23 de junio de 2021

"Ojos de bacalao" (1871)

 

"Me dijo: 'Cazo las mariposas que duermen entre el trigo'".
Charles Folkard, 1921.


La presente entrada trata sobre la canción "Ojos de bacalao", aunque en realidad habla sobre "El hombre viejo viejo". Aun así, eso es solo de lo que habla; la entrada está dedicada a "Caminos y maneras". Pero si se preguntan cuál es esta entrada, es "Sentado en una valla", y va más bien sobre "En el páramo solitario".


Como los perspicaces lectores ya habrán adivinado, se trata de un mismo texto con varios títulos, con los que el Caballero Blanco confunde a Alicia en una de las escenas más celebradas - y estudiadas - de A través del espejo. Casi al final de su recorrido del tablero de ajedrez, con su objetivo de llegar a la última fila y convertirse de peón a reina ya muy cercano, Alicia es acompañada por el noble pero desastroso Caballero Blanco, que se cae continuamente del caballo e inventa sobre la marcha los artilugios más dispares. Cuando el Caballero le explica su receta de pudín de papel secante, Alicia se queda pasmada, pensando en cómo debe de saber un postre con semejante ingrediente principal; el Caballero malinterpreta su silencio, y cree que se siente apenada por tener que separarse de él. Su intento de animarla da lugar a este intercambio sobre la naturaleza simbólica del nombre de las cosas:



- Estás triste. - dijo el Caballero en tono ansioso - Deja que te cante una canción para consolarte.
- ¿Es muy larga? - preguntó Alicia, porque ya había oído mucha poesía aquel día.
- Es larga. - dijo el Caballero - Pero muy, muy bonita. Todo el que me oye cantarla, o prorrumpe en lágrimas, o...
- ¿O qué? - dijo Alicia, porque el Caballero había hecho una pausa repentina.
- O no prorrumpe, ya sabes. El nombre de la canción se llama "Ojos de bacalao".
- Oh, ¿ese es el nombre de la canción, entonces? - dijo Alicia, tratando de interesarse.
- No, no lo entiendes. - dijo el Caballero, que parecía algo molesto - Así es como el nombre se llama. El nombre, en realidad, es "Un hombre viejo viejo".
- ¿Entonces, yo tendría que haber dicho: "Así es como se llama la canción"? - se corrigió Alicia.
- No, no tendrías, ¡eso es otra cosa! La canción se llama "Caminos y maneras", pero eso es solamente cómo se llama, ya sabes.
- Bueno, ¿cuál es la canción, pues? - dijo Alicia, que en ese momento estaba completamente desconcertada.
- A eso iba. - dijo el Caballero - La canción es "Sentado en una valla", y la melodía es de mi invención.

Como la propia Alicia no tardará en advertir, la melodía no es invención del Caballero Blanco, sino que pertenece a la canción "Te doy cuando poseo, que más no puedo" ("I give thee all, I can no more"), del poeta y músico irlandés Thomas Moore. Dicha melodía, que también se conoce como "Mi corazón y laúd" ("My Heart and Lute"), no parece tener la misma popularidad que otros temas de Moore, ya que solo se encuentran algunas grabaciones de aficionados, y al parecer nadie la ha cantado con la letra de Carroll. Ofrezco aquí la mejor y más profesional versión que he encontrado, con arreglos de Henry Rowley Bishop, interpretada por la mezosoprano Guðrún Jóhanna Ólafsdóttir, y con Francisco Javier Jáuregui a la guitarra.



Acerca del poema en sí, es tanto una reelaboración como una parodia, como sucede también con "Jabberwocky". Carroll ya había publicado, en 1856 y de modo anónimo, un poema casi idéntico titulado "En el páramo solitario" ("Upon the Lonely Moor"). Tanto este primer texto como su revisión de A través del espejo parodian el argumento del poema "Resolución e independencia" ("Resolution and Independence", 1807) de William Wordsworth, en el que un viajero encuentra a un hombre anciano en un paraje desolado, y lo cuestiona repetidamente sobre cómo se gana la vida (el anciano captura sanguijuelas para los doctores de la época). El poema de Wordsworth es muy largo y solemne, y aunque no tiene nada de humorístico, Carroll encontraba divertido cómo el poeta incordiaba al anciano en su afán de aprender su sabiduría rural (lo mismo que hace el muchacho del poema "Eres viejo, padre William"). 

 

John Tenniel, 1871.


"Ojos de bacalao" está compuesto, por tanto, de la métrica y la rima (y la melodía) de "Mi corazón y laúd", y el argumento de "Resolución e independencia". Tiene un total de 83 versos, octosílabos y hexasílabos alternos. Los primeros 64 se agrupan en ocho estrofas de ocho versos, divididas, a su vez, en dos estrofas de cuatro,  con rima cruzada abab. A partir del verso 65 hay una estrofa de cuatro versos suelta, y los últimos quince versos suelen presentarse seguidos. Si queremos contextualizar un poco, podemos leer el poema de Wordsworth aquí, el de Thomas Moore aquí, y la parodia de Carroll de 1856 aquí. Y cuando estemos listos, podemos disfrutar de la divertida y hermosa versión en silva de "Ojos de bacalao" (de merluza, en este caso), por el traductor Emilio Pascual, a continuación:   



Te contaré todo lo que pueda
aunque ya por contar no queda mucho. 
Una vez vi a un anciano viejo viejo 
sentado en un vallar tomando el sol. 
- ¿Quién eres, buen anciano? - yo le dije -
¿Qué haces? ¿Cómo vives todavía? 
Su respuesta colóse por mi mente 
como el agua a través de un colador. 

Recuerdo que me dijo: 
- Cazo las mariposas
que duermen por el trigo trigo trigo. 
Con ellas, unas buenas empanadas 
de carne me cocino
que luego voy vendiendo por las calles. 
Me las compran - recuerdo que me dijo - 
los hombres que navegan 
por mares procelosos y bravíos. 
El pan de cada día 
así ganar consigo,
que nunca nunca nunca es suficiente. 
Y ahora, señor mío, 
si su merced tuviera la bondad...

Recuerdo que yo estaba meditando
un plan para teñirme los bigotes
de verde, y emplear un abanico
tan grande que impidiera su visión. 
Y no sabiendo dar una respuesta 
a todo lo que el viejo me decía
le grité: - ¡Vamos! ¡Dime de qué vives! 
Y le di en la cabeza un torniscón. 

Con su voz bondadosa 
volvió a su historia el viejo:
- Me paseo, recorro los caminos
y cuando me tropiezo con un arroyuelo,
lo arrojo a la montaña 
en llamarada ardiendo. 
De ahí sacan esa loción que llaman
"Aceite Macasar de Rowland". Pero...
pero solo me dan por mi trabajo 
dos peniques y medio. 

Recuerdo que yo estaba meditando 
el modo de comer solo manteca 
para engordar un poco cada día 
a base de este aumento de ración. 
Entonces le di un fuerte vapuleo 
hasta que se le puso azul la cara,
y grité: - ¡Vamos! ¡Dime cómo vives, 
qué haces y cuál es tu profesión! 



Peter Newell, 1902.



- Cazo ojos de merluza
- me dijo - entre las zarzas y los brezos. 
Con ellos, en la noche silenciosa, 
hago hermosos botones de chaleco. 
¡Y a fe que ni por oro 
ni por plata los vendo! 
El que quiera comprarlos ha de darme 
un penique de cobre por diez de ellos. 

Me dedico a cavar, y en ocasiones 
mantecados encuentro 
o bien unto los árboles con liga 
para pescar cangrejos. 
También suelo buscar ruedas de taxi 
por riscos y por cerros. 
Y de este modo amaso mi fortuna. 
- concluyó con un guiño picaruelo - 
Y ahora, señor mío, 
voy a beber un trago muy contento 
a la noble salud de su merced. 

Entonces sí le oí, pues en mi mente 
ya había madurado un gran proyecto:
¡Salvar el puente del Menai del óxido, 
recociéndolo en vino de Jerez! 
Mucho le agradecí que me dijese 
su método genial de hacer fortuna. 
Pero, principalmente, que bebiera 
a la noble salud de mi merced. 

Y ahora, cuando alguna vez los dedos 
se me quedan pegados en la cola 
o me empeño en meter el pie derecho 
en el zapato izquierdo, por azar, 
o me cae un objeto muy pesado 
en el pie, machacándome los dedos,
recuerdo aquel anciano venerable 
que antaño conocí, y me echo a llorar. 

Lo recuerdo con su mirada dulce, 
sus cabellos más blancos que la nieve, 
su cara, parecida a la de un cuervo,
 y su lento, pausado conversar. 
Le brillaban los ojos como brasas, 
parecía sumido en su desgracia 
y mecía su cuerpo, consolándose, 
en rítmico columpio pendular. 

Murmuraba entre dientes por lo bajo, 
como si hablara con la boca llena, 
y a veces, resoplaba como un búfalo 
en la tarde estival. 
Porque fue en una tarde de verano, 
una tarde apacible muy lejana, 
cuando vi a aquel anciano viejo viejo, 
sentado en un vallar.


Es aceptado entre los estudiosos de la obra que Carroll se retrató a sí mismo en el personaje del Caballero, y el episodio suele interpretarse como una despedida definitiva de la niña Alicia (Alice Liddell era ya una adolescente mientras Carroll escribía A través del espejo; tenía 19 años cuando se publicó). En el texto no se indica la edad del patoso paladín, y el ilustrador Tenniel lo pintó como un anciano al que puso su propia cara, pero pocos discuten que el personaje representa cómo Carroll se veía a sí mismo en relación con la pequeña Alicia de los cuentos. En ese aspecto, la canción del Caballero aporta una nuevo nivel de lectura. Antes de despedirse de una niña, el Caballero recuerda a un anciano. ¿Es posible que el Caballero se pregunte también si Alicia lo recordará después de su encuentro? ¿Si ella misma, en el futuro, contará "Una vez vi a un extraño caballero, cayendo del caballo sin parar"?  



John Tenniel, 1871.

Si era ese el deseo del Caballero, Carroll haría que se cumpliera. En una bella anticipación, el narrador de A través del espejo nos dice que, de todo lo que vio Alicia en su sueño, aquella sería la escena que mejor recordaría después: al Caballero Blanco, recortado contra el sol poniente que destellaba en su armadura y hacía a la niña guiñar los ojos, entonando aquella canción sobre un hombre viejo y solitario al que conoció tiempo atrás. Parece haber un deseo por parte de Carroll de que Alice Liddell, en el futuro, también lo recordara con ternura.



El Caballero Blanco aparece en unas quince adaptaciones en cine y televisión, contando tanto las que son exclusivas de A través del espejo como las que lo incluyen en Alicia en el País de las Maravillas. Su canción de muchos nombres, sin embargo, solo aparece en dos: muy abreviada, e interpretada por Reginals Gardiner, en la versión de George Schaefer de 1955; y completa en la de John Henderson de 1998. Está hermosamente interpretada por Ian Holm en el doble papel de Caballero y anciano, y en mi opinión es lo mejor de la película. 




Las poesías de A través del espejo suelen dejarse de lado, siendo "La Morsa y el Carpintero" la única que en ocasiones se salva; que el poema del Caballero tenga solo dos personajes y un diálogo lo hace poco apto para emplear metraje en él. Pero sí da para emplear tiempo y discusión, como demuestran los ríos de tinta que ha hecho correr este episodio: se ha estudiado tanto por la interpretación de su personaje principal (¿Es Carroll? ¿Es Tenniel? ¿Es Don Quijote?), como por el significado de su encuentro con Alicia, o la carga de filosofía semiótica de los nombres de su canción. Pero no hace falta investigar esos temas para disfrutar de la simple locura de sus inventos, del ritmo sosegado - aunque interrumpido por frecuentes y aparatosas caídas - de su recorrido por el bosque, y del afecto con que se tratan mutuamente Alicia y él. La próxima vez que tengamos un vaso, taza o copa en la mano, prorrumpamos en un brindis, ya que no en lágrimas, a la noble salud del Caballero y el viejo viejo anciano.


John Tenniel, 1871.




Fuentes:


Alicia y el espejo mágico en YouTube, a partir de la secuencia de "Ojos de bacalao".


CARROLL, Lewis; Ana-Emilia (trad.); PASCUAL, Emilio (trad.). Las aventuras de Alicia, Edival-Alfredo Ortells, Valladolid-Valencia, 1977.


COHEN, Morton; GREEN, Roger Lancelyn. The Letters of Lewis Carroll, Oxford University Press, Oxford, 1979.


HINZ, John, "Alice meets the Don", en South Atlantic Quarterly, nº 52, págs. 253-266, 1953. 


Spotify, por la grabación de "My Heart and Lute".


Wikimedia Commons, por las ilustraciones de Tenniel.


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