25 de diciembre de 2018

Silvia y Bruno (1893).




Silvia y Bruno es la última obra de ficción de Carroll. Debido a su extensión, fue publicada en dos partes: Silvia y Bruno (Sylvie and Bruno, 1889) y Silvia y Bruno Concluida (Sylvie and Bruno Concluded, 1893). Ambas partes fueron ilustradas por Harry Furniss. En la actualidad, es uno de los libros menos reeditados de Carroll, y resulta prácticamente desconocido para el público general.


La génesis de esta obra está documentada en la revista Aunt Judy’s Magazine, que en 1867 publicó dos relatos cortos de Carroll: “El hada Silvia” y “La venganza de Bruno”. Años más tarde, el autor reutilizó estos cuentos como base para una historia más larga. Carroll quiso deliberadamente que esta obra se alejara todo lo posible de los libros de Alicia y, aunque presenta algunos rasgos en común como los poemas absurdos, el mundo onírico y los animales parlantes, se trata en efecto de una idea diferente y una ejecución muy compleja.



La novela tiene dos argumentos que se desarrollan en dos mundos paralelos: la Inglaterra real, victoriana, contemporánea a Carroll, y el mundo de las hadas, llamado “Tierra Exterior” (Outland), que consta de varias regiones.


En el mundo real, un narrador innombrado en primera persona, un hombre de edad madura que padece una enfermedad extraña (pronto se deduce que es narcolepsia) viaja a casa de su amigo Arthur Forester, un médico mucho más joven que él, para que lo examine y le dé un diagnóstico. Sin embargo, la enfermedad del narrador pronto queda en segundo plano, ya que a Arthur le preocupa mucho más su relación con Lady Muriel Orme, una joven de la que se ha enamorado, pero que está prometida al ex soldado Eric Lindon.


En el mundo de las hadas, que presenta una estructura de gobierno de la Europa dieciochesca, el Vice-Guardián Sibimet, su esposa Tabikat y el Canciller conspiran para derrocar al actual Guardián, que es el padre de las hadas Silvia y Bruno (quienes en un primer momento se denominan sprites, y más tarde propiamente fairies). Los niños son conscientes de los manejos de los cortesanos para alzarse con el poder, pero, aunque son sus derechos de nacimiento los que están en peligro, no intervienen en los conflictos y viven sus propias aventuras en las diferentes regiones de la Tierra Exterior.


Estos dos mundos están unidos por la figura del narrador, que varias veces al día cae dormido de manera súbita, y durante esos trances repentinos puede ver a las hadas. Sin embargo, la naturaleza de estas ensoñaciones y lo que ocurre exactamente en ellas es inconsistente. A veces, el narrador puede visitar la Tierra de las Hadas y presenciar todo lo que acontece en ella, pero es invisible para sus habitantes. En otras ocasiones, por el contrario, puede hablar e interactuar sin dificultad con Silvia y Bruno. Otras veces, parecen ser las hadas quienes visitan el mundo real, pero son invisibles para todos excepto el narrador, y otras veces adoptan la forma de niños humanos y se mueven con total libertad por la campiña inglesa.





El argumento que se desarrolla en el mundo real carece de interés. Es una novela social, incluso costumbrista, con largos capítulos de inacción en que los personajes conversan prolijamente sobre moral, política y religión, entre otros temas dispares como los métodos de hacer trampa en diferentes juegos o las bondades e inconvenientes de abstenerse de beber alcohol. El único elemento que nos recuerda que el autor es Carroll es un personaje llamado simplemente Mein Herr, un anciano chiflado que simplemente se ha instalado en casa de Arthur (nadie lo conoce ni sabe por qué está allí), el cual asegura venir de otro planeta y cuenta historias disparatadas sobre el mismo; por ejemplo, que nadie muere ahogado, porque durante siglos la población se ha seleccionado genéticamente para pesar menos que la superficie del agua. 


El triángulo amoroso entre Arthur, Muriel y Eric tampoco despierta ninguna emoción. Arthur habla mucho sobre su pasión hacia Muriel, pero ninguno de los tres actúa como si sus motivaciones fueran el amor y no las conveniencias. Muriel, por ejemplo, declara que no sería "adecuada"  su unión con Eric porque su fe religiosa no es tan profunda como la de ella. 





La historia de las hadas, por su parte, resulta en ocasiones agotadora, por todos los personajes que se disfrazan o transforman su apariencia sin motivo aparente, para revelarse más tarde con su verdadera identidad, y los cambios de localización, tan aleatorios que muchas veces no queda claro si las hadas están en su mundo o en el de los humanos. Los personajes son planos, unidireccionales. Los tres conspiradores son estúpidos y codiciosos; no tienen otra razón de ser que su deseo de gobernar la Tierra Exterior, y los capítulos donde se detallan sus maquinaciones son largos y farragosos. El Guardián legítimo, que es el padre de Silvia y Bruno, tiene todavía menos trasfondo y ni siquiera recibe un nombre propio. En cuanto a las hadas protagonistas, Silvia es un ideal, el arquetipo de la niña delicada, afectuosa, inteligente y sensible de Lewis Carroll (en una carta le dijo a Harry Furniss que “quiero que sea una especie de encarnación de la Pureza”); mientras que Bruno es un niño también inteligente, pero travieso y algo retorcido.


Salpicando la historia de las hadas encontramos, a veces, chistes brillantes propios del mejor Carroll: en el País de los Perros, por ejemplo, antes de entrar en una habitación hay que rascar a la puerta. Lo más recordado de esta obra, y que habitualmente se publica por separado, es el poema absurdo “La canción del jardinero loco”, que aparece desperdigado por estrofas en varios capítulos y recuerda a la maravillosa canción del Caballero Blanco en Alicia a través del espejo, y a los divertidos versos de Fantasmagoría.





Silvia y Bruno es una obra ambiciosa, innovadora y muy elaborada, rompedora con las formas y las técnicas victorianas, y que habría podido ser placentera si hubiera desarrollado la interacción del narrador con las hadas y el contraste entre los dos mundos. Pero está lastrada por unos argumentos flojos, unos personajes blandos y unas digresiones morales faltas de la chispa satírica tan propia de Carroll. Mientras el texto nos sirve para conocer en profundidad el pensamiento del autor, fracasa como novela de fantasía, lo que es más de lamentar cuando encontramos fragmentos y personajes de innegable acierto y encanto.



Fuentes:


CHRISTENSEN, Thomas, “Dodgson Dodges”.

COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography, Random House, Nueva York, 1995.


CARROLL, Lewis. 
                - Silvia y Bruno, Akal, Madrid, 2013.

- The Complete Illustrated Lewis Carroll, Wordsworth Editions, Londres, 1998.


Wikimedia commons.



1 comentario:

  1. ¿Es posible que sus diferentes grados de integración con el Mundo de las Hadas cada vez que cae dormido representen diferentes fases del sueño? Los sueños son distintos dependiendo de lo profundamente dormido que esté el individuo. Hay un tipo de sueño denominado "sueño lúcido" en el que el durmiente se da cuenta que está soñando y en ese momento o despierta o continúa durmiendo pero actuando a voluntad en el sueño en lugar de como mero espectador. La expresión "soñar despierto" que a menudo se emplea para decir que alguien está distraído, es también como se denomina a una fase de sueño muy ligero en la que la persona mezcla los estímulos del mundo real que le rodea (del que es consciente porque su mente sigue procesando sonidos, olores, cambios de temperatura ambiental, etc.) con lo que está soñando y ambas cosas se combinan. Puede que las escenas en las que él visita el Mundo de las Hadas pero estas no lo ven sean sueños comunes, cuando habla e interactúa con ellas sean sueños lúcidos, y cuando son las hadas las que "visitan el mundo real" lo que ocurra en realidad es que esté soñando despierto, y por eso solo él pueda verlas.

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