28 de febrero de 2021

Alice Liddell (1852 - 1934). Tercera parte.

 

Alice Hargreaves.
Fotografía de W. Coulbourn Brown, 1932.



Este es un artículo divido en tres partes. En la primera, hablamos sobre la infancia y la adolescencia de Alice, hasta sus dieciocho años; en la segunda, sobre su juventud y madurez; y en la tercera, sobre su ancianidad y los últimos años de su vida. 

 

Tercera parte: La anciana. 


Los últimos años de Alice Hargreaves se prometían solitarios. Su único hijo superviviente, Caryl, se había casado en 1929 y se había establecido definitivamente en Londres. Ni siquiera el nacimiento de una hija (Mary-Jean, en junio de 1931) hizo que Alice dejara Cuffnells y se trasladara a vivir con su hijo, su nuera y su única nieta. La más joven de sus hermanas, Violet, había muerto en 1927; la mayor, Lorina, en 1930. Para mitigar su soledad y los fríos inviernos de Lyndhurst, Alice alquilaba cada invierno una casa en Westerham, que distaba solo una milla de la casa de su hermana Rhoda, que no se había casado y había vivido con Violet hasta la muerte de esta, en Hoseyrigge. Pasaba en compañía de Rhoda los meses fríos, y Caryl y su familia iban a visitarlas en Navidad, pero, cuando volvía a Cuffnells, Alice no tenía amigos ni visitas, y evitaba el contacto con la gente del pueblo por considerarla socialmente inferior a ella.



Alice con su nieta Mary-Jean, 1931.

En 1932 se planearon eventos a ambos lados del océano para conmemorar el centenario del nacimiento de Lewis Carroll, y la Universidad de Columbia invitó a Alice a recibir un doctorado honorífico como parte de los actos de celebración de la efeméride. Alice viajó en el transatlántico Berengaria, acompañada por Caryl y Rhoda, y llegó a Nueva York el 29 de abril. Incluso antes de desembarcar fue tratada con grandes honores. El director de la biblioteca universitaria y el presidente de los actos conmemorativos del centenario de Carroll, con un grupo de periodistas, subieron al barco a darle la bienvenida, y aunque Caryl y Rhoda temían que pudiera sentirse abrumada, tanto las entrevistas como las grabaciones en película la muestran relajada y muy contenta de recibir tanta atención. Tras el desembarco, fue escoltada por la policía al Waldorf- Astoria, donde tenía una habitación de lujo en la que pasó un día descansando. Aparentemente, el hotel vació todo el piso de su suite y desactivó algunos de los ascensores para reducir el nivel de ruido.



Alice en Columbia, 1932.

A la mañana siguiente fue llevada en excursiones turísticas por Nueva York, halagada, mimada y rodeada de los lujos que tanto apreciaba. Esa misma tarde, desde su habitación del hotel, habló por radio sobre las fundaciones en beneficio de la infancia que, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, llevaban el nombre de Lewis Carroll, comentó algunas cartas sobre el manuscrito original de Las aventuras de Alicia bajo tierra, y terminó leyendo un acróstico de Carroll. El 2 de mayo, en una ceremonia privada con un reducido número de público, el presidente de la Universidad de Columbia le entregó a una Alice con toga y birrete el doctorado honorífico en Letras, por "despertar con su encanto infantil la chispa del ingenio de un profesor de matemáticas dotado de gran imaginación, y animarlo a revelar su total comprensión tanto del corazón del niño como de la mente del hombre". 


Alice Hargreaves y Nicholas Murray Butler, 2 de mayo de 1932.
Archivos de la Universidad de Columbia.

Alice y sus acompañantes permanecieron en Nueva York diez días más; Alice celebró allí, el 4 de mayo, su octogésimo cumpleaños. Nuevamente se le preparó una gran fiesta con actos musicales, una ponencia sobre los libros de Alicia, y un pastel de tres capas con los personajes del País de las Maravillas, elaborado para la ocasión por el repostero jefe del Waldorf- Astoria. Durante una de las entrevistas que concedió a diferentes medios de comunicación en aquellos días, llegó a admitir que se había visto catapultada a la fama "por no hacer absolutamente nada".  


Alice Hargreaves en su cumpleaños, 4 de mayo de 1932.

Durante este tiempo también hizo un viaje a Filadelfia para conocer al Dr. Rosenbach, quien le había comprado el manuscrito en la subasta de 1928. Para entonces, Rosenbach ya había revendido el libro a Elridge Johnson, presidente de la Victor Talking Machine Company (posteriormente, y aún en la actualidad, RCA Victor), pero el propio Johnson fue a casa de Rosenbach para enseñarle a Alice la caja de máxima seguridad en la que conservaba el texto. 




El 14 de mayo, Alice y Rhoda regresaron al Reino Unido en el Aquitania, que por iniciativa del comité de celebración del centenario de Carroll, y muy a disgusto del capitán, enarboló una bandera del Gato de Cheshire; Caryl se quedó un tiempo más en Nueva York, buscando oportunidades de negocio. Apenas un mes después de su regreso, el 26 de junio, Alice inauguró la exhibición en honor del centenario de Carroll en Londres, y tuvo la oportunidad de conocer a Peter Llewelyn Davies, uno de los hermanos que inspiró a J.M. Barrie las historias de Peter Pan. Tras estos actos, la correspondencia comenzó a llegar a sacos a Cuffnells, muchas veces dirigida a "Alicia en el País de las Maravillas" o "La Alicia de verdad, Inglaterra". La mayoría de cartas eran simplemente de admiradores, cazadores de autógrafos, y lectores que la identificaban todavía con la niña de los libros, pero había también numerosas peticiones de dinero y apoyo a causas de lo más dispares, como hospitales de niños y asilos de locos. El biógrafo Colin Gordon cita una carta en que cierta señora le pedía que financiara la fundación que había creado para demostrar que las hadas existen, ya que "si la Alicia del cuento existe de verdad, las hadas también son reales". Alice remitía todas estas cartas a Caryl, quien no había tardado nada en ver el lucrativo negocio que representaba la figura de su madre, y firmó docenas de contratos publicitarios para que se usara su nombre en todo tipo de productos. 




A finales de aquel año, Alice comenzaba a agotarse de la atención y la fama que tanto había disfrutado en Nueva York. En una de sus cartas a Caryl le pedía que hiciera algo para que la gente se olvidara de una vez de ella: "Pero oh, cariño, estoy cansada de ser Alicia en el País de las Maravillas. ¿Suena desagradecido? Lo es, ¡solo que estoy cansada!". Como consecuencia de este cansancio, rechazó inaugurar una estatua del Conejo Blanco que en 1933 se levantó en Llandudno, en el País de Gales, donde los Liddell tenían una casa de vacaciones y Alice había pasado muchos veranos de su infancia. La localidad, en un intento bastante vergonzoso de "barrer para casa", había hecho circular la historia de que Alice y Lewis Carroll se habían conocido en su playa, que Carroll fue inventando el cuento mientras paseaban juntos, y que le leyó el manuscrito a la niña junto al fuego de la chimenea. Algo que Alice negó categóricamente, respaldada por la realidad histórica de que Charles Dodgson jamás estuvo en Llandudno, con o sin la compañía de la familia Liddell. Con todo, la estatua, finalmente inaugurada por el entonces primer ministro David Lloyd George el 6 de septiembre, llevaba una placa en la que se podía leer: "En esta misma orilla, durante felices paseos con Alice Liddell, LEWIS CARROLL recibió la inspiración para escribir el tesoro literario Alicia en el País de las Maravillas, que ha encantado a los niños durante generaciones". 


Estatua del Conejo Blanco en Llandudno.
Fotografía de Tripadvisor, tomada por la viajante "Lucy".

Otro evento exigió la atención de Alice en 1933: el estreno de la adaptación cinematográfica de Paramount de los libros de Alicia, dirigida por Norman Z. McLeod. Según la prensa, la actriz que interpretaba a Alicia, Charlotte Henry, había sido "aprobada personalmente" por Alice Hargreaves, aunque en realidad la anciana no tuvo ninguna participación en el asunto. Se montó una proyección especial para Alice en su propia casa, y aunque la película tuvo muchos detractores, ella dijo - o la prensa dijo que dijo - que "He visto a Alicia y sus aventuras tal como yo me las imaginé hace tantos años". También escribió una reseña de la película para la revista Picturegoer, en que alababa el vestuario y la caracterización de los personajes. Fue la última vez que Alice tuvo ocasión de pronunciarse sobre un asunto relacionado con su popular alter ego. 




En noviembre de 1934, mientras paseaba en coche por Westerham, súbitamente comenzó a sentirse mal, y cuando el chófer y su acompañante la llevaron de vuelta a casa y llamaron a los médicos, ya había entrado en coma. Rhoda y Caryl acudieron de inmediato y permanecieron constantemente a su lado; la prensa, desde que se supo la noticia, montó un campamento cerca de su vivienda para actualizar la información sobre su estado a cada momento. Pero Alice no despertó del coma, y no hubo más información que actualizar hasta su muerte, el 15 de noviembre. Se celebraron dos misas de memorial en Lyndhurst y en Westerham; el cuerpo de Alice fue incinerado y sus cenizas enterradas en la tumba de los Hargreaves, junto a las de su marido. 


Tumba de Alice in Lyndhurst.


Lionel murió en 1942, Rhoda en 1949 y Frederick en 1950. Caryl Hargreaves murió en 1955. Sus descendientes llegan hasta nuestros días: Mary-Jean tiene en la actualidad 90 años, y su hija Vanessa Tait (bisnieta, por tanto, de Alice Hargreaves) es una escritora que ha indagado en la historia familiar para escribir La casa del espejo, novela ambientada en la infancia de Alice Liddell. 


Mary-Jean St. Clair (de soltera Hargreaves) y Vanessa Tait, 
nieta y bisnieta de Alice Hargreaves. Foto de The Mirror, 2015.


Se ha escrito mucho, y sin duda seguirá escribiéndose, sobre la relación de Dodgson con Alice, y sobre cómo afectó a esta mujer el ser "la Alicia de verdad" a lo largo de su vida. Se tiende a olvidar, sin embargo, que la fama le llegó en sus dos últimos años a raíz del centenario de Carroll. La mayor parte de la vida de Alice transcurrió en el anonimato, y fue una existencia lujosa y placentera, que muchos habrían calificado de perfecta, salvo por la muerte de sus hijos en la guerra. De no haber sido por la venta del manuscrito, y por la iniciativa de Columbia de presentarla en las celebraciones del centenario - descartando a los hermanos supervivientes de Charles Dodgson, y a su sobrino Stuart Dodgson, que había publicado la primera biografía del autor en 1898 - seguramente Alice no sería más que una nota a pie de página en las introducciones a los libros de Alicia, como lo sería en las biografías del príncipe Leopoldo. Parece poco probable que el ser la musa de Carroll supusiera una carga para ella, hasta que en 1933 comenzara a cansarse de una notoriedad que, como llegó a admitir, era inmerecida. 


Cuando Peter Davies se suicidó en 1960, familiares y amigos declararon que "ser Peter Pan" se había convertido en la causa de su alcoholismo y depresión; Charlotte Henry declararía que interpretar a Alicia destruyó su carrera y le robó su identidad. Alice tuvo siempre presente el papel que había tenido en la literatura británica y luego universal, pero no pareció considerarlo el principal frente a los otros papeles de su vida: hija del decano, esposa de Reginald, madre de sus tres hijos, y "Lady Hargreaves", como insistía en que la llamaran. Por mucho que las obras de ficción insistan en mostrarla como un alma torturada por un pasado oscuro y una fama que nunca deseó, las biografías indican que fue una mujer privilegiada que vivió conforme a su tiempo, y que tuvo una existencia tan cómoda y feliz que solo una guerra logró hacerle daño. 


Fuentes: 


AHREND, Herbert G. "'Alice' Given Honorary Doctorate", en Columbia Daily Spectator, 3 de mayo de 1932. 



CLARK, Anne. The real Alice, Penguin Michael Joseph, Londres, 1984. 
 
 

GORDON, Colin. Beyond the Looking Glass: Reflections on Alice and her Family, Hodder and Stoughton, Londres, 1944.

10 de febrero de 2021

Alice Liddell (1852- 1934). Segunda parte.

 

Alice Liddell como la diosa Pomona.
Fotografía de Julia Margaret Cameron, 1872.


Este es un artículo divido en tres partes. En la primera, hablamos sobre la infancia y la adolescencia de Alice, hasta sus dieciocho años; en la segunda, sobre su juventud y madurez; y en la tercera, sobre su ancianidad y los últimos años de su vida. 

 

Segunda parte: La mujer. 

 

En noviembre de 1872, Christ Church recibió con los brazos abiertos a un estudiante de excepción: el príncipe Leopoldo, duque de Albany, octavo hijo y cuarto varón de la reina Victoria y el príncipe Alberto. No era raro que los miembros de la realeza estudiaran en Oxford (el hermano mayor de Leopoldo, que reinaría como Eduardo VII, también había pasado brevemente por sus aulas una década antes), pero Leopoldo, de salud frágil debido a su hemofilia, tuvo que insistir para convencer a su sobreprotectora madre de que le permitiera abandonar la seguridad del palacio. La reina cedió a cambio de restringir las actividades del príncipe en Christ Church, prohibiéndole cualquier tipo de deporte o juego en que pudiera lastimarse. El príncipe se alojó con su tutor, Robinson Duckworth, en la residencia de este, Wykenham House, y se matriculó en varias asignaturas de humanidades. 

 
El príncipe Leopoldo y su tutor Robinson Duckworth.
El perrito probablemente pertenecía al estudio.
Fotografía de Hills & Saunders, circa 1870.

En Christ Church, Leopoldo pronto conoció a los compañeros y amigos de su tutor, y trabó amistad con John Ruskin y Charles Dodgson, y más tarde con Oscar Wilde, que se matriculó en 1874. Además de la casa de su tutor y sus amigos, las salas de clase y la sede del club de ajedrez universitario, el príncipe también pasó mucho tiempo en la casa del deán Liddell, muy frecuentemente invitado a cenas y fiestas.


El príncipe Leopoldo.
Fotografía de Charles Dodgson, 1875.

La familia Liddell no era extraña para la realeza: ya había organizado en las dependencias del deán una recepción para la reina Victoria y el príncipe Alberto en 1860, y otra para la boda del príncipe Eduardo y la princesa Alexandra en 1863. La sra. Liddell, con tres hijas casaderas en ese momento (Lorina, de veintitrés años, Alice, de veinte, y Edith, de dieciocho) supo que aquella era su gran oportunidad para cumplir su sueño de emparentarse con la familia real. Probablemente pensó que, debido a su enfermedad y a sus pocas posibilidades de alcanzar la corona, el príncipe Leopoldo no suscitaría demasiado interés entre las demás casas reales europeas, y tal vez la reina consentiría en un matrimonio con una plebeya. De modo que puso todo su empeño en exhibir ante el príncipe a sus tres hijas disponibles - especialmente a Edith, la más joven y considerada la más hermosa - y buscar ocasiones para que pasaran tiempo juntos y participaran en actividades comunes. 


Alice Liddell como la diosa Alethea.
Fotografía de Julia Margaret Cameron, 1872.



Sus manipulaciones debieron de ser tan explícitas que la cerrada pero jovial sociedad de Oxford, siempre dispuesta a la sátira, no tardó en sacarle punta al asunto. Charles Dodgson, firmando como Carroll, publicó en 1873 un folleto titulado "La visión de las tres Tes", en el que se reproducía un diálogo entre un Pescador, un Cazador y un Profesor. En cierto momento, el Pescador habla de los peces que se pueden pescar en los lagos y afluentes del Támesis que hay en Oxford, y comenta que la carpa dorada (Goldfish) es una presa codiciada no solo por los pescadores, sino también por varias aves como el martín pescador (Kingfisher). La metáfora era tan evidente (el biógrafo Douglas- Fairhurst la llamó "uno de sus lenguajes codificados menos ambiciosos") que pronto todo Oxford comenzó a referirse a la señora Liddell como "la Pescarreyes", y un enfurecido deán hizo prohibir el folleto. Eso no impidió que año siguiente un estudiante publicara una obrilla de teatro satírica en que tres doncellas se jactaban de haber "cazado" a pretendientes de la nobleza y la realeza. 



Con todas las risas que suscitó, el plan de la sra. Liddell parecía funcionar. El príncipe Leopoldo pasaba mucho tiempo con Alice, la más cercana a él en edad; la muchacha tenía el privilegio de acompañarlo a algunas de sus clases - a las jóvenes de buena posición se les permitía acudir como oyentes - y salían a pasear y a remar por el Támesis. Alice recordaría que ella manejaba tan mal los remos que en una ocasión golpeó con uno de ellos al príncipe en la cara y le puso un ojo morado, lo que podría haberlo matado, pero "nunca se ordenó que me cortaran la cabeza". Durante los cuatro años que el príncipe estuvo en Oxford, Alice fue su más constante acompañante femenina, y la sra. Liddell debió de pensar que el asunto ya estaba decidido, por lo que adjudicó a sus otras hijas a otros postores: Lorina se casó en 1874 con William Baille Skene (rico, aunque sin título nobiliario) y Edith se prometió en 1876 con Aubrey Harcourt, sobrino del representante parlamentario de Oxford. 


No obstante, a pesar de las esperanzas de "la Pescarreyes", el príncipe dejó Oxford en 1876, con un doctorado honorario en Derecho Civil, y se fue  viajar por Europa. El último contacto cercano que tuvo con la familia Liddell fue ser uno de los porteadores del féretro de Edith, que falleció de viruela o de peritonitis (las fuentes difieren) pocos meses antes de su boda, en junio de 1876. Desde entonces él y Alice mantuvieron esporádicamente el contacto en algunas cartas; Alice se casó en 1880 y Leopoldo en 1882.  Poco más tarde el príncipe aceptó ser el padrino del segundo hijo de Alice, nacido en 1883, que también se llamaría Leopold. 


Se ha especulado sobre la naturaleza de la relación entre el príncipe y la hija del deán. Hay quien dice que se enamoraron el uno del otro, pero que la reina Victoria le prohibió a su hijo de modo tajante que se uniera a una plebeya; hay quien asegura que Leopoldo realmente amaba a Edith, como la sra. Liddell había orquestado en un principio; otros opinan que solo fueron amigos y nunca hubo un conato de noviazgo por ninguna de las dos partes. No hay testimonios ni pruebas objetivas en ningún sentido, y las únicas cartas que se conservan son la felicitaciones de boda y las relativas al apadrinamiento de Leopold, el hijo de Alice. 


Reginald Hargreaves.
Fotógrafo y año desconocidos.


Perdida cualquier esperanza de emparentarse con la realeza, Alice volvió a buscar un marido que fuera rico aunque no tuviese título, y lo encontró en la acaudalada familia Hargreaves. El primogénito, Reginald Hargreaves, jugador de criquet y antiguo alumno (no de los más brillantes) de Charles Dodgson, conocía a la familia Liddell desde hacía tiempo, y llevó algunas veces a bailar a Alice y a Edith, hasta centrarse en la primera. Tras un año de luto por la muerte de Edith, y un viaje de consuelo al año siguiente, Alice y Reginald se prometieron formalmente, y la petición de mano tuvo lugar en julio de 1880. Se casaron el 15 de septiembre del mismo año, en una ceremonia de la que se hizo eco toda la sociedad de Oxford, en la abadía de Westminster. Aunque se tomaron un breve descanso de la boda en Sussex, aplazaron la luna de miel hasta febrero de 1881, en que realizaron un viaje de ocho semanas por Francia y España. A su regreso, se trasladaron a una enorme mansión llamada Cuffnells en el condado de Hampshire, que poseía la familia Hargreaves. Alice había visitado por primera vez la mansión unas semanas antes de su boda, y le había escrito a su prometido: "Parece que el País de las Maravillas por fin ha encontrado a su Alicia". 


La mansión Cuffnells a principios del s. XX.

Alice disfrutó de una vida lujosa durante su edad adulta: celebraba fiestas y bailes, desempeñaba cargos honoríficos en asociaciones patrocinadas por la alta sociedad británica, y hacía que la servidumbre la llamara "Lady Hargreaves", aunque carecía de título nobiliario. Se conservan algunos testimonios de la aspereza con que trataba a las criadas: en una ocasión riñó severamente a una por no haber abierto las contraventanas, y cuando la mujer le explicó que tenía las manos tan hinchadas por los sabañones que apenas podía mover los dedos, envió a otra criada a comprarle un ungüento, pero le descontó una semana de su sueldo por ello. 

 

Reginald y Alice tuvieron tres hijos: Alan Knyveton (nacido en 1881), Reginald Leopold (nacido en 1883, del que fue padrino el príncipe Leopoldo), y Caryl Liddell (nacido en 1887, cuyo nombre, según siempre aseguró Alice, no estaba inspirado por el de Carroll). Una anécdota cuenta que, en 1886, Carroll escribió a Alice para pedirle que le devolviera temporalmente el manuscrito de Las aventuras de Alicia bajo tierra, con el fin de preparar una edición facsímil. Alice se lo envió, y Carroll le respondió que, cuando el facsímil se publicara, tendría mucho gusto en dedicarle un ejemplar a su hija mayor. 



En 1890, los beneficios del estado de Cuffnells comenzaron a ser insuficientes para mantener la propiedad y el tren de vida de la pareja, con lo que Reginald lo fue vendiendo por partes, hasta quedarse con poco más que la mansión y alguna granja. Solventados estos primeros tropiezos económicos, la familia siguió viviendo sin dificultades, y a pesar de que Reginald pasaba largas temporadas fuera de casa por sus actividades deportivas, Alice parecía muy enamorada de él: "Te amo todavía con un amor tan tierno como el día en que me tomaste para lo bueno y para lo malo", le escribió en 1891, en el undécimo aniversario de su boda. 



La idílica vida de mujer de la alta sociedad de Alice transcurría pacíficamente, solo alterada por la muerte de familiares y amigos: el príncipe Leopoldo murió, a consecuencia de una caída que le provocó hemorragias internas, en 1884; Charles Dodgson y el deán Liddell, con cuatro días de diferencia, en 1898; Lorina Liddell, madre, en 1910; y Harry Liddell, en 1911. Sin embargo, la mayor tragedia de su vida llegaría, como para tantas vidas en Europa, con la Primera Guerra Mundial. Sus tres hijos fueron movilizados, y los dos mayores perdieron la vida en Francia: Alan en 1915 y Reginald hijo en 1916. Reginald y Alice nunca visitaron las tumbas, pero sufragaron casi íntegramente el coste de un memorial que se levantó  en Lyndhurst en 1921 con el nombre de los 69 residentes de la zona que perecieron en la guerra. El diseño mismo del memorial partió de una idea original de Alice, y ella y su marido fueron invitados de honor en la ceremonia de inauguración.



Memorial de los caídos en la Primera Guerra Mundial en Lyndhurst.
Fotografía de Brice Stratford.

A principios de los años veinte, la situación familiar y económica de los Hargreaves seguía deteriorándose. El valor de la tierra se devaluaba y los impuestos aumentaban; cada vez era más caro mantener la propiedad, y más difícil encontrar personal de servicio dispuesto a trabajar en un lugar aislado. Reginald, aunque aún afectuoso con Alice, no se recobró de las muertes de sus hijos, y vivió el resto de sus años arrasado por el dolor. Cuando falleció de una neumonía en 1926, sus allegados coincidieron en que la muerte había sido misericordiosa. Frederick "Eric" Liddell, uno de los hermanos menores de Alice, dijo que Reginald había sido otra baja de guerra. 



Ese mismo año, Alice y Caryl emprendieron un viaje de seis semanas por Italia para distraerse de la pérdida. El gasto no fue muy oportuno. Caryl llevaba una vida frívola en Londres, siempre buscando oportunidades de negocios que nunca prosperaban, y aunque era el heredero directo de Cuffnells, no tenía la menor intención de habitar en la enorme mansión en la que se había criado. Los recursos de la familia se fueron agotando, y Alice cerró todas las habitaciones de la casa, excepto cinco, para ahorrar en mantenimiento. Dos años después, cuando Caryl intentó convencerla de que alquilara Cuffnells, Alice decidió vender en subasta el manuscrito de Las aventuras de Alicia bajo tierra que Dodgson le había regalado en 1864, junto con otras primeras ediciones autografiadas, y una colección de juguetes, folletos y curiosidades relacionadas con Alicia en el País de las Maravillas. Consiguió 15.400 libras, equivalentes, en la actualidad, a más de un millón de euros. Cometió el error o la imprudencia de entregar ese dinero a Caryl, que lo invirtió sin habilidad y  lo perdió prácticamente todo. 



Caryl se casó en junio de 1929 con Madeleine Llewellen, una viuda de guerra que tenía ya dos hijos, y estableció definitivamente en Londres. Alice se había opuesto desde el principio a ese matrimonio, ya que consideraba inmorales a las viudas que contraían segundas nupcias, y sus relaciones con su hijo se enfriaron, aunque seguían escribiéndose. La viuda Hargreaves pudo permanecer en Cuffnells, pero privada ya de fiestas, soirées y reuniones sociales de alto copete, llevando una existencia solitaria, y olvidada de todos, hasta que llegó una efeméride que le otorgó una notoriedad inesperada: el centenario del nacimiento de Charles Dodgson.



Fuentes:


CALLEJAS, César Benedicto. "Alice Liddell y Leopoldo... un desamor de maravillas", en Cisterna de sol, 13 de mayo de 2016. 


COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography. Random House, Nueva York, 1995.


DOUGLAS-FAIRHURST, Robert. The story of Alice. Lewis Carroll and the secret story of Wonderland, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, 2015.


LEACH, Karoline. In the Shadow of the Dreamchild, Peter Owen Publishers, Londres, 2015. 


7 de febrero de 2021

Alice Liddell (1852 - 1934). Primera parte.

 

Alice Liddell a los siete años, 
fotografiada por Charles Dodgson (1860).




Este es un artículo divido en tres partes. En esta primera, hablamos sobre la infancia y la adolescencia de Alice, hasta sus dieciocho años; en la segunda, sobre su juventud y madurez; y en la tercera, sobre su ancianidad y los últimos años de su vida. 

 

Primera parte: La niña. 

 

Alice Pleasance Liddell (Hargreaves a partir de su matrimonio) fue, durante su infancia y con sus hermanas Lorina y Edith, una de las amigas y modelos de fotografía del reverendo Dodgson, quien en una famosa ocasión improvisó un cuento que la tenía como protagonista y, tras redactar un primer manuscrito para regalárselo, decidió desarrollar hasta convertirlo en Alicia en el País de las Maravillas


Henry y Lorina Liddell a mediados de la década de 1860.
Fotógrafo desconocido, posiblemente Thomas Edge.



Alice nació en Westminster, un distrito del centro de Londres, el 4 de mayo de 1852, hija de Henry George Liddell (1811- 1898) y de Lorina Hanna Liddell (de soltera Reeve, 1826- 1910). Aunque solamente Alice y dos de sus hermanas, Lorina y Edith, así como sus padres, suelen aparecer en las obras documentales o semificcionales que hablan de la génesis de Alicia en el País de las Maravillas, la familia Liddell era mucho más extensa: Alice era la cuarta de diez hermanos. Fue precedida por Harry, Lorina y Arthur (que murió a los tres años); y seguida por otros seis hermanos y hermanas: Edith, Rhoda, Albert (que murió con pocas semanas de vida), Violet, Frederick y Lionel. Rhoda y Violet aparecerían como la Rosa y la Violeta en A través del espejo



Fotografía de la recepción de la reina Alexandra (en el centro, de blanco), junio de 1863.
La mujer con la niña en brazos en Lorina Liddell (madre); la niña es Rhoda Liddell.
El hombre sentado a la derecha de la foto es Henry Liddell.



Cuando nació Alice, Henry Liddell era director de la Westminster School, pero pocos años más tarde fue nombrado decano de Christ Church, con lo que la familia se trasladó de manera permanente a Oxford a principios de 1856, el mismo año en que Charles Dodgson se inició en la fotografía. El matrimonio Liddell y sus dos hijos mayores (Harry y Lorina) se encontraron por primera vez con Dodgson el 25 de febrero de ese año, viendo una carrera de botes. Un poco más tarde, en la primera semana de marzo, Dodgson señala en su diario que traba amistad con Harry, y unos días más tarde con Lorina. El 25 de abril tuvo ocasión de conocer a la familia completa, mientras fotografiaba la catedral por primera vez (aunque él mismo admite que esas fotografías primerizas fueron un fracaso) y los Liddell paseaban por los alrededores. 

 

 
Henry Liddell (1847- 1911). 
Fotografía de Charles Dodgson, verano de 1859.


El reverendo se convirtió en un amigo muy cercano a la familia – aunque no siempre compartía las teorías académicas del decano Liddell – y era un visitante frecuente en su casa; del mismo modo, las hermanas Lorina, Alice y Edith, que siempre iban juntas, solían visitar sus aposentos y su estudio de fotografía. Aunque no suele mencionarse en los apuntes biográficos de Carroll por no tener relación directa con los libros de Alicia, había un mutuo aprecio entre Charles Dodgson y el primogénito de los Liddell, Harry, quien posó para las primeras fotografías de Dodgson (pero tenía dificultades para permanecer quieto mucho tiempo) y asistió a algunas excursiones con sus hermanas; el reverendo le enseñaba matemáticas y lo llevaba consigo a remar en bote y a exposiciones de arte. 


De izquierda a derecha: Alice, Lorina, Harry y Edith.
Fotografía de Charles Dodgson, primavera de 1860.

Las tres hermanas Liddell eran en modelos frecuentes y entusiastas del principiante fotógrafo Dodgson, quien les sacó docenas de fotografías, de las que solo unas pocas pasaron sus exigentes estándares de calidad y han llegado hasta nuestros días. Aunque entonces el proceso de tomar una sola fotografía podría llevar veinte minutos en los cuales el modelo debía permanecer completamente inmóvil, Alice Liddell escribiría en su edad adulta que les encantaba posar para el reverendo, especialmente cuando este fue adquiriendo habilidad y las hacía disfrazarse y representar escenas para fotografías más complejas. 


"Abre la boca y cierra los ojos". 
Edith (sentada), Lorina (centro) y Alice Liddell (derecha). 
Fotografía de Charles Dodgson, julio de 1860.


En diciembre de 1860, la familia Liddell organizó una fastuosa recepción para una invitada de gran categoría: la reina Victoria, que había acudido a Oxford para visitar a su hijo, el príncipe Eduardo, que estudiaba allí desde el año anterior. Las niñas Liddell tuvieron ocasión de lucir sus mejores galas y repartir ramilletes de flores a los asistentes. Entre ellos estaba Dodgson, que vio por primera vez a Su Majestad, y se sintió decepcionado al ver que era "baja, regordeta y de aspecto común". Alice, con ocho años entonces, no debió de quedarse mucho tiempo en la fiesta, y no sabemos lo que pensaría de la reina Victoria, pero años más tarde tuvo una relación muy cercana (algunos especulan que un amor imposible) con otro de los hijos de la monarca.


En la Inglaterra victoriana, las mujeres no tenían acceso a ningún tipo de formación académica, y solo estaba tolerado que trabajaran aquellas de clase social baja: las pertenecientes a una posición social superior, como el caso de las hermanas Liddell, no tenían otra salida que casarse con un hombre adinerado, o quedarse solteras y depender económicamente del padre, un hermano u otro familiar. Por tanto,  a pesar de vivir desde su infancia en el corazón de la universidad de Oxford, la educación que recibió Alice fue superficial. No fue a la escuela como sus hermanos, ya que hasta la década de 1870 no se abrieron escuelas para niñas (e incluso entonces se consideraba que eran propias de la clase baja), de modo que estudiaba en un cuarto habilitado como aula en las dependencias del decano. Una institutriz le daba lecciones de cultura general, sobre todo lengua, literatura, historia del Reino Unido y nociones de álgebra, mientras que tutores especializados le enseñaban latín y francés. La frase que Alicia le dice al Ratón en el Charco de Lágrimas, "Oú est ma chatte?" y que según ella es la primera de su libro de francés, corresponde en efecto a un libro de texto real, La bagatelle, publicado en 1804 y dirigido a niños de tres o cuatro años, por lo que es posible que ya lo hubieran utilizado ella y Lorina, y en 1862 lo estuviera estudiando Edith. Su formación se complementaba con salidas a museos y excursiones al campo "para observar la naturaleza", aunque era evidente que el propósito de estas actividades era sobre todo lúdico. Tratándose de niñas, todo conocimiento académico se consideraba sobrante, y las institutrices ponían el mayor empeño en los modales y el decoro, las labores de aguja e hilo y la economía doméstica.



Litografía de My Mother's Picture Book
publicado por George Routledge and Sons (1878).

El reverendo Dodgson, que además de ser ingenioso estaba dotado de una gran capacidad de improvisación, solía contar cuentos sobre la marcha para entretener a las niñas durante las excursiones en barca por el Támesis. Para deleite de las oyentes, hacía que ellas fueran las protagonistas, y que aparecieran miembros de la familia, profesores de Oxford y otras figuras conocidas en su entorno como personajes de esas historias. En 1862, en una de sus salidas  - la del 4 de julio - Dodgson contó un cuento en que Alice se caía por una madriguera persiguiendo a un conejo blanco, y debió de estar tan inspirado que, por primera vez, Alice le insistió en que la pusiera por escrito. El resultado fue una versión manuscrita del cuento improvisado, Las aventuras de Alicia bajo tierra, y una reescritura ampliada y sin duda mejorada, Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas.


Un año después de esta excursión se produjo una repentina  ruptura entre Charles Dodgson y los Liddell. Aun no siendo definitiva - las relaciones se reanudarían, algo frías al principio, en diciembre de ese mismo año -  la causa de esta separación sigue siendo un misterio. El diario de Dodgson que abarca estas fechas cuenta muchos encuentros, fotografías y excursiones con las niñas, pero la entrada del 27 de junio de 1863, tras un comienzo sin incidencias, fue mutilada por una de las sobrinas y herederas de Dodgson, que cortó una página entera antes de entregar los diarios para su publicación. Después de ese día desaparecido, Dodgson menciona brevemente, el 30 de junio, que los Liddell han salido de vacaciones, y no vuelve a decir nada sobre ninguno de ellos hasta la entrada del 5 de diciembre, en que dice que vio a la familia en una obra de teatro "pero me mantuve a distancia, como he estado haciendo todo este trimestre".


Durante mucho tiempo se ha especulado qué pasó el 27, 28 o 29 de junio que hiciera que Dodgson se mantuviera "a distancia" durante no solo durante el trimestre académico sino también los tres meses anteriores, que no mencionase para nada a los Liddell en todo ese tiempo, y que alguna de sus herederas considerara tan grave como para arrancarlo literalmente del diario del autor. Para algunos parece evidente que la causa del malestar de los Liddell fue el excesivo afecto que Dodgson prodigaba a Alice; Morton Cohen sugiere incluso que llegó a pedir la mano de la niña, que entonces tenía once años. Cabe aclarar que, en la Inglaterra victoriana, las niñas eran legalmente núbiles a los doce años, y los matrimonios entre hombres adultos y chicas de entre doce y dieciséis años eran socialmente aceptados. Para Cohen y otros biógrafos, el enojo de los Liddell no provendría de la edad de Alice, sino de la posición social del pretendiente, muy por debajo, a juicio de ellos, de la suya propia. Como veremos más adelante, la señora Liddell tenía aspiraciones muy altas para sus hijas - se ganó en Oxford el apodo de "la pescarreyes" - y que un hombre con un cargo medio en la Iglesia le propusiera matrimonio a cualquiera de sus hijas le habría sentado como un guantazo.  

 

En 1996, la investigadora Karoline Leach encontró una nota que arrojó algo de luz sobre el misterio. La misma mano desconocida que mutiló el diario sintió la necesidad de dejar constancia de lo que se contaba en la página cortada, y escribió brevemente: "L.C. se entera por la señora Liddell de que creen que está usando a las niñas para cortejar a la gobernanta - también que cree que [ilegible] cortejando a Ina".

 

Los rumores de que el reverendo podría estar enamorado de la institutriz de las niñas se remontaban a 1857, y el propio Dodgson se reía de ellos en su diario: Mary Prickett, una mujer de tan mal carácter como escaso atractivo, no tenía más interés para Carroll que el de hacer chistes a su costa para diversión de las niñas. El que se mencione un posible cortejo a Ina, por el contrario, fue mucho más revelador. Lorina Liddell tenía catorce años en 1863, y era una jovencita inteligente, amable, alta y hermosa; en abril de ese mismo año, Dodgson ya había observado lo desarrollada que estaba para su edad, y había anotado que, por primera vez, la señora Liddell había insistido en que sus hijas llevaran una carabina cuando salían con él. Su preocupación porque pronto sus padres no permitieran a Lorina acompañar sus hermanas a las excursiones en barca o a visitarlo en sus habitaciones era fundada, al no ser ya una niña sino una muchacha casadera. Es muy razonable pensar que, si en efecto Dodgson hizo una petición de mano, no fue la de Alice sino la de Lorina; y si él mismo nunca propuso un matrimonio, probablemente los padres se sintieran incómodos porque su atractiva hija pudiera pasar mucho tiempo con un hombre soltero al que jamás aceptarían como pretendiente. 


Alice (sentada con el libro), Lorina (de pie) y Edith Liddell (delante).
Fotografía de Thomas Edge, mediados de la década de 1860.


Cuando se reanudaron las relaciones entre Dodgson y los Liddell a finales de ese año, fueron cordiales como siempre, pero se volvieron cada vez menos frecuentes. Los encuentros y paseos casi diarios de Dodgson y las niñas se hicieron más y más esporádicos, así como las excursiones y las fotografías: siendo ya Lorina una señorita, Alice pronto estaría también disponible para el matrimonio. En mayo de 1864, Dodgson pidió autorización, sin obtenerla, para llevarse a pasear en barca a Alice, Edith y Rhoda. En noviembre del mismo año, envió a Alice, en lugar de entregárselo en persona, el manuscrito de Las aventuras de Alicia bajo tierra. Aunque el libro ocupaba un lugar destacado en el salón y se enseñaba orgullosamente a los visitantes, no hay constancia de que Alice, que entonces tenía doce años, ni nadie de su familia, escribiera a Dodgson una nota de agradecimiento. Fue el primero de muchos libros con una dedicatoria de su puño y letra que el reverendo envió a los Liddell, y que acabarían constituyendo una valiosa colección. 


Alice Liddell.
Fotografía de Charles Dodgson, 1870.

La última vez que Dodgson fotografió a Alice fue en junio de 1870. La joven tenía ya dieciocho años, y no es demasiado suponer que la búsqueda de marido constituía su única ocupación. No sabemos mucho de los pretendientes que pudiera tener en aquella época, pero sí sabemos que dos años después se encontraría con la gran oportunidad de su vida, que fue la comidilla de Oxford y otorgó a la señora Liddell el apodo de "la pescarreyes": el príncipe Leopoldo, duque de Albany. 


La niña Alice Liddell ha aparecido como personaje en algunos recuentos semificcionales que la tienen a ella o al reverendo Dodgson como protagonistas. En las versiones cinematográficas de Alicia en el País de las Maravillas de Dallas Bower (1949), William Sterling (1972) o Harry Aldous (1985) se muestra la excursión en barca del cuatro de julio; en la primera también se ve una sesión de fotografía de Dodgson y las hermanas Liddell, y la llegada de la reina Victoria. La película para televisión Alice de Dennis Potter (1965), centrada en Dodgson, ofrece una especulación, si bien respetuosa, sobre el interés que tenía el reverendo por la niña; la posterior Dreamchild, del mismo director (1985) cuenta la misma historia desde el punto de vista de la propia Alice, que recuerda su relación con Dodgson siendo ya anciana. Muy similar a esta última película son los libros Alice a los 80 (Alice at 80, 1984), de David R. Slavitt, y  Alice I have been (2009), de Melanie Benjamin: ambas comienzan con una Alice octogenaria que recuerda su infancia y su relación con  Dodgson. La niña también es un personaje central en la novela La casa del espejo (2015) de Vanesa Tait, que tiene como protagonista y narradora a la desagradable señorita Prickett, que es la única en creer los rumores sobre el amor del reverendo por ella.


Es preciso insistir en que las películas y las novelas son obras de ficción que toman como base  - pero también manipulan - acontecimientos reales, para dar la propia interpretación de directores y autores sobre los personajes y su relación entre ellos, por lo que no hay que tomarlas como documentos históricos. Para conocer a las personas y los hechos con la mayor veracidad posible, con datos contrastados y todas las teorías claramente señaladas como tales, remito a las abundantes y serias biografías que se han escrito de Lewis Carroll y los Liddell.



Fuentes:


Fotografías de la National Portrait Gallery, usadas con licencia Creative Commons. 


CARROLL, Lewis; GARDNER, Martin (ed.). The Annotated Alice, Penguin, Londres, 2001. 


COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography, Random House, Nueva York, 1995.


COLLINGWOOD, Stuart Dodgson. The life and letters of Lewis Carroll, T. Fisher Unwin, Londres, 1898. 

LEACH, Karoline. In the Shadow of the Dreamchild, Peter Owen Publishers, Londres, 2015.

WOOLF, Jenny. The Mystery of Lewis Carroll, St. Martin's Press, Nueva York, 2010.



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