Desde hace aproximadamente una
década, estamos observando un resurgir de los libros de adivinanzas para
adultos. Destaco “para adultos”, porque los libros de adivinanzas infantiles han
sido siempre una publicación básica para cualquier editorial dedicada a este
sector: las adivinanzas “de toda la vida” están libres de derechos de autor, y
basta contar con un ilustrador de animales antropomorfos para obtener un ejemplar
voluminoso (son frecuentes los libros de “365 adivinanzas, una para cada día
del año”) con un precio asequible.
Los adultos, sin embargo, fueron un público
marginado en este sentido hasta que comenzaron a publicarse libros con
acertijos algo más complejos, con tapa dura y páginas a todo color. Sin duda, uno
de los pioneros fue El gran libro de los
enigmas de Fabrice Mazza, publicado en 2008, que fue seguido menos de un
año después por El nuevo gran libro de
los enigmas. Desde entonces, aparecen regularmente libros de adivinanzas
que por lo común mezclan cálculo, deducción lógica y pensamiento lateral con
trucos visuales, laberintos, movimientos de ajedrez y dibujos para buscar las
diferencias. Pocos se salvan de la tentación de recurrir a rompecabezas
clásicos como el enigma de la Esfinge, el de las puertas vigiladas por uno que
siempre dice la verdad y otro que siempre miente, o el cruce del río con un
lobo, un pato y un saco de maíz, con sus muchas versiones.
No pasó mucho antes de que diversos
autores tuvieran la idea de “inspirar” sus libros de adivinanzas en obras
literarias populares, adaptando los propios acertijos que pudieran venir en esas
obras y ambientando el resto con sus personajes y escenarios. Los títulos,
tales como El libro de los enigmas de Sherlock Holmes o El libro de los
enigmas de J.R.R. Tolkien, pueden resultar engañosos, ya que hacen pensar que
todos los acertijos proceden de los libros mencionados; los subtítulos aclaran que se trata de rompecabezas “inspirados en”. Lo que no es óbice, por
supuesto, para que se incluyan los que ya puedan venir en la obra original: en
el de J.R.R Tolkien, es evidente que vamos a encontrar las adivinanzas del
duelo verbal entre Gollum y Bilbo.
Como era de esperar, los libros de
Lewis Carroll no iban a escaparse de esta – bastante apreciable, no hay
que negarlo – moda editorial. Carroll era un impenitente inventor de juegos,
acertijos y rompecabezas, que improvisaba en largos viajes de tren para
distraer a pequeños pasajeros, publicaba en periódicos para desafiar a los
lectores, o desarrollaba con docenas de premisas en sus libros de lógica. El libro de los enigmas del País de las
Maravillas: 140 frabullosos acertijos inspirados en las aventuras de Alicia,
de R.W. Galland, reproduce y adapta algunos de ellos, aunque la mayoría son
inventados por el autor o versiones de clásicos.
Los acertijos del libro están
divididos en tres grupos: enigmas “sencillos”, “curiosos” y “difíciles”. No se
explica qué criterio se sigue para determinar la dificultad o la curiosidad de
cada uno, pero un rápido vistazo permite observar que los “sencillos” son sobre todo
juegos de “busca las diferencias”, adivinanzas más bien populares, y acertijos
de pensamiento lateral. Los “curiosos” y “difíciles” son sobre todo problemas
de cálculo, los típicos de libro de mates: cálculo de volumen de líquidos, de
distancia recorrida, de tiempo transcurrido, de porcentajes, proporciones y probabilidad.
Hay también algunos de diferencias (con la complicación añadida de que la
imagen está invertida, como reflejada en un espejo de modo simétrico) y varios
rompecabezas que gustaban bastante a Carroll: los de trazar una figura sin
levantar el lápiz del papel ni pasar dos veces por el mismo sitio.
El libro está profusamente ilustrado
a todo color con los dibujos de Tenniel, con cenefas enmarcando cada página y
un sombrero en que se indica el número. Las historias inventadas para presentar las adivinanzas son bastante entretenidas, y aparentemente dan por hecho que
Alicia puede pasear libremente entre el País de las Maravillas y el Mundo del Espejo,
lo que da al autor bastante libertad para crear todo tipo de situaciones. Todos
los acertijos de Carroll están señalados con su procedencia y, como es obvio,
las soluciones, con su correspondiente explicación, están al final.
En esencia, es un libro de
adivinanzas presentadas por los personajes de Carroll en vez de por enunciados
genéricos como “había tres hermanas que desafiaron a sus pretendientes a
adivinar sus edades”, “dos amigos encontraron una bolsa de monedas y discutieron
cómo repartirla” o “un tabernero pícaro quería mezclar vino y agua y tenía dos
tinajas de diferentes tamaños”. Puede hacerse un poco frustrante para quien no sea
ducho en matemáticas, por la gran cantidad de problemas de cálculo que no se
pueden resolver con unos conocimientos básicos. También hay algunos acertijos
que se repiten con diferentes planteamientos (por ejemplo, los de deducir qué
cartas o tipos de canicas se han sacado de una bolsa sin mirarlas), y quizá
demasiados dibujos para encontrar las diferencias. Pero, en general, es un bonito libro,
entretenido y asequible en su mayor parte, que puede hacer un pasar muchos
buenos ratos a los amigos de las adivinanzas… sobre todo, si se olvidan de las
soluciones de una vez a otra.
¡No PUEDO con los problemas matemáticos! ¡AAAAAAAGH!
El libro de los enigmas del País de las Maravillas: 140 frabullosos
acertijos inspirados en las aventuras de Alicia, de Richard Wolfrik Galland. Grijalbo
(Penguin Random House Grupo Editorial), Barcelona, 2014.
Vaya, acabo de aprender alguna cosa nueva! Me encanta como escribes! ;)
ResponderEliminar¡Bienvenida, Cati! Muchas gracias por tu comentario, pero tú escribes mejor que yo, ¡y en más idiomas!
Eliminar¿Frabullosos? ¿Palabra-maletín de "francamente bulliciosos" quizá?
ResponderEliminarQuizá. Es una de las posibles traducciones de la palabra frabjous del poema "Jabberwocky" de Alicia a través del espejo, que podría venir de la mezcla de frantic y joyous. Otros autores la han adaptado como:
Eliminar- "Promifortunoso" (Manuel Barberá, circa 1950);
- "Fragarante" (Jaime de Ojeda, 1973);
- "Ristolerto" (Ramón Buckley, 1984; y Jorge A. Sánchez, 1996);
- "Fragoso" (Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich, 1997);
y, más recientemente, "gloricioso", en la película de Tim Burton de 2010, aunque desconozco el nombre del/ los traductor/es. Para lo que cuenta, la palabra "frabulloso" y tu teoría sobre su origen son tan válidas como todas las anteriores.