28 de abril de 2019

Bosch Penalva (1925 - ?)

El autor en 1960.


Antonio Bosch Penalva fue un historietista, guionista e ilustrador español, nacido en Barcelona, y hermano mayor del también dibujante Jordi Penalva; Antonio solía firmar con sus dos apellidos. En su adolescencia estudió Bellas Artes y comenzó a trabajar como grabador y decorador de piezas de cristal, al tiempo que realizaba algunas ilustraciones para libros de texto, y colecciones infantiles como Historietas gráficas, para la editorial Ameller, y Pulgarcito, para Bruguera.

En la década de los 40 creó diferentes personajes de acción y aventuras: “Yakub, el pequeño vagabundo”, para la editorial Fantasio, y “Erik, el enigma viviente” y “Titán el Invencible” para Bruguera. Su personaje más popular de aquella época fue “Silver Roy”, que creó en 1947 junto con Rafael González, también para el tebeo Pulgarcito de Bruguera. Durante la década de los 50 continuó colaborando por esta editorial, con historietas y portadas para la revista Can Can.

Entre 1961 y 1966 estuvo realizando historias de género romántico para el mercado británico, antes de volver a Bruguera y dedicarse por completo a las ilustraciones de portada. Según le explicó al también autor Edmond Ripoll, había perdido visión y tenía dificultades para dibujar las viñetas de un cómic, pero realizar ilustraciones no le causaba problemas. Desde mediados de los 60 hasta el cierre de Bruguera en 1986, realizó cientos de portadas para las colecciones de libros infantiles y juveniles de esta editorial, como Historias ColorHistorias SelecciónGrandes Aventuras Juveniles... Además de colaboraciones con otras firmas como Editorial Palá o Editorial Toray. A esta larga y prolífica época corresponden las ilustraciones de portadas de docenas de novelas clásicas de todos los géneros, desde Don Quijote o El Cid hasta Moby Dick o Heidi.

En las décadas de los 80 y 90 fue el portadista habitual del cómic The Phantom de Lee Falk (El Hombre Enmascarado en España). El último trabajo que aparece registrado en la página Tebeosfera es una colaboración para un número de Westernario de Ediciones El Boletín en 2009, pero no me ha sido posible encontrar la fecha de su fallecimiento.

Es muy posible que la portada que hizo Bosch Penalva para la colección de clásicos juveniles “Historias Color” de Bruguera en 1973 sea la única de Alicia en el País de las Maravillas que realizó en toda su vida, pero me parece imprescindible dedicarle una entrada. He visto, leído y consultado desde mi infancia muchas ediciones españolas de Alicia, la mayoría ilustradas, y no he visto aún una imagen más hermosa que ésta. 


Representa el último momento del sueño de Alicia, en el que todos los Soldados-Carta se abalanzan sobre ella. Recuerda mucho a la de Arthur Rackham con el mismo motivo, pero en esta Alicia no se protege sino que está aún dándose cuenta del peligro. Mira de reojo a las cartas de su espalda, mientras se lleva a la boca la mano izquierda; los dedos de la derecha están crispados y en su mirada comienza a encenderse el pánico. Es rubia, de cabello largo, y lleva un vestido sencillo blanco y negro, y un lazo rojo. Los Soldados-Carta que se lanzan sobre ella son diferentes, no solo por el palo y el número, sino también por pequeños detalles en su expresión o en sus cabellos. Aunque la mayoría lleva lanzas, algunos no están armados, y sobre todo los del fondo son los menos acabados (a algunos les falta un brazo, o los dos) y están difuminados en el entorno, como anticipando que Alicia está a punto de despertar de su sueño.  

Si bien, como he comentado, me parece la ilustración más hermosa de un autor español, la imagen en sí no es ninguna rareza dentro de la obra de Bosch Penalva. Todas sus portadas son magníficas, tan llenas de color y vida como si fueran a salir del libro. Además del de Alicia, conservo otros ejemplares de “Historias Color” de mi infancia, y son libros que merece la pena coleccionar no por los textos en sí – que adolecen del síndrome de “la traducción de cualquier manera, porque, total, es para niños” – sino por las bellas portadas, ya que, desgraciadamente, no me consta que exista ningún libro de arte que las recopile. Si los actuales propietarios de los derechos de autor de las ilustraciones de Bosch Penalva  ignoro si sus herederos, o las editoriales – decidieran reunirlas en un único volumen, sería un muy merecido homenaje al autor, y un inigualable regalo para todos los que disfrutamos de ellas mientras conocíamos a los grandes clásicos.

Fuentes:

La fotografía de Antonio Bosch Penalva aparece tanto en el blog de Joan Navarro como en el de Edmond Ripoll, pero ignoro la fuente original, de modo que la reproduzco contando con la licencia de su legítimo propietario y sin ánimo de lucro.

Edmond il.lustracions (blog de Edmond Ripoll)



Viñetas (blog de Joan Navarro)



23 de abril de 2019

Día del Libro 2019



Feliz Día del Libro a lectores, bibliófilos, ratones de biblioteca y Alicias de todo el mundo.


Alice in Wonderland finds the Garden of Live Flowers, de Jane Werner. Ilustraciones de Campbell Grant. Simon and Schuster, 1951.

20 de abril de 2019

Alicia de Richard Trueblood (1988)



Esta versión de Alicia estuvo a cargo del director, productor y animador australiano Richard Trueblood. Se trata de una película directa para vídeo bastante breve (unos 50 minutos), realizada por la productora Burbanks Films Australia, que desde 1982 estaba desarrollando una larga serie de adaptaciones de novelas juveniles populares. Tras haber realizado Alicia a través del espejo en 1987, Alicia en el País de las Maravillas fue una de las ocho que se lanzaron para vídeo o televisión en 1988, y una de las últimas, ya que esta colección terminaría en 1989 con un solo título, Los hermanos corsos.


Richard Trueblood no dirigió ninguna otra de estas adaptaciones, pero estaba lejos de ser un novato. Había comenzado en 1972 una prolífica carrera de animador, y en 1988 ya tenía en su haber series tan populares como Los Superamigos, Los Rescatadores, Los Pitufos, Pac-Man y, muy notablemente, He-Man y los Masters del Universo, serie en la cual dirigió también varios episodios. Más tarde participaría en el equipo de animación de Las Tortugas Ninja y Sonic the Hedgehog, entre muchas otras. Como curiosidad, él mismo fue el director de animación del episodio “Beauty and the Beach” del anime Pokémon, que sufrió una censura épica a nivel mundial (solo se emitió dos veces en Estados Unidos, con escenas cortadas) porque en él aparecía Kojiro/ James travestido de mujer con unos pechos de goma, y encima resultaba atractivo.


La adaptación del texto fue realizada por Paul Leadon, que mantuvo las escenas más conocidas del libro pero aligeró bastante los diálogos. Las voces fueron dobladas por Olivia Martin, que interpretó a Alicia; Moya O'Sullivan, que hizo de la Duquesa y la Reina de Corazones; y tres actores que se repartieron al resto de personajes. Como veremos más adelante, la hermana de Alicia no aparece en esta versión, y la Cocinera sufre un cambio de sexo, de modo que solo hay tres personajes femeninos en total. La banda sonora fue compuesta por Mark Isaacs, y cuenta con una canción interpretada por Kerrie Biddell.



Esta película comienza de una manera que llama la atención a los conocedores del libro: Alicia no está a la orilla del río con su hermana, que lee un libro sin dibujos ni grabados, sino que está sola, y leyendo ella misma un libro titulado Principios de cálculo lógico. 




Teniendo en cuenta que Charles Dodgson publicó diez tratados de matemáticas, habría sido un bonito detalle que el libro que estuviera leyendo Alicia fuera de uno de ellos. En cualquier caso, uno se pregunta qué hace una niña de siete años con un libro de cálculo avanzado, y por qué los ejes x/y de la gráfica están invertidos cuando se supone que estamos en el mundo real y no en el del espejo.





Alicia deja el libro con aire fatigado y se queda un momento contemplando la portada con la cara entre las manos. Ve entonces la cabeza de un conejito que agita las orejas, pero, aunque le llama la atención, se dice a sí misma “Para qué...” y se tumba en la hierba. Pero al cabo de unos segundos la vence la curiosidad, se levanta y sale tras él. Se da cuenta entonces de que lo que parecía un conejo ordinario, en realidad tiene levita, y reloj de bolsillo, ¡y además habla!




Alicia sigue al Conejo Blanco y cae por su madriguera, en una secuencia que es demasiado similar a la versión de Disney de 1951, y no solo por los elementos del libro que ambas reproducen. Llega al Vestíbulo, encuentra la llavecita y va probándola en las puertas hasta que abre una muy pequeña. 




Echa un vistazo a través de ella... 



...y entonces se produce lo que el Crítico de la Nostalgia acuñó como un momento del caimán con labios gordos (big-lipped alligator moment; véase a partir del minuto ocho): una secuencia que no sale de ninguna parte, no tiene nada que ver con lo que ha sucedido hasta ahora, no aporta nada a la historia, y no vuelve a mencionarse nunca más. 


Alicia ve a través de la puerta a una gran multitud de animales antropomorfos que van a celebrar una carrera con diferentes vehículos. Los competidores son un ratón que rueda dentro de un barril, un castor que salta en un pogo, una rana que va sobre un patinete con una vela que impulsa soplando ella misma, y un caracol que repta sobre una bola de billar. Como señal de salida, se disparan unos fuegos artificiales sobre los que van montados unos insectos (¿luciérnagas?) con gafas de aviador, y que saltan antes que estallen. Los cuatro corredores salen, y hay un juez, una especie de oruga, que lleva un reloj en una mano y un catalejo en la otra, y vigila la carrera desde un columpio que sostienen unas libélulas. El caracol va el último, pero los otros tres competidores pierden sus vehículos y tienen que volver corriendo, y él se las apaña para construirse una especie de bicicleta con las piezas, y al final gana la carrera. Esta escena dura casi dos minutos (en una película que no llega a los cincuenta, recordémoslo), no tiene nada que ver con la historia original, no aporta absolutamente nada, y ni la carrera ni ninguno de los personajes vuelven a aparecer ni a ser mencionados. Todo apunta a que la secuencia era un trozo sobrante de alguna otra película o animación corta y que, no queriendo desaprovecharla, el director decidió colarla en el País de las Maravillas porque encajaría. Huelga decir que, incluso en un mundo lleno de animales antropomorfos donde las carreras absurdas son algo habitual, esta secuencia no tiene ningún sentido.


Por suerte, el resto de las escenas del libro se siguen con bastante fidelidad. Alicia come, bebe, cambia de tamaño, llora, nada en sus lágrimas...




Conoce al Ratón, a Bill, al Pato, y luego al Dodo, con los que corre en la Carrera Loca.




Poco después se topa con el Conejo, que la manda a su casa a por los guantes, crece desmesuradamente en la casita, e inevitablemente envía a Bill a dar un paseo por las nubes.




Logra salir de la casita antes de que la quemen, y conoce a la Oruga, que le aconseja coger los trozos de hongo. 





Cuando encuentra el tamaño más adecuado, visita a la Duquesa y conoce al bebé-Cerdito y al Gato de Cheshire. Curiosamente, en esta versión la Duquesa no es tan fea como en otras (solo tiene unos rasgos faciales muy exagerados) y se muestra bastante amable con Alicia y con el bebé. Pero la Cocinera es otro cantar: es un hombre, un hombre con orejas de punta y nariz afilada, y parece haberse apropiado del mal genio de la Duquesa. También a diferencia del libro, Alicia y el Gato de Cheshire tienen su primera conversación dentro de la casa, no en un árbol después de que Alicia haya soltado al Cerdito, como aparece en el libro y se recoge en la mayoría de versiones.






Alicia va a la casa de la Liebre de Marzo (hay un detalle gracioso en el que se ve un montón de huevos decorados con un cartel que dice “Guardar para Pascua”) e intenta tomar el té en la Merienda Loca, pero es difícil cuando tus compañeros de mesa son el Sombrerero, la Liebre y el Lirón.




Regresa al Vestíbulo y, “cuidando de hacer las cosas bien esta vez”, logra por fin abrir la puertecita y llegar al Jardín. Encuentra a los jardineros-carta que pintan las rosas de rojo...



Presencia el desfile del Rey y la Reina de Corazones...



Juega al croquet con mucha dificultad...




Y curiosamente no conoce al Grifo, tal vez porque era demasiado difícil de dibujar o animar: es el Dodo quien la lleva a ver a la Tortuga Falsa. 



El Juicio se desarrolla con toda la normalidad de la que es capaz el País de las Maravillas, y cuando los soldados-carta se lanzan sobre ella, Alicia se despierta sacudiéndose las hojas que le caen encima de la cara.




Como el principio, el final de la película es poco ortodoxo. Alicia quita las hojas que también han caído sobre su libro de cálculo para después abandonarlo sobre la hierba y marcharse sin él. Mientras regresa por el jardín que, ahora se da cuenta, se parece al jardín de la Reina, ve a un gato sobre una rama que se parece al Gato de Cheshire, a una lagartija correteando que se parece a Bill... y finalmente, al conejito blanco del principio, que la sigue dando saltitos durante unos momentos y después se marcha. Alicia no dice nada más, pero sonríe mientras camina hacia el ocaso. 


Esta versión es entretenida e inofensiva, aunque, en general, poco ambiciosa. No presenta ninguna de las canciones ni poemas del libro, no desarrolla los pasajes y caracteres más originales y llamativos, y los pocos elementos novedosos que introduce (como la carrera de vehículos del principio, o el hecho de que la Cocinera sea un hombre con aspecto de duende o demonio) resultan más desconcertantes que atractivos. Hay secuencias enteras que copian con demasiado descaro las de Disney, como el hecho de que al caer por la madriguera la falda de Alicia se abra como un paracaídas, o que las cartas que hacen de aros de croquet se muevan para favorecer las jugadas de la Reina, pero cambio se plieguen o se echen a tierra para evitar que el erizo-pelota de Alicia pase entre ellas. 


Otra cosa que resalta negativamente es la extraña transición entre escenas. En algunos momentos, la acción simplemente se para y se retoma bruscamente después; en otros, una acción que parece preparar un desenlace impactante no lleva a ninguna parte. Por ejemplo, después de salir del Mar de Lágrimas, Alicia se seca inmediatamente, pero el lagarto Bill se lamenta de que está empapado y se pregunta cómo va a secarse. En el plano siguiente, parece haber pasado un tiempo, ya que todos los personajes están tumbados en la arena, dormitando, pero entonces llega a través del agua el Dodo y exclama: “¡Sécate dando una carrera!”. No hay continuidad entre un momento y otro, ya que no se insinúa siquiera que el Dodo estuviera lo suficientemente cerca para haber oído a Bill. Si nada más hablar Bill, el Dodo hubiera aparecido de la nada para contestarle, sobresaltando a todos, podría haber sido un momento de humor chocante, pero al haber puesto ese plano en que los personajes están descansando como si llevaran un rato así, y mostrar entonces cómo se va acercando el Dodo, se pierde el efecto de la sorpresa. Poco después, el Conejo Blanco ordena a Alicia traerle los guantes, y ella echa a correr por un bosque oscuro. Parece que allí vaya a encontrarse con algo o alguien, pero no: sale del bosque y sigue caminando hacia la casa del Conejo.


En el apartado técnico, la animación es correcta y la música también es adecuada, si bien un poco repetitiva, pero los efectos de sonido a lo Looney Tunes quedan muy fuera de lugar. Por último, el hecho de saliera directamente para vídeo, el paso del tiempo, la repetida distribución para colecciones de clásicos infantiles, y que hasta la fecha no se haya hecho una remasterización para Blu-ray (poco probable, en realidad, que se haga), no han ayudado a la conservación de esta cinta. Los colores, que en su momento debieron de ser vivos y brillantes como en cualquier animación de finales de los 80, se ven paliduchos y deslavazados. En algunas escenas, el vestido de Alicia es blanco, como el delantal; a veces parece azulado y a veces rosa claro. Del mismo modo, sus ojos parecen en unas ocasiones azules y en otras violeta o malva. En un error fácilmente atribuible a la desgana o la pereza de alguien, cuando al final Alicia se despierta y vuelve a coger por un momento su libro de cálculo, ya no tiene ningún título en la portada.

Se trata de una de las versiones que más se ha distribuido a nivel mundial, con diferentes carátulas a cuál más horrenda. Cuando encuentro un DVD sospechosamente barato de una versión animada de Alicia, casi sin duda será esta película. Algunos ejemplos:



Edición de Goldhill Home Media de 1999


Edición española de Jenymar. circa 1995.


Edición bilingüe de Genius Entertainment de 2005.


Y mi personal no-favorita: la de Pegasus Entertainment de 2002.


Como se ve, esta versión tiene el dudoso honor de haber reunido a los artistas gráficos más hambrientos de cada país para realizar las carátulas, pero era lo que cabía esperar de una película con tan poco presupuesto general. Pero,  excepto el ya mencionado momento del caimán con labios gordos, y el que la Cocinera cambie de sexo sin razón aparente (¿quizá la actriz de doblaje de la Reina y la Duquesa era incapaz de realizar una tercera voz, y no tenían ninguna otra con ese registro?), la historia no se aleja demasiado del libro de Carroll, y puede verse sin grandes sobresaltos. Hay cosas peores.


Fuentes:


Las capturas de la película han sido cedidas por la gentileza de Sergei Kursiy, autor de la página Kursivom, cuya vasta sección dedicada a Lewis Carroll recomiendo fehacientemente (la traducción de Google para los que, como yo, no sepan ruso, es bastante legible).





15 de abril de 2019

Alicia de Michael Conroy (2010)



Si está leyendo esto después de haber visto la carátula de esta adaptación, querida lectora, querido lector, le felicito por la fortaleza de su estómago y le doy la enhorabuena por no haberse arrancado los ojos. Pero desde ahora le digo que no será ninguna vergüenza si no lee el resto del artículo. Repito: no será ninguna vergüenza si no lee el resto del artículo. Llegando hasta aquí ya ha demostrado más valentía y dignidad que Michael Conroy y sus alegres e incompetentes secuaces, y aprecio demasiado a mis dos lectores como para poner en peligro su cordura. Si decide continuar, tenga a mano varios tragos de la bebida más contundente que pueda encontrar. Personalmente, yo logré llegar al final de la película a base de infusión de hibisco, que me sienta como una bofetada.


Michael Conroy perpetró esta versión de Alicia en el País de las Maravillas en 2010. No en 1910, como pueda parecer por la calidad de la animación. No tengo muy claro de dónde surgió este director (la película, sí que tengo claro que surgió del mismo sitio que esas pesadillas en las que uno sueña que muere y se muere de verdad). Internet Movie Database le atribuye otras dos películas de terror de la serie B y un documental sobre la pesca en lagos helados. Filmaffinity lo identifica, pero al parecer erróneamente, como co-director de una compilación de cortos de terror pornográfico. No me ha apetecido indagar mucho más.


Esta película, por no decir atentado, no tiene doblaje, banda sonora original ni canciones propias. El material sonoro en su totalidad corresponde a una radio-narración que se emitió por la NBC en 1948, dentro de la serie “NBC University Theatre on the air”, dirigida por Andrew C. Love y con música de Henry Russell. Un narrador (Don Stanley) presentaba el libro, y un reducido grupo de actores interpretaba a los personajes y cantaba las canciones, en una versión, bastante correcta, adaptada a una hora de narrativa. Para los amantes de las coincidencias y las ironías poéticas, la actriz que hacía de Alicia se llamaba Dinah Shore, y el que hacía de Conejo Blanco era Arthur Q. Bryan, conocido por ser la voz del cazador Elmer Fudd, que siempre intentaba matar a Bugs Bunny.


Debido a su antigüedad, esta grabación está libre de derechos de autor y se encuentra a disposición del público en varias páginas de internet. De modo que Michael Conroy descargó un archivo en mp3 y lo utilizó en su integridad como material sonoro de su grabación. Tal como suena. Legal, pero ruin.


Ya que no tuvo que invertir absolutamente nada en actores de doblaje, compositores ni letristas, uno pensaría que Michael Conroy ahorró bastante presupuesto para dotar de modo magnánimo a diseñadores y animadores. Aparentemente, no fue así. Los conceptos de personaje y fondos parecen hechos por un niño de preescolar y coloreados con MS Paint. A lo largo de toda la película, el cielo es un bloque azul y el campo un bloque verde, tan claramente delimitados como las franjas de una bandera. Los brazos de Alicia y otros personajes son, literalmente, una raya alargada con cuatro rayitas cortas al final. Nada en los conceptos, el coloreado, o los movimientos espasmódicos que pretenden ser animación, da a entender que los realizaron profesionales y no un par de amigos aburridos que se pusieron a manosear los programas de diseño gráfico gratuitos un día en que no les funcionaba internet.


Sumerjámonos, en fin, en este pozo de miseria. 


La película comienza con algo que parece la Torre Eiffel en medio de un campo (no del Campo de Marte, donde realmente está, sino en medio de un campo despoblado) eyaculando unas estrellitas brillantes por la punta; tras observar unos segundos entendemos que debe de ser una antena de transmisión radiográfica común. A continuación, vemos un oso de peluche que escucha un extraño aparato de radio en lo que es un horrible, horrible trabajo de Photoshop chino gratuito, y vuelve la torre de las estrellitas. Después se abre un telón y aparece una criatura con esmoquin (supongo que es una rana, pero es mucho suponer) que habla a un micrófono totalmente desproporcionado, y hace el papel de narrador. Presenta el libro de Alicia en el País de las Maravillas y a su autor Charles Dodgson, del que se muestra un retrato muy imaginativo. Y entonces viene... esto.


Las olas rugientes del río Támesis no son lo peor de este dibujo.

Esto. Esto va a ser el resto de la película.


Alicia se aburre de estar con su hermana en la orilla del río (y normal que se aburra, porque el libro de su hermana no tiene dibujos ni grabados, ni siquiera letras), se adormece, ve al Conejo Blanco, lo sigue, y se cae en su madriguera (que es un agujero en medio de un suelo completamente pelado, visible a cuarenta metros). Come, bebe, crece, encoge, llora, etc. 


Llora, Alicia, llora. Tienes mucho por lo que llorar.

Tras la canción “El pequeño cocodrilo”, bellamente interpretada por Dinah Shore, Alicia se da cuenta, con una gran sonrisa, de que se va a ahogar en sus propias lágrimas. 


Adivina qué animales hay en esta imagen.

Se encuentra con el Ratón, salen del agua, y tiene lugar la Carrera Loca, que consiste en que cinco personajes dan “saltos” (es decir, se mueven arriba y abajo) durante unos segundos. Solo han “animado” las bocas de Alicia y el Ratón, incluso cuando se oye un coro de vítores que de modo muy obvio incluye más de cinco voces. Uno de los personajes es un pelícano cuya única animación es que mueve la lengua (una lengua de mamífero, ancha, plana y de punta redondeada) de un extremo a otro de su pico. Una y otra vez. Es tremendamente inquietante.


Alicia se pasea, se encuentra de nuevo con el Conejo Blanco, que la confunde con su criada Mary Ann, y va a su casa, que es la típica casita que adorna las paredes de todas las clases de parvularios del mundo. El jardinero Pat es una criatura inidentificable. La animación de toda esta secuencia es un suplicio. 


Alicia sale de casa del Conejo y se encuentra con la Oruga. Muy oportuno que la seta donde está aposentada sea tan alta que Alicia apenas pueda asomar la cabeza por ella; así se ahorran de dibujar el resto del cuerpo (lo que a fe mía que es un esfuerzo titánico). Alicia recita “Eres viejo, padre William”, pero la Oruga no da a Alicia el consejo de comer un lado de la seta para crecer y otro para menguar, por lo que en el resto de la historia no cambia de tamaño, cosa que seguramente agradecieron los animadores y mucho más los espectadores.


Sigue Alicia su periplo y llega a casa de la Duquesa. El Lacayo- Rana y el Lacayo-Pez eran muy difíciles de dibujar y aquí son reemplazados por cartas. La Duquesa está hecha con un círculo grande para el cuerpo y un círculo pequeño para la cabeza y, por algún motivo, es negra. La Cocinera, también por algún motivo, es un ratón, y no está cocinando en unos fogones ni en una chimenea sino en una hoguera de leña. Alicia conversa con la Duquesa, cantan la “nana” del bebé-cerdito (que está por ahí, en el suelo) y cuando la Duquesa se va a la partida de croquet de la Reina, Alicia se lleva al niño. Los platos no comienzan a volar y estrellarse hasta el momento en que Alicia sale, y no hay nadie que los esté tirando.


Alicia deja al Cerdito en el suelo y se encuentra con el Gato de Cheshire, que tiene la voz más aguda y chirriante que ningún actor de doblaje haya podido perpetrar (en lo que, dicho sea, es el único defecto que puedo encontrarle a la radio-narración de la NBC). Tras una conversación insufrible, Alicia decide ir a la casa de la Liebre de Marzo.


Sonreír como un Gato de Cheshire.

Llegamos a la Loca Merienda del Té. ¿Dónde está mi infusión de hibisco? Necesito un chute ahora mismo.


Tengo una adivinanza. ¿En qué se parece esto 
a Alicia en el País de las Maravillas?


La casa de la Liebre es la misma que la del Conejo Blanco; debió de recomendarle al contratista. De hecho, la Liebre también es la misma que el Conejo, con otro color. La diseñadora probablemente no sepa que las liebres y los conejos son animales diferentes. El Lirón no es un Lirón; es otro Ratón. La diseñadora probablemente no sepa cómo es un lirón. Sigamos.


Alicia llega al jardín de la Reina a través del tronco de un árbol y se encuentra a las Cartas que pintan las rosas de rojo. Se oyen unas trompetas y llegan el Rey y la Reina de Corazones con su séquito. O eso pasaría en otras películas, no en ésta. El Rey y la Reina de Corazones se presentan con toda su inexistente corte.


Estudiar las proporciones es divertido y fácil.

La partida de croquet consiste en que todos los personajes aparecidos hasta el momento (once o doce, incluyendo cinco cartas) están sentados en unas gradas, mientras que en suelo hay una especie de grapas repetidas varias veces en otro penoso trabajo de Photoshop barato, y un palo a rayas. Se ve por un momento al Conejo Blanco golpear una pelota con el único flamenco que hay. Muy comprensiblemente, Alicia se aburre y se va a pasear, encontrándose con el chirriante Gato de Cheshire y con la Duquesa étnica.


¿Hay una moraleja oculta, o solo mucho dolor?

Después de que la Reina se deshaga de la Duquesa, invita a Alicia a ver al Grifo. Que, como podemos imaginar, no es un Grifo. Es un Dragón.


Yo contigo cantaré.

El propio Lewis Carroll incluyó en el texto de Alicia el siguiente consejo: "si no sabéis lo que es un Grifo, mirad el dibujo", porque ya tenía en cuenta la magnífica ilustración que John Tenniel había hecho del Grifo. La diseñadora es totalmente incapaz de seguir un consejo tan simple y sabio. No sabe cómo es un Grifo, no quiere molestarse en mirar en internet cómo otros ilustradores han interpretado un Grifo, así que dibuja un dragón. ¿Quién se va a dar cuenta? ¿Los mismos que no han notado que el Conejo y la Liebre por un lado, y el Ratón y el Lirón por otro, son iguales entre sí?


¿El Dragón ha muerto? ¡El Dragón ha muerto!

Alicia habla con el Dragón y la Tortuga Falsa, y se va al juicio, en el que comparecen el Sombrerero, la Cocinera, que se ha traído de casa su enorme fogata de leña (por no molestarse en dibujarla otra vez sin ella, supongo). Alicia se enfrenta a la Reina, y, ante la amenaza de los Soldados-Carta, el Dragón se la lleva volando... y se despierta. Le cuenta a su hermana su sueño, el presentador con el micrófono más grande que él se despide, y por fin termina esta tortura.


He despertado de un hermoso sueño en el que me moría.

Es todo horrendo. Vergonzoso. Daría lástima si no supiéramos que esta abominación la han perpetrado adultos que han cobrado por ello. La película se vende en DVD, y hasta creo que en Blu-Ray, e incluye un documental de “cómo se hizo”. Qué cuajo, Michael Conroy, y tu equipo de tres personas. Qué cuajo.


Como he comentado, la radio-narración de la NBC, sin ser sobresaliente, es bastante correcta y entretenida. El doblaje es bueno (salvo el del Gato de Cheshire, que se hace insoportable) y las canciones suenan dulces y agradables. La adaptación para un programa de una hora es también decente; mantiene las escenas más importantes del libro y no se hace pesada. Y antes pagaría por ella que por el engendro animado que le han añadido. Los dibujos dan vergüenza ajena, habida cuenta de que los han hecho personas adultas y sin ninguna discapacidad intelectual; lo que han intentado hacer pasar por animación no tiene nombre. Que alguien se sienta orgulloso de algo así y pretenda cobrar por ello es indignante. ¿Hacer esto en un fin de semana con tus colegas y publicarlo luego en internet para echarte unas risas? Estupendo, adelante, todo el mundo tiene derecho a pasar el rato con el MS Paint. ¿Sacar un DVD y venderlo, pretendiendo aprovechar el estreno de la versión de Tim Burton? Patético.


Quien haya llegado al final de este artículo ya ha tenido suficiente dosis de espanto. La película está en varios canales de vídeo, y no recomiendo verla excepto si es necesario invocar a Cthulu, o ahuyentarlo. Mi reseña no le hace justicia; es mucho peor de lo que parece. Yo la he visto, pero yo ya estoy muerta. Corred, insensatos. Corred.


¡Gracias! ¡Volved pronto!


Fuentes:


Animation Ramblings


Internet Movie Database


Filmaffinity 


Open Culture


Extras: música, francés, lavado, y algunas notas que tomé mientras miraba la película.
“Dios mío. Dios mío. Dios mío”.
“Los ojos de Alicia están muertos. Muertos. Muertos”.
“LOS FONDOS SON, LITERALMENTE, UNA FRANJA AZUL QUE HACE DE CIELO Y UNA VERDE QUE HACE DE CAMPO”.
 “La Liebre es un Conejo, y el Lirón es un ratón”.
“El Grifo es un dragón al que le han aplicado una capa de Photoshop para que parezcan escamas”.



“Te veré en tus pesadillas, Irene”

8 de abril de 2019

Alicia, ¿heroína feminista? (primera parte)

Primera parte. Las mujeres del País de las Maravillas.

Como cualquier personaje literario femenino medianamente popular, Alicia ha sido objeto de análisis por la crítica feminista desde la segunda mitad del s. XX, con opiniones y conclusiones contradictorias. Críticos como Nina Auerbach y U. C. Knoepflmacher han sostenido la interpretación de Alicia como una heroína independiente, rebelde, que contesta a los adultos y planta cara a la autoridad cuando observa injusticias. Sin embargo, otros como Carina Garland o Brittany O'Sullivan consideran que Alicia es una niña dócil y sumisa, carente de voluntad propia, que es utilizada por los personajes habitantes del País de las Maravillas, y, de manera metaliteraria, por el propio autor, que trasladó al personaje su obsesión por Alice Liddell.

Teniendo en cuenta el contexto en el que se forjó el primer libro de Alicia, no resulta nada sorprendente que el personaje principal sea una niña. La literatura infantil de la época era bastante equitativa al respecto: así, obras contemporáneas estaban protagonizadas por niñas (El reloj de cuco, de Mary Louisa Molesworth; La princesa y el duende, de George McDonald; o La condesa Kate de Charlotte Yonge) y por niños (Los días de colegio de Tom Brown, de Thomas Hugues; La historia del pequeño Henry y su mensajero, de Mary Martha Sherwood; o Los niños del agua, de Charles Kingsley). Sin embargo, Alicia se diferencia de los héroes y heroínas de su época en que afronta su aventura sola. Tanto en el País de las Maravillas como en el Mundo del Espejo, Alicia encuentra los más variados personajes y pasa un rato más o menos largo con ellos; algunos la ayudan, otros la confunden, otros la asustan, y otros la acompañan parte del camino, pero ninguno se une a ella hasta el final de su viaje. En los demás libros, el niño o la niña pueden empezar su historia en solitario, pero no tardan en verse acompañados por otros niños, adultos, o animales y seres fantásticos. Alicia es una de las pocas, si no la única, que no establece relaciones duraderas en los mundos que visita, y ha de valerse por sí misma ante vacilaciones, peligros, y su propia soledad.

Otro aspecto interesante para la crítica feminista es que las tres únicas mujeres del País de las Maravillas (aparte de los animales hembra como la Paloma) están retratadas de manera muy negativa. Alicia conoce a la Cocinera, la Duquesa y la Reina de Corazones, las cuales constituyen en todo momento unos modelos lamentables de mujer adulta. Dedicaremos esta primera entrada a analizar estos tres personajes.

Tenniel solo dibujó a la cocinera de perfil y muy tapada con la cofia.


En su primera aparición, la Cocinera se muestra violenta, hasta peligrosa; satura la sopa de pimienta haciéndola incomestible, y arroja todo tipo de piezas de vajilla contra la dueña de la casa, la Duquesa, pero sin preocuparse verdaderamente por si alcanzan al gato, al bebé o a la visitante. Más tarde, en el juicio, le dice bruscamente al rey que no piensa dar testimonio, y segundos después se marcha sin que nadie le indique que puede retirarse. No obedece normas ni muestra ningún respeto por la autoridad: ni por la dueña de la casa en la que trabaja, ni por el mismísimo rey. Desde un punto de vista contemporáneo al autor, la Cocinera no asume su posición en la sociedad, una falta muy grave, especialmente tratándose de una mujer de clase inferior que trabaja al servicio de la nobleza.


La Duquesa produce antipatía desde el principio, por el modo seco y cortante con el que se dirige a Alicia, por no imponer ningún orden en el caos que provoca su cocinera, y sobre todo por el maltrato físico y verbal al que somete a su bebé, al que sacude y zarandea mientras le canta una peculiar nana en la que, precisamente, defiende el gritar y zurrar a los niños. En el final de su primera intervención, le pone bruscamente a Alicia el bebé en brazos, porque va a arreglarse para la partida de croquet a la que le ha invitado la reina. Una mujer que insulta y maltrata a su indefenso bebé y a continuación lo deja en manos de un completo desconocido para irse a una fiesta constituye una cruel parodia del ideal de la madre de cuento: dulce, cariñosa, abnegada, y entregada por completo al bienestar de sus hijos. Ideal de madre que, por otra parte, no tenía mucho que ver con la realidad social victoriana.

"La Duquesa era muy fea". 


En su segunda aparición, la Duquesa ha cambiado su actitud hacia Alicia, a la que trata con una amabilidad empalagosa, imponiéndole su compañía y apropiándose de su espacio personal: Alicia lamenta para sus adentros que la Duquesa tenga la estatura justa para apoyar en su hombro su puntiaguda barbilla, y que pretenda pasarle un brazo por la cintura. Alicia atribuye este cambio de humor a que ya no está respirando el aire cargado de pimienta de su cocina; sin embargo, hemos sabido antes, por medio del Conejo Blanco, que la Duquesa estaba condenada por nada menos que darle un bofetón a la Reina. Es más lógico suponer que su nuevo comportamiento melifluo y protector se debe a un intento desesperado de congraciarse con la monarca, o de ganar aliados. La Duquesa desaparece en cuestión de segundos cuando la Reina la conmina a elegir entre su cabeza y su presencia, dejándonos con una imagen bastante lastimosa de su persona: también falta al respeto a la autoridad (y no solamente con palabras, como la Cocinera) y actúa cobardemente cuando su arrogancia y agresividad la meten en problemas serios.

La cara roja no es un error de rotulación.


La Reina de Corazones, en fin, es el ejemplo más claro de deshumanización al que Carroll somete a las mujeres del libro. Él mismo la definió como encarnación de una pasión ingobernable, una Furia ciega y sin objetivo. Es cruel, tiránica, impaciente e irritable; ordena ejecuciones por motivos nimios, grita, amenaza y aterroriza a cuantos la rodean. Sus súbditos la temen, como los Soldados-Carta que son conscientes de lo que les espera por haber plantado un rosal del color equivocado, o el Sombrerero que va al juicio tembloroso y suplicante; o la desprecian, como la Duquesa que le sacude un bofetón, o la Cocinera que se niega a declarar y se marcha cuando le parece. A Alicia le provoca diferentes emociones: al principio se siente impresionada al estar ante una verdadera reina, pero enseguida piensa que al fin y al cabo solamente reina sobre una baraja de cartas y le contesta de modo insolente; luego la critica ante el Gato de Cheshire, pero disimula para no incurrir en su ira; y solo cuando crece en tamaño durante el juicio vuelve a enfrentarse a ella. La Reina no se relaja, no concede un momento de calma o amabilidad, e incluso cuando su consorte le pregunta: Tú nunca tienes arrebatos, ¿verdad, querida?, su respuesta es ¡Nunca!... al tiempo que le arroja un tintero a uno de los miembros del jurado.

Tras comprobar que las tres mujeres adultas que Alicia encuentra en el País de las Maravillas son personajes muy negativos (como también lo es la Paloma, que asume que Alicia es una serpiente y se niega a atender a razones; o incluso la invisible Mary Ann, la criada del Conejo Blanco que está ausente de sus obligaciones), cabe preguntarse por qué el autor lo quiso así. Durante muchos años, diferentes críticos han mantenido la opinión - generalmente obsoleta en la actualidad - de que Lewis Carroll era un misógino que sentía repugnancia ante las mujeres adultas; de ahí que cultivara sus amistades solamente entre niñas pequeñas, perdiendo el interés en ellas cuando entraban en la adolescencia. El describir a las tres féminas de su primer libro  como crueles, violentas, autoritarias, desobedientes o malas madres reflejaría su opinión real sobre las mujeres, y aumentaría el contraste con la inocencia y dulzura de Alicia. Sin embargo, la crítica de finales del s. XX ha desbancado casi por completo esta teoría, ya que sobreviven numerosos testimonios de mujeres con las que Carroll compartía una franca amistad, y los de muchas de sus amigas- niñas que igualmente mantuvieron un contacto amistoso y entrañable con él después de entrar en la edad adulta. Algunos biógrafos sugieren igualmente que el autor habría deseado contraer matrimonio y formar su propia familia, pero que renunció a ello debido a motivos económicos: el casarse le habría obligado a dejar Oxford y establecerse en su propia parroquia, y el sueldo que habría necesitado para mantener a una esposa e hijos ya no le permitiría sostener a sus numerosas hermanas solteras.

Debemos tener en cuenta, por otra parte, que Alicia no tiene amigos en el País de las Maravillas. La mayoría de las criaturas que encuentra no le causan daño pero tampoco le ofrecen amistad ni compañía, o no le resultan tan simpáticas como para permanecer mucho tiempo con ellas. La Oruga es la única que le proporciona alguna ayuda, al indicarle los trozos de hongo con los que puede aumentar o reducir su tamaño; y el Gato de Cheshire es a su vez el único que Alicia considera suficientemente tolerable como para buscar su conversación en medio del disparatado juego de croquet (“Es el Gato de Cheshire; ahora tendré con quién charlar”). Las tres mujeres no parecen ser una excepción, en tanto que Alicia no disfruta de su compañía ni se alegra de estar con ellas: incluso cuando la Duquesa lleva a Alicia a dar un paseo y se muestra de acuerdo con todo lo que dice, la niña la encuentra desagradable y cargante, y la acompaña solo por educación. Alicia identifica a la Duquesa y la Reina con la autoridad, y por lo general se muestra educada con ellas, aunque piense para sus adentros que no son dignas de que se las respete. En ese sentido, como comentaremos en otro artículo, la actitud de Alicia es una mezcla de sumisión y rebeldía, ya que le han enseñado a callar, sonreír y hacer cortesías ante sus mayores, pero tiene sus propias opiniones sobre ellos.

Cabe destacar, por último, que también son muy pocas las mujeres “del mundo real” a las que se alude en el libro. Al principio y al final aparece la hermana mayor, y durante su sueño, Alicia se acuerda en momentos puntuales de su niñera y de unas supuestas compañeras de clase llamadas Ada y Mabel; en muchas ocasiones, recuerda o menciona su gata Dinah. Pero en ningún momento, ni siquiera cuando llora y se siente más sola y angustiada, Alicia piensa en su madre, lo que los críticos han visto como una muestra de la antipatía que Carroll sentía por señora Liddell. No es extraño, sin embargo, que Alicia piense en las lecciones de su aya antes que en su madre: como niñas pertenecientes a una clase media-alta, e hijas de un clérigo, lo habitual era que Alice Liddell y sus hermanas pasaran más tiempo con niñeras e institutrices que su propia madre (la cual a su vez tenía la obligación de gobernar la casa y apoyar las tareas de su marido relacionadas con la Iglesia y la parroquia, más que la de educar a su descendencia). Puede que la ausencia de una figura materna para la protagonista, en un mundo en que todas las mujeres son tremendamente antipáticas, sea uno de los rasgos más realistas que aparecen en el absurdo País de las Maravillas.

En próximas entradas nos centraremos en el personaje de Alicia y en los atributos feministas –  o no – que puedan encontrarse en ella.

Fuentes:

AUERBACH, Nina. “Alice and Wonderland: a Curious Child”. Universidad de Pennsylvania, 1973. 

CARROLL, Lewis. “Alice on the Stage”, en The Theatre, 1887. 

COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography, Random House, Nueva York, 1995. 

LEACH, Karolike. In the Shadow of the Dreamchild, Peter Owen Publishers, Londres, 2015. 

O'SULLIVAN, Britanny. “Sex and Food: Alice’s Sexual Development through Consumption”, en Theocrit: The Online Journal of Undergraduate Literary Theory and Criticism, octubre de 2009. 

Wikimedia Commons.

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