Alice Hargreaves.
Fotografía de W. Coulbourn Brown, 1932.
Este es un artículo divido en tres partes. En la primera, hablamos sobre la infancia y la adolescencia de Alice, hasta sus dieciocho años; en la segunda, sobre su juventud y madurez; y en la tercera, sobre su ancianidad y los últimos años de su vida.
Tercera parte: La anciana.
Los últimos años de Alice Hargreaves se prometían solitarios. Su único hijo superviviente, Caryl, se había casado en 1929 y se había establecido definitivamente en Londres. Ni siquiera el nacimiento de una hija (Mary-Jean, en junio de 1931) hizo que Alice dejara Cuffnells y se trasladara a vivir con su hijo, su nuera y su única nieta. La más joven de sus hermanas, Violet, había muerto en 1927; la mayor, Lorina, en 1930. Para mitigar su soledad y los fríos inviernos de Lyndhurst, Alice alquilaba cada invierno una casa en Westerham, que distaba solo una milla de la casa de su hermana Rhoda, que no se había casado y había vivido con Violet hasta la muerte de esta, en Hoseyrigge. Pasaba en compañía de Rhoda los meses fríos, y Caryl y su familia iban a visitarlas en Navidad, pero, cuando volvía a Cuffnells, Alice no tenía amigos ni visitas, y evitaba el contacto con la gente del pueblo por considerarla socialmente inferior a ella.
Alice con su nieta Mary-Jean, 1931.
En 1932 se planearon eventos a ambos lados del océano para conmemorar el centenario del nacimiento de Lewis Carroll, y la Universidad de Columbia invitó a Alice a recibir un doctorado honorífico como parte de los actos de celebración de la efeméride. Alice viajó en el transatlántico Berengaria, acompañada por Caryl y Rhoda, y llegó a Nueva York el 29 de abril. Incluso antes de desembarcar fue tratada con grandes honores. El director de la biblioteca universitaria y el presidente de los actos conmemorativos del centenario de Carroll, con un grupo de periodistas, subieron al barco a darle la bienvenida, y aunque Caryl y Rhoda temían que pudiera sentirse abrumada, tanto las entrevistas como las grabaciones en película la muestran relajada y muy contenta de recibir tanta atención. Tras el desembarco, fue escoltada por la policía al Waldorf- Astoria, donde tenía una habitación de lujo en la que pasó un día descansando. Aparentemente, el hotel vació todo el piso de su suite y desactivó algunos de los ascensores para reducir el nivel de ruido.
Alice en Columbia, 1932.
A la mañana siguiente fue llevada en excursiones turísticas por Nueva York, halagada, mimada y rodeada de los lujos que tanto apreciaba. Esa misma tarde, desde su habitación del hotel, habló por radio sobre las fundaciones en beneficio de la infancia que, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, llevaban el nombre de Lewis Carroll, comentó algunas cartas sobre el manuscrito original de Las aventuras de Alicia bajo tierra, y terminó leyendo un acróstico de Carroll. El 2 de mayo, en una ceremonia privada con un reducido número de público, el presidente de la Universidad de Columbia le entregó a una Alice con toga y birrete el doctorado honorífico en Letras, por "despertar con su encanto infantil la chispa del ingenio de un profesor de matemáticas dotado de gran imaginación, y animarlo a revelar su total comprensión tanto del corazón del niño como de la mente del hombre".
Alice Hargreaves y Nicholas Murray Butler, 2 de mayo de 1932.Archivos de la Universidad de Columbia.
Alice y sus acompañantes permanecieron en Nueva York diez días más; Alice celebró allí, el 4 de mayo, su octogésimo cumpleaños. Nuevamente se le preparó una gran fiesta con actos musicales, una ponencia sobre los libros de Alicia, y un pastel de tres capas con los personajes del País de las Maravillas, elaborado para la ocasión por el repostero jefe del Waldorf- Astoria. Durante una de las entrevistas que concedió a diferentes medios de comunicación en aquellos días, llegó a admitir que se había visto catapultada a la fama "por no hacer absolutamente nada".
Alice Hargreaves en su cumpleaños, 4 de mayo de 1932.
Durante este tiempo también hizo un viaje a Filadelfia para conocer al Dr. Rosenbach, quien le había comprado el manuscrito en la subasta de 1928. Para entonces, Rosenbach ya había revendido el libro a Elridge Johnson, presidente de la Victor Talking Machine Company (posteriormente, y aún en la actualidad, RCA Victor), pero el propio Johnson fue a casa de Rosenbach para enseñarle a Alice la caja de máxima seguridad en la que conservaba el texto.
El 14 de mayo, Alice y Rhoda regresaron al Reino Unido en el Aquitania, que por iniciativa del comité de celebración del centenario de Carroll, y muy a disgusto del capitán, enarboló una bandera del Gato de Cheshire; Caryl se quedó un tiempo más en Nueva York, buscando oportunidades de negocio. Apenas un mes después de su regreso, el 26 de junio, Alice inauguró la exhibición en honor del centenario de Carroll en Londres, y tuvo la oportunidad de conocer a Peter Llewelyn Davies, uno de los hermanos que inspiró a J.M. Barrie las historias de Peter Pan. Tras estos actos, la correspondencia comenzó a llegar a sacos a Cuffnells, muchas veces dirigida a "Alicia en el País de las Maravillas" o "La Alicia de verdad, Inglaterra". La mayoría de cartas eran simplemente de admiradores, cazadores de autógrafos, y lectores que la identificaban todavía con la niña de los libros, pero había también numerosas peticiones de dinero y apoyo a causas de lo más dispares, como hospitales de niños y asilos de locos. El biógrafo Colin Gordon cita una carta en que cierta señora le pedía que financiara la fundación que había creado para demostrar que las hadas existen, ya que "si la Alicia del cuento existe de verdad, las hadas también son reales". Alice remitía todas estas cartas a Caryl, quien no había tardado nada en ver el lucrativo negocio que representaba la figura de su madre, y firmó docenas de contratos publicitarios para que se usara su nombre en todo tipo de productos.
A finales de aquel año, Alice comenzaba a agotarse de la atención y la fama que tanto había disfrutado en Nueva York. En una de sus cartas a Caryl le pedía que hiciera algo para que la gente se olvidara de una vez de ella: "Pero oh, cariño, estoy cansada de ser Alicia en el País de las Maravillas. ¿Suena desagradecido? Lo es, ¡solo que estoy cansada!". Como consecuencia de este cansancio, rechazó inaugurar una estatua del Conejo Blanco que en 1933 se levantó en Llandudno, en el País de Gales, donde los Liddell tenían una casa de vacaciones y Alice había pasado muchos veranos de su infancia. La localidad, en un intento bastante vergonzoso de "barrer para casa", había hecho circular la historia de que Alice y Lewis Carroll se habían conocido en su playa, que Carroll fue inventando el cuento mientras paseaban juntos, y que le leyó el manuscrito a la niña junto al fuego de la chimenea. Algo que Alice negó categóricamente, respaldada por la realidad histórica de que Charles Dodgson jamás estuvo en Llandudno, con o sin la compañía de la familia Liddell. Con todo, la estatua, finalmente inaugurada por el entonces primer ministro David Lloyd George el 6 de septiembre, llevaba una placa en la que se podía leer: "En esta misma orilla, durante felices paseos con Alice Liddell, LEWIS CARROLL recibió la inspiración para escribir el tesoro literario Alicia en el País de las Maravillas, que ha encantado a los niños durante generaciones".
Estatua del Conejo Blanco en Llandudno.Fotografía de Tripadvisor, tomada por la viajante "Lucy".
Otro evento exigió la atención de Alice en 1933: el estreno de la adaptación cinematográfica de Paramount de los libros de Alicia, dirigida por Norman Z. McLeod. Según la prensa, la actriz que interpretaba a Alicia, Charlotte Henry, había sido "aprobada personalmente" por Alice Hargreaves, aunque en realidad la anciana no tuvo ninguna participación en el asunto. Se montó una proyección especial para Alice en su propia casa, y aunque la película tuvo muchos detractores, ella dijo - o la prensa dijo que dijo - que "He visto a Alicia y sus aventuras tal como yo me las imaginé hace tantos años". También escribió una reseña de la película para la revista Picturegoer, en que alababa el vestuario y la caracterización de los personajes. Fue la última vez que Alice tuvo ocasión de pronunciarse sobre un asunto relacionado con su popular alter ego.
En noviembre de 1934, mientras paseaba en coche por Westerham, súbitamente comenzó a sentirse mal, y cuando el chófer y su acompañante la llevaron de vuelta a casa y llamaron a los médicos, ya había entrado en coma. Rhoda y Caryl acudieron de inmediato y permanecieron constantemente a su lado; la prensa, desde que se supo la noticia, montó un campamento cerca de su vivienda para actualizar la información sobre su estado a cada momento. Pero Alice no despertó del coma, y no hubo más información que actualizar hasta su muerte, el 15 de noviembre. Se celebraron dos misas de memorial en Lyndhurst y en Westerham; el cuerpo de Alice fue incinerado y sus cenizas enterradas en la tumba de los Hargreaves, junto a las de su marido.
Tumba de Alice in Lyndhurst.
Lionel murió en 1942, Rhoda en 1949 y Frederick en 1950. Caryl Hargreaves murió en 1955. Sus descendientes llegan hasta nuestros días: Mary-Jean tiene en la actualidad 90 años, y su hija Vanessa Tait (bisnieta, por tanto, de Alice Hargreaves) es una escritora que ha indagado en la historia familiar para escribir La casa del espejo, novela ambientada en la infancia de Alice Liddell.
Mary-Jean St. Clair (de soltera Hargreaves) y Vanessa Tait, nieta y bisnieta de Alice Hargreaves. Foto de The Mirror, 2015.
Se ha escrito mucho, y sin duda seguirá escribiéndose, sobre la relación de Dodgson con Alice, y sobre cómo afectó a esta mujer el ser "la Alicia de verdad" a lo largo de su vida. Se tiende a olvidar, sin embargo, que la fama le llegó en sus dos últimos años a raíz del centenario de Carroll. La mayor parte de la vida de Alice transcurrió en el anonimato, y fue una existencia lujosa y placentera, que muchos habrían calificado de perfecta, salvo por la muerte de sus hijos en la guerra. De no haber sido por la venta del manuscrito, y por la iniciativa de Columbia de presentarla en las celebraciones del centenario - descartando a los hermanos supervivientes de Charles Dodgson, y a su sobrino Stuart Dodgson, que había publicado la primera biografía del autor en 1898 - seguramente Alice no sería más que una nota a pie de página en las introducciones a los libros de Alicia, como lo sería en las biografías del príncipe Leopoldo. Parece poco probable que el ser la musa de Carroll supusiera una carga para ella, hasta que en 1933 comenzara a cansarse de una notoriedad que, como llegó a admitir, era inmerecida.
Cuando Peter Davies se suicidó en 1960, familiares y amigos declararon que "ser Peter Pan" se había convertido en la causa de su alcoholismo y depresión; Charlotte Henry declararía que interpretar a Alicia destruyó su carrera y le robó su identidad. Alice tuvo siempre presente el papel que había tenido en la literatura británica y luego universal, pero no pareció considerarlo el principal frente a los otros papeles de su vida: hija del decano, esposa de Reginald, madre de sus tres hijos, y "Lady Hargreaves", como insistía en que la llamaran. Por mucho que las obras de ficción insistan en mostrarla como un alma torturada por un pasado oscuro y una fama que nunca deseó, las biografías indican que fue una mujer privilegiada que vivió conforme a su tiempo, y que tuvo una existencia tan cómoda y feliz que solo una guerra logró hacerle daño.
Fuentes:
AHREND, Herbert G. "'Alice' Given Honorary Doctorate", en Columbia Daily Spectator, 3 de mayo de 1932.
CLARK, Anne. The real Alice, Penguin Michael Joseph, Londres, 1984.
GORDON, Colin. Beyond the Looking Glass: Reflections on Alice and her Family, Hodder and Stoughton, Londres, 1944.