28 de febrero de 2022

Lewis et Alice de Michel Suffran (1977)

 



Lewis et Alice es una obra de teatro del autor francés Michel Suffran (1931- 2018), que explora la relación entre Charles Dodgson y una Alice Liddell que ya ha entrado en la adolescencia. Se estrenó en el centro Pompidou el 2 de febrero de 1977, y volvió a representarse en el café-teatro Le Connétable, y en festivales teatrales de Burdeos y Versalles. El texto se publicó íntegro en el número 616 de la revista teatral L'Avant-Scéne Théatre, en octubre de aquel mismo año. 



Michel Suffran en los años 70.

Michel Suffran, cuya profesión era la de médico y desarrolló su carrera literaria de modo paralelo, cultivó todos los géneros salvo el lírico. Escribió docenas de ensayos sobre autores y regiones de Francia, novelas y relatos cortos; obras de teatro originales y adaptadas (una de ellas, sobre El Quijote); y guiones para radio y televisión. Gran admirador del escritor y periodista Dino Buzzati, fundó y presidió la Asociación Internacional de Amigos de Dino Buzzati en 1977. A lo largo de su vida recibió numerosos premios y galardones, entre los cuales destaca el premio Durchon-Louvet de la Academia Francesa, que le fue otorgado en 1987 por la novela La nuit de Dieu. De esta obra, Eugène Ionesco dijo que le dejó  "deslumbrado, incluso angustiado" y le hizo preguntarse por qué Suffran no era más conocido.


Martine de Breteuil como Alice Hargreaves.



En el prólogo a Lewis et Alice, Suffran explica lo que desea mostrar en su texto: "El tema de la obra es la vida secreta de Lewis Carroll. Su propósito es mostrar al público francés el drama interior de este hombre, incapaz de salir del todo de su infancia y afrontar las exigencias de una vida plenamente adulta". Para ello, sitúa la obra en 1932, año en que la octogenaria Alice Hargreaves, a través de su hijo Caryl, habló de los recuerdos de su infancia con Charles Dodgson. Suffran se basa en ese texto para crear una situación similar en que Alice Hargreaves concede directamente una entrevista a una reportera, y, mediante un cuadro que es también pantalla, puerta y espejo, se alterna la acción entre ese "presente" y sus recuerdos de infancia, alrededor de 1860. 



Fanny Fontaine como la periodista Marjorie "Morningstar".


La composición de la obra, que consta de un único acto, es simple, casi minimalista. Consta de un reparto de únicamente tres actores, cada uno de los cuales asume dos papeles: una mujer que hace de Alice Hargreaves, y de su madre, la sra. Liddell, en el pasado; una muchacha adolescente que hace de Marjorie y de Alice Liddell; y un hombre joven que hace del fotógrafo del periódico y de Charles Dodgson. Las fotografías de la revista son de la representación en el café-teatro Le Connétable, en que los papeles fueron interpretados respectivamente por Martine de Breteuil, Fanny Fontaine y Marcel Guido. En la primera representación en el Centro Pompidou, el papel de Marjorie y Alicia adolescente había sido interpretado por Marie- Véronique Maurin, que siete años antes ya había sido Alicia en la versión televisiva de Jean Averty.


Marcel Guido como el fotógrafo Charles.


Las indicaciones escénicas dejan claro que el único elemento imprescindible es una pantalla sobre la que se proyectan las fotografías tomadas por Charles Dodgson y los dibujos de John Tenniel y Arthur Rackham para los libros de Alicia; otros muebles como sillones, un fonógrafo y algunos elementos decorativos pueden colocarse de modo opcional. En un momento se indica también el uso de unos maniquíes o figuras de tela que sugieren el desdoblamiento de los personajes, pero una nota  pie de página informa de que, después de las dos representaciones de París, se prescindió de estos elementos. 





La obra comienza en el momento "presente", 1932, en la sala o despacho de Alice Hargreaves, donde, de manera anacrónica, está sonando la canción "Yesterday" de Los Beatles (que se grabaría en 1965). Entra, despacio, la periodista Marjorie (aunque se refiere a sí misma como Morningstar, que es el nombre de su periódico, y Alice se dirige a ella de esta manera). Se presenta a Alice cuando sale a recibirla, pero esta no parece recordar que venían a entrevistarla, y se pone a divagar de manera poco coherente con sus recuerdos del pasado. Marjorie se da cuenta de que el gran retrato que está apoyado en una pared, sobre el suelo de la habitación, tiene una superficie difusa; Alice le dice que es a la vez puerta y espejo, y escenas del pasado de Alice comienzan a mostrarse al otro lado. Marjorie está fascinada, pero entonces llega Charles, fotógrafo del periódico y novio de Marjorie, y el cuadro vuelve a ser normal. Alice sigue hablando sin sentido, saltando de un tema a otro, pero en un momento les muestra los álbumes de fotos que conserva con las fotografías originales de Carroll. En un momento en que sale a buscar "algo mejor", Charles saca precipitadamente las fotografías de los álbumes, diciéndole a Marjorie que le traerá copias a Alice sin que se dé cuenta y venderá los originales a coleccionistas que pagarán lo que les pidan por ellos; la joven intenta detenerlo, forcejan, y las fotografías caen al suelo. En ese momento regresa Alice con dos gruesos cuadernos. Marjorie recoge las fotografías y se las entrega a Alice, pero esta, indiferente, se las da a Charles. Les entrega también los cuadernos, uno a cada uno, explicándoles que son los diarios inéditos de Lewis Carroll y de ella misma, y les invita a leerlos en voz alta. A partir de ahora, y hasta casi el final de la obra, todas las escenas que se desarrollan son momentos del pasado. 






Primero vemos la infancia de Alice, en que Lewis Carroll la distraía contándole historias de los personajes de sus libros, e incluso de la infancia y juventud del propio Carroll, que se enfrenta a su propio padre (interpretado por una voz en off) que le discute su madurez y su capacidad para enfrentarse a la vida adulta, y lo anima a aceptar que es diferente a todos los demás en vez de intentar fingir lo contrario. Después de esto, encontramos que Carroll ha ido a ver a la sra. Liddell para pedirle la mano de Alice (de la que se menciona que tiene ya dieciséis años). La madre se niega rotundamente, debido no a la edad de Carroll, sino a su inmadurez ("¿Me considera demasiado mayor para ella?" "¡Oh, no! Demasiado joven. Irremediablemente, demasiado joven"). La sra. Liddell insiste en que Alice debe vivir como una mujer respetable en el mundo real, y no como una niña en los países fantásticos de los que Carroll, a su juicio, es incapaz de salir; un matrimonio con ella está completamente fuera de cuestión. 





Decepcionado, Carroll se vuelca en sus "amigas-niñas", a las que escribe cartas ingeniosas y dedica sus siguientes libros. En la última escena del pasado, que nos sitúa en 1872, unos meses después de la publicación de A través del espejo, Carroll está jugando en la playa con varias niñas cuando se encuentra por casualidad con Alice, ya adulta y con el apellido de su marido, Hargreaves. Ella afirma que es feliz con su marido, pero Carroll, no muy convencido, le dice que fue ella quien decidió llevar una vida "normal" al casarse con Reginald Hargreaves y olvidarse del País de las Maravillas y de la imaginación e ingenio que tenía de niña. Alice dice que ha recibido una copia de A través del espejo, y que el libro le ha parecido encantador, pero que esa Alicia que cruza el espejo ya no es ella, que está muerta: "Todas las personas deben matar su infancia para vivir. Si no, las mantiene prisioneras". Carroll intenta insistir en que esa Alicia de su pasado puede seguir viva en su interior, pero Alicia afirma, incluso, que Carroll nunca la ha amado, ni a ella ni a ninguna de sus amigas-niñas, porque en realidad ama algo breve, fugaz, que desaparece con la infancia: "No es a mí a quien usted amó, Lewis. Ni a ninguna de nosotras... No: usted ha amado algo de nosotras, una chispa, un centelleo, un instante fugitivo, una gracia. Alguna cosa indestructible que ha brillado sobre todas, de una a otra, para después apagarse y resplandecer de nuevo sobre otras, una y otra vez. Una perfección inalcanzable, dolorosa. Y usted sigue persiguiéndola, en vano, sin descanso, con la misma esperanza...". 





Marjorie y Charles terminan de leer los diarios y ven que la anciana se ha dormido en el sillón. Por un momento consideran la fortuna que tienen en sus manos, pero Charles devuelve las fotografías originales que le había dado Alice, y Marjorie guarda los diarios en un baúl bajo llave. Charles dice que no servirá de nada porque llegarán otros que no tendrán ningún escrúpulo en difundir esos recuerdos a los cuatros vientos, pero Marjorie insiste en que por lo menos ellos han hecho lo correcto. Cuando se acerca a Alice para decirle en voz baja que se marchan, descubre que en realidad se hacía la dormida y que había estado escuchando lo que decían. Le regala una rosa roja que no saben de dónde ha sacado, y Marjorie y Charles atraviesan la puerta- espejo, hacia el paisaje idealizado del País de las Maravillas, mientras se muestran las fotos de Lewis Carroll y Alice Liddell y la música de "Yesterday" suena de nuevo con fuerza. 




Como obra pseudo-biográfica sobre la vida de Lewis Carroll, el texto solamente se basa, muy por encima, en datos objetivos. Hay algunos anacronismos e inconsistencias fácilmente pasables, ya que no afectan al sentido de la obra (por ejemplo, cuando Alice se casó en 1880, A través del espejo ya llevaba nueve años publicado; su marido, Reginald Hargreaves, no era parte de su familia ni mucho menos su primo como se dice en el texto). Pero en el contexto biográfico que la revista ofrece como presentación de la obra - presumiblemente redactado por el propio Suffran - hay varios conceptos erróneos, quizá dados por válidos en los años 70 pero desbancados por investigadores en las décadas posteriores. Se dice, por ejemplo, que Carroll pidió en matrimonio a Alice cuando era una niña, cosa de la que no existe la menor evidencia, o que rompía la relación con sus amigas-niñas cuando estas entraban en la adolescencia, lo que se ha comprobado por testimonios que también es falso. Al partir de estos datos erróneos, Suffran no duda en tildar a Lewis Carroll de emocionalmente inmaduro, y en considerar que vivió en una situación marginal respecto a la sociedad. Por tanto, hay que leer esta obra no solo considerando que es una ficción solo ligeramente basada en la realidad, sino que además esa realidad estaba equivocada en el momento de su escritura. 


Por otra parte, se trata de una de esas piezas teatrales en que la puesta en escena puede aportar tanto como quitar. El que los mismos actores interpreten a varios personajes distintos en varias épocas de su vida diferentes, que es una práctica habitual en el teatro, puede resultar muy confuso para un espectador que no conozca a priori la vida de Charles Dodgson y Alice Liddell, y que los mismos actores adultos hagan de adolescentes y también de niños no ayuda a distinguir las diferentes etapas de los recuerdos de Alice. Aunque parece claro el propósito de que al final se identifique a Lewis Carroll y Alice Liddell con los jóvenes Charles y Marjorie, creo que la obra sería más asumible con seis actores, tres para la época presente y otros tres para el tiempo pasado. La idea del cuadro que es a la vez "puerta y espejo", sobre el que se proyectan tanto fotografías como dibujos, más una iluminación adecuada, sí permite la transición entre la realidad del presente y los diferentes momentos del pasado. 


No me consta que se haya hecho y/o conservado ninguna grabación de las diferentes representaciones de la obra; dado que tampoco suscitó mucho interés en su época, no parece probable que se vaya a representar en un futuro cercano. El texto, también por lo que sé, está publicado solamente en la revista L'Avant-Scène; posiblemente lo esté también en tomos recopilatorios del teatro de Suffran. No me importaría verla representada si tuviera ocasión para ello, pero creo que, a pesar de algunos momentos aceptables - el parlamento final de Alicia sobre aquello que Carroll amaba en las niñas - se aleja demasiado de lo que ahora sabemos de Charles Dodgson como para poder presumir de mostrar su "vida secreta". 




Fuentes:

L'Avant-Scéne Théatre, Au Bureau du Jornal, París, número 616, octubre de 1977.




16 de febrero de 2022

Alicia de Leite Almeida (2021)

 




Alice dos Anjos es un largometraje brasileño de 2021, dirigido por Daniel Leite Almeida, inspirado en Alicia en el País de las Maravillas. Se empezó a rodar en Vitória da Conquista, en la provincia de Bahía, en 2019, pero la pandemia de covid-19 retrasó la producción. En diciembre de 2021 se estrenó en la quincuagésimo cuarta edición (en línea, debido también a la pandemia) del Festival de Brasilia, en el que obtuvo seis galardones: al director, a la dirección artística (Luciana Buarque), al maquillaje (Claudia Riston) y al vestuario (Lívia Liu), y los premios del jurado popular y de la crítica. Dura 76 minutos. 

 

 
Tiffanie Costa en el papel de Alice.


La película no es una adaptación literal del libro, sino una recreación de la historia y de algunos personajes, con gran influencia del paisaje y la cultura tradicional de la región nordeste del país. La familia protagonista y otros personajes están interpretados por brasileños negros; muchos llevan trajes típicos, recitan poemas de autores autóctonos y aluden a héroes históricos y populares, como el explorador Pedro Álvares Cabral o la conocida bandida Maria Gomes de Oliveira. La película recibe claras influencias del manual educativo de orientación marxista Pedagogía del oprimido (Pedagogia do oprimido, 1970) del filósofo pernambucano Paulo Freire, como se observa en la segunda parte de la historia. Asimismo, alude a los poemas "El niño que llevaba agua en una cesta" del matogrossense  Manoel de Barros, y "Muerte y vida severina" del también pernambucano João Cabral de Melo Neto. 

 

Tras una presentación en dibujos parcialmente animados que nos remite al comienzo del cuento original - una Alicia rubia y vestida de azul está con su hermana a la orilla del río, cuando ve pasar al Conejo Blanco - la película nos presenta a la protagonista, también llamada Alice (Tiffanie Costa), pequeña y regordeta, con cabello muy rizado. Está apoyada en el hombro de su hermana Fabiana (Eloá Miranda), que ha comenzado a leerle el cuento de Alicia en el País de las Maravillas, y ambas van en un coche conducido por su madre a la pequeña granja donde viven su abuela Indira (Cris Magalhães) y la cuidadora de esta, Filomena (Mônica Gideone). 



De las conversaciones posteriores se desprende que la abuela padece cáncer u otra enfermedad degenerativa, y que su hija Cecilia (Dayse Maria), la madre de Alice y Fabiana, no sabe cómo convencerla de que deje la apartada granja y se vaya a vivir con ellas. La abuela Indira, que manifiesta sentirse muy bien a pesar del avance de su enfermedad, está encantada de la visita de su hija y sus nietas, y le regala a Alice un vestido azul ("¡Como el de Alicia!) que ha confeccionado para ella. A Alice le gusta tanto que se lo pone inmediatamente y no se lo quita ni para trabajar en el jardín con su abuela. 

 
 

Están juntas cavando en un parterre, cuando, entre el grupo de cabras del establo cercano, Alice ve repentinamente un extraño personaje, parecido a un macho cabrío negro (Fernando Alves Pinto). Avisa a su abuela, pero esta, que no lo ha visto, comenta que la mayoría de las cabras del rebaño son negras. Como ya es hora de comer, y amenaza una tormenta, la abuela y Fabiana se dirigen a la casa, pensando que Alice va tras ellas... pero la niña vuelve a ver al Chivo Negro, y entra en el recinto de las cabras a buscarlo. 



Tras darle a Alice un buen susto apareciéndose a su espalda, el Chivo mira su reloj, murmura que se le hace tarde y se va corriendo. Alice, curiosa por saber si va a la boda de la Raposa (por el refrán que acaba de decirle su abuela: "Lluvia con sol, casamiento de raposa"), va tras él atravesando los campos, pero se resbala y se cae por un terraplén. La niña aterriza sobre un montón de arena, se incorpora enseguida y comienza a andar sin rumbo fijo, hasta que encuentra una puerta azul en medio de la nada y pasa a través de ella. El País de las Maravillas de esta Alicia, sin embargo, se parece mucho a los campos que acaba de dejar (de hecho, hacia el final de la película se revelará que se llama País de las Macaúbas, una palmera autóctona de Brasil). Pero sus habitantes no son tan normales como su abuela Indira y las cabras y gallinas de su corral. Primero asiste, en efecto, a la boda de la Raposa (Raisa Lima) con el Lobo (Sorak Barbosa), con una pequeña y colorida comitiva, que se celebra apresuradamente porque se oyen disparos de cazadores. 




Los invitados se dispersan apenas el oficiante declara al Lobo y la Raposa marido y mujer, y pasa nuevamente el Chivo Negro. Alice lo sigue y le pregunta dónde va con tanta prisa, pero el Chivo le da respuestas ambiguas, y vuelve a salir corriendo al oír de nuevo los disparos. 



Alice se sienta bajo un gran árbol y ve llegar a un niño (João Pedro Costa) que resulta ser "el niño que llevaba agua en una cesta", personaje conocido por sus despropósitos pero también por su capacidad de lograr lo imposible. El Niño le habla por primera vez del "severino", también un personaje literario: en el poema, Severino es un retirante, un hombre pobre que emigra del nordeste de Brasil a causa de las inundaciones, en busca de tierras fértiles o de trabajo en la ciudad. Aquí, como se verá más tarde, el "severino" es un sinónimo de soñador. "¿Quién es Severino?", pregunta Alice. "Todo el mundo", le responde el Niño.  




Sola de nuevo, y hambrienta, Alice examina el reseco árbol bajo el que está sentada, y divisa una única fruta colgando de una ramita. Trepa por el tronco para obtenerla, y se encuentra con un personaje que se presenta como un Lagarto (Cristiano Martins). 



"Parece usted una persona", dice Alice. "Y usted parece un lagarto", replica el arborícola. Alice se queja de que, tras encontrarse un Chivo que parece una persona, y ahora un Lagarto que también parece una persona, comienza a dudar si ella misma es persona o no. El Lagarto se marcha por las ramas; Alice alcanza la fruta, baja del árbol para comérsela, y al poco se queda dormida. Cuando se despierta, ha crecido hasta ser tan grande como el propio árbol, pero no se percata de su tamaño hasta que vienen los Gemelos (Rerbert y Werbert Viana) y le cantan una canción al respecto.



Pero se marchan enseguida, aunque Alice les pide que no la dejen sola, y la niña se pregunta en voz alta por qué las cosas son tan difíciles. Una voz retumbante le contesta desde lo alto, y Alice le pregunta si es Dios. Tras una pausa, Alice ve pasar al Chivo Negro, murmurando que le van a cortar la cabeza por llegar tarde, pero ya no le apetece seguirlo. Continúa hablando con la voz misteriosa, hasta que se le ocurre girar la cabeza y descubre que se trata de un chamán indio (Pajé Aripuanã Tupinambá). El Chamán le cuenta, con una canción, cómo su tribu fue expulsada de sus tierras.





Alice se compadece de la situación del pueblo Tupinambá, a lo que el chamán le contesta que ella todavía tiene una casa a la que puede regresar. Le da una galleta con la que recuperar su tamaño normal y consejos para encontrar el camino de vuelta. La niña echa a andar por los campos, y se encuentra con el Caracara (Rogerio Leandro), un antipático personaje que se la lleva consigo diciendo que "el Coronel los espera" (el caracara, también llamado carancho, es un ave de la familia de los halcones, nativa del centro y el sur de Sudamérica, lo que será relevante hacia el final de la película). 


A continuación observamos una extraña reunión en que dos hombres, el Coronel Brás (Ricardo Fraga), que tiene una nariz de cerdo y de vez en cuando gruñe como tal, y su Asesor (Teófilo Gobira) discuten cómo se harán con unos territorios cuando se hayan librado de la "Reina de los Bandidos"; la mujer del Coronel, Virgília (Thiana Barbosa) declara que le quitará a la Reina su corona. Entra el Caracara llevando a Alice, y el Coronel le pregunta a la niña si ha descubierto el paradero de la Reina. Alice responde que estará por ahí: "Si no sé ni quién soy, ¡voy a saber de reinas!". 



El Coronel y los suyos se dan cuenta de la confusión: habían enviado a una niña a espiar a la Reina, pero el Caracara se ha equivocado y ha traído a Alice en su lugar. Enfadado, el Coronel ordena al Caracara que le traiga a la auténtica informante, aunque su esposa opina que deberían cortarle la cabeza, por inepto. Mientras el Caracara se lleva a Alice, el Coronel se reúne con sus consejeros, que se mueven y asienten como robots, y les habla de destruir el pueblo de los "severinos" para construir su fábrica.


 

Alice vuelve junto al árbol, en cuyo pie está el Chamán fumando su pipa. La niña le cuenta lo que le ha pasado, y el Chamán le recomienda que vaya a buscar a esa Reina de los Bandidos de quien le han hablado, porque puede ayudarle a volver a su casa. Le señala una casita cercana para que vaya a investigar, pero, cuando Alice le pregunta quién vive allí, el Chamán ha desaparecido. Acostumbrada ya a cosas raras, Alice se encoge de hombros y se dirige a la casita.


Dentro de la pequeña construcción se encuentran el Acordeonista Loco (Neto Cajado) y el Armadillo Gigante (Alan Miranda), que están echando especias y semillas sobre unas hojas de partitura; según ellos, es un "montaje musical". En un principio intentan fingir que no hay nadie en casa (diciéndolo en voz alta cuando Alice llama a la puerta), pero después la invitan a entrar y le ofrecen asiento. Alice contempla un rato sus extravagancias, hasta que llaman de nuevo a la puerta, y resulta ser el Chivo Negro, que anuncia la llegada de la Reina de los Bandidos o Reina Bonita (Vicka Matos), sus damas de honor (Priscila Amaral, Ana Carolina Medrado y Rebeca Reis) y el líder de los severinos o Severino Jefe (Jomir Gomes). 



Sin percatarse al principio de la presencia de Alice, la Reina da comienzo a una reunión para trazar un plan que les permita librarse del Coronel y sus hombres. Alice la interrumpe para decir que necesita ayuda para volver a su casa. Cuando comenta que no entiende a qué viene tanta reunión ("Primero el Coronel, y ahora ustedes"), capta de inmediato la atención de la Reina, que le pide que le diga cuanto sepa del Coronel. Alice repite lo que ha oído por encima: que quieren capturar a la Reina y construir una fábrica. Este último dato preocupa a la Reina, que declara imperiosamente: "Si quieren guerra, guerra tendrán".


La escena cambia a una habitación en casa del Coronel, donde Virgília, preocupada por los bandidos, está encendiendo velas en un altar dedicado a Cristóbal Colón y Pedro Álvares Cabral, a quienes llama "protectores de nuestras tierras y nuestros negocios" y rezando para que no ocurra nada malo.



A continuación, la Reina y su comitiva llevan a Alice a la villa de los severinos, donde la Reina reúne a los nativos para confirmarles que el Coronel pretende expulsarlos de sus campos y sus hogares para construir una fábrica, y les da un discurso de arenga para que unan sus fuerzas contra sus ambiciosos planes. Una niña que está en el pueblo resulta ser la auténtica espía del Coronel: poco después va a informarle de que la Reina y los severinos ahora son aliados. 


En el pueblo, la Reina se sienta a charlar con Alice, y en su conversación se descubre que la abuela Indira fue maestra de todos los habitantes de la región: enseñó a hablar al Chivo Negro, a tocar instrumentos al Acordeonista Loco y al Armadillo Gigante, a leer y a escribir a los severinos, y a todos, a luchar por un mundo más justo.  "Fue una madre para nosotros", declara la Reina, "Amar es educar". La Reina dice que Alice ha de volver inmediatamente con su abuela, pero la niña quiere quedarse y ayudarlos en su lucha contra el Coronel. La Reina insiste en que vuelva a su casa y le diga a su abuela, en nombre de todos, que le desean una buena salud  y que la echan de menos. 


La Reina en persona toma a Alice de la mano y la acompaña hacia la puerta azul por la que podrá volver a su casa, pero en el camino les corta el paso el Caracara, acompañado por otros hombres armados, y las lleva por la fuerza a la casa del Coronel. Este, tras quitarle a la Reina su "corona" (que es su sombrero de campesina) y dárselo a su mujer, se pregunta en voz alta qué va a hacer con ella. Virgília, que por cierto está encantada con el sombrero, propone cortarle la cabeza. Alice logra zafarse del hombre que la sujeta, coge un puñado de tierra y se la arroja a la cara al Coronel, quien comienza a proferir amenazas. Pero entonces aparecen en masa todos los severinos y los animales, e inmediatamente después el Chamán y la tribu Tupinambá, y aunque el Coronel ordena al Caracara y sus hombres que abran fuego, no las tienen todas consigo. El Caracara, de repente, recuerda que su especie ya no existe en la región debido a que el hombre la cazó hasta extinguirla, y deja su escopeta en el suelo y se une a los demás animales contra el Coronel. Sus hombres lo imitan, y pronto el Coronel, su esposa Virgília, su Asesor y sus cuatro consejeros de aspecto robótico se quedan solos y desarmados en medio de un corro de severinos, animales, indios y otros maracaubos que cantan sobre mantenerse unidos contra la opresión. 





La Reina se adelanta para recuperar su sombrero, y, en la primera oportunidad que tienen, el Coronel y los suyos salen huyendo sin que nadie los haya tocado. La Reina, el Chivo Negro, el Chamán Tupinambá y otros personajes acompañan a Alice a la puerta azul y se despiden de ella cuando la atraviesa de vuelta a los campos familiares. 






Alice regresa a la granja, con su vestido lleno de tierra, para encontrarse que su madre estaba preocupadísima y su abuela Indira ha tenido que acostarse. Un poco más tarde, la abuela tiene con Alice una conversación sobre la muerte y la aceptación de la misma; mientras se oye decir a su voz "un día, todos descubrimos que somos capaces de dar flores, muchas flores", vemos que Alice, su hermana, su madre y Filomena están plantando una plantita verde bajo un árbol que se parece mucho al que Alice vio en el País de las Macaúbas. Después las cuatro se abrazan y abandonan el lugar. 





Alice, Fabiana y su madre regresan en coche, mientras Fabiana le lee a Alice el comienzo de A través del espejo. "Me pregunto si algún día yo también podré atravesar un espejo...", comenta Alice. "La abuela Indira nunca me contó esa parte". "Algún día, sus historias se convertirán en películas, y entonces podrás atravesarlo", le dice su madre. "Una película es como un gran espejo". "¡Una película...!" exclama Alice.

 

Alice dos Anjos es una obra completamente dedicada a la región nordeste de Brasil, hasta el punto en que la historia de Alicia es la menor de las alusiones culturales que aparecen en ella. Que la niña protagonista siga a un Chivo Negro, que el Acordeonista sea el Acordeonista Loco, o que la esposa del Coronel exclame en dos o tres ocasiones "¡Que le corten la cabeza!", son referencias que ya forman parte de la cultura popular, pero que aportan muy poco a lo que nos quiere contar esta película. Alice crece al comer una fruta, pero cuando es gigante simplemente se queda sentada un buen rato junto al árbol, sin hacer nada, hasta que vuelve a disminuir de tamaño: es algo que podía haberse suprimido sin que afectara a su historia ni a sus encuentros con los personajes (y de hecho, los efectos especiales de la Alice grande son tan terribles, que la película ganaría si no se hubieran usado). Salvo el Chivo Negro, como obvio álter ego del Conejo Blanco, ninguna de las criaturas del País de las Macaúbas "equivalente" a las del País de las Maravillas tiene una verdadera razón de ser. Podrían salir y tener identidad propia sin estar basados ni tener que parecerse a los de la obra de Carroll. No considero oportunista el usar un cuento conocido universalmente como hilo conductor en una película tan destacadamente regionalista, pero es que tampoco me parece necesario. 


Y es que a ese país dentro de otro que es la región nordestina de Brasil no le hace falta ningún apoyo para contar su propia historia. El que un protagonista del mundo real conozca a personajes literarios no es una exclusividad de Carroll, y precisamente las conversaciones de la abuela Indira con su hija o su nieta, o los encuentros de Alice con el Niño que llevaba agua en una cesta, con el Chamán Tupinambá (que por su parte es un nativo auténtico de esa tribu, y ejerce el rol de chamán en ella), o con la bandida Maria Bonita, constituyen los momentos más interesantes, profundos y emotivos de la película. Algunos diálogos, como el siguiente, pueden recordar a los de Carroll, pero no necesitan conectar con los de los libros para resultar llamativos:


- ¿Por qué las cosas tienen que ser tan difíciles?

- Las cosas no son difíciles.

- ¿Quién está hablando?

- Somos nosotros quienes las hacemos difíciles.

- ¿Es usted Dios?

- Lo soy.

- Tengo una pregunta.

- ¿Cuál?

- ¿Por qué no puedo tener una conversación normal con nadie? Todo parece haberse vuelto loco.

- ¿Cómo va a volverse loco, si ya lo era?

- Si ya lo era, no puede volverse. Si no lo era, y ahora lo es, se ha vuelto. A menos que siempre lo fuera y nunca nos diéramos cuenta.

- Es una gran reflexión.


Hay otro motivo por el que la historia de Alicia no acaba de encajar con la de Alice dos Anjos, y es el enfrentamiento entre el capitalismo del Coronel, caracterizado como un cerdo, que con un grupo de hombres armados quiere destruir un pueblo de campesinos para levantar una fábrica en sus tierras; y el socialismo indigenista de los severinos, trabajadores y honrados, que han salido del analfabetismo gracias a los esfuerzos de una educadora, y ahora luchan contra los desmanes de los ricos por lo que legítimamente es suyo. Es un conflicto clásico entre poderosos y humildes, y un problema del mundo adulto. La pequeña Alice no pinta ahí nada, y aunque la película tiene un gran mérito al no presentarla nunca como la heroína que viene de fuera y salva el País de las Maravillas (lo que desgraciadamente sucede en varias adaptaciones), en la segunda parte se nota que ha desaparecido el espíritu de aventura que regía la primera. Ya importa poco lo que haga Alice, o lo raros que sean los personajes que conozca: estamos viendo una cinta de crítica social, que resuelve de un modo idealizado cuando un grupo de gente diversa, con las manos unidas y cantando en corro, logra ahuyentar al cacique y su milicia sin recurrir a la violencia. Esta película cuenta la historia de la región donde fue rodada, y la protagonista no tiene que acceder a ningún país loco ni maravilloso para conocerla. 


En el apartado técnico, la película se caracteriza, en su mayor parte, por una magnífica sencillez. Está rodada casi por completo en exteriores, en los campos de Bahía da Conquista, y los interiores son casas de campo tradicionales, con la decoración, los colores y las texturas propias de la población nativa. Los actores que representan animales tienen muy poca caracterización como tales (el Chivo Negro tiene barbas y cuernos, el Lagarto está pintado de verde y tiene un traje de colorines que representa escamas) o ninguna en absoluto (el Lobo y la Raposa no llevan nada que los distinga de los seres humanos que asisten a su boda o el cura que la oficia), lo que remite inmediatamente a la Alicia de Jonathan Miller, y es un recurso muy apreciable, como lo es también que los severinos y los Tupinambás lleven sus ropas típicas. Pero luego encontramos que el Coronel y su esposa, al ser villanos, han de ser ridículos; él viste una peluca blanca con tirabuzones como la de un juez, y ella luce un enorme peinado Pompadour envuelto en collares de perlas. Las narices de cerdo de ambos tienen un acabado terrible; parecen hechas de paper maché y pegadas con celofán a sus caras, y en varios planos se ven dos pares de agujeros, los de sus narices reales y los de las postizas. Los acólitos del Coronel no hablan y se mueven como si hicieran el baile del robot, lo que probablemente simboliza que solo piensan en los beneficios de las tierras que van a expropiar ilegalmente, pero dan una imagen más propia de unos dibujos animados que de una cruel invasión corporativa. Mucho peor es el efecto especial de la Alicia gigante: se nota muchísimo que está pegada sobre el fondo del árbol, y cuando habla con personajes más pequeños que ella, la actriz no enfoca correctamente la mirada. Es algo que claramente se ha hecho con el único propósito de conectar con los cambios de tamaño de la Alicia original y, como he comentado anteriormente, la película no habría perdido nada si no se hubiera hecho. La mariposa, en fin, que aparece revoloteando sobre la planta en honor a la abuela Indira, es tan claramente digital que habría quedado más creíble si la hubieran pintado con rotulador. Y estos detalles de postproducción chapucera estropean un poco la película, porque no habrían hecho ninguna falta. Las canciones, los paisajes, los efectos de luz natural, y la honestidad de que los severinos y los indios sean indígenas reales, proporcionan a esta cinta una belleza inigualable.  


La película, como he comentado al principio, recibió varios premios en el festival en que fue estrenada, y las reseñas publicadas sobre ella son unánimemente favorables. Sin embargo, su distribución estuvo limitada a su proyección en el festival de cine y a su emisión por canales de internet brasileños, restringidos al resto del mundo, durante unos pocos días. Un fan la publicó en una plataforma gratuita y de acceso libre en internet con subtítulos en portugués brasileño e inglés, pero fue retirada en menos de dos semanas por motivos de derechos de autor. De modo que, de momento, solo pueden ver esta película los brasileños que tengan acceso a las plataformas de televisión por internet donde se emita, y no tengo la certeza de que todavía se pueda acceder a ella. Mi reseña está elaborada a partir de una copia sin subtítulos, y mis deficiencias en el idioma han limitado mucho que disfrutara de los diálogos, y especialmente de las canciones.


Es evidente que no se trata de una producción para el gran público, por su temática regionalista y sus referencias a elementos literarios y culturales poco o nada conocidos fuera de Brasil, pero, con todo, considero que es una película hermosa, esperanzadora y digna, y creo que seguiría recibiendo buenas críticas si saliera de la fronteras de su país.






Fuentes: 

Todos los fotogramas son propiedad de Daniel Leite Almeida y Ato3 Produções.

 

Alice dos anjos, teaser en YouTube.


"Alice dos Anjos, filme conquistense, tem lançamento no 54º Festival de Brasília 2021", en Blog do Sena, 7 de diciembre de 2021.

 

CARVALHO, Rafael. "Alice dos Anjos. Entrevista com Daniel Leite Almeida", en Moviola Digital, 19 de diciembre de 2021.


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