28 de julio de 2019

Alicia de Kirk Browning (1983)




Esta versión estadounidense de 1983 reproduce la mayor parte de Alicia en el País de las Maravillas y A través del Espejo, y consiste en la grabación de una obra de teatro representada en un estudio sin público, con algunos efectos especiales añadidos para su emisión televisiva.


La producción tiene detrás una historia larga y ondulante, como la cola del Ratón. El montaje original data de 1932 y fue co-escrito (con Florida Friebus) y dirigido por la actriz Eva Le Gallienne, que también representó los papeles de Narradora y Reina Blanca. La obra se revivió en 1947, y contó con William Windom, Julie Harris y Eli Wallach. En 1982, Le Gallienne volvió a dirigir la obra, pero no la producción original de cincuenta años atrás, sino la versión de 1947. El espectáculo fue cancelado tras veintiuna representaciones de poco éxito, y al año siguiente se grabó en un estudio de televisión, sin público. Tras añadir escenas y efectos en postproducción, se emitió el 3 de octubre de 1983, como el episodio 2 de la temporada 12 de la serie Grandes representaciones. Del mismo montaje de Friebus y Le Gallienne ya se había hecho una versión televisiva en 1955.

La música había sido compuesta por Richard Addinsell para la producción original de 1932, y se mantuvo para las subsiguientes de 1947 y 1982. 




La obra comienza con el manido recurso de “teatro dentro del teatro”: hay un grupo de actores entre bambalinas, nerviosos y enojados porque la actriz principal les ha fallado, tiene que salir la sustituta (Kate Burton), y ninguno cree que lo vaya a hacer bien. La sustituta en cuestión está en su camerino, fumando mientras se repite aceleradamente el poema “Jabberwocky” y se mira en el espejo. 




Y de repente ya tiene su peluca rubia y su traje azul de Alicia, y está sentada en el borde del espejo, y ya es el País de las Maravillas: no hay orilla del río, libro aburrido ni caída por la madriguera. Los conocedores de la obra notarán que ha entrado en el País de las Maravillas como en los libros originales entra en el Mundo del Espejo.


A partir de ese momento, Alicia recorrerá algunas de las escenas del País de las Maravillas, muchas de ellas abreviadas o con el orden cambiado, aunque los diálogos tienden a respetarse. Conoce al Conejo Blanco (Austin Pendleton); al Ratón (Nathan Lane) y los demás animales del Lago de Lágrimas; a la Oruga (Fritz Weaver), al Gato de Cheshire (Geoffrey Holden); a la Duquesa (Kaye Ballard); al Sombrerero (André Gregory) y la Liebre (Zeljko Ivanev); al Rey (James Coco), la Reina (Eve Arden) y la Sota de Corazones (Tony Cummings); y a la Tortuga Falsa (Donald O’Connor) y el Grifo (Swen Swenson). 


Cuando al final del Juicio, Alicia es atacada por los Soldados-Carta, hay un breve entreacto en que se muestra de nuevo el camerino de la actriz, y alguien llama a su puerta para indicarle que está a punto de salir a escena, pero, a continuación, Alicia está hablando ya con la Reina Roja (Colleen Dewhurst), quien le explica las normas para moverse por el tablero de ajedrez que constituye el Mundo del Espejo. Para alguien que no conozca el texto original, resulta muy confuso cómo Alicia pasa de un lugar a otro.


Alicia viaja por el Mundo del Espejo como por el País de las Maravillas, conociendo a los personajes más destacados: Tweedledee y Tweedledum (Alan Weeks y André De Shields), el Caballero Blanco (Richard Burton), Humpty Dumpty (Richard Woods) y la Reina Blanca (Maureen Stapleton).


Cuando la fiesta de la coronación de Alicia se transforma en un caos, Alicia comienza a sacudir a la Reina Roja, y la imagen vuelve al camerino. La actriz sigue dándole caladas a su Marlboro cuando vuelven a llamar a su puerta porque ya le toca salir. La película termina con Alicia sentada en un gran sillón en un escenario a oscuras, recitando “Jabberwocky” completamente inmóvil y sin más expresividad que levantar la voz de vez en cuando.


Lo primero que se ve en esta película es que ha adaptado en todo lo posible las ilustraciones originales de Tenniel: los decorados son simplemente sus dibujos en tres dimensiones, y los disfraces de los actores constituyen una réplica exacta de los trajes de los personajes en ambos libros, algunos de ellos en color, y otros en blanco, negro y beige. Esto hace que, estéticamente, este montaje es el que más se parece a una edición clásica del libro de Carroll, lo que no necesariamente es una buena noticia. Cierto que algunas escenas son visualmente magníficas, y que los fondos “dibujados” favorecen el efecto de inmersión, pero la inconsistencia en los disfraces se puede hacer irritante. Algunos personajes como la Tortuga Falsa o el Grifo están todo el tiempo en su disfraz “de Tenniel”, pero otros, como el Conejo, tienen una máscara en su primera aparición que al poco desaparece automáticamente para dejar ver un rostro maquillado, mientras que el resto del disfraz se mantiene. 

El caso del Gato de Cheshire o Humpty Dumpty son los más llamativos (e incómodos): el rostro de los actores aparece sobreimpresionado en los dibujos de los personajes, y a continuación los actores realizan el resto de la escena sin ningún tipo de disfraz, salvo unas uñas larguísimas y una corbatilla para identificarlos. El presentar la estética de Tenniel, muy bien lograda en algunos momentos, para abandonarla caprichosamente según las necesidades de la escena o los actores resulta desastroso. El vestuario, en general, sería precioso si todos los personajes lo llevaran del mismo modo.




Tanto en el País de las Maravillas como en el Mundo del Espejo, las canciones originales del texto de Carroll tienen música y pasos de baile y están interpretadas con bastante corrección; sin ser memorables, encajan bien en la película y no son tan numerosas como para resultar cargantes. 

La actuación, en general, no es muy destacable. Era de esperar que las mejores interpretaciones sean la de Richard Burton como Caballero Blanco, en uno de sus últimos papeles, y la de Donald O’Connor como Tortuga Falsa (este actor tendría un papel menor, de Loro, en la versión de Harry Harris de 1985). 


Sin embargo, la protagonista, Kate Burton, es una de las Alicias menos creíbles de la historia del cine. Ya es bastante malo que una mujer de veintiséis años se ponga una peluca y unas enaguas y pretenda hacerse pasar por una niña de siete; aparecer fumando y hecha una histérica no ayuda en nada. Pero incluso si pudiéramos pasarlo por alto, esta Alicia habla todo el rato como si tuviera su diálogo en la mano y lo estuviera leyendo; y cuando grita o llora es peor aún. Su reacción cuando entra en la cocina de la Duquesa y la ve arrojando violentamente al bebé al suelo es sonreír sin más. No nos puede convencer en ningún momento de que es una niña que descubre unos mundos maravillosos y unas criaturas sorprendentes: vemos solamente una mujer joven tratando con otros adultos de igual a igual. Ya en vida de Carroll se hicieron adaptaciones teatrales de Alicia en que actuaban niñas, quizá no de siete años pero sí de diez u once. Incluso con las leyes actuales que justamente protegen a los niños actores de exceso de horas de trabajo o de situaciones de peligro, el no buscar una actriz más cercana a la edad del personaje que interpreta es inexcusable.




La película tiene varias ediciones en DVD y resulta relativamente fácil de encontrar; también está disponible en canales de vídeo de Internet. Vale la pena verla por los escenarios y las imágenes que reproducen las de Tenniel, y algunos números musicales son bastante apreciables (no en vano la Tortuga Falsa había cantado bajo la lluvia muchos años antes). Pero el montaje original tenía muy buenas ideas que desgraciadamente no se trasladan bien a una versión televisiva, y el papel de Alicia no lo representa la actriz más adecuada ni de lejos. Es una pena porque es la única manera de ver ese montaje en la actualidad, y no cabe duda de que queda muy deslucido.

Fuentes:







21 de julio de 2019

Alicia de Rankin-Bass (1973)



Esta versión de Alicia es una brevísima adaptación (veinte minutos) de dibujos animados, producida y dirigida por los estadounidenses Arthur Rankin Jr. y Jules Bass. Fue el episodio 16, emitido el 11 de febrero de 1973, de la serie “Clásicos familiares” (Festival of Family Classics, 1972- 1973), que incluía tanto obras literarias infantiles y juveniles como cuentos populares.

El estudio Rankin-Bass (fundado en 1960, clausurado en 1987, y conocido en sus primeros años como Videocraft International) produjo y dirigió todo tipo de programas de dibujos animados: películas, series y especiales para televisión; también realizó animación en volumen, y algunas colaboraciones en películas de imagen real. Se hizo conocido por la película de animación en volumen Rudolph, el reno de nariz roja en 1964, que comenzó una tradición de especiales de Navidad, narradas por alguna celebridad del momento. La última sería La vida y aventuras de Santa Claus en 1985. Rankin-Bass también adaptó El Hobbit en 1977 y El retorno del rey en 1980; los derechos para los otros dos volúmenes de El Señor de los Anillos los tenía otra productora. En su época final, su serie más reconocida fue Thundercats, de 1985.

El guion de esta adaptación de Alicia fue escrito por Sandy Glass y la música estuvo a cargo de Maury Laws. La animación se llevó a cabo en los Estudios Mushi, bajo la dirección de Osamu Tezuka.


Debido a que es tan corta, la adaptación solamente recoge el argumento básico del sueño de Alicia y presenta algunos de los personajes principales, pero reduce la historia al mínimo y recorta y altera todos los diálogos. Los actores de doblaje están creditados al final, pero no aparece el personaje que dobla cada uno; solo me ha sido posible identificar a los de Alicia y el Gato de Cheshire.


El episodio comienza con Alicia (Donna Miller) sentada bajo un árbol en el jardín de su casa, aburrida mientras su hermana lee un libro. Ve al Conejo Blanco, que se lamenta en voz alta de que llega tarde a la partida de croquet de la Reina, y sale corriendo tras él. 


Cae por su madriguera hasta el Vestíbulo de las Muchas Puertas, y rápidamente consigue abrir la puertecita al jardín, combinando la llave, la bebida que hace disminuir y la galleta que hace crecer. Entra en el País de las Maravillas, donde observa que los pájaros vuelan hacia atrás y se vuelven a meter dentro del cascarón cuando llegan al nido. 


De inmediato vuelve a ver al Conejo Blanco, que la confunde con su criada Mary Ann y le ordena que vaya a su casa a buscarle los guantes y el abanico. Alicia echa a correr, y por el camino piensa que, si ayuda al Conejo, quizá pueda enseñarle el camino de vuelta a su casa; desde ese momento, es la única motivación de Alicia.


Al entrar en casa del Conejo, Alicia cae en la tentación de beber de un frasquito, y crece hasta quedarse atascada en la casita.


El Conejo llega buscándola y, aunque se sobresalta al principio, enseguida le pone en la mano una galletita para que vuelva a encoger. Alicia recupera su tamaño, sale por la puerta, le da los guantes y el abanico al Conejo y le pide disculpas por las molestias. Se presenta con su nombre, y resulta que el Conejo la conoce: “Ah, eres la que vive en la casa grande. Tienes una hermana, ¿verdad?”. Le da instrucciones para llegar a un árbol con un agujero a través del cual podrá volver a su casa, y Alicia echa a andar por el bosque.


Se encuentra con una Oruga, que no fuma en narguile (¿una auto-censura, quizá, por parte de Rankin-Bass?), pero está muy soñolienta. Le explica que puede cambiar de tamaño con los lados de la seta, y Alicia come un trozo de cada para probar.


A continuación se encuentra con el Gato de Cheshire (Paul Soles). Le explica, como a la Oruga, que está buscando el camino para volver a su casa, y el Gato le dice que para llegar al árbol deberá cruzar el jardín del Sombrerero.


Va entonces a la casa del Sombrerero, quien está tomando el té con la Liebre y el Lirón. Cuando Alicia les pregunta si pueden ayudarla a encontrar el camino a casa, los tres la llevan por difíciles caminos: remontan un río en una balsa de troncos, recorren una caverna llena de murciélagos, saltan de un precipicio para rebotar en enormes hojas y flores… y acaban volviendo a la casa del Sombrerero. La Liebre admite que no tenían ni idea del camino. 


Alicia rompe a llorar, pero vuelve a ver al Conejo Blanco, y lo sigue con la esperanza de que le explique de nuevo cómo llegar al árbol con el agujero.


Se encuentra entonces en la playa y ve a la Tortuga Falsa, que está llorando. Intenta preguntarle dónde está el árbol, pero la Tortuga la interrumpe para contarle su triste historia. Al final, tampoco sabe decirle cómo llegar al árbol desde allí. Alicia se aleja lamentándose de lo poco útiles que son las criaturas de ese mundo.


Llega al jardín de la Reina, donde encuentra a los Jardineros-Carta (que por cierto son del palo de Tréboles) pintando las rosas de rojo. Llegan los Reyes con su comitiva, y la Reina ordena decapitar a los jardineros, pero Alicia les ayuda a esconderse detrás de una gran maceta.


La Reina invita a Alicia a unirse a ellos al juego de croquet. Alicia los acompaña, pero no participa. Aparece el Gato de Cheshire, y aunque al principio la Reina no le hace mucho caso y le dice “gatito bonito”, el Gato se insolenta con el Rey, quien llama a su consorte para que lo mande decapitar, lo que ésta hace sin ningún problema. El verdugo sí encuentra problemas para cortar una cabeza que no está unida a ningún cuerpo, y el Gato disfruta mareando al verdugo y al Rey. 


Pero la Reina también se impacienta, y acusa a Alicia de las “cosas raras” que están pasando desde que ella ha aparecido. Alicia le ruega que le explique cómo volver a su casa, ya que no tiene otro deseo, pero se da cuenta de que todos la miran mal y murmuran entre ellos, y sale corriendo, con el ejército tras ella.


Vuelve a pasar por la playa de la Tortuga Falsa y por la casa del Sombrerero, y repentinamente encuentra el árbol con el agujero en el tronco por el cual podrá volver a casa. Pero se da cuenta de que los Soldados-Carta están a punto de darle alcance, y decide comer un trozo de hongo para crecer y asustarlos. 


Sin embargo, el trozo que muerde la hace diminuta, del tamaño de un insecto, y aunque sus perseguidores la pierden de vista, se echa al suelo y rompe a llorar, porque con ese tamaño nunca podrá llegar al árbol.


Se despierta entonces en el regazo de su hermana y le intenta contar sus aventuras. Su hermana le dice que estaba soñando, pero, por un momento, ve al Gato de Cheshire. La hermana piensa que han sido imaginaciones, pero entonces la cabeza del Gato vuelve a aparecer, le guiña un ojo a Alicia, y desaparece de nuevo, quedando solo su sonrisa. Alicia insiste en que no estaba dormida ni soñando… ¿o quizá sí?


Resulta bastante obvio que con un límite de tiempo de veinte minutos es difícil hacer una versión plausible de Alicia en el País de las Maravillas. Esta película reduce al mínimo los personajes y los diálogos, y presenta a una Alicia a la que la fascinación de estar en un lugar extraño le dura medio minuto y pasa el resto del tiempo llorando y queriendo volver a casa. Por una parte, el diseño de Alicia corresponde realmente al de una niña de siete años, por lo que su angustia se puede entender; pero por otra se pierde el espíritu de emoción y descubrimiento del texto original. Alicia apenas pasa tiempo con los personajes a los que encuentra; apenas habla con ellos antes de que la dejen o se marche ella. El pasaje de la Tortuga Falsa es completamente inútil desde el punto de vista argumental, así como el “viaje” al que el Sombrerero y los demás se llevan a Alicia para acabar volviendo adonde estaban: son minutos de metraje que podrían haberse utilizado para escenas más significativas.

La animación es bastante buena para la época (aunque aún se nota demasiado la colocación de las figuras sobre el fondo), y el diseño de Alicia lo encuentro personalmente encantador. 


Tiene algunos detalles que no suelen aparecer en otras versiones, como el mostrar que Alicia ayuda a esconderse a los Jardineros-Carta, o la discusión entre el Rey y el Verdugo sobre si se puede decapitar o no una cabeza sin cuello. Pero la película parece hecha con prisas, quizá por exigencia de la emisión. Algunos pasajes parecen estar sin terminar: cuando Alicia cae por la madriguera del Conejo, se ve solo un fondo de colores, sin ningún objeto en las paredes; el cartel de la casa del Conejo cambia notablemente de tamaño en dos fotogramas distintos; y la vajilla de la Loca Fiesta del Té, directamente, está sin colorear.

No la considero una película mala, pero podría haber destacado si le hubieran dado al menos el doble de metraje y hubieran dedicado un poco más de atención a los detalles. Hubo dos películas dentro de la misma serie de “Clásicos Familiares” que se dividieron en dos capítulos: Veinte mil leguas de viaje submarino y La vuelta al mundo en ochenta días. Una versión de cuarenta minutos de Alicia fue una posibilidad que el estudio Rankin-Bass, lamentablemente, no tuvo en cuenta.

Ossea, te lo juro... Ni cuarenta minutos... cutre de la muerte.

El episodio fue editado en DVD en 2012 por Universal Pictures Home Entertainment, metido con calzador con los episodios de Cenicienta, Blancanieves y La Bella Durmiente en una recopilación de “Princesas”. Se puede encontrar fácilmente en canales de vídeo de Internet.

Fuentes:

Internet Movie Database

14 de julio de 2019

Alicia de Alex Lovy (1966)



Alice in Wonderland; or, what’s a nice kid like you doing in a place like this? (Alicia en el País de las Maravillas, o, ¿qué hace una niña buena como tú en un lugar como éste?) es una película de dibujos animados estadounidense, dirigida en 1966 por Alex Lovy, y producida por el celebérrimo dúo de William Hanna y Joseph Barbera. Se trata de una adaptación muy libre de la historia de Carroll, que básicamente no conserva más que el planteamiento y los nombres de los personajes; el desarrollo, los diálogos y la propia caracterización de los personajes son completamente diferentes. El guion fue escrito por el comediógrafo Bill Dana, que también prestaría su aspecto, su voz y su personaje “José Jiménez” al Caballero Blanco.

William Hanna (izda.) y Joseph Barbera en 1967.
Imagen de prensa publicada por Relaciones Públicas 
McFadden, Strauss, Eddy & Irwin.

La carrera de Bill Hanna y Joe Barbera había comenzado en los estudios de Metro-Goldwyn-Meyer, donde pasaron veinte años realizando cortos de Tom y Jerry; cuando la MGM dejó de producir dibujos animados en 1957, la pareja fundó su propia compañía y dominó la escena de la animación occidental durante décadas. En 1966, Hanna-Barbera ya había escrito, producido y dirigido series de dibujos animados tan enormemente populares como Los Picapiedra (The Flintstones, 1960), El oso Yogi (The Yogi Bear Show, 1961), Don Gato (Top Cat, 1961), Los Supersónicos (The Jetsons, 1962), o Johnny Quest (1964), entre muchas otras. Posteriormente también crearía Los Autos Locos (Wacky Races, 1968) y Scooby-Doo (1969), y realizaría la adaptación estadounidense de Los Pitufos (The Smurfs, 1981).

Una de las claves de su éxito fue el énfasis que ponían en la escritura de chistes y creación de situaciones humorísticas, y otra, la calidad del doblaje: ambas características se observan en esta particular versión de Alicia. Los diálogos están plagados de juegos de palabras y retruécanos que, sin ser del mismo estilo que los de Lewis Carroll, son efectivos e inmediatos, y en el reparto se encuentran voces de la categoría de Sammy Davis Jr.

La película, realizada directamente para televisión, fue patrocinada por la cadena de droguerías y farmacias Rexall y por la compañía de refrescos Coca-cola. La emisión original, el 30 de marzo de 1966, incluía una promoción después de los créditos introductorios. Mientras Alicia, que ya ha caído por la “madriguera” del Conejo, mira desconcertada a su alrededor, una voz en off anuncia: “Alicia en el País de las Maravillas les es presentada por Rexall, el nombre más conocido de Estados Unidos en productos farmacéuticos (¡no se pierdan, mañana, su famosa venta de 1 céntimo!), y por sus embotelladores locales de Coca-cola, que le recuerdan pensar a lo grande, comprar a lo grande, y ahorrar a lo grande”, mientras los logos y eslóganes de las respectivas marcas aparecen también en pantalla. Al final de la película, se añaden unos segundos de metraje en que vuelve a aparecer la misma locución, pero con el orden invertido; se anuncia en primer lugar la Coca-cola, y en segundo lugar a Rexall. En las pausas publicitarias se emitieron anuncios de ambas marcas en las que aparecían personajes de la historia. Las subsiguientes emisiones de la película, así como las ediciones –  no autorizadas – en VHS, ya suprimieron los mensajes y los logos. Los anuncios publicitarios muestran a los personajes comentando y alabando las respectivas marcas; en uno de ellos, por ejemplo, el Conejo Blanco le da la bienvenida a Alicia a “Rexall-land”. La misma compañía también publicó una versión en cómic de la película, que regalaba con la compra de sus productos.


La banda sonora estuvo a cargo del compositor Charles Strouse y el escritor Lee Adams, que en la época eran muy conocidos por el musical Bye Bye Birdie, y fue orquestrada por Marty Paich. Varios intérpretes cantaron ellos mismos las canciones; otros tuvieron un actor de doblaje específico para los temas musicales.

La película está ambientada en la época en que se realizó, mediados de los años 60, lo que se observa tanto en las partes que suceden en el mundo real como dentro del País de las Maravillas. Como suele suceder en las adaptaciones, añade también personajes de A través del Espejo.


La historia comienza con Alicia (Janet Valdo en los diálogos, Doris Drew en las canciones), una niña de unos diez o doce años, jugando en la calle con su perrito Fluff (Don Messik). Su madre (no aparece en los créditos; solo tiene una frase) la llama desde la puerta de su casa, y cuando Alicia responde que irá en un momento, se asoma también su padre (Allan Melvin), quien le ordena severamente que vaya en ese momento, a lo que Alicia obedece sin rechistar. Una vez dentro de casa, el padre le pregunta si ha ayudado a su madre a lavar los platos, y al obtener una respuesta afirmativa, le pregunta a continuación si ha terminado los deberes, ¿no tenía acaso que hacer un trabajo sobre Alicia en el País de las Maravillas? Fluff intenta esconder el libro para que Alicia pueda seguir jugando, pero el padre lo descubre, recupera el libro, y le recuerda a su hija que “nada de televisión” hasta que termine los deberes. Alicia se resigna a perder la tarde, pero Fluff aún quiere jugar y, con la pelota en la boca, se mete entre los pies de la niña, haciendo que tropiece y se caiga; es el momento en que Alicia pierde momentáneamente el conocimiento y comienza a soñar. Alicia se levanta y, enfadada con Fluff, le tira la pelota a otra habitación; el perrito corre alegremente tras ella. Pero la pelota atraviesa la pantalla de un televisor apagado, y Fluff salta también al interior. Alicia toca la pantalla y nota, asombrada, que es como la superficie del agua. Se asoma, llamando a Fluff, y accidentalmente se cae dentro del televisor. Por un momento puede agarrarse al borde de la pantalla, y ve que su padre está en la puerta de la habitación, aparentemente buscándola. Alicia lo llama a gritos, pero su padre no la oye, y al final sus dedos se sueltan y se precipita por el interior de los tubos catódicos.


Alicia cae sentada sin hacerse daño, y mira a su alrededor intentando ver dónde está y buscando a Fluff. Lo que ve es el Conejo Blanco (Howard Morris), el cual se presenta como un dragón (pero no cuela). Aunque Alicia identifica al Conejo Blanco como el personaje del cuento que ha leído, la conversación con él es muy difícil; no para de reírse convulsivamente y de anotar puntos para un juego cuyas reglas nunca se molesta en explicar.


Cuando Alicia insiste en que tiene que ir a buscar a Fluff, el Conejo le da a una galleta con la que podrá cambiar de tamaño, porque ahora es muy grande para poder salir de la madriguera. Tras varios intentos, alcanza una altura razonable. Salen por una puerta (que son varias, a cada cuál más fuerte, cuando el Conejo las cierra) y, una vez en el exterior, cantan a dúo “La vida es un juego”. Pero tras ella, el Conejo se marcha precipitadamente, y le aconseja a Alicia que siga el camino que se desenrolla (“también está el camino de baldosas amarillas, pero es de otro cuento”).

Alicia sigue el serpenteante camino, que culmina en un cartel de bienvenida al País de las Maravillas. En la rama de un árbol se encuentra con un gato beatnik, perilla y actitud nihilista incluidas (Sammy Davis Jr.). 


Tras una conversación de la que la pobre Alicia no puede sacar nada en claro, el Gato se da cuenta entonces de que ella no pertenece al País de las Maravillas, lo que le lleva a cantar “¿Qué hace una niña buena como tú en un lugar como éste?”, la canción más reconocible y pegadiza de la película. Justo al terminar, aparece el Conejo Blanco con Fluff en brazos, pero vuelve a salir corriendo antes de que Alicia pueda coger a su perrito. Mientras se aleja, le dice a Alicia que se verán en la Fiesta del Té, y el Gato de Cheshire le indica cómo llegar.


Tras seguir un rato el camino, y volverse a encontrar con un Conejo Blanco cada vez más chiflado, Alicia se ve de repente en la Fiesta del Té, que se celebra en medio del bosque. 


El Sombrerero (Harvey Korman), la Liebre de Marzo (Daws Butler) y el Lirón (Don Messik) consideran que Alicia necesita un sombrero y le presentan a la Sombrerera (Hedda Hopper), la cual le prueba varios modelos. Pero no le prestan ninguna ayuda para encontrar a Fluff, y los dos Sombrereros y la Liebre acaban metiéndose en una caja de sombreros y desapareciendo en un pestañeo.


Alicia se lamenta en voz alta de que la gente de ese país tenga la costumbre de esfumarse sin más, y le contesta una extraña Oruga que está sobre una seta y tiene dos cuerpos, uno a cada extremo: son nada más y nada menos que Pedro Picapiedra y Pablo Mármol (Alan Reed y Mel Blanc). 


Cuando Alicia les pregunta, pasmada, cómo es posible que tengan una cabeza en cada extremo, Pedro le responde con toda naturalidad si es que nunca ha oído la expresión “dos cabezas piensan mejor que una”, y Pablo añade que así se puede ver dónde vas y dónde has estado al mismo tiempo. Comentan que han trabajado durante mucho tiempo en el mundo del espectáculo, y Alicia admite que “le resultan familiares”. Pedro y Pablo cogen un bastón y un canotier y se ponen a cantar “Nunca harán que nos separemos”, pero, como ya va siendo normal, no pueden ayudar a Alicia a encontrar a Fluff, ya que no tienen ningún número con animales.


Alicia se queda sentada en una roca, preguntándose qué va a hacer, cuando inesperadamente llega Fluff corriendo y ladrando, y se arroja en sus brazos. Alicia se lleva una gran alegría, pero poco le dura, porque por el mismo camino llega al galope un caballo sobre el cual cabalga un jinete con una enorme armadura que enarbola una larguísima lanza, y Fluff se asusta, salta de los brazos de Alicia, huye y se pierde de vista. El jinete se detiene al oír los gritos de Alicia, y ésta le riñe, muy enfadada por asustar a un inofensivo perrito. 


El Caballero Blanco (Bill Dana, en su papel cómico de “José Jiménez”) levanta su celada y aguanta la reprimenda de Alicia; sale entonces de la armadura y resulta que es un individuo de diminuta estatura, tartamudo y neurótico. Lamenta haberle causado problemas a Alicia, y le cuenta que su mayor deseo es realizar grandes proezas, servir a la reina, matar dragones y rescatar doncellas, pero que es demasiado nervioso y pusilánime para hacer nada de eso (de hecho, su “arma secreta” cuando las cosas se ponen feas es levantar una bandera blanca con grandes letras de ME RINDO).  Alicia intenta animarlo cantando “Hoy es un día maravilloso”. El Caballero recupera su espíritu y sale a galope en busca de nuevas aventuras, pero, como era de esperar, no la ayuda a buscar a Fluff.

Vuelve entonces el Conejo Blanco, con mucha prisa porque llega tarde a la partida de croquet de la Reina. Pronto deja atrás a la niña, pero entonces aparece el Rey de Corazones, que conduce un pequeño tren, y se ofrece a llevar él mismo a Alicia al juego.


Alicia no puede por menos que preguntar por qué un rey está conduciendo un tren; el Rey contesta que incluso los reyes deben hacer trabajillos para llegar a fin de mes.


Llegan juntos campo de juego, y Alicia tiene el privilegio de sentarse en el palco real, con el Rey y la Reina de Corazones (Zsa Zsa Gabor, completa con su acento húngaro y sus “daahling”). 


Aunque un cartel anuncia “Torneo de Croquet”, el juego que presencian es completamente disparatado; una confusa mezcla de hockey sobre hierba, fútbol americano, Monopoly, un indeterminado juego de tablero tipo oca, carrera de caballos de ajedrez, salto de trampolín y surf (con lo que caer al agua supone para los Soldados-Carta); en ningún momento se ve a nadie con equipamiento de croquet. En el descanso, la Reina le entrega a Alicia unas tartaletas de fresa para que las reparta entre los jugadores, pero, apenas se ha alejado unos pasos, la misma Reina grita a los Soldados que la detengan por robar las tartas y la arrojen al calabozo. Alicia exclama que no la pueden encerrar sin un juicio, por lo que la Reina ordena que se celebre el juicio de inmediato. Mientras tanto, el Conejo Blanco llega, muy tarde, a la partida de “croquet”, y teme que la Reina se enfade y le haga perder… puntos en su propio juego.


Se celebra el juicio con el rigor que cabría esperar: el fiscal es el inútil hijo del Rey y la Reina de Corazones, que muy predeciblemente se comporta como un niñito de mamá, y el abogado de Alicia es un individuo que ya asume que tiene el caso perdido y se dedica a jugar al yo-yo. El alguacil recibe constantes martillazos en la cabeza por parte del Rey, no se llama a ningún testigo, y Alicia acaba condenada a 99 años en el calabozo, adonde es arrojada sin miramientos.


En la celda del torreón se encuentra con Fluff, y también con Humpty Dumpty (Allan Melvin), que viste un traje a rayas de presidiario. 


Al poco el Conejo Blanco es arrojado a la prisión con ellos, condenado también a 99 años por llegar tarde al juego de croquet. Alicia canta “Estoy en casa”, sobre lo mucho que echa de menos su hogar y a sus padres, tan triste y sentimental que sus dos compañeros no pueden evitar las lágrimas. 


Humpty Dumpty dice que en ese caso la ayudarán a regresar a su casa, y salen de la celda… con la llave de la puerta, que aparentemente tenía desde hacía ya tiempo.

Logran escapar el castillo de la Reina, pero son detectados por un Soldado-Carta que da la voz de alarma, y toda la caballería real sale tras ellos. 


Cuando les dan alcance, Humpty Dumpty se sube a un muro para distraerlos y darles más tiempo a Alicia y al Conejo; acaba cayéndose y rompiéndose la cáscara, aunque el Conejo le asegura a Alicia que podrán recomponerlo.

De vuelta en la madriguera del Conejo, Alicia se pregunta cómo podrá volver a atravesar el televisor, y el Conejo le recuerda que tiene la galleta que él le dio al principio. Alicia come un trocito y sale volando de regreso a la pantalla. Se agarra al borde y llama a su padre pidiéndole ayuda. Se despierta entonces en el suelo de la habitación donde se había caído, mientras su padre, a su lado, le pregunta qué le ha pasado. 


Alicia, confusa, responde que estaba corriendo tras Fluff y que debía de haberse resbalado. El padre le dice que, en vista de que está bien, vaya a reunirse con su madre y con él para la cena. Pero, en el momento en que el padre se va, Alicia oye que el Conejo la llama, y todos los personajes a los que ha conocido en el País de las Maravillas atraviesan la pantalla del televisor… para traerle a Fluff, a quien había olvidado en la madriguera. 


Alicia le da un beso de agradecimiento al Conejo, y, cuando su padre la llama, otra vez para la cena, Alicia exclama: “¡Papá, mira! ¡Son el Conejo Blanco y todos sus amigos!”, pero los personajes del País de las Maravillas han desaparecido.

Alicia abraza a su perrito y le dice “¿Sabes, Fluff? Nadie nos creerá si le contamos qué nos ha pasado…”. Mira a la cámara y añade: “¡Pero espero que tú sí!”.

La película, como se ve, poco tiene que ver con la historia original de Alicia en el País de las Maravillas; el planteamiento de la niña que sueña con un mundo mágico y los nombres de los personajes no son más que una excusa para una ambiciosa campaña publicitaria que empleó a famosos y famosillos del momento (siendo el más claro ejemplo que se inventen el personaje de la Sombrerera solo para que pudiera aparecer la periodista del corazón Hedda Hopper, conocida por su afición a los sombreros). Hay errores de bulto, como que, cuando al principio Alicia hojea el libro, mencione que va por la parte de Humpty Dumpty, quien es un personaje de A través del Espejo, o que, nada más ver al Sombrerero, le diga: “¡Tú debes de ser el Sombrerero Loco!”, cuando en ningún momento del libro de Carroll se llama a ese personaje “Sombrerero Loco” sino simplemente “Sombrerero”. También resulta chocante que, para el cameo de Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, al guionista no se le ocurriera otra cosa que hacer una Oruga con un cuerpo a cada extremo, cuando parece que la elección obvia habría sido Tweedledee y Tweedledum (que incluso cantan y bailan en el texto original).

Los personajes conservan algún parecido con los del libro, en tanto que el Conejo suele ir con prisas, el Gato es burlón y sibilino, el Caballero es bueno pero desmañado, la Reina es cruel y arbitraria, y todos hablan con juegos de palabras y chistes verbales. Pero Bill Dana los desarrolla a su manera, sin usar para nada el texto de Carroll, lo cual es una lástima porque una combinación del material original con sus propios recursos habría resultado muy bien.

El apartado musical es de lo mejor de la película, en especial las tres primeras canciones, que nos sitúan en la escena de los espectáculos de variedades. “La vida es un juego” es una canción que uno se imagina cantando a Frank Sinatra Jr. en una gran sala de conciertos; “Nunca harán que nos separemos” es un número de vodevil; y “¿Qué hace una niña buena como tú en un lugar como éste?” fue un éxito inmediato para Sammy Davis Jr. y para Scatman Crothers, que la grabaría posteriormente. Resulta significativo que, aunque la película se emitió muy pocas veces por televisión y nunca se publicó oficialmente en vídeo doméstico (existen cintas pirata), sí se editaron varios álbumes con material, en ocasiones adaptado o reelaborado, de la banda sonora, cuya historia analiza Greg Ehrbar en este artículo.


Ésta es una de las dos películas que, llamándose Alicia en el País de las Maravillas, más se alejan del texto original, hasta el punto que apenas tienen nada que ver (la otra es la versión de Tim Burton). No es, para nada, una película del libro, ni la podemos relacionar más que someramente con el texto de Carroll. Pero tiene valores propios. Es divertida, es ocurrente, tiene buenas canciones y buenos momentos, y se las apaña para conservar lo absurdo y lo chocante del mundo de Carroll. Personalmente me gusta más que otras versiones que, aun respetando fielmente el texto original, resultan tan anodinas y poco inspiradas que se olvidan sin más después de verlas.

Como he comentado, la película nunca se editó en VHS de manera oficial. Fue doblada al castellano en México por el estudio CINSA en el mismo año de su emisión, y existen cintas no licenciadas en inglés y en español. Sin ser una obra maestra, es una pieza con muchas virtudes injustamente arrinconada, que generaría un gran interés si se beneficiara de una remasterización y algo de material extra en que se hablara de las celebridades que participaron en ella. De momento, se puede ver, entera o a trozos, en canales de vídeo de Internet.

Fuentes:




Internet Movie Database

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