Al terminar su magnífica ponencia, Alberto Manguel fue tan
amable de responder las cuestiones y comentarios de los oyentes, y de firmar
libros después. Transcribo a continuación las preguntas del público y las
respuestas que ofreció el profesor. La conferencia en sí está transcrita en
tres partes: prima, secunda y tertia.
OYENTE: ¿Qué opina de la versión animada de Disney?
ALBERTO MANGUEL: He visto unas seis adaptaciones
cinematográficas de Alicia, y ésta es la que más me gusta. Hay algo en ella que
retiene el absurdo, que respeta el espíritu de Carroll. La que no me gusta nada
es la de Tim Burton: este director piensa que necesitamos una interpretación
freudiana del cuento.
OYENTE: Tras escapar de la casa del Conejo, en el bosque,
Alicia se encuentra con un cachorrillo. El perrito es de tamaño normal, pero
Alicia es muy pequeña y teme que la muerda o la pise. El perrito no habla, no
se dirige a ella; Alicia le tira un palo para que lo persiga y ella sale corriendo
en dirección contraria. Se ha interpretado que el perrito está soñando también,
durmiendo como Alicia, y ha ido a parar al País de las Maravillas. El País de
las Maravillas, ¿es el mismo para todos nosotros? ¿Es el mismo para una niña y
para un perrito?
A.MANGUEL: No conocía esa interpretación. Qué linda. El
País de las Maravillas es ejemplar, en el sentido que Cervantes daba a la
palabra: es un lugar de ensueño que nos acoge a todos, con la visión que cada
uno tiene de la locura, pero también de la belleza. Recordará usted que al final,
después de que Alicia le haya contado su sueño a su hermana, ésta comienza a
fantasear y medio a soñar con el País de las Maravillas que acaba de serle
descrito, pero que su impresión del País de las Maravillas es la de “los
recuerdos de infancia y los felices días de verano”. El País de las Maravillas
es para cada uno lo que llevamos dentro.
OYENTE: Tiene usted detrás al Gato de Cheshire, que sonríe
[el oyente se refiere a una proyección en la pared del fondo]. No sé si se ríe
de usted, de mí, de todos los presentes… [Alberto Manguel interrumpe: “de todo
lo que acabo de decir”]. Como se pregunta Alicia, ¿por qué sonríe el Gato de
Cheshire?
A. MANGUEL: Carroll confía en el lenguaje. La expresión “sonreír
como un gato de Cheshire” ha sido debatida, pero a Carroll no le importa: él
recibe la maravillosa posibilidad que le ofrece esa frase. Ahí está la sonrisa,
y quien lee la obra siempre piensa en una sonrisa como la del Gato.
Personalmente, a mí me recuerda a la sonrisa de Beatriz, pero no me atrevería a
decirlo en un congreso de dantistas [el público ríe].
OYENTE: ¿Existe un personaje contemporáneo que nos invite,
como Alicia, a cuestionar la locura del mundo que nos rodea?
A. MANGUEL: La comparación no es mía, pero he leído que
Holden, del… del Cazador del centeno [sic], es su equivalente moderno.
Personalmente, yo la comparo con Andrea, la protagonista de Nada, de Carmen
Laforet. Podrían ser hermanas. Puede que escriba sobre ello.
OYENTE: ¿Recomendaría usted una lectura ebria de Alicia?
A. MANGUEL: ¿Insinúa usted que la leí estando borracho? [el
público ríe].
OYENTE: No, no… solo digo que… un libro, así, onírico…
A. MANGUEL: No, no recomiendo una lectura bajo la
influencia del alcohol, ni de esta obra ni de ninguna otra. Me gusta tener
todos los sentidos despiertos cuando entro en mundos de ficción.
OYENTE: ¿Cree que Alicia sueña con los pies en el suelo?
A. MANGUEL: Sí, lo creo.
OYENTE: ¿No es algo desconcertante que Alicia celebre su 150
cumpleaños?
A. MANGUEL: Tiene usted razón. Feliz no-cumpleaños, por
cierto.
OYENTE: ¿No es Alicia un libro inquietante y difícil para
niños?
A. MANGUEL: Por suerte. Subestimamos la inteligencia de
los niños cuando creemos que solo quieren cosas fáciles. Somos nosotros, los
adultos, quienes queremos que todo sea fácil, que todo salga rápido y bien. A
los niños les gustan los retos, la complejidad. Los niños no tienen miedo a la
muerte: quieren que haya un lobo, y que se coma a la abuela [el público ríe].
Nosotros nos equivocamos cuando seleccionamos y purgamos la literatura para
niños. Las primeras experiencias del miedo deberían venir a través de la
imaginación, que así nos prepara para el miedo del mundo real.
OYENTE: Hace poco se emitió por la BBC un documental sobre la
vida de Carroll, que mostraba una fotografía de Lorina Liddell, supuestamente
tomada por él, muy inquietante. Si se confirmara que Carroll era pedófilo,
¿dejaríamos de quererlo, y de amar su obra?
A. MANGUEL: Defina usted “pedófilo”.
OYENTE: [confuso] Era… era una foto muy inquietante…
A. MANGUEL: A Carroll le gustaba el cuerpo infantil de
un modo estético, incluso erótico, pero jamás habría realizado ni aprobado un
acto sexual con niñas. Somos hipócritas al condenar una parafilia cuando solo
existe en la imaginación. Una foto de una niña desnuda es estéticamente bella,
y solo nos escandalizamos si nosotros ponemos la perversión. Algo se convierte
en pornográfico si nosotros decidimos que lo es… por ejemplo, que una mujer
muestre el pecho en público es escandaloso, pero deja de serlo al instante si
se pone a amamantar a un niño. Si acusamos a Carroll de ser un pervertido por
apreciar el cuerpo de una niña, es que llevamos la perversión con nosotros.
Notas:
El libro protagonizado por Holden, cuyo título no acaba de
recordar Alberto Manguel, es El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger.
El documental al que se refiere el oyente de la última
pregunta es The Secret World of Lewis Carroll, producido y dirigido por Clare
Beavan, presentado por Martha Kearney, y emitido por primera vez el 31 de enero
de 2015 en BBC Two. El programa, en efecto, levantó ampollas entre académicos
por su presentación tendenciosa e indocumentada de Lewis Carroll como un “pedófilo
reprimido”. Mi reseña y resumen del artículo pueden leerse en esta entrada.
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