El Sombrerero, por John Tenniel (1865)
El Día del Sombrerero
Loco es una efeméride convencionalmente celebrada por los fans de Alicia en
el País de las Maravillas el 6 de octubre, debido a que, en la ilustración
de John Tenniel para el personaje del Sombrerero, éste lleva una etiqueta en su
sombrero en la que se lee “En este estilo 10/6”. Evidentemente no indica
ninguna fecha, sino que se refiere al precio del modelo - diez chelines y seis
peniques -, pero el uso de la lógica no es algo que se espera de quienes celebran una fiesta en honor del personaje.
Apresurándose al juicio sin terminar de tomar el té.
Existen varias teorías,
nunca confirmadas en los diarios ni otros documentos personales de Lewis
Carroll, de que el personaje estaría inspirado en caracteres reales. Stuart
Collingwood, sobrino y primer biógrafo del autor, apunta a que Carroll se
inspiró en un miembro de Christ Church con el que coincidía a menudo en la
mesa, y biógrafos posteriores como Derek Hudson relacionan este personaje misterioso
con Theophile Carter, un inventor y vendedor de muebles. Aparentemente, este
comerciante esperaba a la clientela junto a la puerta de su tienda llevando un
sombrero de copa muy alto, y “todo Oxford” lo llamaba “el Sombrerero Loco”. Se
ha llegado a afirmar que Carroll hizo viajar a Tenniel a propósito a Oxford
para que lo tomara como modelo. Sin embargo, no hay constancia alguna de que
Carter fuera nunca alumno de Christ Church, ni de que Tenniel se trasladara a
Oxford para verlo personalmente, hecho que sin duda alguna habría quedado
reflejado en la copiosa correspondencia entre autor e ilustrador.
El Sombrerero, por Arthur Rackham (1907).
Obsérvese que la etiqueta dice "Último modelo 8/11"
En su Alicia anotada,
Martin Gardner cita, entre otras, la propuesta de Ellis Hillman: un sombrerero
real llamado Samuel Odgen, originario de Mánchester y apodado “Sam el Loco”,
que había diseñado un sombrero especial para el zar Alejandro I de Rusia cuando
éste visitó Londres en 1814.
Mark Davies, historiador
local de Oxford, sugiere asimismo que pudo tratarse de Thomas Randall, alcalde
electo de la ciudad en 1859 y 1860, quien anteriormente había sido sastre,
zapatero y sombrerero, y había tenido una sombrerería desde 1825. La familia
Liddell lo conocía personalmente, y Alicia recuerda haber salido con sus
hermanas a pasear a su perro Rover. Siendo un personaje público y cercano a los
Liddell, parece indudable que el Rev. Dodgson lo conociera también.
El Sombrerero y el Lirón, por Harry Furniss (1908).
Dicho todo esto, Lewis Carroll no ofrece
ninguna descripción del aspecto o la vestimenta del Sombrerero, excepto que
lleva puesto un sombrero para su venta: el detalle de que tenga una etiqueta con
el precio fue una ocurrencia de Tenniel que después han imitado fielmente un gran
número de ilustradores. El autor tampoco se refiere a él en ningún momento como
“Sombrerero Loco”; es el Gato de Cheshire quien advierte a Alicia que tanto el
Sombrerero como la Liebre de Marzo están locos, pero tanto en su primera
aparición en el jardín de la Liebre como en la segunda y última en la corte
real, se le llama simplemente Sombrerero.
Rasgos físicos aparte, el oficio de
este personaje y la opinión del Gato sobre su falta de cordura no constituyen,
para nada, una casualidad o una simple improvisación de Carroll. La expresión “loco
como un sombrerero” existía en la Inglaterra victoriana a causa de que muchos de
estos artesanos acababan padeciendo trastornos mentales. En la manufactura de
sombreros del siglo XIX se utilizaba mercurio para retirar el pelo del cuero; en la
época se desconocía la toxicidad de este elemento, por lo que se manipulaba y
se respiraba sin ninguna precaución. El envenenamiento por mercurio causa un severo
daño neuronal, lo que se traduce en dificultades para hablar, temblores y pérdida
de memoria. Todo ello se veía agravado por el hecho de que, con mucha
frecuencia, los trabajadores de la industria de los sombreros estaban
explotados laboralmente, hambrientos y exhaustos, y no era raro que acabaran
sus días en una institución para enfermos mentales.
Es probable que Lewis
Carroll conociera personalmente a alguno de estos desdichados. Su tío materno
Skeffington Lutwidge era inspector de manicomios, y dado su amistad y cercanía
con su tío, era natural que Carroll conversara con él sobre este tipo de pacientes
(se puede leer un poco más sobre Skeffington Lutwidge y su relación con Carroll
aquí). Hay constancia, asimismo, de que Carroll visitó con su tío uno de los
centros en que trabajó, el Manicomio del Condado de Surrey, en que los enfermos
participaban en actividades de grupo como bailes, obras de teatro… y meriendas
al aire libre.
El Sombrerero y la Liebre, por Mervyn Peake (1945).
A pesar de todos sus
conocimientos de primera mano, Carroll no presenta al Sombrerero con los síntomas
de una verdadera intoxicación de mercurio; sencillamente saca partido de una frase
hecha para referirse a las inofensivas excentricidades del personaje. Aunque
para Alicia su comportamiento sea arbitrario e irritante, lo cierto es que el Sombrerero
se muestra perfectamente razonable cuando le explica a la niña la causa de que
la mesa esté puesta para tantos comensales, y su lógica supera a la del Rey de Corazones cuando le dice que el sombrero que lleva puesto no es suyo: no porque lo
haya robado, como asume de inmediato el Rey, sino porque es un modelo que
exhibe para vender. Hoy en día, sus cambios bruscos de un tema a otro, su tartamudeo
en público, su falta de tacto en las observaciones personales (“¡Tu pelo está
pidiendo que lo cortes!”), o su manía por los cubiertos limpios, se calificarían
seguramente como un trastorno obsesivo- compulsivo o un caso de Asperger (en
esta película justificaron su comportamiento como estrés postraumático), pero
difícilmente se le consideraría loco. No más, por lo menos, que los demás
habitantes del País de las Maravillas.
El Sombrerero de Walt Disney,
que debe a Ed Wynn mucho más que su voz. ©Disney, 1951.
El Sombrerero, loco o no,
es uno de los personajes más populares y reconocibles de los dos libros de Alicia
(aparece, con otro nombre y en calidad de mensajero del Rey Blanco, en A
través del espejo), y está presente en todas las adaptaciones, incluso en
las que más se alejan del texto original. Son muchos los intérpretes que le han
dado vida: desde el primero de todos, Sydney Harcourt, que lo representó en la versión teatral de 1886 bajo la atenta mirada
del propio autor, y quizá la propia Alice Liddell; o Norman Whitten, en la primera versión cinematográfica; o el inolvidable Ed Wynn, que no solo le dio
su voz sino sus ademanes y sus chistes improvisados en la celebérrima animación de Disney; hasta Johnny Depp en la cuestionable secuela de Tim Burton (y en la más
cuestionable secuela de la secuela). De entre todos ellos, escogemos para
despedirnos al bailarín Steve McRae, cuya interpretación en el ballet Alice’s Adventures in Wonderland de Christopher Wheeldons nos obsequia
generosamente la Royal Opera House.
Fuentes:
CARROLL, Lewis; GARDNER,
Martin (ed.). The Annotated Alice, Penguin, Londres, 2001.
COLLINGWOOD, Stuart
Dodgson. The life and letters of Lewis Carroll, T. Fisher
Unwin, Londres, 1898.
DAVIES, Mark. “The real Mad Hatter?”, The Times Literary Supplement, 14 de mayo de 2013.
HANCHER, Michael. The Tenniel
Illustrations to the “Alice” Books. Ohio State University, Ohio, 1985.
HARGREAVES, Caryl
(Capt.). “Alice’s Recollection of Carrollian Days, Told to her Son”, The
Cornhill Magazine, nº 73, julio de 1932.
HUDSON, Derek. Lewis Carroll: An
Illustrated Biography, Constable, Londres, 1972.
WALDRON, H.A. “Did the Mad Hatter have mercury poisoning?”, British Medical Journal, vol. 287, 24-31 de
diciembre de 1983, pág. 1961.
Excelente artículo. Gracias por compartir :)
ResponderEliminarGracias a ti por visitar este pequeño rincón. ¡Sé bienvenido/a siempre que quieras!
EliminarQue buen comentario!
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