Aviso: este artículo comenta una novela, incluyendo los acontecimientos más significativos y el final.
Prohibido leer a Lewis Carroll es un libro de narrativa infantil de Diego Arboleda (1976- ), escritor y filólogo licenciado por la Universidad Autónoma de Madrid. Tras una primera etapa laboral como librero, se inició en la narrativa infantil en 2008 con la colección de cuentos Tic Tac. Desde entonces ha ido publicando novelitas y cuentos infantiles a razón de uno por año o cada dos años, siendo los más destacados Prohibido leer a Lewis Carroll, que ganó el Premio Lazarillo en 2012 y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2014, y la serie protagonizada por los detectives animales Lupas y Nanai. La mayoría de sus obras están publicadas en Anaya.
Raúl Sagospe (1974- ), ilustrador, es licenciado en Historia en la Universidad de Alcalá de Henares, y cursó estudios de Ilustración en la escuela de Arte n.º 10 de Madrid. Además de Prohibido leer a Lewis Carroll, ha ilustrado otros libros de Diego Arboleda (Papeles arrugados, 2012; Mil millones de tuberías, 2013), y obras de Raúl Argemí (Pepe Levalián, 2010) y Roberto Aliaga (El virus de la suerte; Don Facundo Iracundo, el vecino del segundo; ambos de 2016).
La historia de Prohibido leer a Lewis Carroll comienza en la ficticia comarca francesa de Les Arcs, en abril de 1932. La joven institutriz Eugéne (quien, por algún motivo, tiene nombre masculino; el femenino sería Eugénie) enseña inglés, alemán y literatura a los niños de diferentes casas nobles, pero en ninguna la aguantan mucho tiempo: es tremendamente gafe, rompe todo lo que toca y causa catástrofes allá donde va.
La aristocracia local no la soporta, pero, debido a la cláusula de un testamento por el que heredaron muchos de sus bienes, se ven obligados a darle trabajo, y se turnan para ponerla a cargo de sus hijos, lo que es un peligro se mire por donde se mire. Un día, encuentran en un periódico el anuncio de un matrimonio neoyorquino que busca una institutriz francesa para su hija de diez años, y les falta tiempo para mandarles a Eugéne, de modo que se la pueden quitar de encima sin quebrantar la irrenunciable cláusula. Eugéne no tiene problema en irse a trabajar a Nueva York, pero le llama la atención que, en la carta donde el matrimonio neoyorquino le especifica los pormenores del trabajo, le exigen que nunca mencione los libros de Lewis Carroll a la niña que va a educar, y finja que ni los conoce ni le interesan, aunque los haya leído.
Cuando llega a Nueva York, tras haber conocido en el viaje a Peter Llewelyn Davies y a un hombre que custodia un huevo gigante, Eugéne se entrevista con el matrimonio que la ha contratado, y descubre el porqué de prohibir la lectura de Lewis Carroll: la niña, Alice, está tan obsesionada con Alicia en el País de las Maravillas que se encuentra al borde de un severo trastorno de personalidad. Se está convenciendo de que es la Alicia del cuento, y busca por todas partes un conejo blanco para seguirlo a su madriguera.
Sus padres temen que caiga en la locura si descubre que, a principios de mayo, Alice Liddell - la niña, ya una anciana, que inspiró el cuento original - va a estar muy cerca de ella, en un homenaje en la universidad de Columbia. La misión de Eugéne, por tanto, es ocultarle este hecho por todos los medios, lo que es difícil, en parte por la publicidad que se le está haciendo a la visita de Alice Liddell, y por otro, porque su mismo padre es uno de los organizadores del evento. Tampoco ayuda que con la familia vive un tío que ya tiene una enfermedad mental (un trastorno alimentario compulsivo; devora sin control enormes cantidades de comida) y que apoya a la niña en su creencia de que es Alicia; y que Eugéne, fiel a su torpeza, destroza todo lo que cae en sus manos.
Conforme la iba leyendo, me parecía más un serio drama psicológico que una novelita cómica infantil: la niña no tiene personalidad propia, el tío sufre un trastorno de estrés postraumático (come compulsivamente tras haber estado a punto de morir de inanición), y los padres parecen minimizar los problemas de ambos. El padre está harto del tío por el gasto que supone la comida que devora, y la madre (que es su hermana) se lo perdona todo, pero ninguno parece entender que necesita ayuda (en su defensa, hay que recordar que eran los años 30). Tampoco parecen muy brillantes al traer desde Europa una institutriz solo para que distraiga a Alice los tres días previos al evento, habiendo soluciones más sencillas. Se menciona varias veces que son muy ricos y que le pagan a Eugéne el billete de primera clase y todos los gastos del viaje: les habría costado lo mismo que la madre y la hija se fueran una semana de excursión a algún sitio y volvieran cuando Alice Liddell ya se hubiera marchado (lo que también podría haber servido para despertar el interés de la niña por lugares y gentes reales, en vez del ficticio País de las Maravillas).
En la parte que a mí me interesa, los datos sobre la visita de Alice Hargreaves a Nueva York son correctos; solo se inventan algunas cosas al final (que cualquiera puede adivinar) para que la historia termine bien. El libro, eso sí, incurre en la falsa creencia de que Alicia en el País de las Maravillas fue censurado en China e idealiza el estatus de icono literario de Alice Liddell y Peter Davies: no menciona, como es de esperar, que Alice Liddell acabó hastiada de ser "la Alicia del cuento", ni que, según los allegados de Peter Davies, la carga de ser Peter Pan tuvo mucho que ver con su suicidio. Hay, además, un error de bulto que no me explico, y es que se refieren a Humpty Dumpty como un personaje de Alicia en el País de las Maravillas, cuando la niña debería saber perfectamente que es de A través del espejo. Por otra parte, que el motivo de que Eugéne vaya a Nueva York a trabajar sea que los nobles de Les Arcs quieran deshacerse de ella porque siembra el caos por donde pasa y la manden a América, a que lidien con ella los yanquis, me recuerda sospechosamente al planteamiento de la película de Mr. Bean.
Para su público objetivo, niños de ocho a diez años, es recomendable y entretenida: el humor proviene casi todo de los destrozos de Eugéne y los atracones del tío; el final es previsible y bonito, y nadie aprende la lección. Las ilustraciones de Raúl Sagospe son simples y coloridas, y acompañan bastante bien. Los dos primeros capítulos se pueden leer gratuita y legalmente en la página de la editorial, Anaya, simplemente buscando la ficha del libro.
Datos bibliográficos:
Texto de Diego Arboleda.
Ilustraciones de Raúl Sagospe.
Publicado el 4 de septiembre de 2014.
ISBN: 978-84-678-6410-6.
Editorial Anaya Infantil y Juvenil.
208 páginas.
Ficha en Anaya. Incluye propuestas de trabajo para docentes y PDF de las primeras dieciocho páginas (en el botón "empezar a leer").
Fuentes:
Anaya Infantil y juvenil.
Sagospe, blog personal del ilustrador Raúl Sagospe.
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