24 de noviembre de 2019

Alicia de Hiruma y Masunaga (1995)




Alice in Wonderland es una coproducción estadounidense- japonesa de 1995, dirigida por Toshiyuki “Toshi” Hiruma y Takashi Masunaga (habitualmente creditado solo como Takashi). Fue producida por el estudio estadounidense Jetlag y distribuida por Goodtimes. Tiene una duración de aproximadamente 45 minutos.

Jetlag Productions realizó en la década de los 90 una gran cantidad de películas basadas en cuentos populares y novelas de dominio público. Se trataba de producciones con un presupuesto más bien bajo, animadas en estudios japoneses y coreanos pero dirigidas a la distribución doméstica, en VHS y posteriormente en DVD, en el mercado estadounidense. Jetlag también tiene en su haber la producción de las series de dibujos animados Las nuevas aventuras de He-Man (1990) y Conan el Bárbaro (1992).

Tohiyuki Hiruma dirigió varias películas para Jetlag entre 1994 y 1995. Masunaga era principalmente el jefe de diseño de personajes de estas adaptaciones de cuentos, y tenía ya una larga trayectoria como artista en series tan conocidas como Pac-Man (1982) y Dragones y Mazmorras (1983).

Esta versión abarca la mayoría de episodios de Alicia en el País de las Maravillas, sin incluir fragmentos ni personajes de A través del espejo, y reproduce con gran fidelidad los diálogos originales, sin apenas alteraciones. El guion fue escrito por George Arthur Bloom. La banda sonora estuvo a cargo de Andrew Dimitroff; las tres canciones que incluye están compuestas por el propio Dimitroff, Nick Carr y Ray Crossley, con letras de Joellyn Cooperman. Michael Donovan aparece como director de doblaje, y en los créditos de la película se muestran unos treinta actores, pero no se indica a qué personaje dobla cada uno. Internet Movie Database identifica solo a algunos de ellos, y de modo inconsistente.


La película comienza con una canción, “Anything goes in Wonderland”, mientras se muestra la orilla del río, donde Alicia (Venus Terzo, o Cheralynn Bailey) y su hermana (que aquí recibe el nombre de Ada) están sentadas sobre un mantel de picnic; Alicia juega con Dinah y deshoja margaritas, mientras su hermana lee un libro. 


Terminada la canción, un narrador (Michael Donovan, que doblará a otros personajes), nos cuenta que Alicia se aburre de estar allí. De pronto aparece el Conejo Blanco (también Michael Donovan) y se dirige brevemente a Alicia para preguntarle la hora antes de seguir su camino. 


El narrador dice que Alicia decide ir tras el Conejo porque no tiene nada mejor que hacer; después de la caída de Alicia por la madriguera, la figura del narrador desaparece hasta el final.

Alicia, pues, cae por la madriguera y llega al Vestíbulo de las Muchas Puertas. Ve el jardín de la Reina a través de una puerta por la que no puede pasar, come, bebe, cambia de tamaño, llora…


Cuando vuelve a encogerse, cae en el charco formado por sus propias lágrimas, y encuentra allí a un Ratón bastante antipático, que le dice sin más “¡Odio a los gatos!” porque ya sabe que Alicia tiene una gata, y que a continuación le pregunta bastante bruscamente “¿Quién eres tú?” a la manera de la Oruga.

Alicia, el Ratón y muchos otros animales llegan a la orilla, y el Ratón propone secarse con una Carrera Loca. Empieza entonces la canción “Run, Alice, Run”, que se repite dos veces, mientras que la animación para la propia carrera se repite tres


Se trata de una secuencia bastante desafortunada, no solo por las repeticiones sino por los molestos efectos de sonido de tráfico que se escuchan mientras corren los animales: bocinazos, derrapes y chirridos de neumáticos. Cuando la canción termina, los animales simplemente desaparecen de golpe, y Alicia se queda sola, preguntándose, como el espectador, dónde han ido todos.

Por suerte, el Conejo Blanco pasa por allí, y Alicia, que ya está seca, sale corriendo tras él. Llega hasta su casa, pero lo ha perdido de vista. Llama a la puerta, entra, admira la decoración (“¡Me gustaría vivir aquí!”) y, viendo una botella con un líquido sobre una mesa, decide probarla a ver si vuelve a cambiar de tamaño. Y en efecto, se hace enorme y se queda atascada en la casita.


Llega el Conejo Blanco, con una rana (posiblemente el jardinero Pat) y el lagarto Bill (doblado también por Michael Donovan),  se llevan una gran sorpresa, y discuten cómo sacar a Alicia de la casa. 


Como sabemos, a Bill le toca colarse por la chimenea para ver si puede hacer algo, y recibe un puntapié. Va a parar entre unos arbustos, donde es asistido por unos Conejillos de Indias, y mientras tanto el Conejo y los demás deciden quemar la casa. Alicia ve unos pastelillos, se come uno y vuelve a encogerse. Sale discretamente de la casita, pero Bill la ve, y Alicia echa a correr hacia el bosque. Los dos Conejillos la siguen, pero se cansan enseguida y regresan a la casa del Conejo.

Alicia se para a descansar en el tallo de una seta, donde se encuentra a la Oruga, que aquí no está fumando sino bebiendo un refresco tropical con sombrillitas y trozos de lima con una pajita muy larga (quizá una auto- censura en atención al público infantil, como ocurría también en la versión de Rankin-Bass). 


Conversa con ella, y la Oruga, antes de marcharse, le aconseja tomar los trozos de la seta para ajustar su tamaño a su gusto. Alicia lo intenta; primero se reduce más todavía, y luego su cuello se estira desmesuradamente. 


Entre las copas de los árboles se encuentra con una asustada Paloma que la confunde con una serpiente y teme que va a comerse los huevos que custodia en su nido; Alicia discute con ella (porque, a pesar de sus protestas, la Paloma insiste en que ha visto muchas serpientes y muchas niñas, y Alicia se parece más a lo primero que a lo segundo) y con mucho esfuerzo logra doblar su cuello hasta poder acercar las manos a la boca. Experimenta un poco más con los trozos de hongo hasta encontrar el tamaño perfecto.

Se pregunta en voz alta qué dirección debe tomar, y una voz le responde que dependerá de adónde quiera ir. Alicia se gira para ver en un árbol al Gato de Cheshire (también Michael Donovan), el cual le cae bien a pesar de sus intermitentes desapariciones.


El Gato le habla sobre el Sombrerero y la Liebre de Marzo, y le asegura que volverán a verse en la partida de croquet de la Reina. Alicia decide visitar a la Liebre de Marzo, porque ya conoce a algunos Sombrereros, y, como están en mayo, quizá la Liebre no esté ya tan loca.

Alicia reduce de nuevo su tamaño cuando se acerca a la casa, donde la Liebre (Dough Parker), el Sombrerero y el Lirón están tomando té y pan con mantequilla. 


La escena de la Merienda Loca se sigue con bastante fidelidad, pero en un momento dado, la Liebre propone que se pongan a dibujar, el Sombrerero se saca unos lápices de colores del sombrero… y se produce un “momento del caimán con labios gordos”: una secuencia completamente aleatoria. Suena la canción “M is for Me” y se ve una animación muy simple, del estilo de un vídeo educativo para niños pequeños, con dibujos en lápices de cera de diversas cosas que empiezan por M. 


Es una alusión al texto original, en el que el Lirón cuenta una historia sobre unas niñas que, en efecto, dibujaban cosas que empezaban por esa letra, pero la secuencia en sí no encaja para nada en el resto de la escena. La canción y su animación se repiten, dos veces. Terminada la canción, el Sombrerero vuelve a guardar los crayones y siguen hablando como si nada.


Pero vuelve a pasar el Conejo Blanco, y Alicia se levanta a seguirlo, mientras el Sombrero y la Liebre se entretienen metiendo al Lirón en la tetera. Siempre tras el Conejo, Alicia atraviesa una puerta en un árbol, y se encuentra de nuevo en el Vestíbulo. Y se repite gran parte de la secuencia del principio.


Gracias a una mejor planificación y a los trozos de seta, puede entrar por fin en el jardín que vio al principio (aunque, de hecho, parece idéntico al resto del País de las Maravillas que ha visitado hasta entonces). Pronto ve a los Jardineros-Carta, que le explican por qué están pintando las rosas de rojo (en el único rosal que hay a la vista), y enseguida llega la procesión real. A diferencia de los Jardineros-Carta, que llevan un sombrero y guantes, los Soldados-Carta y el resto de los miembros de la corte solamente llevan guantes; no muestran ningún otro tipo de pertrecho, vestidura ni accesorio, por lo que el desfile no es precisamente vistoso. Excepto unos niños que deben de ser los Infantes, no se distinguen unos de otros, y tienen todos una expresión aburridísima.


Llegan el Rey y la Reina de Corazones. Aunque la Reina se muestra amable al principio, pronto se enfurece y comienza a ordenar ejecuciones; el Rey la tranquiliza, y se van todos a jugar al croquet. Alicia se divierte con su flamenco y los erizos, y charla un rato con el Conejo y el Gato de Cheshire. Éste último se niega a besar la mano del Rey, y aunque el propio monarca no se siente ofendido, su señora se lo toma muy mal y ordena su inmediata decapitación. 


El Verdugo (que por lo menos sí lleva una capucha, y un hacha con corazones troquelados, lo cual es un detalle interesante) discute con los Reyes si es posible cortar una cabeza que no está unida a cuerpo alguno, pero la cuestión no llega a dirimirse porque el Conejo Blanco aparece muy alterado, gritando que las tartas de la Reina han sido robadas.

El juicio se celebra allí mismo, en medio del campo. Alicia toma el té con el Sombrerero, la Liebre y el Lirón, que se han sentado en una manta a ver el espectáculo, y los miembros del jurado (algunos corredores de la Carrera Loca, los dos Conejillos de Indias, Bill, Pat, tres Palomas y un Flamenco) se acomodan en unas gradas, mientras una nerviosa Sota de Corazones es atada con ramas de hiedra. Tras leerse la acusación, Alicia es llamada a declarar. El Rey le pregunta con qué se preparan las tartas y, mientras Alicia enumera todas las tartas que sabe hacer su madre, va creciendo de nuevo, hasta hacerse enorme.


El Rey cita la regla 42 e insta a Alicia a que se vaya, pero la niña no le hace ni caso. El juicio prosigue con la presunta carta de confesión de la Sota de Corazones, pero, apenas ha comenzado el Rey a leerla, Alicia señala que las tartaletas están a la vista de todos, en una bandeja sobre una mesa. Esto no es un impedimento, según el Rey, para dictar una sentencia, y cuando Alicia hace notar, enojada, lo ridículo de la situación, todas las cartas se le echan encima.


Ada despierta a Alicia, que se había dormido en su regazo. La niña empieza enseguida a hablarle del curioso sueño que ha tenido, pero Ada dice que es hora del té, y que ya se lo contará cuando estén en casa. 


Las hermanas se marchan cogidas de la mano, y el narrador cuenta cómo Ada se sonreía al pensar en los “tontos” sueños de Alicia… mientras Dinah se queda tomando el té con los personajes del País de las Maravillas.



A pesar de que recoge los episodios más importantes de Alicia en el País de las Maravillas (siendo la omisión más notable la de la casa de la Duquesa), y que los diálogos respetan con mucha fidelidad el texto de Carroll, esta versión es a duras penas convincente. El doblaje es anodino (treinta y un actores de doblaje, y todos suenan igual), se reutilizan animaciones, los efectos de sonido son molestos y las canciones  son francamente malas. Pero lo peor, con diferencia, es el apartado artístico. Es visualmente correcto (no hay bofetadas a los ojos), pero adolece de una extrema falta de imaginación. No se ha explotado en lo más mínimo el potencial de un mundo onírico donde todo debería dejarnos boquiabiertos. Hay algunos detalles con cuentagotas, como las orejas de la casa de la Liebre (recurso original de las ilustraciones de Tenniel, que se imita en muchas versiones), el corazón tallado en el hacha del Verdugo, o que uno de los Flamencos sea miembro del jurado. Pero la casa del Conejo es normal, la mesa de la Merienda Loca es normal, el jardín de la Reina es normal. Todo el País de las Maravillas es tremendamente normal, bañado con una capa naranja (la elección de la paleta de colores es también muy cuestionable), y arreando. Los Soldados-Carta no tienen atributos propios, todos los animales hablan y reaccionan del mismo modo, y ni siquiera la Reina, ¡ni siquiera la Reina!, transmite ninguna emoción cuando se enfada. 

¡Es todo tan sosoooooooooooo!

Como la mayoría de adaptaciones de dibujos animados de Alicia, y todos los títulos de Jetlag, esta versión está pensada para niños. Pero estar dirigida a un público infantil no debería significar que una película se reduzca al mínimo esfuerzo narrativo, poniendo un par de canciones pegadizas y poco más. Al contrario, una película infantil debería esmerarse en crear algo especial y fantástico, en asombrar, en despertar curiosidad y fascinación. Jetlag da por hecho que su público va a ser poco exigente y se conforma con contar la historia. Y la cuenta decentemente, con mucho respeto al orden de escenas original y a los textos de Carroll, pero se queda ahí.

La película se distribuyó directamente en VHS en 1995, y posteriormente se reeditó en DVD en 2002; en una edición triple con Blancanieves y La Bella y la Bestia en 2003; y nuevamente en 2007, esta vez a cargo de la compañía que compró Goodtimes después de que quebrara. Otros países distribuidores la han publicado también en ediciones dobles o cuádruples con otros títulos. Como curiosidad, existe una versión en cinta de casete, con el audio de la película, aparentemente un objeto de coleccionista en la actualidad. 

Se ha editado en varios idiomas; está en español latino (estudio Loops Doblajes, Venezuela) y peninsular (estudio Q.T. Lever, Barcelona; distribuida por Manga Films). Como curiosidad, la versión en VHS de Manga Films declara en la portada “edición especial” (cuando no tiene ningún extra) y en la sinopsis de la contraportada afirma que Alicia conoce a Tweedledee y Tweedledum (que no aparecen en esta versión). 



Aparte de los distribuidores oficiales, se puede encontrar fácilmente en canales de vídeo de internet. ¿Merece la pena verla? No es tan dolorosa como otras, pero no la puedo recomendar. Para una animación corta de Alicia, son mejores las de Rankin-Bass o Sodao Nozaki, y son veinte años más antiguas. Ésta se deja ver, nada más.

Fuentes:



Internet Movie Database


Extra: francés, música, lavado, y los comentarios de algunos espectadores, extraídos de reseñas, durante la canción “M is for Me”:

“M is for moron” (“idiota”).
“M is for my God” (“Dios mío”).
“M is for mind… which I’m losing” (“mente… que estoy perdiendo).
“M is for MAKE IT STOP!” (“¡PARADLO YA!”).

16 de noviembre de 2019

José Sanabria (1969 - )





José Sanabria Acevedo es un ilustrador colombiano, nacido en Bogotá pero afincado en Buenos Aires. Cursó estudios de diseño gráfico en la Universidad Nacional de Colombia, donde conoció a los maestros Marta Granados, Dicken Castro, David Consuegra y Juan Sánchez, entre otros. En 1990 se publicó el primer libro para que realizó ilustraciones, el cuento infantil Deseado, de Patrick Hullebroeck.


En 1992 se trasladó a Buenos Aires y se formó como ilustrador con los maestros Marcelo Sosa y Juan Bobillo, con los cuales, más Pier Brito, formaría el proyecto docente “Sótano Blanco”. Posteriormente, continuó estudiando de la mano de Óscar Rojas, y asistió a talleres de Marta Vicente, Svetlan Junakovic y Claudia Legnazzi. Durante más de cinco años trabajó como diseñador para el diario bonaerense La Nación.

Desde 2003 enseña ilustración, actualmente en su propio taller “Estudio Color Café”, y ha impartido cursos en Colombia, Japón y el interior de Argentina. En octubre de 2013 viajó a Tokio, donde permaneció todo el mes, para coordinar un proyecto titulado “Pombo en Japón”, en el que catorce artistas japoneses ilustrarían cuentos del escritor colombiano Rafael Pombo (1833- 1912). La experiencia, de la que dejó constancia en su blog personal, resultó extremadamente gratificante y enriquecedora.

"Enigmática, volcánica, delicada, de tejidos minúsculos y finamente entintados, 
cómplice cerca del río, multifacética, vital... esa es Kyoto". 

Sus obras han sido expuestas en la Bienal de Bratislava, en la feria de Bolonia, y en otras muestras colectivas de Argentina, Italia, Alemania y Polonia. Ha publicado más de cuarenta libros ilustrados, en editoriales de Colombia (Norma), Argentina (Santillana, Aique, Puerto de Palos, Long Seller, Estrada, Edebé, Atlántida, Guadal, SM, Alfaguara, Comunicarte, Sudamericana y diario Clarín), Chile (Arrayán), España (SM, Edebé), Francia (Bayard) y Alemania (Minedition). Es autor, además, del texto de otros tres libros infantiles: Domingo en el mercado (con ilustraciones de Celeste Berlier, 2017), El castillo sin sol (con ilustraciones de Ayako Kato, 2018) y La guerra può aspettare (en colaboración con Alejandra Viacava, 2019). 

Refugiados (2019), de Brian Bilston, 
uno de los libros más recientes ilustrados por el autor.

José Sanabria ilustró una breve adaptación de Alicia en el País de las Maravillas en 2006, para la editorial barcelonesa Sol 90, la cual editó una serie de cuentos infantiles para el periódico El País; en el mismo año ilustró también Rapunzel, y anteriormente, en 2005, había realizado La pequeña cerillera para la misma colección.


El texto fue adaptado por el periodista y escritor argentino Alberto Szpunberg. Está muy modificado, pensado para lectores de unos seis o siete años, e incluye actividades y juegos. Se mantiene fiel al original hasta que Alicia cae al Vestíbulo, pero a partir de ese momento se aleja de la historia de Carroll: el Conejo debe llevarle el abanico a la Reina de Corazones; Alicia lo acompaña, y es bien recibida por la Reina (en esta adaptación una anfitriona singularmente amable y generosa), que la invita a comer y beber cuanto quiera en su palacio. Alicia disfruta mucho de su estancia con la Reina, pero al cabo de un rato comienza a echar de menos a su hermana y a sentirse soñolienta por todo lo que ha comido; es entonces cuando se despierta, recostada en las raíces de un viejo olmo, y se restriega los ojos preguntándose si ha soñado.


Las quince ilustraciones de Sanabria destacan por ser propias de esta versión particular del cuento. Las primeras – como Alicia viendo por primera vez al Conejo Blanco, cayendo por madriguera, o cambiando de tamaño al comer y beber lo que encuentra en el Vestíbulo – podrían considerarse canónicas, fieles al libro original, pero las siguientes ya representan lo que sucede en el texto adaptado. Aunque se muestran personajes que no se mencionan en el cuento – como el Sombrerero, que porta un bastón en vez de una taza de té – hay también personajes originales, como un enanito de yeso, que aparecen en los dibujos, lo que los hace únicos respecto a otros libros ilustrados de Alicia.



Los dibujos de José Sanabria son unas hermosas acuarelas que encantan por su aparente sencillez – resultado de un proceso de composición cuidadoso y delicado – y la dulzura de sus colores. Las formas son simples y naturales, y cada pequeño detalle, como las migas del pastel “Cómeme”, o las sombras de las hojas que caen en la mayoría de las ilustraciones, así como los frecuentes juegos con cristales y espejos, contribuyen a crear un mundo con una fuerte impresión de realismo, pero con magia en cada instante. 




La propia Alicia es una niña muy normal, de cabello castaño, con un sencillo vestido rojo y un delantal blanco. Es una niñita como cualquiera que conozcamos, que llora al verse sola, se sorprende al crecer y disminuir de tamaño, y se asusta terriblemente cuando atraviesa una cristalera de la mano del Conejo. Frente a los extraños personajes que encuentra tras caer por la madriguera, como el siempre ceñudo Conejo, la enorme pero afable Reina, los animalillos que corren junto al enanito de escayola, o una misteriosa anciana de afilada nariz que destaca entre la multitud de la corte real, Alicia no es una extraordinaria aventurera, sino una niña pequeña de lo más corriente, que no sale de su asombro.



El País de las Maravillas de José Sanabria es encantador, tan cercano y tangible que nos sentimos en casa. Sin apenas conocer a los personajes, ya que Alicia únicamente dialoga con el Conejo y con la Reina, queremos unirnos a ellos en la fiesta y hacer, como ordena la Reina, lo que a cada uno nos guste más hacer. Lo breve de la adaptación nos hace imposible quedarnos mucho tiempo; personalmente, lo que más me gustaría sería ver más de este mundo, más de la pequeña de rojo y más del puntilloso Conejo en las preciosas acuarelas de Sanabria.

Fuentes:

Imágenes cedidas para su reproducción por cortesía del autor.


CARROLL, Lewis; SZPUNBERG, Alberto (ed.); SANABRIA, José (il.). Alicia en el País de las Maravillas, Editorial Sol 90, Barcelona, 2006.

DA COL, César. “José Sanabria”, entrevista realizada al ilustrador para la revista digital Imaginaria, nº 195, 6 de diciembre de 2006.

Estudio Color Café, blog de los talleres de ilustración del autor.


José Sanabria Ilustración, blog personal del autor.

OSPINA VILLALBA, Galia. Entrevista al ilustrador José Sanabria Acevedo”, en el blog MiauBlog, 25 de enero de 2016.


5 de noviembre de 2019

Remember, remember, the fifth of November



Entrada dedicada a la persona que me enseñó esta canción y su origen. 
Pienso en ti. Todos los días.


El Castillo de Windsor desde el patio inferior el 5 de noviembre (1776), 
de Paul Sandby.


Recuerda, recuerda el cinco de noviembre
La traición de la pólvora y la conspiración
No veo razón
para que deba olvidarse
esa gran traición

Ese tipo, Guy Fawkes, ese fue su intento
Hacer reventar al Rey y al Parlamento
Tres veintenas de barriles fue a colocar
en su afán de la Vieja Inglaterra destronar

Por la gracia de Dios, fue capturado
con una cerilla encendida y un farol tapado
Muchachos, muchachos, doblan las campanas
Muchachos, muchachos, Dios al Rey salva

Y con él, ¿qué haremos?
¡LO QUEMAREMOS!


Aunque por su contenido no lo parezca, este pequeño poema es una rima infantil, y los niños y niñas de Inglaterra la aprenden y cantan desde hace siglos. Alude a un hecho histórico ocurrido, en efecto, en la madrugada del 4 al 5 de noviembre de 1605: el descubrimiento del intento de asesinato del rey Jacobo I, en la víspera de la apertura de la segunda sesión del primer Parlamento de su reinado, por parte de un grupo de extremistas católicos. Este atentado fallido se conoce como la conspiración, la traición o el complot de la pólvora, ya que el plan de los terroristas consistía en volar todo el edificio del Parlamento con barriles repletos de este explosivo.

Los fracasados regicidas estaban liderados por Robert Catesby, y su pretensión a largo plazo era convertir al catolicismo a Isabel, la hija de Jacobo I, que naturalmente sucedería a su padre en el trono. Unos días antes, sin embargo, un noble católico invitado a la apertura del Parlamento recibió una carta anónima que le advertía del peligro que le supondría asistir. Este hombre dio la voz de alarma a los allegados del rey, y la noche del 4 de noviembre, el conde de Salisbury ordenó registrar el edificio del Parlamento. Guy Fawkes, uno de los conspiradores, fue hallado en los sótanos, con una antorcha y una linterna velada, dando una última revisión a una pila de leña y a treinta y seis barriles de pólvora (no sesenta; la canción exagera a ese respecto) que haría estallar al día siguiente. Londres celebró el fracaso del complot encendiendo hogueras durante toda la noche del 5 de noviembre.

Hay prolijos recuentos de las avanzadas técnicas de persuasión a las que fue sometido Fawkes hasta que reveló los nombres de los demás conjurados. Algunos, como el propio líder Robert Catesby, lograron huir de Londres, pero en poco tiempo todos fueron capturados, larga y minuciosamente torturados, y ejecutados públicamente como traidores; sus cabezas terminaron clavadas en picas y sus restos en pedazos fueron arrojados a los cuervos. Los leales súbditos del rey pagaron entrada para el espectáculo.

La ejecución de Guy Fawkes (1606), de Claes Jansz. Visscher.

Estos acontecimientos dieron lugar a dos tradiciones que llegan hasta nuestros días: el inspeccionar el sótano del edificio del Parlamento la noche del cuatro de noviembre, por si acaso, y el encender fogatas la noche siguiente, tanto para celebrar el fracaso de los terroristas como para quemar en ellas maniquíes (llamados genéricamente guys) que representan al malogrado incendiario, en la llamada “noche de hogueras”, “noche de fuegos artificiales” o simplemente “noche de Guy Fawkes”. Hasta bien entrado el siglo XX existía también la costumbre de que los niños fueran paseando su muñeco y pidiendo un penique puerta a puerta (“penny for the guy”), para gastárselo en dulces y comérselos cuando lo quemaran. Paulatinamente se ha ido perdiendo este aspecto de la tradición, absorbido por Halloween, pero no ha desaparecido del todo. En cuanto a la canción que abre este artículo, es una versión acortada de un poema más extenso, del cual a su vez existen varias versiones. La más antigua parece remontarse a 1742.

Procession of a guy (1864). Artista desconocido.

¿Qué relación tienen estos hechos, convertidos en tan cuestionable coplilla infantil, con los libros de Alicia? El Ratón del País de las Maravillas era, como recordaremos, aficionado a la historia de Inglaterra, pero no es él quien hace alusión al desdichado Fawkes. En A través del espejo es la propia Alicia quien le cuenta al pequeño Kitty, uno de los gatitos de Dinah, que ya se está preparando la pira.

- ¿Sabes qué día es mañana, Kitty? – comenzó Alicia – Lo habrías adivinado si te hubieras asomado a la ventana conmigo… pero Dinah te estaba aseando, así que no has podido. Yo he visto a los muchachos recoger leña para la fogata, ¡y se necesita muchísima leña, Kitty! Pero comenzó a hacer tanto frío y nevar tanto que lo tuvieron que dejar. Pero no te preocupes, Kitty, que mañana iremos a ver la hoguera.

Alice y Kitty (1871), de John Tenniel.


Christ Church, por supuesto, no fruncía el ceño ante la idea de quemar radicales católicos, y cada año conmemoraba la noche de Guy Fawkes encendiendo una gran hoguera en uno de los patios, el Peckwater Quadrangle. No cabe duda de que tanto Charles Dodgson como la familia Liddell asistían a estas celebraciones, y por tanto la Alicia de A través del espejo estaba familiarizada con ellas.

El que la niña mencione que es la noche previa a la fogata constituye el brillante y sutil recurso de Carroll para situarnos en el tiempo del libro. El segundo sueño de Alicia ocurre el 4 de noviembre, cuando el primero, como se revela asimismo en el libro anterior, había tenido lugar el 4 de mayo. Han pasado exactamente seis meses entre ambas aventuras; y como más tarde Alicia le dice a Humpty Dumpty que tiene siete años y medio, se deduce fácilmente que tenía siete en el primer libro. Carroll subrayó este hecho cuando pegó en el manuscrito Las aventuras de Alicia bajo tierra, la primera versión de Alicia en el País de las Maravillas, una fotografía que le había sacado a Alice Liddell cuando tenía siete años, en 1859.

El que A través del espejo transcurra el 4 de noviembre de 1859 no nos proporciona solamente la edad de Alicia, sino que conduce a un retorcido juego matemático con la edad de la Reina Blanca, que implica varios cálculos y desemboca en el número favorito de Lewis Carroll

Después de sus aventuras en el tablero de ajedrez, Alicia no vuelve a acordarse de la fogata; solamente menciona “la mañana siguiente” cuando le habla a Dinah de cómo le recitará durante el desayuno todas las poesías sobre pescado y marisco que oyó en el Mundo del Espejo. Horas más tarde, muy posiblemente, la excitación de la fiesta comunitaria, de admirar la altura de las llamas y de ver arder hasta consumirse a guy, acabará de borrar todos los recuerdos de su sueño.


Como Martin Gardner apunta en su siempre imprescindible Alicia anotada, hay “negacionistas” que sostienen que la fogata que se está preparando no es la de la noche de Guy Fawkes, sino alguna de las que encendieron el 10 de marzo de 1863, en honor a la boda del Príncipe de Gales. Estas teorías se apoyan en que Carroll menciona en sus diarios que llevó a Alice Liddell a dar una vuelta por el campus para ver las hogueras y los fuegos artificiales, y también en el hecho de que la nieve es común en Oxford en la primavera, pero rara a principios de noviembre. En tal caso, sin embargo, no significaría nada que Alicia estableciera su edad con la exactitud de “siete años y medio”, se perdería todo el contraste entre la soleada tarde de primavera a la orilla del río y la nevada noche otoñal en el interior de la casa, y, sobre todo, no existiría ninguna correspondencia numérica entre los sueños, algo que, por descontado, no iba a pasar mientras Carroll estuviera de guardia.

A pesar que históricamente no fue más que el pobre mandao al que pillaron con las manos en la masa, Guy Fawkes es todavía un personaje popular en el Reino Unido, lo suficientemente carismático para que Alan Moore construyera alrededor de su efigie y su historia la monumental novela gráfica V de Vendetta, y se le recuerde y se le queme cada año. Los poemas inspirados en él, así como grabaciones de la canción, se encuentran fácilmente en internet, al ser parte del folklore. Recordad, recordad… que si no dais un penique para el tipo, seréis castigados con una mala suerte extrema, tal vez equivalente a la que sufrió él. Tened cambio a mano, por si acaso.


Fuentes:

CARROLL, Lewis; GARDNER, Martin (ed.). The Annotated Alice, Penguin, Londres, 2001.

COLLINGWOOD, Stuart Dodgson. The life and letters of Lewis Carroll, T. Fisher Unwin, Londres, 1898.

Poem of the week. Aquí se puede leer una versión del poema de 1870.

SHARPE, James. “Who was Guy Fawkes, the man behind the mask?”, en National Geographic, 3 de noviembre de 2018.

SULLIVAN, Nate. “Guy Fawkes Nigh Poem: Meaning and Analysis”, en Study.com. Contiene la versión de 1742 del poema.

Wikimedia Commons.

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