Había comprado un gran mapa del mar
Sin un solo vestigio de tierra que pisar,
Y su tripulación estaba encantada de ver
Un mapa que todos podían entender.
“¿De qué sirven el Polo y Ecuador mercatoriano,
Trópicos, Zonas, y líneas del Meridiano?”
Dijo el Pregonero, y replicó su tripulación:
“¡No son más que una simple y pura convención!"
“¡Otros mapas tendrán relieve, islas y cabos!
Pero gracias a nuestro Capitán bravo,
(Así dijeron) tenemos lo adecuado:
¡Un perfecto y absoluto mapa en blanco!”
El alivio de los tripulantes - ninguno de los cuales tiene formación en marinería - al constatar que tienen un mapa "que pueden entender" es hasta cierto punto comprensible (si bien es también alarmante). La cartografía, durante los muchos siglos en que se carecía de tecnología tal como satélites, radares, sonares y drones, era una ciencia altamente especializada que requería una gran capacidad de observación, un pulso firme, y mucho, mucho tiempo para dedicarle. Si en la dispar tripulación del snark hubieran contado con un Cartógrafo, o por lo menos con un Barrelman (ayudante del vigía) que se hubiera ocupado de dibujar sobre el mapa en blanco, ¿cómo lo habría hecho?
Como se puede observar, en la carta náutica ya están dibujados los meridianos, pero la distancia entre los paralelos es variable según se acerquen o se alejen del Ecuador. Por tanto, lo primero que se determina es la distancia entre paralelos según el punto de la Tierra en que estemos. Esto se hace comprobando nuestra posición, por ejemplo con un sextante, y a partir de ahí, el cartógrafo calcula en el triángulo de paralelos la separación que debe dejar entre los paralelos que dibuja.
Después de trazar los paralelos, se calcula la forma y el relieve de la costa, según otra serie de fórmulas. Pero lo más importante son los detalles del propio mar: la profundidad del fondo, el tipo de lecho marino, los posibles escollos o bosques de algas... El tipo de fondo se comprueba con el escandallo, una pieza de plomo (llamada pilón o plomo) atada a una cuerda (llamada sondaleza) con nudos a cada cierta distancia (metros, brazas...). Se echa al agua y se cuentan cuántos nudos se sumergen hasta que toca fondo. El escandallo tiene una oquedad en su base en la que se coloca una bola de grasa o sebo. Al recogerlo, tiene adherida a la grasa una muestra del lecho marino, y así se puede saber si es roca, fango, arena o cascajo (restos pulverizados de caparazones y coral fosilizado. Esto es importante porque dependiendo del tipo de fondo, se elige el fondeadero (lugar donde se echará el ancla), siendo el mejor fondeadero posible el de arena, donde el ancla y la cadena se asientan por completo) y el peor el de roca (donde el ancla puede quedar atascada en grietas o resbalar sobre una superficie demasiado plana).
Rueda de rumbos.
El rumbo de referencia es siempre el norte porque es el más fácil de identificar: de noche por la Estrella Polar, y de día según el sol: al amanecer, si una persona se pone de pie con los brazos en cruz, y el derecho orientado hacia la salida del sol, lo que tiene delante siempre será el norte. De hecho, el rumbo se expresa siempre en grados de diferencia del rumbo verdadero que se está llevando respecto al norte, siendo por tanto el norte el rumbo 000º, el este el 090º, el sur el 180º, y el oeste el 270º. por tanto, para poner rumbo noreste, se mandará al timonel "Proa al 045º".
Un mapa en blanco evita todos estos complicados embrollos, pero también pone a toda la tripulación en riesgo de acabar en un territorio de boojums en vez de en uno de snarks. Hoy en día, sin embargo, el dibujar físicamente un relieve de costa sobre una cartulina en blanco es algo que ha quedado desfasado por la digitalización de la cartografía, y la tecnología que permite fotografiar y medir con exactitud cada centímetro de la tierra y el agua. La carta mercatoriana que ilustra este artículo fue impresa, quizá por última vez, en 1964, y rescatada in extremis de acabar destruida. Se encuentra ahora a buen recaudo, y aún tiene una misión que cumplir: teniendo una carta náutica en blanco, solo me queda la pequeñez de conseguir un barco (simplemente iré a pedírselo al rey, como en El cuento de la isla desconocida) y la importante labor de reunir a mi tripulación. Como yo soy Profesora, ¿quién me podría acompañar? ¿Un Pintor, un Peluquero, un Pescador? Y como animal de a bordo, ¿un Pájaro, un Panda, un Pangolín? Se aceptan propuestas.
Fuentes:
Diagrama de carta mercatoriana en blanco para latitudes entre 61ºN y 61ºS. Diseñada por el cartógrafo Sebastián Ayala, del Instituto Hidrográfico de la Marina, Cádiz, España. Segunda edición de 1950; quinta impresión de 1964.
Asesoramiento experto de Ricardo Martínez, antiguo cabo primero de la Armada Española.
Puedo dar fe que algo que nunca falta en ningún barco, y que además empieza por P, es un Perezoso, pero no sé si querrás alguien así en tu tripulación.
ResponderEliminar¡Interesante! Por si quieres seguir investigando sobre un tema relacionado, te dejo un podcast que escuché hace algunos meses: https://www.bbc.co.uk/programmes/w3cszjv7
ResponderEliminarCreo que podría interesaros a ambos.