3 de abril de 2020

Diario de un viaje a Rusia (1867)






Si bien Lewis Carroll solía moverse bastante por el interior de Inglaterra, fuese para disfrutar de unas vacaciones, visitar a familiares y amigos, o movido por el interés de fotografiar personas y lugares, en toda su vida solamente salió una vez de su tierra natal, y fue para realizar un largo viaje a Rusia, con paradas turísticas en varios países del camino. Entre los recorridos de ida y regreso y su estancia en el destino, estuvo dos meses fuera, del 12 de julio al 13 de septiembre de 1867. Dejó constancia de sus impresiones en un diario, y en las cartas que fue enviando durante el mismo viaje a su hermana Louisa.


La idea de emprender tan larga excursión no fue del reverendo Dodgson sino de su compañero, colega y mentor Henry Parry Liddon. Teólogo y orador prestigioso, Liddon ejercía cargos tanto en Oxford como en la catedral de San Pablo de Londres, y tenía gran interés en conocer de cerca las confesiones ortodoxas y observar sus puntos en común con la Iglesia anglicana. Christ Church aprobó, y tal vez financió parcialmente, su proyecto de viajar a Moscú, además de proporcionarle cartas de presentación a diferentes representantes eclesiásticos en su destino. 





Henry Parry Liddon (1829- 1890).


La inclusión de Dodgson fue, como poco, apresurada: el 4 de julio de 1867 - otro 4 de julio importante - Liddon le propuso a su amigo realizar el viaje, el día 10 se reunieron para hablar de ello, el 11 terminaron de concretar detalles, y el 12 partieron por separado a Dover, donde pasaron la noche para, al día siguiente, tomar el ferry a Calais. Para alguien que nunca había dejado Inglaterra y que era tan extremadamente minucioso, tardar apenas una semana en preparar un viaje de dos meses no debió de resultar muy sencillo.



Puerto de Dover a principios del s. XIX.

Desde Calais fueron recorriendo Europa en tren y carruaje, parando sucesivamente en Bruselas, Colonia, Berlín (donde pasaron cinco días), Danzig, San Petersburgo (donde permanecieron una semana) y finalmente Moscú. En todas estas ciudades visitaron, en primer lugar, cuantas iglesias, catedrales, monasterios y lugares de culto pudieron, asistiendo a servicios anglicanos siempre que tenían oportunidad; el tiempo que les sobraba lo dedicaban a museos y palacios, y ocasionalmente asistían a obras de teatro (Dodgson iba a veces él solo, cuando Liddon se quedaba descansando o atendiendo su correspondencia), aunque tuvieran que descifrar el argumento traduciendo palabras sueltas de los folletos. Cabe decir que Dodgson y Liddon hablaban francés aparte de su lengua materna, y entendían un poco de alemán, pero ninguno de los dos conocía una palabra de ruso. Las interacciones con camareros, cocheros y personal de los hoteles de todas las nacionalidades son habituales en el diario de Dodgson, que no perdía oportunidad de contar las anécdotas, malentendidos y riñas que ocasionaban las barreras del lenguaje.


Permanecieron en Moscú del 2 al 19 de agosto, visitando los principales lugares de culto y sitios turísticos de la ciudad, como el monasterio de San Andrés, la catedral de San Basilio y el Kremlin. Realizaron excursiones a los alrededores, y se entrevistaron con diferentes representantes de la iglesia ortodoxa, a veces en francés, y a veces contando con la ayuda de un traductor. Liddon predicó en algunos de los servicios anglicanos a los que asistieron. 



Catedral de San Basilio.

En el viaje de regreso, volvieron en primer lugar a San Petersburgo, donde pasaron otra semana. Después fueron a Varsovia (que a Dodgson le desagradó bastante: "la ciudad es, en su conjunto, una de las más ruidosas y sucias que nunca haya visitado"), Leipzig, algunas localidades de Alemania (Dresde, Giessen, Ems), y finalmente París, donde visitaron la Exposición Universal antes de partir para Calais y embarcar de regreso a Dover.


Los dos hombres llevaron diarios durante su viaje, y comparándolos se pueden apreciar sus diferentes impresiones ante idénticas experiencias. En lo que respecta al propósito de su viaje, el contacto con la Iglesia ortodoxa y otros lugares de culto (en Berlín asistieron a una ceremonia en una sinagoga, y en Moscú Dodgson oyó por primera vez una adhan, la llamada a la oración, desde una mezquita), se diferencian en que Liddon se concentra en vivir la solemnidad de la prédica y la oración, mientras que su compañero se fija más en detalles inmediatos como el tipo de ropaje que llevan los ministros, las ceremonias como la comunión o el beso de la paz, y la participación de hombres, mujeres y niños; la hermosura de algunos edificios lo conmueve, más que el servicio religioso, hasta el punto en que la belleza de la catedral de Colonia lo hace "sollozar como un niño", según palabras de Liddon. En el sentido contrario, destacan sus repetidas quejas sobre "el lujo y el mal gusto" de las iglesias católicas, y Liddon deja constancia en su propio diario de la actitud irrespetuosa de Dodgson al abandonar una misa a mitad del servicio, "como si fuera una sala de conciertos".



Monasterio de San Andrés.

Del mismo modo, fuera de las visitas a iglesias y encuentros con eclesiásticos, Dodgson presta mucha atención a las anécdotas curiosas o divertidas del viaje, ausentes en el diario de Liddon. Muchos de los intereses de Dodgson van apareciendo en las páginas del diario: en varias ocasiones lamenta no poder sacar fotografías, y adquiere algunas en tiendas por donde pasa; comenta la gracia y el encanto de niños y niñas con los que se encuentra; acude a varias representaciones teatrales aunque no entienda los diálogos; reproduce el estupor que le causan las largas palabras rusas; y comenta la presencia de animales domésticos en los establecimientos en los que se aloja, demostrando su simpatía hacia ellos. Las anécdotas a las que dedica más tiempo son el regateo con los cocheros por los trayectos en el interior de la ciudad, y las dificultades que sufrieron para recuperar el abrigo de Liddon del guardarropa de un hostal, al haberse marchado antes otro huésped que les había servido de intérprete. Tras varios intentos infructuosos de hacerse entender por una criada que solo hablaba ruso, Dodgson tuvo la ocurrencia de realizar rápidamente un dibujo "que representaba a Liddon con una chaqueta puesta, recibiendo otra más grande de las manos de un benigno campesino ruso". Por desgracia, es el único dibujo de Dodgson que se conserva de este viaje, aunque en otras entradas del diario se menciona que estuvo realizando apuntes de edificios y paisanos (lo que propicia que Liddon comente el tiempo que perdieron con eso).





Dodgson hace lo posible por aprender palabras rusas, que a veces copia en alfabeto cirílico y a veces con su transcripción fonética en alfabeto latino, y deja constancia de los comportamientos, a veces chocantes, de los rusos con los que trata, como el guía de la catedral de San Basilio, que los lleva a toda prisa por el templo sin darles oportunidad de contemplar nada, o el propietario de un hostal en el que pasan una noche, quien los besa profusamente después de que dejen propina. Casi todos los días menciona algo sobre la comida (en una ocasión describe un menú ruso completo) y las condiciones del coche o compartimento de tren en que ha de pasar muchas horas. Por lo que se desprende de sus escritos, y aunque Dodgson era muy amante de las comodidades, pareció sobrellevar bastante bien los momentos menos agradables del viaje, mientras que Liddon no tuvo tanta suerte: algunas veces en que han pasado la noche en ruta, Dodgson declara que su compañero no ha podido dormir (mientras que, por el contrario, Liddon se queja de que Dodgson se levanta tan tarde que pierden parte de la mañana), y en otra ocasión, en Konigsberg, Liddon cae tan enfermo que Dodgson ha de salir a toda prisa a procurarle un médico.


Algo que ha llamado la atención de los biógrafos es que Dodgson y Liddon pasaron mucho tiempo separados en la última etapa de su viaje. Los últimos días que estuvieron en París realizaron actividades cada uno por su cuenta; coincidían solamente por las noches, para cenar o ir al teatro. Dodgson dejó el hotel en el que se alojaban, al considerarlo "demasiado grande", y pasó las dos últimas noches en otro diferente. Ambos dejaron París para ir a Calais el 13 de septiembre, pero Liddon lo hizo temprano por la mañana, y Dodgson se quedó paseando y comprando recuerdos; no se marchó del hotel hasta las siete de la tarde, con lo que llegó a Calais a las dos de la madrugada. Es posible que hubiera desavenencias entre los dos compañeros a lo largo del viaje: en su diario Liddon menciona varias "discusiones con Dodgson", aunque no da más detalles; aparte del ya mencionado malestar por los retrasos que les provocaba que durmiera hasta tarde o se entretuviera dibujando, o el desprecio que mostraba ante los edificios y los ritos de la Iglesia romana. El biógrafo Morton N. Cohen sugiere que Liddon era "demasiado parecido al padre de Charles para que Charles caminara constantemente a su lado". Al igual que el padre de Dodgson, Liddon manifestaba unas simpatías por la iglesia católica romana que Dogson no compartía en absoluto: "los desacuerdos de Charles con ambos hombres eran demasiado fundamentales para resolverse o reconciliarse". No obstante, la amistad entre Dodgson y Liddon se mantuvo durante el resto de su vida; ambos siguieron compartiendo actividades religiosas y de ocio, y eran mencionados con cierta frecuencia en los diarios del otro. La confianza entre ellos debía de ser lo suficientemente fuerte como para que Dodgson hiciera a Liddon objeto de burla cariñosa en alguno de sus poemas satíricos, sin que su relación se resintiera por ese motivo.


En una de sus primeras paradas antes de llegar a Rusia, Dodgson conoció a un viajero estadounidense que le dejó su tarjeta de visita. Dodgson comenta al respecto que, si alguna vez viaja a Nueva York, intentará "descifrar" la dirección del caballero, probablemente sorprendido al constatar que en la gran ciudad las calles tienen números en vez de nombres. Pero Dodgson no volvió a salir nunca del país, mucho menos del continente, y es curioso que parezca olvidar muy pronto su única estancia en el extranjero. En su diario de viaje hay algunos espacios en blanco, de nombres de personas o lugares que seguramente pensaría investigar después, pero que nunca fueron rellenados. Las fotografías que compró y los dibujos que hizo no tuvieron mención en sus diarios posteriores (excepto el que ilustra la anécdota del abrigo de Liddon) y, en general, no vuelve a recordar ni comentar para nada el viaje en los diarios que siguió escribiendo el resto de su vida. El único recuerdo que se muestra en su obra de sus dos meses en Europa y Rusia fue un poema humorístico titulado "Un día ruso en Inglaterra", manuscrito en 1874, que mencionaba algunas costumbres y palabras rusas. Nunca publicado en vida del autor, el texto es "difícilmente una obra maestra", señala Cohen.


De hecho, este diario del viaje a Rusia, al formar parte de los documentos personales del autor, no se publicó hasta 1928, bajo el título de Tour in 1867 by C.L. Dodgson, y más tarde, en 1935, como parte de una recopilación de escritos cortos titulada The Russian Journal and Other Selections from the Works of Lewis Carroll, editada por John Francis McDermott. En castellano, la primera edición que me consta es la de Mascaron en 1983; la edición de Nocturna de 2009 es la que yo he utilizado; y la más reciente es la de la Mansalva, de Argentina, en 2015.


Fue Dodgson el reverendo, y no Carroll el escritor de fantasía, el que viajó a Europa y Rusia durante esos dos meses en 1867, pero no podemos por menos que recordar al segundo - y recordar que el viaje tuvo lugar entre los dos libros de Alicia - cuando leemos en el diario que su primera impresión de Moscú es la de "una ciudad de tejados blancos y verdes, de torres cónicas que surgen una de  otra como un telescopio plegable; de protuberantes cúpulas  doradas en las que se reflejan, como en un espejo, distorsionadas imágenes de la ciudad...".



El Kremlin a principios del s. XIX.


Fuentes:

CARROLL, Lewis; FRUTOS, María Eugenia (trad.);     LABORDA, Javier (trad. e int.). Diario de un viaje a Rusia, Nocturna Ediciones, Madrid, 2009.

COHEN, Morton N. Lewis Carroll: A Biography. Random House, Nueva York, 1995.

COLLINGWOOD, Stuart Dodgson. The Life and Letters of Lewis Carroll, T. Fisher Unwin, Londres, 1898.

JOHNSTON, John Octavius. Life and letters of Henry Parry Liddon, Longman, Londres, 1904.

2 comentarios:

  1. Es curioso que los grandes escritores sobre viajes suelan ser malos viajeros. Las obras más conocidas de Carroll son las que relatan los viajes de Alicia a lo que podríamos considerar otro mundo, pero por lo que se ve el no era muy amigo de alejarse de su tierra. Lo mismo ocurría con Salgari, que escribía sobre arriesgados viajes a lejanas tierras y solo una vez en su vida salió de la ciudad que le vio nacer. Quizá se deba a que, como decía el propio Salgari: "Escribir es viajar sin el estorbo de las maletas".

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  2. Cuando comencé a leer las biografías de Carroll, a mí también me resultó sorprendente que solo viajara fuera de Inglaterra una vez en su vida, de manera tan precipitada, y no por iniciativa propia. Era un hombre con una gran curiosidad y sed de conocimiento, como revelaba la diversidad de materias y temáticas que abarcaban los cientos de libros de su biblioteca personal. Los viajes no solo están presentes en los libros de Alicia sino en la expedición del Snark, y en Silvia y Bruno, donde las ensoñaciones del narrador lo llevan entre la Inglaterra real y la Tierra Exterior, y las propias hadas recorren distintos territorios de su mundo. Con todo, y con lo que disfrutó del viaje a Rusia, no pareció volver a manifestar ninguna atracción por visitar otros países. Quizá se nutría tanto con los libros y el trato personal con la gente que, como Salgari, podía viajar donde quisiera sin maletas.

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