Foto: ASALE
El 20 de marzo de 2015, en Barcelona,
tuve el inmenso honor de asistir a una conferencia del profesor Alberto
Manguel, uno de los escritores contemporáneos que con más acierto, profundidad
y delicadeza ha interpretado los libros de Alicia. Sabio de las
letras, docto en Dante y en Borges, explorador de mundos imaginarios, Alberto
Manguel (Buenos Aires, 1948) se declara rendido amante de Alicia y su país
maravilloso en muchos de sus artículos, entrevistas y ensayos. La conferencia,
auspiciada por el CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) a
propósito del 150 aniversario de la publicación de Alicia en el País de
las Maravillas, reveló no solo un vasto y penetrante conocimiento de la
obra sino también una exquisita sensibilidad en su lectura.
Reproduzco íntegramente la ponencia
del profesor Manguel, más la ronda de preguntas del público, a partir de mis
propios apuntes. Para mayor comodidad de lectura, divido el texto en cuatro
partes: tres para el discurso y una para las preguntas y respuestas.
Primera parte. Sobre la génesis
de Alicia.
De todos los milagros que jalonan la
historia de la literatura, pocos son tan sorprendentes como el del nacimiento
de Alicia. La tarde del 4 de julio de 1862, el Rev. Charles Lutwidge Dodgson,
con su amigo el Rev. Duckworth, acompañó a tres de las hijas del decano Liddell
– Lorina, Alice y Edith – a una excursión en barca por el río Támesis. “El sol
quemaba tanto”, recordaría Alice, “que tuvimos que desembarcar en los prados
junto al río, abandonando la barca para buscar refugio en el único trocito de
sombra que encontramos, al pie de un almiar recién hecho. Aquí surgió de las
tres la sempiterna petición de ‘cuéntenos una historia’, y así empezó el
delicioso cuento. A veces, para pincharnos – y quizá porque también
estaba muy cansado – el sr. Dodgson se detenía de repente y decía: ‘Y eso es
todo hasta otro momento’, y las tres exclamábamos: ‘¡Pero si ya es
otro momento!”.
Cuando regresaron, Alice le pidió a
Charles Dodgson que le escribiera las aventuras que le había contado. Dodgson
se puso a ello esa misma noche, y en 1864 le ofreció a Alice un manuscrito,
titulado Las aventuras de Alicia bajo tierra y primorosamente ilustrado por
él mismo, que desde entonces ocuparía una lugar destacado en el salón de los
Liddell y sería mostrado con orgullo a las visitas. Tres años después de la
excursión, en 1865, McMillan lo publicó con el título Las aventuras de
Alicia en el País de las Maravillas. Hoy este libro cumple 150 años. Feliz
cumpleaños, Alicia.
Alicia fue creada, literalmente, sobre
el hombro de Duckworth, quien recuerda: “Yo remaba de popa y él de proa en la
famosa excursión a Godstow, durante las vacaciones de verano, con las tres
señoritas Liddell como nuestras pasajeras; y de hecho la historia fue compuesta
y contada sobre mi hombro en atención a Alice Liddell, que era el ‘patrón’ de
nuestra canoa. Recuerdo que me di la vuelta y dije: ‘Dodgson, ¿es esto una de
tus improvisaciones? Y me contestó: ‘Sí, me lo estoy inventando sobre la
marcha’”. La mayor parte de la historia, salvo algunos añadidos posteriores
como la Fiesta del Té, nació en aquellas horas.
La verdad es increíble. Respecto a
otro País de las Maravillas – la Divina Comedia de Dante –
Mandelstam dijo: “ninguna obra es fruto de un instante de inspiración”. En el
caso de Alicia, parece que ocurrió precisamente eso que parece
imposible. No hay duda de que Carroll ya tenía en su cabeza muchos de los
chistes y juegos de palabras que luego utilizaría, porque siempre los tenía a
mano para entretener a los niños… o, más concretamente, a las niñas, ya que, en
sus famosas palabras “me gustan los niños, excepto los varones”. Pero, cuando
las aventuras de Alicia fueron seguidas por A través
del espejo – libro que sí se benefició del tiempo y la reflexión que
normalmente se necesitan para escribir una novela – encontramos que el
sofisticado juego de ajedrez no es mejor que la loca partida de cartas. A pesar
de la improvisación en la concepción de una, y la elaboración de la otra, ambos
mundos se originaron en la misma “tarde dorada”.
Se dice que los místicos reciben la
inspiración divina para crear una obra poética, pero no hay testigos de esos
milagros. En el caso de Alicia, sin embargo, el testimonio del Rev.
Duckworth parece intachable.
Fuentes:
Aventuras de Alicia en el País de las
Maravillas, Lewis
Carroll. Ed. Pilar Torralba Álvarez. Akal, Madrid, 2005.
The Annotated Alice, Lewis Carroll. Ed. Martin Gardner.
Penguin, Londres, 2001.
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