28 de julio de 2024

Charles Dodgson en Daresbury.

 

Entrada dedicada a las amables guardesas de la iglesia de Todos los Santos de Daresbury, que me permitieron entrar y permanecer en ella cuanto quisiera, con la mayor simpatía y afectuosas sonrisas.
 




Al noroeste de Inglaterra, limitando al norte con Merseyside y Gran Mánchester, al este con Derbyshire, al sureste con Staffordshire, al sur con Shropshire, y al oeste con Gales, se encuentra el condado de Cheshire. Su capital es Chester, y sus ciudades más conocidas probablemente sean Mánchester, importante núcleo de comunicaciones ferroviarias, y Liverpool, histórica cuna de Los Beatles. A unos treinta y seis kilómetros de Mánchester, en dirección a Chester, hay un puntito en el camino que merece nuestra atención: Daresbury, una pequeña población de menos de trescientos habitantes. Tiene una iglesia, un cementerio, una granja de vacas y un camino que permite recorrer el pueblo relajadamente en una media hora. Y a unos dos kilómetros y medio de esta pequeña villa hallamos el lugar de nacimiento de Charles Dodgson. 


En 1832, Daresbury, "virtualmente perdida entre granjas", tenía una extensión de 242 hectáreas y una población de 143 habitantes, entre los que se encontraban los padres y las dos hermanas mayores de Charles. Su padre había recibido el curato en 1827, y la casa parroquial que habitaba la familia estaba tan aislada, "que hasta el paso de una carreta despertaba un gran interés", como diría Stuart Collingwood, el sobrino y primer biógrafo de Charles Dodgson. La vida en esa casa sin más vecinos que flores, insectos y animales del corral impregnó la imaginación y la sensibilidad de Charles en su infancia. Uno de sus primeros poemas trata de un niño que queda desolado al encontrar un pollito muerto en el gallinero, y en otro recuerda "una casa aislada, anchos mares de maíz" como "el feliz sitio donde nací". 


En Daresbury no había escuela. El padre de Charles logró establecer una escuela dominical en la iglesia de Todos los Santos, donde predicaba, pero era en su casa donde impartía un severo régimen de estudio y lecciones, combinado con rezos y lectura de la Biblia. El reverendo, doblemente graduado en Lenguas Clásicas y Matemáticas, enseñaba personalmente a su hijo, además de a otros niños del pueblo, por lo que cobraba un pequeño sobresueldo; su esposa, Frances Lutwidge, educaba a las hijas. Charles fue un niño inteligente y precoz que aprendió rápidamente latín y mostraba un gran interés por las matemáticas, hasta el punto de insistir a su padre en que le enseñara fórmulas y operaciones muy adelantadas para su edad; y por la literatura inglesa, a la que contribuyó desde muy pequeño escribiendo sus primeros acrósticos. Según relatos de sus hermanas, sentía tanta fascinación por los pequeños animales del campo que solía adoptar caracoles y ranas como mascotas. Fue también en estos primeros años en los que se reveló su tartamudeo, un defecto que sería común en su familia (prácticamente todos sus hermanos y hermanas lo sufrirían) y quedó sordo del oído derecho tras un fuerte episodio de fiebre. 


La familia Dodgson permaneció en Daresbury dieciséis años. En 1843, amigos del reverendo Dodgson solicitaron al primer ministro, Robert Peel, que le concediera un nuevo destino, en una parroquia mayor y mejor pagada. Después de Charles, habían nacido otros siete hermanos y hermanas, haciendo un total de diez niños y dos adultos, además del servicio; el reverendo se veía apurado por dificultades económicas y la estrechez de la casa parroquial, ya que su sueldo dependía del tamaño de la congregación, no del de su familia. Los Dodgson cultivaban comida en un pequeño huerto, criaban algunos animales y daban clases, pero aun así las necesidades de diez niños debían de superar sus recursos. Escuchando la petición de los notables, Robert Peel adjudicó al reverendo Dodgson la rectoría de Croft-on-Tees, en el condado de Yorkshire del Norte, con unos 740 habitantes. 


Cuando la familia se marchó de Daresbury, Charles tenía once años. En la iglesia de Todos los Santos, donde fue bautizado y oyó predicar a su padre durante esa década, se despidieron de la familia con un tributo que recordaba y agradecía todo lo que el reverendo Dodgson había aportado desde su llegada: la escuela dominical, las lecturas de la Biblia "no menos de tres veces a la semana", y las ayudas a innumerables pobres, enfermos y afligidos de la congregación.



En la actualidad, Daresbury es un pueblecito pegado a la carretera que comunica Mánchester con Chester. El acceso es difícil si uno no conduce: de lunes a sábado hay un autobús que sale de la cercana población de Warrington y se detiene, bajo petición, en cierto punto de la carretera, cerca de la granja lechera y a unos veinte minutos del pueblo. El resto del camino hay que hacerlo a pie, por el arcén, lo que en un día soleado es relativamente agradable, pero no me gustaría tener que recorrerlo en la oscuridad, lluvia o niebla. La mañana de abril en que me encontré con la sorpresa de que el autobús no dejaba en la entrada del Daresbury sino en medio de la carretera fue, por suerte, seca y soleada - aunque con mucho viento - y pude ir andando sin contratiempos hacia el pueblo, saludando a ciclistas y paseantes por el camino. 




En la ruta Warrington- Chester, el autobús deja en el lado derecho de la carretera, y Daresbury queda en el izquierdo, por lo que hay que cruzar al llegar al pueblo, respetando, evidentemente, los semáforos.





La señal de bienvenida al pueblo no deja lugar a dudas de que es el Daresbury que vio nacer al futuro Lewis Carroll. 




Se entra al pueblo por el lado de la iglesia de Todos los Santos, que de hecho está ubicada en medio del cementerio. La iglesia ya no es igual a como era en la infancia de Charles; fue reformada casi por completo en 1870. En 1935 se inauguraron unas vidrieras con los personajes de Alicia en el País de las Maravillas, y en 2012 se dedicó un pequeño anexo, el Centro Lewis Carroll, a su vida y obra. 


Entrada sur. Fotografía de Wikipedia.


Torre y cementerio, desde el norte.

Tras atravesar el cementerio, hermoso y bien cuidado como suelen estarlo los camposantos rurales, llegué a la iglesia, que en aquel momento ya había terminado el servicio de la mañana. Unas amables parroquianas me invitaron a recorrerla a mi antojo y me dijeron que me sintiera como en casa; se marcharon al poco, con lo que durante una hora tuve el lujo de disponer de la pequeña iglesia "para mí sola". La nave central tiene forma de cruz; el altar es modesto y sobrio, y cuenta también con un pequeño órgano. Todo el edificio es sencillo, excepto mi principal punto de interés: la magnífica vidriera de la Natividad, que incluye a Lewis Carroll y a Alicia, los personajes del País de las Maravillas, y uno de sus poemas.










La vidriera, sita en la capilla Daniell e inagurada en 1935, se construyó con donativos de entusiastas carrollianos de todo el mundo, para conmemorar el centenario de su nacimiento. Fue diseñada por el artista Geoffrey Webb (1879- 1954) y muestra una escena de Natividad, en cuyo primer panel Charles Dodgson y una niña que representa a Alicia (basada en las ilustraciones de John Tenniel, no en la Alice Liddell real) están rezando. Debajo de la vidriera hay cinco paneles que incluyen personajes del País de las Maravillas. El primer y el quinto panel se refieren al nacimiento y la muerte de Charles Dodgson, mientras que los tres centrales incluyen versos de uno de sus poemas: "Felicitación de Navidad (de un hada para un niño)". Escondidos en el conjunto de la vidriera hay una pequeña telaraña - la marca personal de Geoffrey Webb - y el Gato de Cheshire. Fue un honor inmenso poder estar todo el tiempo que quise contemplando esta maravillosa obra sin molestar ni interrumpir a nadie.


Después de llenarme los ojos cuanto quise, di una vuelta por el Centro Lewis Carroll, que tiene paneles que cuentan su vida y obra y algunos juegos y actividades interactivas para los niños. 






Pasé también por el rinconcito de los recuerdos, del que adquirí un curiorísimo mantel con una ilustración en que los personajes de Carroll "invaden" la tranquila iglesia de Todos los Santos. 





A continuación salí a dar una vuelta por Daresbury. Aunque la posibilidad de ir a tomar un refresco al pub cercano era muy tentadora, me llamaba más recorrer el pueblo mientras durara el buen tiempo - muy variable en la primavera inglesa -, así que emprendí la marcha por un camino bordeado de flores: el paseo Lewis Carroll, la calle principal de la localidad. 









Los habitantes de Daresbury parecen muy orgullosos del que fue un destacado residente, y casi todas las casas de la avenida reciben nombres sacados de sus obras, o contienen algún detalle que lo referencia. 









Al llegar al final del pueblo, tras un placentero paseo, tuve la posibilidad de seguir caminando y llegar al lugar donde estuvo la casa parroquial donde nació Charles Dogdson. Estuvo, porque ardió hasta los cimientos en 1884. Sin embargo, sabemos cómo era porque el propio Charles Dodgson, cuando comenzó a interesarse por la fotografía, trasladó todo su equipo a Daresbury y fotografió la casa de su infancia, preservándola, sin saberlo, para la posteridad. En la actualidad, una valla metálica y unas líneas de ladrillos indican dónde estuvo la vivienda. 

 


Fotografía del Centro de Lewis Carroll.



A mi pesar, decidí no ir a visitar la zona, ya que debía estar pendiente del autobús de vuelta a Warrington, y la conexión, a su vez, a Mánchester, donde me alojaba. De modo que volví a la entrada del pueblo, me despedí mentalmente de la iglesia, crucé la carretera vigilando que no pasaran caballos, y volví a darme una caminata por el arcén para coger el autobús de vuelta a Warrington. 






En Warrington, mientras hacía tiempo para el siguiente tren a Mánchester, me encontré con algo que fue el colofón perfecto a mi viaje a la cuna de Lewis Carroll. Literalmente, vi pasar un conejo blanco, lo cual no me llamó la atención, porque era Sábado Santo, y había conejos de Pascua por todas partes. Pero cuando detrás del conejo pasó corriendo una muchacha con vestido azul y delantal blanco, y luego un grupo de niños exultantes, y luego una oruga con una sombrilla en forma de seta, me di cuenta de que era una actividad de Pascua con temática de Alicia en el País de las Maravillas, y me metí en ella, como Alicia en la merienda loca, sin que nadie me invitara. 








La obra, por lo visto, iba ya por la mitad, y consistía en un recorrido por el centro de Warrington, durante el cual los niños participaban en juegos, resolvían acertijos, y recibían regalitos de los comercios locales. Como era de esperar, no tardó en aparecer la temible Reina de Corazones, ordenando decapitaciones a diestro y siniestro, pero los valientes niños no se arredraron. 








La Reina se calmó un poco, y explicó que estaba enfadada porque había perdido su valioso huevo dorado. Invitó a los niños a buscarlo en el parque donde nos hallábamos, y prometió una fabulosa recompensa a quien lo encontrara. Todos los niños se pusieron a buscarlo, cosa que no era fácil, pues resultó que el parque estaba cuajado de pequeños y brillantes huevos de chocolate. Un sagaz chavalín de seis o siete años encontró el huevo dorado y se lo entregó a la Reina, recibiendo como premio un vale para canjear en una juguetería local. 









Cuando terminó la actividad y los niños se dispersaron, recogí yo misma un pequeño huevo de chocolate que había quedado en un parterre, así que mi excursión a Daresbury y Warrington no pudo terminar de modo más dulce.



Fuentes:


CARROLL, Lewis; SÁNCHEZ-RODRIGO, Carlos Miguel (trad. y ed.). El paraguas de la rectoría. Cajón de sastre. Ediciones del Cotal S.A., Barcelona, 1980. 

COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography. Random House, Nueva York, 1995.

COLLINGWOOD, Stuart Dodgson. “Before Alice: The Boyhood of Lewis Carroll”, en The Strand Magazine, Londres, 1899, p. 616. 

COLLINGWOOD, Stuart Dodgson. The Life and Letters of Lewis Carroll, T. Fisher Unwin, Londres, 1898.

DE LA MARE, Walter. Lewis Carroll, Faber and Faber, Londres, 1932.

HUNT, Peter. The making of Lewis Carroll's Alice and the Invention of Wonderland, Bodleian Library, Oxford, 2020.

KELLY, Richard. Lewis Carroll, Twayne Publishers Michigan, 1990.

The Daresbury Lewis Carroll Society.

WAKELING, Edward. Lewis Carroll: The Man and His Circle, I.B. Tauris, Londres, 2015.


4 de julio de 2024

Vajilla de Mary Blair completa.

 



Hace dos años, presentaba en esta entrada la preciosa vajilla azul en homenaje a Mary Blair, y las piezas que había logrado conseguir hasta entonces. Lamentaba al final de la publicación que todavía me faltaban el tarro de galletas, el conjunto de tres boles, las cucharillas y los caminos de mesa. Estos elusivos textiles están todavía en la lista de deseos, pero en estos dos años, con mucho esfuerzo y considerables desembolsos, he podido completar la vajilla. 



El bote de galletas fue el primer artículo con el que me hice, después de seguirlo mucho tiempo en una tienda online hasta que bajó de precio. Mide unos dieciocho centímetros de alto por unos quince de diámetro, aunque es más ancho en la base que en la boca. La tapa es dorada, y alrededor del bote encontramos a Alicia con las flores parlantes y un caballito- mecedora. 






Los boles de tres tamaños diferentes, que adquirí de segunda mano a una coleccionista francesa, son particularmente bonitos: tienen un relieve de flores y hojas en el exterior, presentan a varios personajes (las flores e insectos del jardín, Alicia, y las criaturas de los Bosques Tugley), y ofrecen un bello contraste con los tonos de azul. 






Las cucharillas de té, por último, que llegaron desde Japón, están completamente pintadas por ambos lados. No son un objeto decorativo, sino apto para su uso alimentario y contacto con alimentos, pero aun así da un poco de miedo meterlas en una bebida caliente, por si salta la pintura en lo más mínimo. 






Aunque estos no son todos los recipientes de bebida que se sacaron en esta colección (hay también un vaso para llevar, y una taza que imita tres tazas apiladas), ni mucho menos la colección entera de Mary Blair (que cuenta con cientos de artículos), sí completan un precioso juego de té digno de las meriendas más locas, y me hace mucha ilusión poder tenerlo en la mesa. Un año más, invito a todos a coger cualquier taza, bebida y capricho dulce o salado, y celebrar juntos el nacimiento de Alicia en el País de las Maravillas


Podéis leer el origen de la tarde dorada aquí, y ver más vajillas de Alicia aquí y aquí


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