20 de junio de 2022
2 de junio de 2022
A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado (cuarta parte)
Adaptación para primeros lectores.
Ilustración de Nan Fullerton (1935).
Personajes (desde la Reina Blanca).
Esta es la cuarta parte de un artículo dividido en cinco. La primera trata de la concepción del libro; la segunda, del argumento y el problema de ajedrez que plantea; la tercera y la presente, de los personajes, y la quinta, de su influencia y adaptaciones.
Al final del capítulo IV, "Tweedledum y Tweedledee", los combatientes salen huyendo al ver aproximarse un temible cuervo, y Alicia corre también, hasta detenerse a descansar bajo un roble. Observa que el aleteo del cuervo ha levantado viento, y un chal llega volando hacia ella. El capítulo V, "Agua y lana", comienza en el momento en que Alicia atrapa al vuelo ese chal. La propietaria de la prenda, la Reina Blanca, no tarda en llegar corriendo. No es un personaje desconocido para Alicia, que la había cogido y la había acercado a su hija Lily cuando las piezas de ajedrez tenían el tamaño normal; pero entonces Alicia era invisible para las figuras, y la Reina no la reconoce. A diferencia de la Reina Roja, decidida y enérgica, la Reina Blanca se muestra débil, aturdida, "como si se sintiera asustada y desamparada". Alicia se compadece enseguida de su vulnerabilidad y se dispone a colocarle el chal y arreglar un poco su desaliñado aspecto (no tarda en descubrir que tiene un cepillo enredado en el pelo).
Helen Oxenbury (2005).
Aunque al principio habla de modo confuso y sin sentido, a la Reina le tranquiliza la amabilidad de la niña, y le ofrece contratarla como doncella (en un guiño a Alicia en el País de las Maravillas, en que el Conejo Blanco la confundía con su criada). Alicia rechaza cortésmente la oferta, y va entrando en una nueva conversación sobre el funcionamiento del Mundo del Espejo: la Reina Roja ya le avisó de que hay que correr muy rápido para quedarse en el mismo sitio, y comer cosas secas para quitarse la sed, y ahora la Reina Blanca le explica que el tiempo funciona hacia atrás. Le cuenta que el mensajero del Rey Blanco está actualmente en la prisión, cumpliendo una condena; el juicio se celebrará posteriormente; y el crimen no se producirá hasta mucho después. Cuando Alicia, con mucha lógica, pregunta qué sucederá si el mensajero no llega a cometer delito alguno, la Reina Blanca responde alegremente que "eso sería mucho mejor". Mientras habla, se está envolviendo un dedo con esparadrapo; de repente, se pone a gritar de dolor; y cuando se calman sus gritos, se pincha accidentalmente el dedo con el alfiler del chal... y entonces ya no grita, porque le ha dolido antes de pincharse. Alicia lo encuentra todo sorprendente, pero antes de que pueda pensarlo mucho, el chal de la Reina sale volando de nuevo, y ambas saltan por encima de un arroyo para recuperarlo.
Elenore Abbott (1916).
Cuando ha recuperado su chal, la Reina Blanca se convierte rápidamente en una Oveja, y de pronto el escenario ha cambiado al interior de una tienda, tras el mostrador de la cual la Oveja está haciendo ganchillo. Alicia está muy desconcertada, pero como la Oveja, algo impaciente, le pregunta si va a comprar algo. Cabe destacar que es en este episodio en el que la Reina Blanca pronuncia la frase "A veces he llegado a creer seis cosas imposibles antes del desayuno", muy conocida, pero con frecuencia atribuida a otros personajes. Como álter ego de la Reina Blanca, que es tímida y torpe, y se muestra afectuosa con Alicia, la Oveja parece un personaje completamente distinto: es mordaz, seca, muy habilidosa (teje con catorce pares de agujas a la vez), y trata a Alicia con displicencia: la critica por estar mirando en su tienda sin comprar nada, y le ordena remar cuando de pronto se ven en una barca, repitiéndoselo varias veces y alzando la voz.
Edwin John Prittie (1926).
El pasaje de la barca, en que Alicia parece olvidarse por un momento de la presencia de la antipática Oveja, y va cogiendo aromáticos juncos de río que se desvanecen al poco de depositarlos en el suelo de la barca, es destacadamente poético, pero no se corresponde muy bien con el resto del libro. En este fragmento, es Alicia la que interpreta las palabras de la Oveja literalmente: cuando le dice "¡Pluma!", refiriéndose a la posición en la que debe estar la pala del remo (plana, como una pluma), Alicia piensa en plumas de ave y no entiende la indicación; y cuando le dice que va a "coger un cangrejo" (expresión usada en remo cuando la pala se hunde demasiado en el agua, y ofrece resistencia para moverla), Alicia exclama que le encantaría atrapar un cangrejito. Hay claras reminiscencias de las excursiones en barca de Carroll y las niñas Liddell en este pasaje, en que las pequeñas aprendían a remar; la imagen de las puntas de los cabellos de Alicia rozando la superficie del agua cuando la pequeña se inclina a coger los juncos es un bello ejemplo de los gratos recuerdos que el autor conservaba de estas salidas (aunque muy probablemente, en la vida real se tratara de otra de las niñas, ya que Alice Liddell llevaba los cabellos muy cortos). Cuando vuelven de pronto al interior de la tienda de la Oveja, Alicia se decide por fin a comprar un huevo, pero cuando va a cogerlo del estante (la Oveja no se molesta en dárselo), cada vez se va alejando más y más, hasta que Alicia ya no está en la tienda, sino en pleno campo, y el huevo no está en un anaquel, sino en equilibrio sobre un muro.
Alice Helena Watson (1939).
La niña reconoce enseguida a Humpty Dumpty, y en el capítulo VI, titulado como el personaje, hablan sobre todo de semiótica y semántica: la naturaleza, el significado y la función de las palabras. Lleno de conocimientos, pero muy soberbio y pedante, Humpty Dumpty es el personaje que más antipático le resulta a Alicia en todo el Mundo del Espejo, y no se preocupa en averiguar si está bien cuando se cae del muro poco después de despedirse de él.
Al comienzo del capítulo VII, "El León y el Unicornio", los hombres y caballos del rey acuden en tropel a intentar recomponer a Humpty Dumpty, y Alicia tiene ocasión de volver a ver al Rey Blanco (esta vez a tamaño de persona) y de conocer a sus dos mensajeros. El Rey Blanco se muestra amistoso y comunicativo con Alicia, y la lleva a presenciar la pelea entre el León y el Unicornio, un evento que, por lo que se dice, ya es bastante común. Este episodio nos proporciona nuevas muestras del funcionamiento inverso del Mundo del Espejo (en que uno come hierba seca para hidratarse, y los mensajes secretos se transmiten a chillidos), y sobre todo las interesantes observaciones del Rey Blanco sobre el concepto del tiempo. Cuando el Rey sale corriendo a presenciar la pelea del León y el Unicornio, Alicia, que intenta seguirle el ritmo pero ya está sin aliento, le pide si es tan amable de parar un minuto, a lo que el Rey responde que sí es tan amable... pero no tan fuerte: un minuto pasa tan deprisa que resulta muy difícil pararlo. El que Rey interprete "parar un minuto" no como pararse él, sino detener por la fuerza el paso del tiempo, remite inmediatamente a un juego de palabras similar en Alicia en el País de las Maravillas, en que la Reina de Corazones decía que las canciones del Sombrerero eran una forma muy estúpida de matar el tiempo, y el Tiempo se enojaba al creer que el Sombrerero pretendía matarlo de verdad.
Trini Tinturé (1973).
El combate entre el León y el Unicornio parte de otra rima infantil, inspirada a su vez en las guerras entre los reinos de Inglaterra (el León) y el de Escocia (el Unicornio) antes de su unificación en 1603 por el rey Jacobo (I de Inglaterra y VI de Escocia). La canción cuenta cómo el León y el Unicornio combatían por todo el pueblo (con una clara ventaja por parte del León), y cómo las gentes les ofrecían pan blanco y moreno y bizcocho de ciruelas, para luego escoltarlos con sus tambores fuera del pueblo, donde siguieron peleando y el León consolidó su poder.
The lion and the unicornWere fighting for the crownThe lion beat the unicornAll around the town.
Some gave them white bread,And some gave them brown;Some gave them plum cakeand drummed them out of town.
And when he had beat him out,He beat him in again;He beat him three times over,His power to maintain.
Cuando el Rey Blanco y Alicia llegan al lugar de la liza, esta parece estar muy igualada, ya que cada uno ha derribado a su oponente nada menos que ochenta y siete veces. El Rey ordena un descanso de diez minutos, para juzgar a continuación que ya es suficiente por ese día y mandar a un mensajero que haga tocar los tambores. El Unicornio se le acerca a presumir de que ese día ha llevado él la voz cantante (aunque el Rey le riñe por haber usado su cuerno para atacar al León), y se queda perplejo (de hecho, "profundamente repugnado") al ver a Alicia. Para él, las niñas son monstruos inventados y no puede creerse que esté viendo una "a tamaño natural, y el doble de real que la vida misma". Como Alicia le asegura que, hasta ese momento, ella también consideraba a los unicornios seres de fantasía, el Unicornio y ella pactan creer el uno en el otro a partir de entonces. Vale la pena recordar que el propio Rey Blanco tiene una hija, Lily, que ya ha sido mencionada varias veces y no parece provocar la menor sorpresa a nadie, así que posiblemente son las niñas humanas y no las niñas-piezas de ajedrez las que parecen fantásticas al Unicornio y al León, quienes no se privarán de llamar a Alicia "monstruo" en el resto de su encuentro.
Maria Kirk (1904).
Le piden a Alicia que reparta equitativamente el bizcocho de ciruelas, pero Alicia se encuentra con que cada vez que hunde el cuchillo en el pastel y corta un trozo, la porción vuelve a unirse al resto. El León le recuerda que en el Mundo del Espejo las cosas funcionan al revés: debe repartir el pastel antes de cortarlo. Esto le parece una tontería a Alicia, pero, obedientemente, acerca a cada uno de los comensales el plato del bizcocho, el cual se parte solo en tres porciones. Alicia se encuentra con que, una vez repartido, no solo se ha quedado sin pastel que cortar, sino que tampoco hay ningún trozo para ella. Pero de pronto empiezan a sonar los tambores, tan fuerte que la niña se aterroriza y sale corriendo, saltando un arroyo, y apenas tiene tiempo de ver cómo el León y el Unicornio se ponen en pie, aparentemente enfadados de que semejante estruendo haya interrumpido su merienda. Conserva, eso sí, la bandeja del bizcocho de ciruelas.
John Tenniel (1871).
Al moverse en el tablero, y ya en el capítulo XVII, "Es de mi propia invención", Alicia se encuentra entre dos nuevas piezas: un Caballero Rojo, que intenta capturarla, y un Caballero Blanco, que sale en su defensa. Los dos combaten, según unas reglas que Alicia intenta dilucidar observándolos (si uno intenta derribar al otro, y no lo consigue, se tira él mismo del caballo), y resulta vencedor el Caballero Blanco, tras lo cual los dos contendientes se estrechan deportivamente la mano y el Caballero Rojo se marcha. Alicia recela al principio del Caballero victorioso, al creer que él también pretende hacerla su prisionera, pero pronto descubre que la va a escoltar hasta el último riachuelo, el que la separa de la octava línea del tablero donde se convertirá en Reina.
Leonard Weisgard (1949).
Para ser uno de los personajes más memorables e indudablemente más queridos de los dos libros de Carroll, el aspecto físico del Caballero Blanco queda por completo a la imaginación de los ilustradores. Excepto por los sus "suaves ojos azules y amable sonrisa", en el texto no se menciona en ningún momento su apariencia, su edad, si es alto o bajo, delgado o corpulento, si lleva bigote o barba o va rasurado. John Tenniel, con absoluta libertad creativa, lo inmortalizó como un anciano medio calvo con largos bigotes blancos, y es esa figura la que la mayoría de los ilustradores han seguido sin dudar: son muy pocos los que han concebido un Caballero joven y lampiño (Trini Tinturé y Gavin O'Keefe, por mencionar los dos únicos que me vienen a la mente), o de mediana edad (Maria Mikhalskaya). Sabemos, por la correspondencia entre autor e ilustrador, que Carroll no estaba satisfecho ni con los pelos de punta ni con el bigote del Caballero, pero no forzó ningún cambio.
Maxim Mitrofanov (2008).
La mayoría de críticos coincide en que Tenniel se retrató a sí mismo en este personaje; los propios colegas y contemporáneos de Tenniel pensaron que se había inspirado en un amigo común, Horace "Ponny" Mayhew (algo que Tenniel negó categóricamente); y ha habido algunas propuestas como la de John Hinz, que sugiere que el ilustrador se habría inspirado en Don Quijote. Aun así, y aunque su aspecto es muy reconocible, es el carácter soñador, afectuoso y sentimental, casi infantil a veces, lo que hace inolvidable al Caballero Blanco. Es tan torpe que se cae constantemente del caballo (el cual, como observa Alicia, parece tener más prudencia y sentido común que su jinete), e inventa a cada momento (incluso mientras está en el suelo tras caerse) los objetos más absurdos e inútiles, como unas espinilleras que evitan que los tiburones muerdan las patas de su montura, una fiambrera colocada al revés para que no entren bichos (con lo que la tapa se abre y se pierde todo lo que había dentro), un armazón para que el pelo de la cabeza se enrede por él y no se caiga, o un pudín con papel secante como ingrediente principal. Acepta sin molestarse las críticas de Alicia, y se toma en serio su sugerencia de montar en un caballo de madera que sería más fácil de controlar. Cuando llega al borde del arroyo que ha de cruzar la niña para convertirse en Reina, le canta "Ojos de Bacalao", en uno de los momentos más hermosos tanto para Alicia como para los lectores del libro, y ella lo despedirá agitando su pañuelo. Merece la pena, antes de pasar al siguiente capítulo, mencionar a la Avispa con Peluca, un personaje del Mundo del Espejo perdido durante mucho tiempo, que no llegó a la versión final del libro pero suscitó mucho interés desde su primera mención en una carta de Tenniel.
Peter Blake (1970).
Al saltar el arroyo que la lleva a la octava fila, Alicia se convierte efectivamente en Reina, merced a una corona de oro que se materializa sin más sobre su cabeza. Aparecen de repente las Reinas Roja y Blanca, juntas por primera vez en la novela, y someten a Alicia a una serie de preguntas de "cultura general", retorcidas y capciosas, que la niña no puede responder al gusto de las monarcas. Pero pronto olvidan su interrogatorio y se ponen a divagar sobre una gran tormenta que ocurrió la semana anterior, y de cómo Humpty Dumpty se presentó con un sacacorchos porque buscaba a un hipopótamo (¿algo relacionado, tal vez, con su mensaje a los peces?). Poco a poco se quedan dormidas: primero la Reina Blanca, a quien la Reina Roja le canta una nana, y luego la propia Reina Roja. Ambas roncan sonoramente apoyadas en los hombros de Alicia, de donde ruedan hasta quedar con las cabezas en su regazo. La niña se siente muy incómoda (en su anterior aventura, ya había tenido un problema con la invasión de su espacio personal por parte de la Duquesa) e intenta despertarlas, pero las Reinas se desvanecen de súbito, y Alicia puede levantarse y acercarse a una gran puerta en que está su nombre escrito. No sabe cómo llamar, ya que hay una campana para los visitantes y otra para el servicio, pero ninguna para las reinas. Una vieja Rana, que está sentada bajo un árbol cercano, se acerca a regañadientes para prestarle ayuda; nos recuerda al Lacayo-Rana que ejercía de mayordomo de la Duquesa, aunque menos refinado. Tras una breve conversación, regresa a su árbol, al tiempo que aconseja a Alicia que deje la puerta en paz, porque la molesta que la golpeen: la puerta, en efecto, se abre sola sin que Alicia llame. ¿Otra procedimiento que sucede al revés en el Mundo del Espejo?
Peter Newell (1902).
Alicia recorre los pasillos del palacio, siguiendo "cientos de voces" que cantan en su honor, y acaba llegando a un gran salón comedor, con unos cincuenta invitados entre animales terrestres, pájaros y flores. Toma asiento entre las Reinas Roja y Blanca, quienes le reprochan que ha llegado tan tarde que se ha perdido la sopa de entrante y el pescado del primer plato, y dan voces para que traigan el asado. Los camareros colocan una enorme pierna de cordero delante de Alicia, quien se pone nerviosa pensando que debe trincharla, cosa que no ha hecho nunca (recordemos que solo tiene siete años y medio). La Reina Roja hace las presentaciones, y la Pierna de Cordero se incorpora sin más y le hace una reverencia a Alicia, que la devuelve instintivamente, sin saber si sentirse "asustada o divertida". Sin embargo, para su consternación, las Reinas hacen que los camareros se lleven el asado, ya que es de mala educación trinchar y servir a alguien a quien acaban de presentarte. Temiendo que suceda lo mismo con el pudín de postre, Alicia pide a a las Reinas que no se lo presenten, ya que si lo hacen ninguna cenará nada, pero estas le presentan al pudín, y ordenan a los camareros que se lo lleven. Alicia cae entonces en la cuenta de que ella es también Reina y puede dar órdenes, así que llama a los camareros para que lo traigan de vuelta, corta un trozo y se lo sirve a la Reina Roja. El Pudín se molesta mucho ante tal impertinencia, y le pregunta a Alicia cómo se sentiría si él cortara un trozo de ella. La niña se queda muda, y la Reina Roja le indica que debe responder algo, porque no es muy educado dejarle toda la conversación al Pudín.
John Vernon Lord (2011).
La cortés pero callada Pierna de Cordero y su justamente ofendido compañero el Pudín son los últimos personajes que se nos presentan en el Mundo del Espejo. A lo largo del libro hemos visto que el tratamiento de la comida es irregular: algunos platos funcionan "al revés", como las galletas secas y los bocadillos de heno que quitan la sed, o el pastel de ciruelas que hay que repartir antes de cortar, pero son inanimados; otros, como las Ostras de la Morsa y el Carpintero, o la Pierna de Cordero y el Pudín que acabamos de ver, son sintientes e inteligentes, y de modo indudable consideran el ser comidos como un ataque personal. Hay alusiones a comida que parece bastante normal (la mermelada de la Reina Blanca, el té y pan con mantequilla que está tomando Hatta), a comida, dicho finamente, exótica (las empanadas de mariposa del Anciano Viejo Viejo), y a criaturas hechas de comida (las Mariposas Merienda, cuyas alas son rebanadas de pan con mantequilla, su cuerpo una corteza, y su cabeza un terrón de azúcar; o las Luciérnagas de Postre, con alas de muérdago, cuerpo de pastel de ciruela, y cabeza de pasa flambeada en brandy). No queda muy claro por qué la Reina Roja y Blanca han decidido servir comida sintiente en el banquete de coronación de Alicia, habiéndose mostrado que comer comida animada y parlante es posible, pero moralmente cuestionable. ¿Quizá una última prueba de valía como Reina, que Alicia falla estrepitosamente al cortar y servir el Pudín? No olvidemos que, tras oír la canción de "La Morsa y el Carpintero", Alicia había juzgado que ambos personajes eran horribles por haberse comido a las Ostras, pero ella estaba dispuesta a consumir un pudín sintiente y no vacila en clavarle un cuchillo y cortar un trozo. Parece que, a pesar de sus disparatadas estrategias para ponerla a prueba, las locas Reinas del Mundo del Espejo saben que Alicia no sería una monarca muy justa.
Fernando Vicente (2021).
En la siguiente entrada podremos ver más sobre la influencia y el legado de A través del espejo y sus personajes.
Fuentes:
BASRANI, Chintan. "The Historical Origins of Humpty Dumpty", en International Inside, 19 de mayo de 2020.
CARROLL, Lewis; GARDNER, Martin (ed.). The Annotated Alice, Penguin, Londres, 2001.
- GONZÁLEZ ÁLVARO, Juan (int.), Ana-Emilia (trad. prosa), PASCUAL, Emilio (trad.verso). A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado, Ediciones Gaviota, Madrid, 1990.
ENGEN, Rodney. Sir John Tenniel, Alice’s White Knight, Scholar Press, Aldershot, 1991.
John Vernon Lord, blog personal del artista.
PHILIPS, Robert (ed.). Aspects of Alice: Lewis Carroll’s Dreamchild as Seen Through the Critic’s Looking-Glasses, The Vanguard Press INC, Nueva York, 1971.
The Internet Archive, para las ilustraciones de dominio público.
Wikimedia Commons, para las ilustraciones de dominio público.
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