3 de abril de 2021

Texto de "La Avispa con Peluca" en castellano



Alicia y la Avispa, de Ralph Steadman (1977).



Ante la falta de ediciones digitales de Alicia a través del espejo en las que se encuentre el episodio de "La Avispa con peluca" (cosa que me sorprende, ya que lo normal es que cualquier edición impresa posterior a 1977 lo incluya en un apéndice), presento aquí una traducción propia del texto. Recordemos que el pasaje tiene lugar al final del capítulo 8, cuando Alicia ya se ha despedido del Caballero Blanco y se dispone a saltar un arroyo que marca la última línea del tablero y convertirse en reina.


[Unos cuantos pasos más la llevaron a la orilla del arroyo...]

…y estaba a punto de saltarlo, cuando oyó un profundo suspiro, que parecía venir del bosque que había tras ella.

"Hay alguien muy infeliz allí", pensó, mirando ansiosamente a su espalda para ver qué sucedía. Un ser parecido a un hombre muy viejo (solo que su cara era más bien como la de una avispa) estaba sentado en el suelo, apoyado en un árbol, acurrucado, y temblando como si tuviera mucho frío. 

"No creo que pueda serle de ninguna ayuda", fue lo primero que pensó Alicia, conforme se volvía para saltar sobre el arroyo. "Pero mejor le pregunto qué le ocurre", añadió, conteniéndose justo al borde. "Si salto, todo cambiará, y entonces no podré ayudarlo". 

Así que volvió adonde estaba la Avispa, un poco a regañadientes, porque estaba muy ansiosa por ser reina.

- ¡Oh, mis huesos, mis viejos huesos! - refunfuñaba la Avispa cuando Alicia se le acercó.

"Es reumatismo, creo yo", se dijo Alicia a sí misma; y cuando estuvo cerca de él le dijo muy amablemente:

- Espero que no le duela mucho...

La Avispa solo se encogió de hombros, y volvió la cabeza.

- ¡Pobre de mí! - exclamó.

- ¿Puedo hacer algo por usted? - siguió Alicia - ¿No tiene frío aquí?

- ¡Y sigue hablando! - dijo la Avispa en tono malhumorado - ¡Q'agobio, q'agobio! ¡Vaya con la niña!

Alicia se sintió bastante ofendida con esta respuesta, y estuvo a punto de marcharse y dejarlo solo, pero pensó para sí misma: "Quizá solo sea el dolor lo que lo hace tan gruñón". Así que lo intentó una vez más:

- ¿Quiere que le ayude a ponerse en el otro lado? Allí no le dará el viento frío.

La Avispa la cogió del brazo, y dejó que lo ayudara a dar la vuelta al árbol, pero cuando estuvo sentado de nuevo, solo dijo, como antes:

- ¡Q'agobio, q'agobio! ¿Es que no le puedes dejar a uno en paz?

- ¿Le gustaría que le leyera un poco? - siguió Alicia, cogiendo un periódico que tenía a los pies.

- Puedes leerlo si t'apetece. - dijo la Avispa, displicente - Nadie te lo impide, que yo sepa.

Así que Alicia se sentó junto a él, abrió el periódico sobre sus rodillas, y empezó.

- "Últimas noticias. El Equipo de Exploradoras ha realizado otra incursión en la Despensa, y ha encontrado cinco terrones frescos de azúcar blanco, grandes y en óptimo estado. A su regreso...".

- ¿Y azúcar moreno? - interrumpió la Avispa.

Alicia pasó rápidamente la vista por la hoja y respondió:

- No. No dice nada de azúcar moreno.

- ¡Nada de azúcar moreno! - refunfuñó la Avispa - ¡Bonito equipo de exploración!

- "A su regreso" - continuó leyendo Alicia - "encontraron un lago de melaza. Las orillas del lago eran azules y blancas, y parecían porcelana. Mientras probaban la melaza, sufrieron un triste accidente: dos del equipo fueron encenagadas...".

- ¿Fueron qué? - preguntó la Avispa en un tono muy enfadado.

- "En-ce-na-ga-das" - repitió Alicia, separando la palabra en sílabas.

- ¡No existe esa palabra en el lenguaje! - dijo la Avispa.

- Pues está en el periódico. - dijo Alicia con un poco de timidez.

- ¡Vamos a dejarlo ahí! - dijo la Avispa, volviendo la cabeza con irritación.

Alicia dejó el periódico.

- Me temo que no está usted muy bien. - dijo en tono suave - ¿Puedo hacer algo por usted?

- Es todo por la peluca. - dijo la Avispa con una voz mucho más amable.

- ¿Por la peluca? - repitió Alicia, contenta de ver que estaba recuperando la calma.

- Tú también estarías de mal humor, si llevaras una peluca como la mía. - continuó la Avispa - Se ríen de uno. Y lo agobian a uno. Y entonces yo m'enfado. Y m'enfrío. Y me meto bajo un árbol. Y m'agarro un pañuelo amarillo. Y m'ato el pañuelo a la cara, como ahora. 

Alicia lo miró compasivamente.

- Atarse un pañuelo a la cara es muy bueno para el dolor de muelas. - dijo.

- Y es muy bueno pa las ínfulas.

Alicia no entendió la palabra.

- ¿Es un tipo de dolor de muelas?

La Avispa se lo pensó un momento.

- Bueno, no. - dijo - Es cuando llevas la cabeza en alto, así, sin doblar el cuello.

- Oh, quiere decir tortícolis. - dijo Alicia.

La Avispa dijo:

- Eso será un nombre moderno. En mis tiempos se llamaba tener ínfulas.

- Tener ínfulas no es una enfermedad. - observó Alicia.

- Sí que lo es. - dijo la Avispa - Espera a pillarla, y verás. Y cuando la pilles, ponte un pañuelo amarillo atao a la cabeza. ¡Te curará en un plisplás!

Se desató el pañuelo mientras hablaba, y Alicia, con gran sorpresa, vio entonces su peluca. Era de un color amarillo chillón como el pañuelo, toda enredada, y colgaba como un montón de algas.

- Su peluca tendría mejor aspecto - dijo - si se la pudiera peinar.

- ¡Anda! ¿Eres una abeja? - dijo la Avispa, mirándola con más interés - ¿Tienes mucha miel, en tu peinar?

- No, no un panal. - se apresuró a explicar Alicia - Peinar el pelo, con un peine. Su peluca está muy enmarañada, ¿sabe?

- Te contaré cómo es que la llevo. - dijo la Avispa - De pequeño, ¿sabes?, mis bucles se agitaban...

Una curiosa idea se le ocurrió a Alicia. Casi todos los que se había encontrado le habían recitado poesía, y pensó que intentaría que la Avispa lo hiciera también.

- ¿Le importaría contármelo en verso? - le pidió muy educadamente.

- No es a lo que estoy acostumbrao - dijo la Avispa -, pero lo intentaré; espera un momento.

Estuvo unos momentos en silencio, y volvió a empezar:


De pequeño mis bucles se agitaban, 

y cubrían mi cabeza de ondas y rizos,

y me dijeron: "Deberías afeitarte,

y ponerte peluca de color amarillo"


Pero cuando hube seguido su consejo

y vieron en mí lo que había resultado

observaron que no estaba tan guapo

como ellos habían esperado.


Dijeron que no me pegaba

y que cutre me hacía parecer.

Pero, ¿sabes qué pasó entonces?

¡Mis rizos no volvieron a crecer!


Y ahora que estoy viejo y canoso

y de pelo casi no me queda nada,

me arrancan la peluca y me dicen:

"¿Cómo puedes ponerte esta guarrada?"


Y aún hoy, vaya donde vaya, 

la gente se burla y me chilla:

"¡Eres un cerdo!", y se ríen,

porque llevo una peluca amarilla.


- Siento muchísimo que le ocurra eso. - dijo Alicia, de corazón - Y creo que, si su peluca se ajustara un poco mejor, no se meterían tanto con usted.

- Tu peluca sí que s'ajusta bien. - murmuró la Avispa, mirando a Alicia con una expresión admirada - Tié justo la forma de tu cabeza. Pero tus mandíbulas no encajan del tó. Me da que no puedes morder bien.

Alicia casi se echó a reír, pero lo disimuló lo mejor que pudo fingiendo una tos. Al final dijo con seriedad:

- Puedo morder cualquier cosa que quiera.

- No con una boca tan pequeña. - insistió la Avispa - Si tuvieras que pelear, ¿podrías agarrar al otro por el cogote?

- Me temo que no. - dijo Alicia.

- Pos eso es porque tus mandíbulas son demasiao cortas. - continuó la Avispa - Pero la parte d'arriba de tu cabeza está bien y es redonda.

Se quitó la peluca mientras hablaba, y estiró una garra hacia Alicia, como si pretendiera hacer lo mismo con ella; pero la niña se apartó como si no entendiera sus intenciones. Así que la Avispa continuó con sus críticas.

- Y lo que son tus ojos, están demasiao p'alante, fijo. Teniéndolos tan juntos, te habría bastao con uno.

A Alicia no le gustaba que le hicieran tantas observaciones personales, y la Avispa ya parecía hacer recuperado el ánimo y se estaba poniendo muy hablador, así que pensó que ya podría dejarlo sin problemas.

- Creo que ya debo irme. - dijo - Adiós.

- Adiós, y gracias. - dijo la Avispa, y Alicia bajó la colina de nuevo, contenta de haber vuelto y haber dedicado unos minutos a consolar a aquella pobre y vieja criatura.

[- ¡La octava casilla, al fin! - exclamó, dando un salto para salvar el arroyo...]


Notas sobre la traducción:


La Avispa habla en cockney, el dialecto de la clase obrera londinense, lo que se observa en la forma negativa ain't ("Your jaws ain't well shaped though") o el uso de la terminación verbal en -s, propia de la tercera persona, en la primera y la segunda persona también ("And then I gets cross. And I gets cold. And I gets under a tree"). He intentado trasladar estas formas del lenguaje a contracciones y terminaciones que en castellano también son propias del habla vulgar, aunque el efecto no sea exactamente el mismo. 


Es muy penoso mi intento de adaptar el malentendido entre Alicia y la Avispa cuando la niña dice comb como "peine" y el anciano piensa que se refiere a un "panal". Mi idea era modificar el texto lo menos posible, porque no me gustan las versiones de los traductores en que fuerzan el diálogo para se preste al equívoco. Ramón Buckley hace que Alicia diga: "Parece un niño de pañales" para que la Avispa entienda "panales". Un traductor mejicano al que no he podido identificar publicó una versión en que Alicia decía: "Si tuviera un peine, su peluca se vería más lisa y brillante, como la miel". Otras traducciones más modestas o más resignadas traducen el texto literalmente y aclaran el doble significado de comb a pie de página. Ninguna solución es buena; hay juegos de palabras ya no intraducibles sino inadaptables. 


El motivo de que la métrica de mi versión del poema de la Avispa sea tan irregular no es otro que el hecho de que soy una negada para traducir poesía. En el original está en octosílabos, y riman el primer verso con el tercero y el segundo con el cuarto: en castellano serían cuartetas (abab). Yo lo he traducido en cuartetas imperfectas (rima solo en los versos pares), con énfasis en lo de imperfectas. Los traductores de Carroll suelen optar por alargar las estrofas; Ramón Buckley emplea quintillas; Emilio Pascual, cuartetos de endecasílabos; y el traductor mejicano, cuartetos de alejandrinos. Supongo que puedo pulir un poco mis estrofas para que al menos todos los versos tengan la misma medida, pero al menos la historia de la Avispa es bastante fiel a la original.


Fuentes:

CARROLL, Lewis; BUCKLEY, Ramón (trad.); GARRIDO, Ramón (ed.). Alicia en el País de las Maravillas. A través del espejo, Cátedra, Madrid, 2001.

                           ----- PASCUAL, Emilio (trad.); GONZÁLEZ ÁLVARO, Juan (int.). A través del espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado. Ediciones Gaviota, Madrid, 1990.

"Lewis Carroll: La avispa con peluca", artículo de blog en el que se reproduce una traducción del episodio publicada en Revista de Revistas, nº 4469, octubre de 1998, Méjico.


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