31 de mayo de 2019

El libro de los enigmas del País de las Maravillas




Desde hace aproximadamente una década, estamos observando un resurgir de los libros de adivinanzas para adultos. Destaco “para adultos”, porque los libros de adivinanzas infantiles han sido siempre una publicación básica para cualquier editorial dedicada a este sector: las adivinanzas “de toda la vida” están libres de derechos de autor, y basta contar con un ilustrador de animales antropomorfos para obtener un ejemplar voluminoso (son frecuentes los libros de “365 adivinanzas, una para cada día del año”) con un precio asequible. 

Los adultos, sin embargo, fueron un público marginado en este sentido hasta que comenzaron a publicarse libros con acertijos algo más complejos, con tapa dura y páginas a todo color. Sin duda, uno de los pioneros fue El gran libro de los enigmas de Fabrice Mazza, publicado en 2008, que fue seguido menos de un año después por El nuevo gran libro de los enigmas. Desde entonces, aparecen regularmente libros de adivinanzas que por lo común mezclan cálculo, deducción lógica y pensamiento lateral con trucos visuales, laberintos, movimientos de ajedrez y dibujos para buscar las diferencias. Pocos se salvan de la tentación de recurrir a rompecabezas clásicos como el enigma de la Esfinge, el de las puertas vigiladas por uno que siempre dice la verdad y otro que siempre miente, o el cruce del río con un lobo, un pato y un saco de maíz, con sus muchas versiones.

¿Por qué me traería al lobo y a la cabra a la cosecha de coles?

No pasó mucho antes de que diversos autores tuvieran la idea de “inspirar” sus libros de adivinanzas en obras literarias populares, adaptando los propios acertijos que pudieran venir en esas obras y ambientando el resto con sus personajes y escenarios. Los títulos, tales como El libro de los enigmas de Sherlock Holmes o El libro de los enigmas de J.R.R. Tolkien, pueden resultar engañosos, ya que hacen pensar que todos los acertijos proceden de los libros mencionados; los subtítulos aclaran que se trata de rompecabezas “inspirados en”. Lo que no es óbice, por supuesto, para que se incluyan los que ya puedan venir en la obra original: en el de J.R.R Tolkien, es evidente que vamos a encontrar las adivinanzas del duelo verbal entre Gollum y Bilbo.

Como era de esperar, los libros de Lewis Carroll no iban a escaparse de esta – bastante apreciable, no hay que negarlo – moda editorial. Carroll era un impenitente inventor de juegos, acertijos y rompecabezas, que improvisaba en largos viajes de tren para distraer a pequeños pasajeros, publicaba en periódicos para desafiar a los lectores, o desarrollaba con docenas de premisas en sus libros de lógica. El libro de los enigmas del País de las Maravillas: 140 frabullosos acertijos inspirados en las aventuras de Alicia, de R.W. Galland, reproduce y adapta algunos de ellos, aunque la mayoría son inventados por el autor o versiones de clásicos.


Los acertijos del libro están divididos en tres grupos: enigmas “sencillos”, “curiosos” y “difíciles”. No se explica qué criterio se sigue para determinar la dificultad o la curiosidad de cada uno, pero un rápido vistazo permite observar que los “sencillos” son sobre todo juegos de “busca las diferencias”, adivinanzas más bien populares, y acertijos de pensamiento lateral. Los “curiosos” y “difíciles” son sobre todo problemas de cálculo, los típicos de libro de mates: cálculo de volumen de líquidos, de distancia recorrida, de tiempo transcurrido, de porcentajes, proporciones y probabilidad. Hay también algunos de diferencias (con la complicación añadida de que la imagen está invertida, como reflejada en un espejo de modo simétrico) y varios rompecabezas que gustaban bastante a Carroll: los de trazar una figura sin levantar el lápiz del papel ni pasar dos veces por el mismo sitio.


El libro está profusamente ilustrado a todo color con los dibujos de Tenniel, con cenefas enmarcando cada página y un sombrero en que se indica el número. Las historias inventadas para presentar las adivinanzas son bastante entretenidas, y aparentemente dan por hecho que Alicia puede pasear libremente entre el País de las Maravillas y el Mundo del Espejo, lo que da al autor bastante libertad para crear todo tipo de situaciones. Todos los acertijos de Carroll están señalados con su procedencia y, como es obvio, las soluciones, con su correspondiente explicación, están al final.


En esencia, es un libro de adivinanzas presentadas por los personajes de Carroll en vez de por enunciados genéricos como “había tres hermanas que desafiaron a sus pretendientes a adivinar sus edades”, “dos amigos encontraron una bolsa de monedas y discutieron cómo repartirla” o “un tabernero pícaro quería mezclar vino y agua y tenía dos tinajas de diferentes tamaños”. Puede hacerse un poco frustrante para quien no sea ducho en matemáticas, por la gran cantidad de problemas de cálculo que no se pueden resolver con unos conocimientos básicos. También hay algunos acertijos que se repiten con diferentes planteamientos (por ejemplo, los de deducir qué cartas o tipos de canicas se han sacado de una bolsa sin mirarlas), y quizá demasiados dibujos para encontrar las diferencias.  Pero, en general, es un bonito libro, entretenido y asequible en su mayor parte, que puede hacer un pasar muchos buenos ratos a los amigos de las adivinanzas… sobre todo, si se olvidan de las soluciones de una vez a otra.


¡No PUEDO con los problemas matemáticos! ¡AAAAAAAGH!

El libro de los enigmas del País de las Maravillas: 140 frabullosos acertijos inspirados en las aventuras de Alicia, de Richard Wolfrik Galland. Grijalbo (Penguin Random House Grupo Editorial), Barcelona, 2014.

25 de mayo de 2019

Las aventuras de Alicia bajo tierra (1864)




Alice's Adventures Under Ground es el título que Lewis Carroll puso al cuento que improvisó una tarde de 1862, y luego fue escribiendo e ilustrando para ofrecérselo como regalo a Alice Liddell en la Navidad de 1864. Es la primera versión, más corta y con menos personajes, de Alicia en el País de las Maravillas.

La génesis de la historia se puede encontrar en esta entrada. Carroll estaba una tarde de excursión con el Rev. Ducksworth y las hermanas Liddell, y sobre la marcha se fue inventando un cuento en que aparecían las propias hermanas Liddell, y amigos y otros miembros de la familia, como solía hacer. En esa ocasión, fue la hermana mediana, Alice, la que protagonizó la historia. Aquella tarde estaba Carroll tan inspirado y gustó tanto su cuento a la joven heroína, que ésta le rogó que lo pusiera por escrito: “Al día siguiente comencé a pedirle insistentemente que me escribiera el cuento, cosa que no había hecho nunca antes”, recordaría Alice. Carroll escribió el texto a mano y le añadió sus propias ilustraciones, pensando únicamente, como diría más tarde “en complacer a una niña a la que amaba”. 

Pero, aun cuando el libro no estaba escrito todavía, su historia comenzó a conocerse. Carroll la contaba a otros niños, y tenía tanto éxito que comenzó a pensar en reescribirla para su publicación. El autor eliminó algunas de las bromas que aludían a familiares y amigos de su entorno, suprimió o modificó algunos pasajes, y añadió otros, pasando de las 15.500 palabras originales a 27.500. Muchos críticos especulan que hubo un primer borrador del cuento, que Carroll escribió “en sucio” para no olvidarlo, y que era el que leía y contaba a otros niños, antes de la copia ilustrada y bellamente encuadernada que le regaló a Alice en la Navidad de 1864. Ese primer borrador se habría perdido o habría sido destruido a propósito por Carroll una vez redactada la versión nueva y realizada la copia “en limpio” para la niña.

Aunque Carroll había sido desde su infancia muy aficionado a acompañar con dibujos sus poemas y cuentos, tenía muy mala opinión de sí mismo como ilustrador (decía que sus dibujos eran “horrendos”), de modo que para la versión renovada de Alicia solicitó los servicios de John Tenniel, ya por entonces un famoso ilustrador de la revista Punch. Sin embargo, el manuscrito que entregó a Alice tenía nada menos que treinta y seis ilustraciones de Carroll... treinta y siete, ya que había una, un pequeño retrato de Alice, oculta bajo una fotografía: Carroll había quedado insatisfecho con su dibujo, y lo tapó con la fotografía que había tomado como referencia. El dibujo original no se descubrió hasta 1977, cuando se retiró la fotografía durante unos trabajos de mantenimiento del manuscrito.



Las aventuras de Alicia bajo tierra – también conocida como Las aventuras subterráneas de Alicia – consta de cuatro capítulos, frente a los doce de la versión final.  Los capítulos originales se dividieron en dos o tres partes para dar lugar a los nuevos, y algunos fueron inventados posteriormente, como el de la Duquesa o el de la Merienda Loca. También a diferencia del texto que conocemos, los capítulos no están titulados.


El primer episodio se corresponde casi palabra por palabra con los dos primeros del País de las Maravillas. Cuenta cómo Alicia sigue al Conejo Blanco, cae lentamente por la madriguera, y come y bebe lo que encuentra en el Vestíbulo de las Muchas Puertas para intentar pasar al jardín.  Termina cuando Alicia conoce al Ratón en el Charco de Lágrimas, y, viendo que cada vez hay más animales a su alrededor, nadan todos juntos hasta la orilla. Tiene ocho ilustraciones, entre las que podemos destacar la del Dodo (que Carroll tenía muy visto, ya que uno de los pocos ejemplares de este animal se conserva en el Museo de Historia Natural de Oxford desde su época), y una del Conejo Blanco, que lleva un ramillete de flores (en la versión final, sería sustituido por un abanico).


El capítulo segundo abarca desde la reunión de Alicia con el Ratón, el Dodo, el Loro y otros animales, hasta que Alicia se escapa de la casa del Conejo Blanco; en la versión final, comprende aproximadamente los capítulos tercero y cuarto. La principal diferencia entre las dos versiones es que, en Bajo Tierra, Alicia y los animales van a secarse a una casita de campo del Dodo, después de que la aburrida lección de historia del Ratón no les funcione. Es en esa casita, junto al fuego y bien envueltos en mantas, cuando escuchan la “historia con cola” del Ratón, y se produce el malentendido que hace que el Ratón se marche ofendido. Alicia menciona entonces a Dinah, y se produce la desbandada. En el País de las Maravillas, Carroll retira el pasaje de la casita de campo y escribe en su lugar la “carrera loca”, probablemente porque no acababa de cuadrar que hasta el dueño de la casa se marchara, dejando sola a Alicia, de la que no se dice que haya salido de la casa cuando de pronto pasa por allí el Conejo Blanco. La parte del episodio que transcurre en la casa del Conejo, por el contrario, se mantiene en su integridad.


El capítulo tercero comprende el encuentro con el Perrito, la Oruga y la Paloma y termina con que Alicia logra entrar al Jardín, lo que es su principal objetivo durante la mayor parte de su viaje en el País de las Maravillas. Este episodio incluye ya el poema que Alicia le recita a la Oruga, “Eres viejo, padre William”, para el que Carroll hizo nada menos que cuatro ilustraciones.


El capítulo cuarto comprende los cuatro últimos episodios de la versión final, del octavo al duodécimo. Alicia se pasea por el precioso jardín y ve a los Soldados-Carta que pintan las rosas de rojo, quienes le explican que la Reina de Corazones los mandará ejecutar si descubre que se equivocaron de color al plantar el rosal. La presentación de la Reina y su comitiva corresponde con bastante exactitud con la versión final, aunque, por supuesto, la Duquesa y el Gato de Cheshire están ausentes en el manuscrito. 


Tiene lugar la partida de croquet con flamencos y erizos, y más tarde Alicia conoce al Grifo y la Tortuga Falsa; la descripción de la “cuadrilla de las langostas” y la canción “Hermosa Sopa” están presentes en el manuscrito. La parte del proceso contra la Sota de Corazones es sumamente precipitada (Lewis Carroll debía de estar ya agotado en aquel punto de la improvisación): nada más llegar Alicia al juicio y leerse la acusación, se produce el enfrentamiento entre Alicia y la Reina, y los Soldados-Carta se arrojan sobre la niña. Alicia se despierta en el regazo de su hermana y le cuenta su sueño. El final del libro, en que mientras Alicia corre hacia su casa, su hermana se queda reflexionando sobre aquel maravilloso sueño, sí corresponde palabra por palabra con el de la versión final. 


Además de todos los pasajes ampliados y añadidos (como el del Gato de Cheshire, la Duquesa, los recuerdos de la Tortuga Falsa sobre sus días de colegio, y todo el desarrollo del juicio), Carroll tuvo oportunidad de coser un agujero argumental: cuando la Reina ordena decapitar a los Soldados-Carta que pintaban las rosas, éstos acuden a Alicia en busca de ayuda, y Alicia se los mete en el bolsillo de su delantal (a pesar de que ahora todos los personajes tienen un tamaño proporcional) para que el verdugo no los encuentre, y no se los vuelve a mencionar para nada. En la reescritura, los esconde en “una gran maceta” que hay por allí, y es de suponer que salen y se escapan cuando la reina y su comitiva se marchan del lugar.


Aunque en 1864 las relaciones entre el Rev. Dodgson y la familia Liddell ya eran más bien tensas y frías, el manuscrito regalado a Alice permaneció en un lugar de honor en el salón y era mostrado con orgullo a las visitas. Alice se lo llevó consigo después de casarse y lo conservó durante muchos años, hasta que en 1928, viuda y cargada de deudas, se desprendió de él para conservar su casa. Fue vendido en subasta en Sotheby’s el 3 de abril, y el comprador fue un tratante de arte americano, Philip Rosenbach, quien, a su regreso a América, lo vendió al acaudalado empresario Elridge Johnson. Cuando éste murió a finales de 1945, el manuscrito salió nuevamente a subasta, y en esta ocasión lo compró un grupo de filántropos que lo donó al Museo Británico como agradecimiento por el comportamiento de Inglaterra en la Segunda Mundial. En la actualidad, es una de las piezas más destacadas de la Biblioteca Británica y se puede consultar virtualmente aquí.

Fuentes:

CARROLL, Lewis; BUCKLEY, Ramón (trad.); GARRIDO, Ramón (ed.). Alicia en el País de las Maravillas. A través del espejo, Cátedra, Madrid, 2001.
                      - SOLANS MUR, Modest (ed.). Aventuras de Alicia Bajo tierra, Esdrújula Ediciones, Granada, 2015.

GUSTON, Judith. “Alice’s adventures in a new American Wonderland”, The British library, 2015.




Wikimedia Commons



11 de mayo de 2019

Henry Holiday (1839 – 1927)


Henry Holiday circa 1870. 
Fotógrafo desconocido.


Henry Holiday, londinense, fue un pintor de paisajes y temas históricos, ilustrador, escultor y diseñador de vidrieras. Habiendo demostrado destacadas aptitudes desde muy joven, ingresó en la Royal Academy a los 15 años y conoció a la hermandad de los Prerrafaelitas (fundada en 1848 por William Holman Hunt, John Everett Millais y Dante Gabriel Rossetti, a los que más tarde se añadirían otros tres artistas), la cual influyó de manera determinante en su obra y en sus ideas sociales y políticas. Su otra gran fuente de inspiración fue Lake District, una región montañosa del noroeste de Inglaterra, donde pasaría largas temporadas y alabaría por su incomparable belleza.

Holiday pintaba tanto en óleo como en acuarela. Sus cuadros más reconocidos fueron Las doncellas del Rin (1879) y Dante y Beatriz (1883). En cuanto a sus vidrieras, se enviaron a iglesias de todo el mundo (en particular a los Estados Unidos), pero algunos de sus mejores trabajos están en el Worcester College de Oxford y en la Abadía de Westminster. Sus trabajos escultóricos también recibieron críticas favorables, aunque no ocupan gran parte en el conjunto de su obra.

Holiday y Carroll se conocieron en 1870, cuando el primero visitó Oxford para pintar el fresco de la capilla en el anteriormente mencionado Worcester College. En enero de 1874, Carroll alababa en su diario una serie de dibujos que Holiday le había enviado, y comentaba que bien podría ilustrar un libro infantil. “Si solamente pudiera dibujar grotescos, sería todo lo que yo podría desear: creo que la gracia y belleza de sus dibujos bien podrían rivalizar con Tenniel”. Unos meses más tarde, en julio del mismo año, a Carroll le vino repentinamente a la cabeza el que sería el último verso de La caza del snark.

Holiday realizó para el poema, en estilo de caricatura y en tinta negra, un total de doce ilustraciones, una de las cuales fue descartada por petición del propio Carroll, y otra está prácticamente en blanco. Se trata de dibujos en la línea de las viñetas de Punch que ya había desarrollado John Tenniel: una apariencia realista, pero con cabezas desproporcionadamente grandes, y motivos absurdos, oníricos o fabulosos, según requiriera el texto. Son ilustraciones minuciosas y detallistas, ricas en simbolismo y significado alegórico; hasta laberínticas en su construcción. En varias de ellas – especialmente en la correspondiente a “El destino del Banquero” – los estudiosos han encontrado referencias a grabados, fotografías u otras ilustraciones de la época. La página “The Hunting of the Snark: Lewis Carroll's, Henry Holiday's and Joseph Swain's Tragicomedy” se dedica íntegramente y con rigor académico a analizar cada ilustración, identificar los personajes y las referencias, y compararla con obras anteriores, contemporáneas y posteriores, y realiza un trabajo encomiable.  

A pesar de que ya llevaban varios años de amistad cuando Carroll le encargó a Holiday los dibujos para su poema absurdo, el proceso no estuvo exento de pequeños desacuerdos. En su artículo “El significado del snark”, de 1898, Holiday comentaría que Carroll le pidió tres ilustraciones, pero que la idea original se fue alargando, y con frecuencia le iba enviando nuevos fragmentos y pidiendo más dibujos para ellos. Holiday no creía que el argumento diera tanto de sí: “Lamenté bastante la extensión, ya que me parecía implicar una desproporción entre la magnitud del trabajo y su sustancia; y me preocupaba que la expansión fuera mayor de lo que una estructura tan ligera pudiese soportar”. Cumplió, dedicado y profesional, con cada renovada petición, y con el tiempo acabó felicitándose por ello: “Sin embargo, releyendo el Snark, siento ahora que es incuestionablemente divertido, de principio a fin, y no puedo desear que se hubiera cortado ninguna parte, así que supongo que mis temores fueron infundados”.

La anécdota más famosa sobre las ilustraciones del Snark, es, muy merecidamente, la ausencia de una que muestre a la criatura titular. Holiday llegó a realizar un boceto del boojum, pero Carroll le indicó explícitamente que no quería publicar ningún dibujo del objetivo de los cazadores, fuera snark o boojum. “Una de las tres primeras [ilustraciones] que tuve que hacer fue la de la desaparición del Panadero, y naturalmente me inventé un boojum. El sr. Dodgson me escribió que era un monstruo delicioso, pero inadmisible. Todas sus descripciones del boojum lo hacían inimaginable, y quería que continuara siendo así. Yo lo acepté, por supuesto, pero fui reluctante en descartar la que – todavía estoy seguro – era una representación acertada”.  

Holiday respetó el deseo de Carroll durante la vida del autor, y la suya propia: su delicioso concepto del boojum no vio la luz hasta después de la muerte de ambos. Fue publicado por primera vez en 1932, con motivo del centenario del nacimiento de Carroll, en la revista The Listener.

El delicioso boojum.

A lo largo de los años, y hasta la actualidad, los ilustradores de La caza del snark han honrado igualmente la voluntad del autor: en el último canto del poema, “La desaparición”, ninguno cae en la tentación de mostrar a la criatura. Dibujan al Panadero desvaneciéndose, al resto de la tripulación horrorizada, al Pregonero agitando su campana en señal de duelo; algunos, como mucho, esbozan unos largos tentáculos, unos terribles ojos o una ominosa sombra. El snark y el boojum quedan, como Carroll pretendía, inimaginables… o demasiado imaginables, en la mente de cada lector.

La relación con Holiday fue, con diferencia, la mejor que Carroll tendría con sus ilustradores; aunque su colaboración se limitó a La caza del snark, ambos creadores fueron amigos de por vida. En la actualidad, Holiday es considerado un artista notable, y sus vidrieras son admiradas a diario por miles de visitantes en docenas de iglesias repartidas por el globo. Personalmente, me parece maravilloso que su camino se cruzara con el de Carroll, y que, entre cientos de paisajes montañosos, imágenes de inspiración renacentista y escenas religiosas, Holiday dibujara las doce caricaturas sorprendentes y surrealistas que condensan la fantástica aventura de los expedicionarios del snark.

Fuentes:

Lewis Carroll: A Biography, de Morton N. Cohen. Random House, Nueva York, 1995.

The Annotated Snark, de Lewis Carroll, editado por Martin Gardner. Penguin Books, Londres, 1972.

The Hunting of the Snark: Lewis Carroll's, Henry Holiday's and Joseph Swain's Tragicomedy.

“The Snark’s Significance”, de Henry Holiday. En The Academy, 29 de enero de 1898, págs. 128-130.


Wikimedia Commons.

4 de mayo de 2019

La caza del snark (1876)



La caza del snark (una agonía en ocho espasmos) es un poema absurdo escrito por Lewis Carroll entre 1874 y 1876, y publicado en Londres a finales de marzo de 1876 (según algunas fuentes, el 1 de abril, Día de los Inocentes en los países anglófonos), con nueve ilustraciones de Henry Holiday en el libro (una de ellas, una carta náutica en blanco) y dos adicionales en la cubierta. Aunque comúnmente se da por hecho que snark es una palabra- maleta que comprende snail (caracol) o snake (serpiente) y shark (tiburón), Carroll nunca ofreció una pista o explicación sobre el aspecto físico de tal criatura. Henry Holiday recibió indicaciones específicas de no realizar ninguna ilustración parcial o completa de lo que él pudiera creer que era el snark.

Existen, al menos, dos teorías sobre el origen del poema. Una es la que ofrece el propio Lewis Carroll en su artículo “Alice on Stage”:

Estaba paseando por una colina, solo, un brillante día de verano, cuando de repente me vino a la cabeza un verso, un único verso: “Porque el snark era un boojum, ya veis”. No sabía lo que significaba, entonces; no sé lo que significa, ahora. Pero lo anoté y, poco tiempo después, se me ocurrió el resto de la estrofa, y ése era el último verso. Y así, por grados, en momentos aleatorios durante el año o los dos años siguientes, el resto del poema juntó sus partes por sí mismo, siendo ésa su última estrofa.

El biógrafo Morton N. Cohen recoge esta anécdota, concretando que ese “brillante día de verano” fue el 18 de julio de 1874, y que Carroll se hallaba en Guildford, donde se había trasladado el día anterior para cuidar durante seis semanas de su sobrino Charlie Wilcox, enfermo de tuberculosis. El hecho de que ideara y comenzara a escribir este poema mientras cuidaba de un tuberculoso “explicaría” algunas de las alusiones a esta enfermedad que se pueden encontrar en el texto, comenzando por el propio subtítulo.

La segunda teoría, sostenida por los psiquiatras Fuller Torrey y Judy Miller, remite a una tragedia ocurrida un año antes. En 1873, el tío y buen amigo de Charles Dodgson, Skeffington Lutwidge, que a la sazón trabajaba como inspector de manicomios, fue asesinado por uno de los internos. Esto justificaría las alusiones al querido tío del Panadero, y los versos en que los expedicionarios salen a buscar al snark con “dedales, tenedores y pastillas de jabón”, objetos que, aparentemente, los inspectores revisaban y requisaban en sus visitas a las habitaciones de los pacientes porque podrían usarse para intentos de agresión o suicidio.

La caza del snark trata de nueve hombres y un castor que, tras varios meses de navegación, desembarcan en tierras extrañas con el propósito de capturar a la singular criatura. Ninguno de los nueve hombres ni el animal recibe un nombre propio, sino que todos son descritos por el nombre de su profesión, que empieza por la letra B. Son un Pregonero (Bellman), líder de la expedición; un Limpiabotas (Boots), un Bonetero (Bonnet- maker); un Abogado (Barrister); un Tasador (Broker); un Empleado o Jugador de billar (Billiard-marker); un Banquero (Banker); un Carnicero (Butcher); un Panadero (Baker); y el Castor (Beaver). Solo seis de ellos tienen un papel significativo en la historia o protagonizan algún segmento; los otros cuatro (el Limpiabotas, el Bonetero, el Jugador de Billar y el Tasador) son irrelevantes. Al poeta y especialista en rompecabezas y juegos de palabras J. A. Lindon le pareció tan injusto que estos personajes fueran olvidados, que compuso para ellos un capítulo adicional al poema, que se situaría entre el penúltimo y el último. No contradice nada dicho anteriormente ni altera el desenlace, y encaja bastante bien con el tono y el estilo de Carroll.


Algunos de los incompetentes cazadores.

El primer “espasmo” (tengamos en cuenta que el original fit significa tanto “canto, parte de un poema” como “espasmo, convulsión, arrebato”) se titula “El desembarco”, y comienza con los valientes pero ineptos expedicionarios llegando a la isla donde el Pregonero les asegura que se encuentra el snark. Se presenta a la tripulación: el Pregonero, capitán de la nave, convencido de que cualquier cosa que se diga tres veces se cumple inevitablemente; el Limpiabotas, personaje anodino donde los haya; el Abogado, que ha sido reclutado para resolver las disputas de los navegantes; y el Tasador, que ha venido para valorar sus bienes; el Jugador, de inmensa habilidad; el Banquero, que guarda el efectivo de todos; o el Castor, que sabe hacer encajes, y ha salvado al barco varias veces del naufragio. Se dedican varias estrofas al Panadero, que no recuerda su propio nombre, lleva cuarenta y dos cajas de equipaje (y aún ha olvidado su paraguas y su reloj, entre otras cosas) y no sabe hacer más que tartas de boda; y al Carnicero, que confiesa que solo es capaz de matar castores… lo que provoca un lógico nerviosismo en el Castor.

El Carnicero afila su cuchillo; el Castor mira de reojo.

En el segundo espasmo, “El discurso del Pregonero”, el capitán de la cacería recuerda los muchos meses que ha durado el viaje, durante los cuales se ha guiado solo por su campana y una carta náutica en blanco, y explica a sus compañeros cómo han de reconocer al snark cuando lo vean: por ejemplo, por su hábito de levantarse tarde, o por su lentitud a la hora de pillar un chiste. El Pregonero menciona, por primera vez, la posibilidad de que el snark que encuentren, en general una criatura inofensiva, sea en realidad un boojum… lo que hace al Panadero desmayarse de pánico.

¿Cuál dices que es el problema
de mi carta náutica?

En el tercer espasmo, “La historia del Panadero”, los tripulantes reaniman a su compañero, el cual relata, entre lágrimas, y continuamente interrumpido por el impaciente Pregonero, cómo su querido tío se despidió de él el día en que embarcó. Le pidió encarecidamente que si encontraba un snark lo trajera a casa, ya que sería bueno para comer con verdura y para encender velas, pero le advirtió que, si en cambio lo que encontraba era un boojum, desaparecería sin dejar rastro. El recordar estas palabras de su tío hace que el corazón del Panadero se convierta en un tembloroso tazón de cuajada.

Suave y súbitamente te desvanecerás.

En el cuarto espasmo, “La caza”, el Pregonero riñe al Panadero por no haber alertado de la peligrosidad del boojum antes de que se iniciara la navegación, a lo que el Panadero replica que lo avisó varias veces en diferentes idiomas, aunque no en inglés. Con todo, el Pregonero recuerda que cazar al snark es una misión gloriosa, y que sus hombres deben poner todo su empeño en “buscarlo con dedales y cuidado, perseguirlo con tenedores y esperanza, amenazarlo con acciones del ferrocarril, y cautivarlo con sonrisas y pastillas de jabón”. Todos los aventureros se preparan (excepto el Castor, que sigue haciendo encajes como si el asunto no fuera con él), y cuando el Carnicero cede al nerviosismo y comienza a sollozar, el Pregonero intenta infundirle valor, ya que lo necesitará si se encuentran con un pájaro jubjub.

Comienza la caza del snark.
La dama es la Esperanza.

En el quinto espasmo, “La lección del Castor”, los nueve hombres han comenzado ya la búsqueda del elusivo snark, pero no hay ninguna pista. Comienzan a oírse los gritos del pájaro jubjub, y el Castor, tras realizar algunas complejas operaciones matemáticas con las que intenta solventar su incapacidad para sumar, explica a los demás cazadores las peculiares características del jubjub, así como la mejor manera de cocinarlo para aprovechar al máximo su exótico sabor. Esto último interesa especialmente al Carnicero, el cual, llorando de emoción, declara su amistad al Castor, el cual la acepta igualmente conmovido, con gran regocijo del resto de los tripulantes.

El Carnicero y el Castor hacen números.

En el espasmo sexto, “El sueño del Abogado”, éste se duerme tras nuevos e infructuosos intentos de encontrar a su presa, y sueña que se halla en un juicio en el cual el snark, al que ve claramente, es también un abogado cuyo cliente es un Cerdo. La defensa del snark es impecable, aunque por desgracia el Cerdo lleva ya varios años muerto. El Abogado sigue el proceso con suma atención, hasta que el Pregonero lo despierta tocando la campana a ras de su oreja.

El sueño del Abogado.

En el espasmo séptimo, “El destino del Banquero”, mientras continúa una búsqueda cada vez más desesperada, el Banquero es capturado por un bandersnatch, y aunque le ofrece un cheque al portador de más de siete libras, no logra escapar de sus feroces mandíbulas. Cuando los demás expedicionarios acuden en su ayuda, el bandersnatch sale huyendo, pero el miedo ha sumido al Banquero en la locura. El Pregonero declara que han de abandonarlo a su suerte, o nunca conseguirán encontrar al snark.

El Banquero cae en la locura.

En el octavo y último espasmo, “La desaparición”, la luz del día decae y los ánimos de los expedicionarios también. Habiendo perdido a un hombre, los restantes están a punto de darse por vencidos cuando el Pregonero señala al Panadero, que está encima de una roca agitando los brazos. El Panadero les grita: “¡Es un snark!”, y los aventureros prorrumpen en vítores y hurras… pero el Panadero añade inmediatamente: “¡¡Es un boo…!!”

Y después, el silencio.

Buscan y buscan hasta que la noche les hace imposible seguir buscando, y no encuentran ni la más mínima señal de la criatura a la que señalaba el Panadero, ni al propio Panadero. Éste ha desaparecido… porque el snark era un boojum, ya veis.

El horror. El horror.

Carroll se resistió durante mucho tiempo a ofrecer una interpretación del poema. Cuando le preguntaban, decía que él mismo no lo entendía, o que no había tenido otra intención que escribir una sarta de tonterías. En una carta fechada un año antes de su muerte dijo que, si había de darle un significado, sería simplemente “una alegoría de la búsqueda de la felicidad”.

Los críticos, ¿sorprendentemente?, no están de acuerdo con el autor. La mayoría interpreta el poema como un grito de angustia existencial: nadie tiene nombre, nadie sabe cómo es el snark, el Banquero enloquece y el Panadero se desvanece. La crisis de identidad ya era un tema recurrente en los libros de Alicia, y a nadie se le escapa que tanto el pájaro jubjub como la criatura bandersnatch aparecen en el poema “Jabberwocky” que Alicia lee en A través del espejo. No solo eso, sino que algunas de las palabras inventadas que después Humpty Dumpty explica a Alicia aparecen también en este poema. En una carta, el propio Carroll describió el lugar donde desembarca la expedición como “una isla frecuentada por el jubjub y el bandersnatch; sin duda, la misma isla donde el jabberwock fue derrotado”. La caza del snark, por tanto, se desarrolla en el mismo mundo en que transcurre “Jabberwocky”, lo que constituiría un tercer universo creado por Carroll después del País de las Maravillas y el Mundo del Espejo, y antes de la Tierra Exterior de Silvia y Bruno

Morton N. Cohen opina que la desaparición del Panadero se debe a que ha intentado violar las leyes de la naturaleza, pretendiendo revelar sus misterios. Larry Shaw da una interpretación alternativa al final del poema: en realidad no encuentran ni a un snark ni a un boojum, sino que el Limpiabotas asesina al Panadero y se deshace limpiamente de su cuerpo. Para algunos, el episodio de “El sueño del Abogado” sería una parodia del caso Tichborne, un proceso judicial que se hizo enormemente popular en la época de Carroll. Martin Gardner sugiere que la escritura del poema fue una catarsis para el autor respecto a la trágica muerte de su tío Lutwigde. Como he comentado anteriormente, otros autores consideran que las imágenes absurdas y el terror que progresivamente va haciendo mella en los expedicionarios estarían inspirados en los sueños febriles del sobrino tuberculoso al que Carroll estuvo cuidando.

Visto de esta manera, nadie diría que es un poema para niños, aunque Carroll lo concibiera como tal (Gardner, de hecho, “se estremece” al pensar que un niño pueda leerlo y hasta recitarlo, como hacían los jóvenes admiradores del autor). Pero es divertidísimo. Es absurdo, es delirante, es chocante y rocambolesco, y es una delicia para los admiradores de Carroll actuales como lo fue para sus contemporáneos, por mucho horror existencial que los críticos le atribuyan. Fascinó al mismísimo Mervyn Peake, quien lo ilustró con imágenes igualmente fascinantes. Se han hecho lecturas y grabaciones, adaptaciones para música, musicales, jazz y hasta ópera; existe un corto de dibujos animados y una película de animación en volumen; y puede que pronto podamos ver la primera versión en imagen real, la cual, si por una vez la película hace honor al tráiler, será absolutamente ristolerta.

No puedo esperar a ver esta película,
 ni aunque lo intente con las dos manos.


Dejo enlaces al poema original en Proyecto Gutenberg, y a una traducción al castellano (en la que lamentablemente no consta el nombre del traductor) que la Biblioteca Virtual Universal cede para uso no venal. Léanlo, mi querido lector, mi querida lectora. Estoy convencida de que La caza del snark es lo que los habitantes del País de las Maravillas leen cada vez que alguien del mundo real lee Moby Dick.

Era-un-boojum.



Fuentes:

“Alice on the Stage”, de Lewis Carroll. The Theatre, 1887. 

La caza del snark, texto en castellano.


Lewis Carroll: A Biography, de Morton N. Cohen. Random House, Nueva York, 1995.

The Annotated Snark, de Lewis Carroll, editado por Martin Gardner. Penguin Books, Londres, 1972.

The Hunting of the Snark, texto original.


“Violence and mental illness: What Lewis Carroll had to say”, de Fuller Torrey y Judy Miller, en Schizophrenia Research, diciembre de 2014, vol. 160, págs. 33- 34. 

Wikimedia Commons.

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