30 de agosto de 2019

Jabberwocky (cuarta parte)


Jabberwock de Paul Elwin Rodgers (2013)

Cuarta parte. Traducción.

Esta es la cuarta y última parte del artículo. La primera trata sobre los orígenes del poema; la segunda, sobre sus interpretaciones, y la tercera, sobre las obras inspiradas en el poema o su criatura. 

Que “Jabberwocky” iba a ser conocido fuera de los sobrios márgenes del “cuarteto de poesía anglosajona” para el que fue concebido fue algo que estuvo claro desde la publicación de A través del espejo en 1871. Pocas semanas después, ya había tres traducciones al latín: una de Augustus A. Vansittart, del Trinity College de Cambridge (“Mors Iabrochii”); otra del tío paterno de Charles Dodgson, Hassard Hume Dodgson (“Gaberbocchus”); y una tercera de un misterioso autor anónimo (“Gabrobocchia”). Los latinistas, los curiosos y los latinistas curiosos pueden disfrutarlas aquí. Al año siguiente, Robert Scott, un prominente lingüista especializado en griego antiguo, publicó un falso artículo filológico en que denunciaba que “Jabberwocky” era una simple traducción de una antigua balada alemana. Como “prueba” adjuntaba, por supuesto, la reproducción de dicha balada, que constituye la primera traducción al alemán: “Der Jammerwock”.

En su Alicia anotada: la edición definitiva, del año 2000, Martin Gardner calcula en cincuenta los diferentes idiomas a los que se ha traducido “Jabberwocky”. Casi veinte años más tarde, Wikipedia eleva esta cifra a sesenta y cinco. Teniendo en cuenta que muchos de estos idiomas tienen más de una versión (solo en castellano hay unas quince), y que algunos como el chino o el hindú tienen versiones para sus diferentes dialectos, el total de traducciones sobrepasa holgadamente el centenar. Como hemos visto, hay traducciones a lenguas “muertas” como el latín y el griego antiguo, a lenguas muy vivas como los lenguajes de signos británico y estadounidense, y a lenguas de vitalidad cuestionable como el esperanto. Y si alguien se lo pregunta, la respuesta es sí: se ha empezado una traducción al klingon.

La primera versión en castellano la debemos a Marià Manent y a la editorial Juventud, en 1944. Juan Gabriel López Guix, de la Universidad Complutense, hace notar que este primer traductor no tuvo acceso a los comentarios sobre el poema que aparecen desperdigados en cartas de Lewis Carroll, por lo que su traducción se realizó sobre el texto sin ningún trabajo bibliográfico de fondo.

El Dragobán

Llegaba ya el hervín. Blendes casquines
huldaban y jarcían en el gardo.
Calígonos estaban los cibines
y venía el verdal con paso tardo.

¡Hijo mío, cuidado! ¡El Dragobán!
¡Esas fauces y garras espantosas!
¡El pájaro Yubyub! ¡Oído!
¡Van por el bosque Negras Mariposas!

Mas la espada de bronce él empuñó
y buscó al enemigo largamente;
bajo el árbol Tuntún se cobijó
y, pensando, frunció la tersa frente.

Y mientras meditaba, el Dragobán
llegó, con ojos de terribles llamas,
lanzando vaharadas de alquitrán,
de azufre y de betún, bajo las ramas.

Pero ¡zis, zas! ¡zis, zas! el bronce duro
carne y huesos destroza a su sabor.
Bien muerto lo dejó, y, con su cabeza,
traspuso galopando el negro alcor.

¿Has muerto al Dragobán? ¡Ven a mis brazos,
oh doncel de cien glorias! ¡Ven a mí!
¡Día feliz! ¡Ohé! ¡No más zarpazos!
Y de alborozo casi enloquecí.

Llegaba ya el hervín. Blendes casquines
huldaban y jarcían en el gardo.
Calígonos estaban los cibines
y venía el verdal con paso tardo.

Una de las más conocidas en castellano, debido a su calidad y a sus consecuentes múltiples reimpresiones, es la de Jaime de Ojeda, uno de los más destacados traductores de los libros de Alicia. Fue publicada en la edición de Alianza de A través del espejo en 1973.

El Galimatazo

Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

¡Cuídate del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran
y de las zarpas que desgarran!
¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo
y que no te agarre el frumioso Zamarrajo!

Valiente empuñó el gladio vorpal;
a la hueste manzona acometió sin descanso;
luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
y quedóse sesudo contemplando...

Y así, mientras cavilaba firsuto.
¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos,
que surge hedoroso del bosque turgal
y se acerca raudo y borguejeando!!

¡Zis, zas y zas! Una y otra vez
zarandeó tijereteando el gladio vorpal!
Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa
¡volvióse triunfante galompando!

¡¿Y haslo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!
¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
Carcajeó, anegado de alegría.

Pero brumeaba ya negro el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas necrofaba...

Se observa en esta traducción que las dos primeras estrofas (y en consecuencia la última) se han extendido a cinco versos, y que se han utilizado dos verbos distintos, “murgiflaba” y “necrofaba”, para outgrabe. Es algo arbitraria, pero una de las más ricas desde el punto de vista literario.

Mi favorita, posiblemente por ser la primera que leí y aprendí, y por la sonoridad del nombre de la criatura, es otra de las más reproducidas. Tiene claras influencias de la de Ojeda (“váparas”) y a su vez ha sido imitada sin reparos por traductores posteriores:  es la de Emilio Pascual, de la editorial Edival-Ortells, en 1977.

El Fablistanón

Asurraba. Los viscovivos toves
tadralando en las váparas ruetaban;
misébiles estaban los borgoves,
mientras los verdos momios bratchilbaban.

¡Cuidado, hijo, con el Fablistanón!
¡Con sus dientes y garras muerde, apresa!
¡Cuidado con el pájaro Sonsón
y rehúye al frumioso Magnapresa!

Blandiendo su montante vorpalino,
al monstruo largo tiempo persiguió…
Bajo el árbol Tumtum luego se vino
y un rato cavilando se quedó.

Y estando en su aviesal cavilación
llegó el Fablistanón, ojo flagrante,
tufando por el bosque fosfuscón,
y se acercó veloz y burbujante.

¡Un, dos! De parte a parte le atraviesa
varias veces el vorpalino acero.
Y, muerto el monstruo, izando su cabeza,
regresó galofando muy ligero.

¿De verdad al Fablistanón has muerto?
¡Ven que te abrace, niño radioroso!
¡Hurra, hurra! ¡Qué día ristolerto!,
risotó carcajante y jubiloso.

Asurraba. Los viscovivos toves
tadralando en las váparas ruetaban;
misébiles estaban los borgoves,
mientras los verdos momios bratchilbaban.

Finalmente, y aunque no se trata de una de mis traducciones favoritas, dejo aquí una de las más recientes y originales: la de Andrés Erenhaus para la editorial valenciana Media Vaca en 2013. Aunque está bien construida lingüísticamente, el conjunto no me parece demasiado atractivo… excepto por el logro inigualable de llamar al Bandersnatch nada menos que Baitezampa. Sublime.

Jabierloqui

Fritarde, cuando el fángil dongo
regila y hurza en la porlapa,
mindebles van los gorobobos
y el pigorrante achala.

“Vigila, m’hijo, al Jabierloqui!
¡Que no te muerda con sus zarpas!
¡Evita al pájaro Yoyobi
y al furbio Baitezampa!”

Él empuñó su espada albosa
y en busca fue del vilenemigo;
al pie de un Árbongo reposa
y aguarda pensativo.

Estando en frondos pensamientos,
el Jabierloqui dejó el bosco
con malhodor, echando averno
y espurnas por los ojos.

¡Uno y dos! ¡Uno y dos! ¡Y tris tros!
La albosa espada entraba, entraba.
Lo remató y cabalganó
con la cabeza a casa.

“¿Has muerto al Jabierloqui, m’hijo?
¡Ven a mis brazos, muchachombre!
¡Feliciloor! ¡Albricia, albricio!,
exclamoteó de goce.

Fritarde, cuando el fángil dongo
regila y hurza en la porlapa,
mindebles van los gorobobos
y el pigorrante achala.


Para una muestra más amplia de las versiones en castellano del “Jabberwocky”, y un riguroso análisis linguïstico de cada una, no puedo sino remitir al brillante artículo del traductor Juan Gabriel López Guix. Existen en internet varios índices sobre las traducciones a otras lenguas, y la entrada de Wikipedia ofrece ejemplos de la primera estrofa en veintiún idiomas. Una búsqueda en cualquier canal de vídeos ofrece diferentes versiones del poema en lengua de signos estadounidense. Las opciones para disfrutar este poema son innumerables.

Pero yo les animo, querida lectora, querido lector, a emprender su propia versión del “Jabberwocky”. Que no les arredre el hecho de que los mejores nombres ya estén cogidos, ¿quién les dice que no pueden ponerse a la altura del Jerigóndor o el Parlotropello? La lengua nos regala recursos infinitos; aprovéchenlos. Traduzcan, adapten, parodien el poema, chapoteen en él como cachorros en un charco. Estoy bastante segura de que Carroll no nos dio a su criatura para que la miráramos de lejos con reverencia o colgáramos su cabeza de la pared, sino para que nos lo pasáramos pipa jugando y revolcándonos en el suelo con ella. 

Fuentes:

CARROLL, Lewis; GARDNER, Martin (ed.). The Annotated Alice, Penguin, Londres, 2001.

Jabberwocky index, de Karl Lueck, una página de recetas que, incidentalmente, incluye el índice más completo y actualizado de traducciones y parodias que he visto en Internet.

Jabberwocky variations, de Keith Lim, índice de traducciones y material relacionado, desgraciadamente abandonado desde hace once años.

LÓPEZ GUIX, Gabriel, Doce versiones del «Jabberwocky» de Lewis Carroll: una propuesta de valoración poética”, Ediciones Complutense, Madrid, 2017.

SCOTT, Robert. “The Jabberwock Traced to Its True Source”, MacMillan's Magazine, febrero de 1872.

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