsa quien proponga barrer la arena de la playa y el carpintero quien descarte la idea. En la versión de Disney de 1951 era al revés, y esto parece más lógico ya que un carpintero es un trabajador manual y la imagen de las morsas suele relacionarse con la holgazanería.
ResponderEliminarEn el poema, el personaje del Carpintero no tiene ningún rasgo distintivo de su oficio, ya que a Carroll le daba igual lo que fuera mientras encajara en la métrica. La película de Disney hace un gran trabajo al desarrollar estos personajes y mostrar que el Carpintero, como muy bien observas, tenga la iniciativa de trabajar (lo que horroriza a la Morsa), y más tarde construya el restaurante con restos de madera y en cuestión de segundos. También, si te fijas, la ropa de la Morsa es elegante pero está ajada y rota, y él va fumando colillas del suelo, mientras que la ropa y el delantal de trabajo del Carpintero son sencillos pero están limpios y en buen estado. Uno de las mayores aportaciones de Disney a esta historia es precisamente la dinámica entre un personaje trabajador y cuidadoso, pero crédulo y de pocas luces; y uno astuto y con mucha labia, pero vago y venido a menos. En el poema original este contraste no está desarrollado; solo aparece al final, cuando la Morsa disimula mientras se zampa los mejores bocados.
EliminarExcelente post, Gracias!!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias a ti por visitar mi diario y comentar! Te doy la bienvenida y te invito a volver siempre que quieras.
EliminarExcelente reseña y versión del poema en castellano. Soy un estudioso de el trabajo y la vida de Walt Disney y prometo aportar más datos... Por otro lado, llegué a este post ya que recuerdo de niño ( años 60) y lo he visto hace un par de años en la red y no lo puedo encontrar, una historieta de media página acerca de estos dos personajes, estaba en el diario y en revistas de Disney, en estás historias unitarias que se centraban en la vagancia de morsa y su actitud de estafador y el carpintero como un trabajador siempre embaucador por la morsa pero acompañándolo en sus desventuras de resolución unitaria... No se llamaban la morsa y el carpintero, tenían dos nombres... Algo de don... Y tal.... Si alguno lo recuerda me encantaría saber esos nombres. Gracias. Silvio Gaetti
ResponderEliminar