Desde hace aproximadamente una
década, estamos observando un resurgir de los libros de adivinanzas para
adultos. Destaco “para adultos”, porque los libros de adivinanzas infantiles han
sido siempre una publicación básica para cualquier editorial dedicada a este
sector: las adivinanzas “de toda la vida” están libres de derechos de autor, y
basta contar con un ilustrador de animales antropomorfos para obtener un ejemplar
voluminoso (son frecuentes los libros de “365 adivinanzas, una para cada día
del año”) con un precio asequible.
Los adultos, sin embargo, fueron un público
marginado en este sentido hasta que comenzaron a publicarse libros con
acertijos algo más complejos, con tapa dura y páginas a todo color. Sin duda, uno
de los pioneros fue El gran libro de los
enigmas de Fabrice Mazza, publicado en 2008, que fue seguido menos de un
año después por El nuevo gran libro de
los enigmas. Desde entonces, aparecen regularmente libros de adivinanzas
que por lo común mezclan cálculo, deducción lógica y pensamiento lateral con
trucos visuales, laberintos, movimientos de ajedrez y dibujos para buscar las
diferencias. Pocos se salvan de la tentación de recurrir a rompecabezas
clásicos como el enigma de la Esfinge, el de las puertas vigiladas por uno que
siempre dice la verdad y otro que siempre miente, o el cruce del río con un
lobo, un pato y un saco de maíz, con sus muchas versiones.
¿Por qué me traería al lobo y a la cabra a la cosecha de coles?
No pasó mucho antes de que diversos
autores tuvieran la idea de “inspirar” sus libros de adivinanzas en obras
literarias populares, adaptando los propios acertijos que pudieran venir en esas
obras y ambientando el resto con sus personajes y escenarios. Los títulos,
tales como El libro de los enigmas de Sherlock Holmes o El libro de los
enigmas de J.R.R. Tolkien, pueden resultar engañosos, ya que hacen pensar que
todos los acertijos proceden de los libros mencionados; los subtítulos aclaran que se trata de rompecabezas “inspirados en”. Lo que no es óbice, por
supuesto, para que se incluyan los que ya puedan venir en la obra original: en
el de J.R.R Tolkien, es evidente que vamos a encontrar las adivinanzas del
duelo verbal entre Gollum y Bilbo.
Como era de esperar, los libros de
Lewis Carroll no iban a escaparse de esta – bastante apreciable, no hay
que negarlo – moda editorial. Carroll era un impenitente inventor de juegos,
acertijos y rompecabezas, que improvisaba en largos viajes de tren para
distraer a pequeños pasajeros, publicaba en periódicos para desafiar a los
lectores, o desarrollaba con docenas de premisas en sus libros de lógica. El libro de los enigmas del País de las
Maravillas: 140 frabullosos acertijos inspirados en las aventuras de Alicia,
de R.W. Galland, reproduce y adapta algunos de ellos, aunque la mayoría son
inventados por el autor o versiones de clásicos.
Los acertijos del libro están
divididos en tres grupos: enigmas “sencillos”, “curiosos” y “difíciles”. No se
explica qué criterio se sigue para determinar la dificultad o la curiosidad de
cada uno, pero un rápido vistazo permite observar que los “sencillos” son sobre todo
juegos de “busca las diferencias”, adivinanzas más bien populares, y acertijos
de pensamiento lateral. Los “curiosos” y “difíciles” son sobre todo problemas
de cálculo, los típicos de libro de mates: cálculo de volumen de líquidos, de
distancia recorrida, de tiempo transcurrido, de porcentajes, proporciones y probabilidad.
Hay también algunos de diferencias (con la complicación añadida de que la
imagen está invertida, como reflejada en un espejo de modo simétrico) y varios
rompecabezas que gustaban bastante a Carroll: los de trazar una figura sin
levantar el lápiz del papel ni pasar dos veces por el mismo sitio.
El libro está profusamente ilustrado
a todo color con los dibujos de Tenniel, con cenefas enmarcando cada página y
un sombrero en que se indica el número. Las historias inventadas para presentar las adivinanzas son bastante entretenidas, y aparentemente dan por hecho que
Alicia puede pasear libremente entre el País de las Maravillas y el Mundo del Espejo,
lo que da al autor bastante libertad para crear todo tipo de situaciones. Todos
los acertijos de Carroll están señalados con su procedencia y, como es obvio,
las soluciones, con su correspondiente explicación, están al final.
En esencia, es un libro de
adivinanzas presentadas por los personajes de Carroll en vez de por enunciados
genéricos como “había tres hermanas que desafiaron a sus pretendientes a
adivinar sus edades”, “dos amigos encontraron una bolsa de monedas y discutieron
cómo repartirla” o “un tabernero pícaro quería mezclar vino y agua y tenía dos
tinajas de diferentes tamaños”. Puede hacerse un poco frustrante para quien no sea
ducho en matemáticas, por la gran cantidad de problemas de cálculo que no se
pueden resolver con unos conocimientos básicos. También hay algunos acertijos
que se repiten con diferentes planteamientos (por ejemplo, los de deducir qué
cartas o tipos de canicas se han sacado de una bolsa sin mirarlas), y quizá
demasiados dibujos para encontrar las diferencias. Pero, en general, es un bonito libro,
entretenido y asequible en su mayor parte, que puede hacer un pasar muchos
buenos ratos a los amigos de las adivinanzas… sobre todo, si se olvidan de las
soluciones de una vez a otra.
¡No PUEDO con los problemas matemáticos! ¡AAAAAAAGH!
El libro de los enigmas del País de las Maravillas: 140 frabullosos
acertijos inspirados en las aventuras de Alicia, de Richard Wolfrik Galland. Grijalbo
(Penguin Random House Grupo Editorial), Barcelona, 2014.
Alice's Adventures Under Ground es el título que Lewis Carroll puso al cuento que improvisó
una tarde de 1862, y luego fue escribiendo e ilustrando para ofrecérselo como
regalo a Alice Liddell en la Navidad de 1864. Es la primera versión, más corta
y con menos personajes, de Alicia en el
País de las Maravillas.
La génesis de la historia se puede
encontrar en esta entrada. Carroll estaba una tarde
de excursión con el Rev. Ducksworth y las hermanas Liddell, y sobre la marcha
se fue inventando un cuento en que aparecían las propias hermanas Liddell, y
amigos y otros miembros de la familia, como solía hacer. En esa ocasión, fue la
hermana mediana, Alice, la que protagonizó la historia. Aquella tarde estaba Carroll tan inspirado y gustó tanto su cuento a la joven heroína, que ésta le rogó que
lo pusiera por escrito: “Al día siguiente comencé a pedirle insistentemente que
me escribiera el cuento, cosa que no había hecho nunca antes”, recordaría
Alice. Carroll escribió el texto a mano y le añadió sus propias ilustraciones,
pensando únicamente, como diría más tarde “en complacer a una niña a la que
amaba”.
Pero, aun cuando el libro no estaba
escrito todavía, su historia comenzó a conocerse. Carroll la contaba a otros
niños, y tenía tanto éxito que comenzó a pensar en reescribirla para su
publicación. El autor eliminó algunas de las bromas que aludían a familiares y
amigos de su entorno, suprimió o modificó algunos pasajes, y añadió otros,
pasando de las 15.500 palabras originales a 27.500. Muchos críticos especulan que
hubo un primer borrador del cuento, que Carroll escribió “en sucio” para no
olvidarlo, y que era el que leía y contaba a otros niños, antes de la copia
ilustrada y bellamente encuadernada que le regaló a Alice en la Navidad de
1864. Ese primer borrador se habría perdido o habría sido destruido a propósito
por Carroll una vez redactada la versión nueva y realizada la copia “en limpio”
para la niña.
Aunque Carroll había sido desde su
infancia muy aficionado a acompañar con dibujos sus poemas y cuentos, tenía muy
mala opinión de sí mismo como ilustrador (decía que sus dibujos eran “horrendos”),
de modo que para la versión renovada de Alicia
solicitó los servicios de John Tenniel, ya por entonces un famoso ilustrador de
la revista Punch. Sin embargo, el
manuscrito que entregó a Alice tenía nada menos que treinta y seis
ilustraciones de Carroll... treinta y siete, ya que había una, un pequeño
retrato de Alice, oculta bajo una fotografía: Carroll había quedado
insatisfecho con su dibujo, y lo tapó con la fotografía que había tomado como
referencia. El dibujo original no se descubrió hasta 1977, cuando se retiró la
fotografía durante unos trabajos de mantenimiento del manuscrito.
Las aventuras de Alicia bajo tierra – también conocida como Las aventuras subterráneas de Alicia – consta de cuatro capítulos,
frente a los doce de la versión final. Los
capítulos originales se dividieron en dos o tres partes para dar lugar a los
nuevos, y algunos fueron inventados posteriormente, como el de la Duquesa o el
de la Merienda Loca. También a diferencia del texto que conocemos, los
capítulos no están titulados.
El primer episodio se corresponde
casi palabra por palabra con los dos primeros del País de las Maravillas. Cuenta cómo Alicia sigue al Conejo Blanco,
cae lentamente por la madriguera, y come y bebe lo que encuentra en el
Vestíbulo de las Muchas Puertas para intentar pasar al jardín. Termina cuando Alicia conoce al Ratón en el
Charco de Lágrimas, y, viendo que cada vez hay más animales a su alrededor,
nadan todos juntos hasta la orilla. Tiene ocho ilustraciones, entre las que
podemos destacar la del Dodo (que Carroll tenía muy visto, ya que uno de los
pocos ejemplares de este animal se conserva en el Museo de Historia Natural de
Oxford desde su época), y una del Conejo Blanco, que lleva un ramillete de
flores (en la versión final, sería sustituido por un abanico).
El capítulo segundo abarca desde la
reunión de Alicia con el Ratón, el Dodo, el Loro y otros animales, hasta que
Alicia se escapa de la casa del Conejo Blanco; en la versión final, comprende
aproximadamente los capítulos tercero y cuarto. La principal diferencia entre
las dos versiones es que, en Bajo Tierra,
Alicia y los animales van a secarse a una casita de campo del Dodo, después de
que la aburrida lección de historia del Ratón no les funcione. Es en esa
casita, junto al fuego y bien envueltos en mantas, cuando escuchan la “historia
con cola” del Ratón, y se produce el malentendido que hace que el Ratón se
marche ofendido. Alicia menciona entonces a Dinah, y se produce la desbandada.
En el País de las Maravillas, Carroll
retira el pasaje de la casita de campo y escribe en su lugar la “carrera loca”,
probablemente porque no acababa de cuadrar que hasta el dueño de la casa se
marchara, dejando sola a Alicia, de la que no se dice que haya salido de la
casa cuando de pronto pasa por allí el Conejo Blanco. La parte del episodio que
transcurre en la casa del Conejo, por el contrario, se mantiene en su
integridad.
El capítulo tercero comprende el
encuentro con el Perrito, la Oruga y la Paloma y termina con que Alicia logra
entrar al Jardín, lo que es su principal objetivo durante la mayor parte de su
viaje en el País de las Maravillas.
Este episodio incluye ya el poema que Alicia le recita a la Oruga, “Eres viejo, padre William”, para el que Carroll hizo nada menos que cuatro ilustraciones.
El capítulo cuarto comprende los
cuatro últimos episodios de la versión final, del octavo al duodécimo. Alicia
se pasea por el precioso jardín y ve a los Soldados-Carta que pintan las rosas
de rojo, quienes le explican que la Reina de Corazones los mandará ejecutar si
descubre que se equivocaron de color al plantar el rosal. La presentación de la
Reina y su comitiva corresponde con bastante exactitud con la versión final,
aunque, por supuesto, la Duquesa y el Gato de Cheshire están ausentes en el
manuscrito.
Tiene lugar la partida de croquet con flamencos y erizos, y más
tarde Alicia conoce al Grifo y la Tortuga Falsa; la descripción de la
“cuadrilla de las langostas” y la canción “Hermosa Sopa” están presentes en el
manuscrito. La parte del proceso contra la Sota de Corazones es sumamente
precipitada (Lewis Carroll debía de estar ya agotado en aquel punto de la
improvisación): nada más llegar Alicia al juicio y leerse la acusación, se
produce el enfrentamiento entre Alicia y la Reina, y los Soldados-Carta se
arrojan sobre la niña. Alicia se despierta en el regazo de su hermana y le
cuenta su sueño. El final del libro, en que mientras Alicia corre hacia su
casa, su hermana se queda reflexionando sobre aquel maravilloso sueño, sí
corresponde palabra por palabra con el de la versión final.
Además de todos los
pasajes ampliados y añadidos (como el del Gato de Cheshire, la Duquesa, los
recuerdos de la Tortuga Falsa sobre sus días de colegio, y todo el desarrollo
del juicio), Carroll tuvo oportunidad de coser un agujero argumental: cuando la
Reina ordena decapitar a los Soldados-Carta que pintaban las rosas, éstos
acuden a Alicia en busca de ayuda, y Alicia se los mete en el bolsillo de su
delantal (a pesar de que ahora todos los personajes tienen un tamaño proporcional) para que el verdugo no
los encuentre, y no se los vuelve a mencionar para nada. En la reescritura, los
esconde en “una gran maceta” que hay por allí, y es de suponer que salen y se
escapan cuando la reina y su comitiva se marchan del lugar.
Aunque en 1864 las relaciones entre
el Rev. Dodgson y la familia Liddell ya eran más bien tensas y frías, el
manuscrito regalado a Alice permaneció en un lugar de honor en el salón y era
mostrado con orgullo a las visitas. Alice se lo llevó consigo después de
casarse y lo conservó durante muchos años, hasta que en 1928, viuda y cargada
de deudas, se desprendió de él para conservar su casa. Fue vendido en subasta
en Sotheby’s el 3 de abril, y el comprador fue un tratante de arte americano,
Philip Rosenbach, quien, a su regreso a América, lo vendió al acaudalado
empresario Elridge Johnson. Cuando éste murió a finales de 1945, el manuscrito
salió nuevamente a subasta, y en esta ocasión lo compró un grupo de filántropos
que lo donó al Museo Británico como agradecimiento por el comportamiento de
Inglaterra en la Segunda Mundial. En la actualidad, es una de las piezas más
destacadas de la Biblioteca Británica y se puede consultar virtualmente aquí.
Fuentes:
CARROLL, Lewis; BUCKLEY, Ramón (trad.);
GARRIDO, Ramón (ed.). Alicia en el País de las Maravillas. A través del
espejo, Cátedra, Madrid, 2001.
- SOLANS MUR, Modest (ed.). Aventuras
de Alicia Bajo tierra, Esdrújula Ediciones, Granada, 2015.
Henry Holiday,
londinense, fue un pintor de paisajes y temas históricos, ilustrador, escultor
y diseñador de vidrieras. Habiendo demostrado destacadas aptitudes desde muy
joven, ingresó en la Royal Academy a los 15 años y conoció a la hermandad de
los Prerrafaelitas (fundada en 1848 por William Holman Hunt, John
Everett Millais y Dante Gabriel Rossetti, a los que más tarde se
añadirían otros tres artistas), la cual influyó de manera determinante en su
obra y en sus ideas sociales y políticas. Su otra gran fuente de inspiración
fue Lake District, una región montañosa del noroeste de Inglaterra, donde
pasaría largas temporadas y alabaría por su incomparable belleza.
Holiday pintaba tanto en óleo como en
acuarela. Sus cuadros más reconocidos fueron Las doncellas del Rin (1879) y Dante
y Beatriz (1883). En cuanto a sus vidrieras, se enviaron a iglesias de todo
el mundo (en particular a los Estados Unidos), pero algunos de sus mejores
trabajos están en el Worcester College de Oxford y en la Abadía de Westminster.
Sus trabajos escultóricos también recibieron críticas favorables, aunque no
ocupan gran parte en el conjunto de su obra.
Holiday y Carroll se conocieron en
1870, cuando el primero visitó Oxford para pintar el fresco de la capilla en el
anteriormente mencionado Worcester College. En enero de 1874, Carroll alababa
en su diario una serie de dibujos que Holiday le había enviado, y comentaba que
bien podría ilustrar un libro infantil. “Si solamente
pudiera dibujar grotescos, sería todo lo que yo podría desear: creo que la
gracia y belleza de sus dibujos bien podrían rivalizar con Tenniel”. Unos meses
más tarde, en julio del mismo año, a Carroll le vino repentinamente a la cabeza
el que sería el último verso de La caza del snark.
Holiday realizó para el poema, en
estilo de caricatura y en tinta negra, un total de doce ilustraciones, una de
las cuales fue descartada por petición del propio Carroll, y otra está
prácticamente en blanco. Se trata de dibujos en la línea de las viñetas de
Punch que ya había desarrollado John Tenniel: una apariencia realista, pero con
cabezas desproporcionadamente grandes, y motivos absurdos, oníricos o fabulosos,
según requiriera el texto. Son ilustraciones minuciosas y detallistas,
ricas en simbolismo y significado alegórico; hasta laberínticas en su
construcción. En varias de ellas – especialmente en la correspondiente a “El
destino del Banquero” – los estudiosos han encontrado referencias a grabados,
fotografías u otras ilustraciones de la época. La página “The Hunting of the
Snark: Lewis Carroll's, Henry Holiday's and Joseph Swain's Tragicomedy” se
dedica íntegramente y con rigor académico a analizar cada ilustración,
identificar los personajes y las referencias, y compararla con obras
anteriores, contemporáneas y posteriores, y realiza un trabajo encomiable.
A pesar de que ya llevaban varios
años de amistad cuando Carroll le encargó a Holiday los dibujos para su poema
absurdo, el proceso no estuvo exento de pequeños desacuerdos. En su artículo
“El significado del snark”, de 1898, Holiday comentaría que Carroll le pidió
tres ilustraciones, pero que la idea original se fue alargando, y con
frecuencia le iba enviando nuevos fragmentos y pidiendo más dibujos para ellos.
Holiday no creía que el argumento diera tanto de sí: “Lamenté bastante la
extensión, ya que me parecía implicar una desproporción entre la magnitud del
trabajo y su sustancia; y me preocupaba que la expansión fuera mayor de lo que
una estructura tan ligera pudiese soportar”. Cumplió, dedicado y profesional,
con cada renovada petición, y con el tiempo acabó felicitándose por ello: “Sin
embargo, releyendo el Snark, siento
ahora que es incuestionablemente divertido, de principio a fin, y no puedo
desear que se hubiera cortado ninguna parte, así que supongo que mis temores
fueron infundados”.
La anécdota más famosa sobre las
ilustraciones del Snark, es, muy merecidamente, la ausencia de una que muestre a la criatura
titular. Holiday llegó a realizar un boceto del boojum, pero Carroll le indicó explícitamente que no quería
publicar ningún dibujo del objetivo de los cazadores, fuera snark o boojum. “Una de las tres primeras [ilustraciones] que tuve que
hacer fue la de la desaparición del Panadero, y naturalmente me inventé un boojum. El sr. Dodgson me escribió que
era un monstruo delicioso, pero inadmisible. Todas sus descripciones del boojum lo hacían inimaginable, y quería
que continuara siendo así. Yo lo acepté, por supuesto, pero fui reluctante en
descartar la que – todavía estoy seguro – era una representación acertada”.
Holiday respetó el deseo de Carroll
durante la vida del autor, y la suya propia: su delicioso concepto del boojum no vio la luz hasta después de la
muerte de ambos. Fue publicado por primera vez en 1932, con motivo del
centenario del nacimiento de Carroll, en la revista The Listener.
El delicioso boojum.
A lo largo de los años, y hasta la
actualidad, los ilustradores de La caza
del snark han honrado igualmente la voluntad del autor: en el último canto del poema, “La desaparición”, ninguno cae en la tentación de mostrar
a la criatura. Dibujan al Panadero
desvaneciéndose, al resto de la tripulación horrorizada, al Pregonero agitando
su campana en señal de duelo; algunos, como mucho, esbozan unos largos
tentáculos, unos terribles ojos o una ominosa sombra. El snark y el boojum quedan,
como Carroll pretendía, inimaginables… o demasiado imaginables, en la mente de
cada lector.
La relación con Holiday fue, con
diferencia, la mejor que Carroll tendría con sus ilustradores; aunque su
colaboración se limitó a La caza del
snark, ambos creadores fueron amigos de por vida. En la actualidad, Holiday
es considerado un artista notable, y sus vidrieras son admiradas a diario por
miles de visitantes en docenas de iglesias repartidas por el globo.
Personalmente, me parece maravilloso que su camino se cruzara con el de
Carroll, y que, entre cientos de paisajes montañosos, imágenes de inspiración
renacentista y escenas religiosas, Holiday dibujara las doce caricaturas
sorprendentes y surrealistas que condensan la fantástica aventura de los expedicionarios
del snark.
La caza del snark (una agonía en ocho espasmos) es un poema absurdo escrito por
Lewis Carroll entre 1874 y 1876, y publicado en Londres a finales de marzo de
1876 (según algunas fuentes, el 1 de abril, Día de los Inocentes en los países
anglófonos), con nueve ilustraciones de Henry Holiday en el libro (una de ellas,
una carta náutica en blanco) y dos adicionales en la cubierta. Aunque
comúnmente se da por hecho que snark
es una palabra- maleta que comprende snail
(caracol) o snake (serpiente) y shark (tiburón), Carroll nunca ofreció
una pista o explicación sobre el aspecto físico de tal criatura. Henry Holiday
recibió indicaciones específicas de no realizar ninguna ilustración parcial o
completa de lo que él pudiera creer que era el snark.
Existen, al menos, dos
teorías sobre el origen del poema. Una es la que ofrece el propio Lewis Carroll
en su artículo “Alice on Stage”:
Estaba paseando por una colina, solo,
un brillante día de verano, cuando de repente me vino a la cabeza un verso, un
único verso: “Porque el snark era un boojum, ya veis”. No
sabía lo que significaba, entonces; no sé lo que significa, ahora. Pero lo
anoté y, poco tiempo después, se me ocurrió el resto de la estrofa, y ése era
el último verso. Y así, por grados, en momentos aleatorios durante el año o los
dos años siguientes, el resto del poema juntó sus partes por sí mismo, siendo
ésa su última estrofa.
El biógrafo Morton N. Cohen recoge
esta anécdota, concretando que ese “brillante día de verano” fue el 18 de julio
de 1874, y que Carroll se hallaba en Guildford, donde se había trasladado el
día anterior para cuidar durante seis semanas de su sobrino Charlie Wilcox,
enfermo de tuberculosis. El hecho de que ideara y comenzara a escribir este
poema mientras cuidaba de un tuberculoso “explicaría” algunas de las alusiones
a esta enfermedad que se pueden encontrar en el texto, comenzando por el propio
subtítulo.
La segunda teoría, sostenida por los
psiquiatras Fuller Torrey y Judy Miller, remite a una tragedia ocurrida un año antes. En 1873, el tío y buen amigo de Charles
Dodgson, Skeffington Lutwidge, que a la sazón trabajaba como inspector de
manicomios, fue asesinado por uno de los internos. Esto justificaría las
alusiones al querido tío del Panadero, y los versos en que los expedicionarios
salen a buscar al snark con “dedales,
tenedores y pastillas de jabón”, objetos que, aparentemente, los
inspectores revisaban y requisaban en sus visitas a las habitaciones de
los pacientes porque podrían usarse para intentos de agresión o suicidio.
La caza del snark trata de nueve
hombres y un castor que, tras varios meses de navegación, desembarcan en tierras
extrañas con el propósito de capturar a la singular criatura. Ninguno de los nueve
hombres ni el animal recibe un nombre propio, sino que todos son descritos por
el nombre de su profesión, que empieza por la letra B. Son un Pregonero (Bellman), líder de la expedición; un Limpiabotas
(Boots), un Bonetero (Bonnet- maker); un Abogado
(Barrister); un Tasador (Broker); un Empleado o Jugador de
billar (Billiard-marker); un Banquero
(Banker); un Carnicero (Butcher); un Panadero (Baker); y el Castor (Beaver). Solo seis de ellos tienen un papel significativo en la historia o protagonizan algún segmento; los otros cuatro (el Limpiabotas, el Bonetero, el Jugador de Billar y el Tasador) son irrelevantes. Al poeta y especialista en rompecabezas y juegos de palabras J. A. Lindon le pareció tan injusto que estos personajes fueran olvidados, que compuso para ellos un capítulo adicional al poema, que se situaría entre el penúltimo y el último. No contradice nada dicho anteriormente ni altera el desenlace, y encaja bastante bien con el tono y el estilo de Carroll.
Algunos de los incompetentes cazadores.
El primer “espasmo” (tengamos en
cuenta que el original fit significa
tanto “canto, parte de un poema” como “espasmo, convulsión, arrebato”) se
titula “El desembarco”, y comienza con los valientes pero ineptos expedicionarios
llegando a la isla donde el Pregonero les asegura que se encuentra el snark. Se presenta a la tripulación: el
Pregonero, capitán de la nave, convencido de que cualquier cosa que se diga tres veces se cumple inevitablemente; el Limpiabotas, personaje anodino donde los haya; el Abogado, que ha sido reclutado para resolver las disputas de los navegantes; y el Tasador, que ha venido para valorar sus bienes; el Jugador, de inmensa
habilidad; el Banquero, que guarda el efectivo de todos; o el Castor, que sabe
hacer encajes, y ha salvado al barco varias veces del naufragio. Se dedican
varias estrofas al Panadero, que no recuerda su propio nombre, lleva cuarenta y dos cajas de equipaje (y aún ha olvidado su paraguas y su reloj, entre otras
cosas) y no sabe hacer más que tartas de boda; y al Carnicero, que confiesa que
solo es capaz de matar castores… lo que provoca un lógico nerviosismo en el
Castor.
El Carnicero afila su cuchillo; el Castor mira de reojo.
En el segundo espasmo, “El discurso
del Pregonero”, el capitán de la cacería recuerda los muchos meses que ha
durado el viaje, durante los cuales se ha guiado solo por su campana y una carta náutica en blanco, y explica a sus compañeros cómo han de reconocer al snark cuando lo vean: por ejemplo, por
su hábito de levantarse tarde, o por su lentitud a la hora de pillar un chiste.
El Pregonero menciona, por primera vez, la posibilidad de que el snark que encuentren, en general una
criatura inofensiva, sea en realidad un boojum…
lo que hace al Panadero desmayarse de pánico.
¿Cuál dices que es el problema
de mi carta náutica?
En el tercer espasmo, “La historia
del Panadero”, los tripulantes reaniman a su compañero, el cual relata, entre
lágrimas, y continuamente interrumpido por el impaciente Pregonero, cómo su
querido tío se despidió de él el día en que embarcó. Le pidió encarecidamente
que si encontraba un snark lo trajera
a casa, ya que sería bueno para comer con verdura y para encender velas, pero le
advirtió que, si en cambio lo que encontraba era un boojum, desaparecería sin dejar rastro. El recordar estas palabras
de su tío hace que el corazón del Panadero se convierta en un tembloroso tazón
de cuajada.
“Suave y súbitamente te desvanecerás”.
En el cuarto espasmo, “La caza”, el
Pregonero riñe al Panadero por no haber alertado de la peligrosidad del boojum antes de que se iniciara la
navegación, a lo que el Panadero replica que lo avisó varias veces en
diferentes idiomas, aunque no en inglés. Con todo, el Pregonero recuerda que cazar
al snark es una misión gloriosa, y
que sus hombres deben poner todo su empeño en “buscarlo con dedales y cuidado,
perseguirlo con tenedores y esperanza, amenazarlo con acciones del ferrocarril,
y cautivarlo con sonrisas y pastillas de jabón”. Todos los aventureros se
preparan (excepto el Castor, que sigue haciendo encajes como si el asunto no
fuera con él), y cuando el Carnicero cede al nerviosismo y comienza a sollozar,
el Pregonero intenta infundirle valor, ya que lo necesitará si se encuentran
con un pájaro jubjub.
Comienza la caza del snark.
La dama es la Esperanza.
En el quinto espasmo, “La lección del
Castor”, los nueve hombres han comenzado ya la búsqueda del elusivo snark, pero no hay ninguna pista.
Comienzan a oírse los gritos del pájaro jubjub, y el Castor, tras realizar
algunas complejas operaciones matemáticas con las que intenta solventar su
incapacidad para sumar, explica a los demás cazadores las peculiares
características del jubjub, así como la mejor manera de cocinarlo para
aprovechar al máximo su exótico sabor. Esto último interesa especialmente al
Carnicero, el cual, llorando de emoción, declara su amistad al Castor, el cual
la acepta igualmente conmovido, con gran regocijo del resto de los tripulantes.
El Carnicero y el Castor hacen números.
En el espasmo sexto, “El sueño del
Abogado”, éste se duerme tras nuevos e infructuosos intentos de encontrar a su
presa, y sueña que se halla en un juicio en el cual el snark, al que ve claramente, es también un abogado cuyo cliente es
un Cerdo. La defensa del snark es
impecable, aunque por desgracia el Cerdo lleva ya varios años muerto. El
Abogado sigue el proceso con suma atención, hasta que el Pregonero lo despierta
tocando la campana a ras de su oreja.
El sueño del Abogado.
En el espasmo séptimo, “El destino del
Banquero”, mientras continúa una búsqueda cada vez más desesperada, el Banquero
es capturado por un bandersnatch, y aunque le ofrece un cheque al portador de
más de siete libras, no logra escapar de sus feroces mandíbulas. Cuando los
demás expedicionarios acuden en su ayuda, el bandersnatch sale huyendo, pero el miedo
ha sumido al Banquero en la locura. El Pregonero declara que han de abandonarlo
a su suerte, o nunca conseguirán encontrar al snark.
El Banquero cae en la locura.
En el octavo y último espasmo, “La
desaparición”, la luz del día decae y los ánimos de los expedicionarios
también. Habiendo perdido a un hombre, los restantes están a punto de darse por
vencidos cuando el Pregonero señala al Panadero, que está encima de una roca agitando
los brazos. El Panadero les grita: “¡Es un snark!”, y los aventureros
prorrumpen en vítores y hurras… pero el Panadero añade inmediatamente: “¡¡Es un
boo…!!”
Y después, el silencio.
Buscan y buscan hasta que la noche
les hace imposible seguir buscando, y no encuentran ni la más mínima señal de
la criatura a la que señalaba el Panadero, ni al propio Panadero. Éste ha
desaparecido… porque el snark era un boojum, ya veis.
El horror. El horror.
Carroll se resistió durante mucho
tiempo a ofrecer una interpretación del poema. Cuando le preguntaban, decía que
él mismo no lo entendía, o que no había tenido otra intención que escribir una sarta de
tonterías. En una carta fechada un año antes de su muerte dijo que, si había de
darle un significado, sería simplemente “una alegoría de la búsqueda de la
felicidad”.
Los críticos, ¿sorprendentemente?, no
están de acuerdo con el autor. La mayoría interpreta el poema como un grito de
angustia existencial: nadie tiene nombre, nadie sabe cómo es el snark,
el Banquero enloquece y el Panadero se desvanece. La crisis de identidad ya era
un tema recurrente en los libros de Alicia, y a nadie se le escapa
que tanto el pájaro jubjub como la criatura bandersnatch aparecen en el poema
“Jabberwocky” que Alicia lee en A través del espejo. No solo eso,
sino que algunas de las palabras inventadas que después Humpty Dumpty explica a
Alicia aparecen también en este poema. En una carta, el propio Carroll
describió el lugar donde desembarca la expedición como “una isla
frecuentada por el jubjub y el bandersnatch; sin duda, la misma isla donde el
jabberwock fue derrotado”. La caza del snark, por tanto, se
desarrolla en el mismo mundo en que transcurre “Jabberwocky”, lo que
constituiría un tercer universo creado por Carroll después del País de las
Maravillas y el Mundo del Espejo, y antes de la Tierra Exterior de Silvia
y Bruno.
Morton N. Cohen opina que la
desaparición del Panadero se debe a que ha intentado violar las leyes de la
naturaleza, pretendiendo revelar sus misterios. Larry Shaw da una
interpretación alternativa al final del poema: en realidad no encuentran ni a
un snark ni a un boojum, sino que el Limpiabotas asesina al Panadero y se deshace
limpiamente de su cuerpo. Para algunos, el episodio de “El sueño del Abogado”
sería una parodia del caso Tichborne, un proceso judicial que se hizo
enormemente popular en la época de Carroll. Martin Gardner sugiere que la
escritura del poema fue una catarsis para el autor respecto a la trágica muerte
de su tío Lutwigde. Como he comentado anteriormente, otros autores consideran
que las imágenes absurdas y el terror que progresivamente va haciendo mella en
los expedicionarios estarían inspirados en los sueños febriles del sobrino
tuberculoso al que Carroll estuvo cuidando.
Visto de esta manera, nadie diría que
es un poema para niños, aunque Carroll lo concibiera como tal (Gardner, de
hecho, “se estremece” al pensar que un niño pueda leerlo y hasta recitarlo,
como hacían los jóvenes admiradores del autor). Pero es divertidísimo. Es
absurdo, es delirante, es chocante y rocambolesco, y es una delicia para los
admiradores de Carroll actuales como lo fue para sus contemporáneos, por mucho
horror existencial que los críticos le atribuyan. Fascinó al mismísimo Mervyn
Peake, quien lo ilustró con imágenes igualmente fascinantes. Se han hecho
lecturas y grabaciones, adaptaciones para música, musicales, jazz y hasta
ópera; existe un corto de dibujos animados y una película de animación en volumen; y puede que pronto podamos ver la primera versión en imagen real, la
cual, si por una vez la película hace honor al tráiler, será absolutamente ristolerta.
No puedo esperar a ver esta película,
ni aunque lo intente con las dos manos.
Dejo enlaces al poema original en Proyecto
Gutenberg, y a una traducción al castellano (en la que lamentablemente no
consta el nombre del traductor) que la Biblioteca Virtual Universal cede para
uso no venal. Léanlo, mi querido lector, mi querida lectora. Estoy convencida de
que La caza del snark es lo que los
habitantes del País de las Maravillas leen cada vez que alguien del mundo real
lee Moby Dick.
Era-un-boojum.
Fuentes:
“Alice on the Stage”, de Lewis
Carroll. The Theatre, 1887.
“Violence and mental illness: What
Lewis Carroll had to say”, de Fuller Torrey y Judy Miller, en Schizophrenia
Research, diciembre de 2014, vol. 160, págs. 33- 34. Wikimedia Commons.